Mostrando entradas con la etiqueta J. Biedma. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta J. Biedma. Mostrar todas las entradas

viernes, 15 de noviembre de 2024

SEREMOS COMO ÉL ES



Spinoza, el sefardita de Amsterdam, testimonia que sólo se puede negar la libertad desde una metafísica que contemple la existencia bajo la figura inhumana de la eternidad, 'sub specie aeternitatis'. Pero, si venimos de la causalidad o de la casualidad de la materia y la carne, lo cual es lo mismo que decir con Monod que venimos de la necesidad y el azar, no se puede negar que "vamos hacia el Espíritu", al menos, hacia la virtualidad luminosa. Valga esta al menos como ideal regulativo, como anhelo estimulante, como desiderátum (wishful thinking)

¿Hay algo que condiciona desde las sombras el desarrollo y la expresión de la personalidad? Seguro.  Llámale subconsciencia, o subconsciente colectivo (Jung), superpsiquismo cultural, le llaman ciertos antropólogos, un alma colectiva o anónima que condiciona en forma de deseos esenciales la vida del individuo. Mas no debemos caer en la "aberración sociocéntrica" o el determinismo étnico, o en el burdo economicismo materialista que no explicaría ni el relativo progreso de la civilización ni la efectiva disidencia de sus particulares.

William James habló de cierta superconsciencia humana y llegó a arriesgar la hipótesis de "alguna forma de vida superhumana, desconocida para nosotros mismos, con la cual es posible que seamos co-conscientes" (1). Podemos suponer una frontera entre la superficie del mundo y otra realidad o complejo de realidades que nos abarcan, sustentan y conducen sin que nos demos cuenta de ello. Vivimos -como explica Juan Larrea- una vida de cuerpo flotante sobre una profundidad de índole compleja cuya coordinación efectiva ignoramos (2), lo cual concuerda bien con el descubrimiento neurológico de una doble actividad del cerebro, cortical y profunda o thalámica.

Podríamos hablar de una sustancia profunda que se exprea en una existencia vital y activa. Dicha sustancia pudo ser percibida por san Agustín como figura de la divinidad, pero los pensadores modernos variaron ese santuario obscuro y velado para alojar en él, bien la Razón,  bien la Voluntad, y en el maquiavelismo político-cultural -moderno o posmoderno- hemos visto y vemos como una secta de individuos se adjudica la personalidad de la sustancia y aspira a determinar providencialmente, tal que nuevos mesías, el modo de pensar y de actuar de las mutitudes cuyas pasiones estimulan, alimentan, fermentan y amasan mediante falacias oportunas, a fin de aprovechar su fuerza para la transformación y dominio del mundo. Esos caudillos decretan a su gusto lo que es opio y lo que no, lo que está bien y lo que está mal, lo que existe y lo que no existe. 

Hasta puede que quepa el absurdo de que Dios se haga Hombre, al menos como estrategia para dar confianza y dignidad a nuestros más elevados proyectos, lo que no cabe es que el hombre por sí y ante sí se haga Dios, aunque sienta deseo de serlo. "Seremos como Él, porque lo veremos tal cual es" (Evangelio de Juan).

Notas bibliográficas

(1) William James. A pluralistic Universe, Nueva York, 1909.
(2) Juan Larrea. Razón de ser (1956), Ed. Júcar, Madrid 1974, XIII, pg. 220s.

lunes, 1 de julio de 2024

ORBE INCONSCIO

 

Collage de Max Ernst, 1934


"Un hombre tiene derecho a amar a mujeres con extáticas cabezas de pez. 
Un hombre tiene derecho a que le resulten asquerosos los teléfonos tibios 
y a exigir teléfonos fríos, verdes y afrodisíacos 
como el sueño alucinado de las cantáridas".

Dalí. Declaración de independencia de la fantasía 
y declaración de los derechos del ser humano a su locura, 1939

El psicoanálisis y el humanismo están condenados a llevarse mal. Lo mismo que la obscenidad y el decoro, el exhibicionismo y el pudor. Pío Baroja definió el psicoanálisis como "el cubismo de la medicina" y Virginia Woolf se burló de él en su novela Orlando. Pero la figura del guía espiritual, del gurú y su críptico, indescifrable, "divino" mensaje, oral o escrito, embrujan a los desolados y hasta suscitan un grado casi histérico de adulación y discipulazgo. El caso más sobresaliente es el de Lacan y su obscuro galimatías sobre hipotética jerigonza inconscia.

El psicoanálisis no se fía de aquello que eleva al hombre muy por encima de su condición animal: las intenciones del lenguaje. Desde su perspectiva, expresiones y textos han de abordarse por lo que no dicen, desde aquello a que aluden o insinúan (lo cual puede cambiar mucho según el intérprete), han de leerse o auscultarse con la mayor de las sospechas porque se prejuzga que su superficie es engañosa y que su significado auténtico está oculto y sólo puede ser desentrañado por un abogado del diablo o por un chamán titulado.

El psicoanálisis se inventó como indagación y terapia de la histérica y del neurótico, es decir, fue diseñado para el enfermo mental, y sin embargo ha resultado incalculable y poderoso su impacto y efecto sobre nuestra cultura, sobre el cine y las artes en general, sobre la comunicación social, las prácticas sexuales, el humor...  A algunos les tienta pensar que en lugar de curarnos manías, el psicoanálisis nos ha enfermado de otras. Todos nos hemos convertido en psicoanalistas, detectores de lapsus, vigilantes de las traiciones del inconsciente, recelosos ante las imposiciones del Super-yo... Todos somos Edipo, y a ratos, tal vez, también Medea, Moisés o Electra. De Narciso, para qué vamos a hablar: se mira en todos los escaparates y acapara los Mass Media con su innegable gramur.

En uno de los breves y agudos ensayos de El beso de la finitud, Óscar Sánchez Vadillo muestra coraje al considerar a Freud un teratólogo del alma, que es lo mismo que decir un detective perseguidor de monstruosidades anímicas. Sin embargo, Sánchez Vadillo no cree que el alma humana sea necesariamente un laberinto repleto de minotauros y dioses trans, o un escenario de crímenes imaginarios. Lo cierto es que Freud fue amigo de ritos y mitos ancestrales, de secretos primitivos, un intelectual "gótico y esotérico" -le llama-, que oculta sus gustos pre-ilustrados bajo un barniz de positivismo cientifista. 

Fue el doctor vienés experto en morbideces paleontológicas de la cámara obscura de la mente y, descendiendo la escabrosa escala vertical del lenguaje, se aventuró a penetrar buscando desentrañar las simbologías del delirio, de la alucinación o del sueño, para sondear en ellas los horrores atávicos -tanáticos más que eróticos, apunta Sánches Vadillo-, pues la idea de que las representaciones de los sueños sean verdaderos símbolos no deja de ser un postulado indemostrable, mucho más si presumimos la perversa y polimorfa condición asesina e incestuosa de nuestras pulsiones más hondas. Nuestras pobres almas apenas podrían contener los bestiales impulsos del cuerpo y para liberar a esas alimañas instintivas recurren al autoengaño, la iracundia o el sueño recurrente.



Coincido con Óscar en el dictamen: dada la condición de hebreo del doctor Freud, es presumible el fondo bíblico, vetero-testamentario, de esta peregrina y parcial interpretación del alma humana, cuyos fondos son tan insondables como Heráclito los pintara hace dos mil quinientos años. Arrastramos, según el Génesis, una culpa genuina: el asesinato del padre, un pecado original que cobra ahora un cariz sexual: el deseo de la madre, la nostalgia del útero. Óscar Sánchez no cree ni en esta culpa originaria ni en que la cultura ofrezca sólo malestares como jaula domesticadora y represiva. La cultura -diría Savater- es todo aquello que hacemos para conjurar la muerte. Es no sólo un recurso contra la necesidad, la angustia, el aburrimiento y los sufrimientos de la existencia, sino también un paliativo técnico, un consuelo proporcionado por el arte, la satisfacción de la curiosidad, la esperanza ofrecida por los grandes y pequeños relatos, la civilizada superación de la ferocidad y el egoísmo azaroso de los genes... 

Para Sánchez Vadillo no hay más sueño latente que el manifiesto, ni otro manifiesto que el latente. Los sueños son su propia interpretación y no precisan de brujos intermediarios a sueldo. La visión freudiana de un instinto salvaje, acallado o reprimido por el Super-Yo, por las normas y la cultura, le parece a Óscar Sánchez una descripción ridícula, pueril, del comportamiento humano. Digo yo que no somos ángeles cabalgando jabalíes o panteras y estoy de acuerdo en que no se puede hacer ciencia positiva con los sueños, muchos de los cuales, tal vez, no sean sino desechos de la Memoria, madre de las Musas.

No obstante, es muy verosímil que la producción espontánea de imágenes oníricas du­rante las fases de movimientos oculares rápidos (fases REM) o de sueño profundo (sueño con sueños) cumpla una importante función purificadora en la mente humana, enfatizada por Segismundo Freud, una función esencial para la profi­laxis psíquica del organismo. Soñar es necesario. Nos es imprescindible. Impedir que el sujeto sueñe se ha usado como instrumento de tortura o lavado de cerebro; a los pocos días de interrumpir sus sueños, el torturado delira... La hipótesis freudiana expli­ca dicha función de los sueños como una liberación de pulsiones y afectos reprimidos, no sólo de deseos sexuales, sino también de pasiones como el odio o el terror. El "Ello" (el conjunto de las pulsiones inconscientes) evitaría así la angustia del "Yo" ( de la consciencia) ante la censura del "Super-Yó" (ideal inconsciente del "yo": una especie de moral primitiva), el cual actúa durante la actividad consciente de la mente. Esto quiere decir que el incons­ciente ("Ello") busca a través del sueño una satisfacción imaginaria para sus deseos frustrados, una purificación (catarsis). Tal vez por eso, ciertos pintores han mostrado en sus obras predilección estética por la exploración de las pulsiones más obscuras del inconsciente humano a través de la representación de imágenes oníricas, "surrealistas". Con su alegato a favor de la locura, verbigracia, Dalí quería hacer, de pacientes infelices, monarcas que vuelven del exilio neurótico-racional al delirio personal. 

La noción de Inconsciente no era nueva. Giner de los Ríos censura la confusión entre acto inconsciente ("inconscio", escribe) y acto irreflexivo. Para el psicoanálisis el inconsciente es ese contenedor interior lleno de represiones, como residuos indecorosos, y colocado bajo presión creadora de neurosis por el impulso de lo reprimido que avergüenzaSegún Sloterdijk, la noción de inconsciente procede de la filosofía idealista, sobre todo de Schelling, Schubert, Carus, y de las filosofías de la vida del siglo XIX, particularmente de Schopenhauer y Hartmann. Por su parte, Sánchez Vadillo nos recuerda que Leibniz, consciente de que la mente nunca descansa, descubrió el insconciente antes que Freud, eso si no consideramos al daimon socrático algo análogo en clave deiforme; las mismas "manías" platónicas y sus correlativos "entusiasmos" se antojan puntos de fuga del pesado fardo de la conciencia, emancipaciones del iluso y exigente Yo hacia especies más antiguas de animación, más dependientes de las circunstancias y del clima grupal (clan, tribu), y cuyos vestigios tal vez podamos entrever en el autismo y la esquizofrenia.

Sloterdijk anota la eficacia en la praxis psicoanalítica de un resto de holismo ético: "sólo quien pudiera liberarse de la fijación en una estructura defensiva, la neurosis, habría cumplido las condiciones para el regreso a una percepción total, no desfigurada, de su situación existencial y, con ello, se supone, para la salud psíquica" (Esferas III. Espumas, "Fin del excurso"). Sea como fuere, es dudoso que la verbalización de la latencia interior sea otra cosa que una invención deseable, intencional o interesada. La función catártica del goce estético y de la fantasía, a través de los procesos de identificación con per­sonajes del drama, de la comedia, de la tragedia (o con las figu­ras de un icono o un ídolo mediático), fue ya muy bien comprendida por Aristóteles. Más modernamente, el premio Nobel Francis Crick y el ma­temático Mitchison han llegado a la conclusión de que soñamos para olvidar, los sueños serían algo así como la basura de la mente, un excedente desechable de la memoria, que elimina­mos para desocupar su "archivo", esto explicaría que sean los recuerdos más inestables del día los que se expresan en forma de sueños...

El sueño es un arte poético involuntario. Puede que su poesía esté basada en el simbolismo de las imáge­nes, más que en el sentido de las palabras; de ahí la inutilidad ociosa -y costosa- de querer hacer hablar al inconsciente. Freud ensayó una hermenéutica, una lógica de la interpretación de los sueños, probablemente en vano. El arte o la pretensión poética de interpretar los sueños es tan antiguo como la humanidad. El profeta Daniel interpretaba los sueños del rey persa Nabucodonosor, y Artemidoro de Daldis (siglo II) fue el Freud de la Antigüedad, su manual de interpretación de los sueños es el más antiguo que se conserva y sin duda fue conocido por el doctor vienés. Si bien Artemidoro destacaba la importancia del símbolo onírico, era consciente de su valor relativo y dependiente de quien lo sueñe. Sueños tuneados, personalizados. 

Freud aspiraba a convertirse en un "Galileo del mundo interior de los hechos" (Arnold Gehlen). Sloterdijk valora positivamente el cambio "revolucionario" de acento entre lo central y lo periférico: "lo que trastoca la seriedad y revisa lo decorum transforma la cultura en su totalidad". El romanticismo preparó la rehabilitación del sueño como fuente de significados, y en el psicoanálisis confluyeron las sospechas de Nietzsche (un profeta posromántico), así como las críticas a la "superestructura" tanto marxistas como positivistas...

"El nuevo arte de la lectura de signos, apenas perceptibles, de contextos tanto íntimos como públicos de sentido integró las ocurrencias, tics, desviaciones y actos fallidos más privados en supuestos significativos subversivamente ampliados. En tanto que esa revisión trazó nuevamente las fronteras entre sentido y no-sentido, seriedad y no-seriedad, proporcionó al espacio cultural una conformación decididamente diferente. Ahora lo no-significativo podía saldar viejas cuentas con lo significativo. Desde entonces los sueños ya no son espumas; señalan, en todo caso, un espumar endógeno de los sistemas psíquicos y suscitan la formulación de hipótesis sobre las leyes a las que están sujetos el desarrollo de síntomas y la efervescencia de imágenes interiores"
Sloterdijk. Esferas III, Espumas, Prólogo: "Interpretación de la espuma".

Las ideas de Freud y sus colegas, como el disidente y místico Jung, han influido poderosamente en la iconografía contemporánea del Surrealismo, y aún en los medios comunicativos de masas, en el kitsch y en la publicidad, que utiliza deliberadamente la simbología de las referencias a una sexualidad latente y omnipresente para hacer más atractivos o excitantes sus produc­tos. Por referirnos a lo próximo, recordaremos que Dalí entendió su trabajo como acción paralela al llamado "descubrimiento del inconsciente por el psicoanálisis"ese mito científico que en los años veinte y treinta fue recibido como motivo y tema de maneras diversas tanto por las vanguardias artísticas como por el público culto y al que Lacan, un admirador y rival de Dalí, volvió a dar prestigio entre los años cincuenta y setenta, al reanimar el lema surrealista de "vuelta a Freud".

La recepción surrealista del psicoanálisis vienés confirma que el freudismo consiguió sus primeros éxitos entre artistas y ciudadanos cultos, no como método terapéutico, sino como estrategia de interpretación de signos y de manipulación del trasfondo. Si bien el psicoanálisis reveló la importancia de la sexualidad en tiempos en que la hipocresía de las costumbres la ocultaba (ese es sin duda su mérito histórico), su divulgación y vulgarización ha contribuido a un exceso contrario. Hoy la Internacional Publicitaria de un mercado en trance de globalización funciona mejor espoleando pulsiones que reprimiéndolas. Hasta el punto de que las personas se identifican preferentemente más por su orientación sexual, incluso por sus parafilias, que por sus profesiones u oficios, más por lo que lucen entre las piernas, que por lo que bulle en sus cabezas. Como dice Sánchez Vadillo, la descarga sexual resulta hoy tan fácil, la pornografía tan a mano, que nadie necesita ya recanalizar su libido sublimándola en arte, religión o filosofía. "El acto sexual se ha convertido en religión, sus creyentes ascéticos acuden al gym de fitness a rezar".

La iconología tradicional representa al sueño como a un león dormido (entre los griegos), un joven coronado de amapolas adormideras (romanos), por un lagarto o un lirón, también como a un mancebo dormido sobre un cuerno de la abundancia del que salen vapores y figuras oníricas...
¡Sueño de una sombra es el hombre! Pero si llega la gloria, regalo de los dioses, hay luz brillante entre los hombres, y amable existencia, cantó Píndaro.


jueves, 27 de junio de 2024

PESIMISMO Y EUDEMONOLOGÍA

Polyommatus icarus, 20 junio 2024


"La belleza es una promesa de felicidad"
Stendhal

 En épocas pasadas, la ambición y la ingenuidad del sabio, científico o filósofo, le permitió pensar que era posible una representación global del mundo, un sistema que explicase por completo la realidad revelando sus arcanos. Mas, dada la descubierta complejidad de la naturaleza -que también somos- en el abismo de lo grande y en el pozo sin fondo de lo pequeño, hoy nos conviene una actitud mucho más modesta, pues somos conscientes de que todos los sistemas y todas las ideologías simplifican, reducen y fallan.

Además de pretender una representación uni-versal del mundo compatible con la ciencia, accesible a la intuición y satisfactoria para la razón, la filosofía ha ejercido tradicionalmente otra función más práctica, podríamos llamarla con raíz socrática "terapéutica": prodigar consejos aplicables a la conducta del humán para alegrar su vida o, por lo menos, como Boecio, para consolarla. 

En el caso de Schopenhauer -como nos explica Michel Houellebecq (*)- la primera función (teórica) hace imposible la segunda (práctica). Me explico: si el mundo es para el alemán un sufrimiento desplegado y toda vida es sufrimiento; si la voluntad de subsistir, ajena al principio de razón, es la base del carácter absurdo y trágico de toda existencia, en la que los sufrimientos y angustias son inevitables, puesto que todo surge de la carencia (incluso el amor) y sin justificación, el resultado es un pesimismo que Houellebecq llama roborativo, porque paradójicamente refuerza el ánimo, ya que "el desencanto no es malo".



Semejante desencantamiento resulta profundamente consolador porque contribuye a cortar las raíces de la envidia, ya que todo placer, por deseable que sea, es relativo y fugaz. Tal pesimismo ayuda a aceptar la muerte, pues presenta el no-ser cdomo el fin de todos los padecimientos. De ahí que Schopenhauer funde una escuela moral que insufla al lector atento las cualidades de la lealtad, la serenidad y la constancia, escuela en la que la compasión y la contemplación estética juegan un papel educativo determinante.

Y es que, a pesar de su radical pesimismo, Schopenhauer no renunció a dar consejos en su Eudemonología y a redactar aforismos para llevar una vida sabia, proponiendo una existencia que fuera preferible a la no-existencia. No busca con ello sino una acomodación, obligado a alejarse completamente del punto de vista elevado, metafísico y moral. Él mismo considera su tratado de la vida feliz o del "buen destino", es decir, su Eudemonología, un mero eufemismo, pues la felicidad no puede ser más que el desideratum de la Voluntad, voluntad mayúscula, indeterminada, insaciable, infinita y eterna, que designa el ser de todas las cosas en el mundo y el único núcleo de cualqueir fenómeno. La volujtad, sin meta, anhelo infinito, es también la aspiración de la materia que puede ser contenida, pero nunca colmada o satisfecha. Su forma más baja es la gravedad física.

La voluntad puede y debe ser contenida. Schopenhauer es fiel a la máxima de Cleantes: si quieres ser rico, sé pobre en deseos. Se trata según Houellebecq de un budismo templado, humanizado, una disposición sensata y moderadamente ascética a la renuncia. El autor de Aforismos sobre la sabiduría de la vida (en Parerga y Paralipómena, 1851) adopta un tono brioso, ligero, casi humorístico, "se divierte con ese tema elemental y poco serio que constituye la vida humana" (Houellebecq), pues, a fin de cuentas, como dijo Voltaire: "Dejaremos este mundo tan tonto y tan malvado como lo encontramos al llegar".

Lo esencial es la naturaleza de cada conciencia y "todos los lujos y placeres, cuando se desarrollan en la aturdida conciencia de un bobo, son poca cosa comparados con la conciencia de Cervantes mientras escribía Don Quijote en una inhóspita prisión" (Cap. I). Nadie puede salir de su individualidad y sus posibilidades de felicidad están fijadas de antemano por los límites de sus fuerzas espirituales que determinan su aptitud para los placeres elevados. Nuestra felicidad depende pues de lo que somos y no de lo que tenemos o representamos. Dinero y fama no son más que añagazas.

El destino se puede mejorar; "y, si se goza de riqueza interior, no hay que pedirle mucho; en cambio... un zoquete será un zoquete aunque esté en el paraíso y rodeado de huríes" (Ibidem). Schopenhauer sabe que el valor y riqueza del placer, incluso el del más intenso, el sexual, reside en el intelecto, aunque, desgracidamente, ocurre lo mismo con el dolor. Vale sobre todo lo que uno porta subjetivamente. Lo confirma el hecho de que el hambre sea la mejor cocinera y que la salud prevalezca sobre todos los bienes exteriores hasta el punto de que un mendigo sano sea más feliz que un rey enfermo:

"Un temperamento tranquilo y sereno, con una salud perfecta y una feliz organización, un entendimiento lúcido, vivaz, penetrante y acertado en sus juicios, una voluntad moderada y dulce y su consiguiente conciencia pura son ventajas que ningún rango o riqueza pueden reemplazar. Pues lo que un hombre es por sí mismo, lo que acompaña en la soledad y nadie puede darle o arrebatarle es manifiestamente más importante para él que lo que pueda poseer o ser a ojos de los demás. Un hombre de espíritu ingenioso, incluso en la más absoluta soledad, hallará en sus propios pensamientos una perfecta distracción, mientras que el continuo cambio procurado por la vida social, los espectáculos, los paseos y las fiestas es incapaz de librar al imbécil del aburrimiento que le atormenta. Un carácter bondadoso, moderado y apacible puede estar satisfecho en la indigencia, mientras que ni todas las riquezas satisfarán a un carácter ávido, envidioso y malvado" (Ibid. Capítulo I).

Hay que abrir las puertas de par en par a la alegría (moneda contante y sonante de la felicidad posible), siempre que se presente. Quien está alegre siempre tiene razón para estarlo y la alegría se presenta en general sin haber sido invitada y sin previo aviso. El dolor y el aburrimiento son los dos enemigos mortales de la felicidad humana y, lo peor, cuando logramos alejarnos de uno, nos aproximamos al otro. La necesidad y la privación nos producen sufrimiento, mientras que la seguridad y la abundancia generan aburrimiento. En cualquier caso, el hecho de disponer de lo necesario para vivir, aunque sea solo y sin familia, cómodamente y con verdadera independencia, es una inestimable ventaja.

(*) Michel Houellebecq. En presencia de Schopenhauer, Anagrama, Barcelona 2018.


sábado, 8 de junio de 2024

MONOS DE IMITACIÓN

 



EL CUERVO AMBICIOSO
Un inteligente cuervo, deslumbrado y encantado por la noble elegancia del caminar de una perdiz, quiso imitarla.
Ensayó mucho, se esforzó durante días con la esperanza de aprender su fino andamiento perdicero. 
Pero no supo o no pudo emularla con éxito. 
Al fin, dejó sus ejercicios muy insatisfecho consigo mismo, pero aún más frustrado quedó cuando quiso retomar su marcha propia, a saltos, es decir, cuando quiso recuperar el modo de avanzar propio de los cuervos, ¡y ya no supo!

  Aunque el famoso sociólogo francés Gabriel Tarde (1843-1904) insistió a principios del siglo pasado en la importancia de la imitación en los procesos humanos de socialización, el conductismo desterró la imitación de su programa cientifista, igual que hizo con el concepto de voluntad, tan etéreo, tan poco "positivo", pues no se puede pesar ni medir. Pero es evidente que los niños imitan, voluntaria, espontánea o involuntariamente, cuando aprenden a hablar, a limpiarse los dientes, a jugar a la pelota... Skinner intentó asimilar la imitación al concepto de refuerzo hacia 1953, consciente de su importancia en la psicología humana del aprendizaje.

El mimetismo emocional está asociado al enigma de la transvivencia o "empatía" -término este de moda en las descripciones de la personalidad y del comportamiento de los actores sociales. Sin duda, el ponerse o imaginarse en lugar del otro, el adivinar o representarse lo que sucede en su animus o anima resulta crucial en el mundo de las relaciones personales. Somos monos de imitación, se dice (o cuervos). No sabemos a veces por qué se nos pegan ciertos dejes o pautas de comportamiento, manías o destrezas de personas del entorno, incluso de aquellas por las que no se siente cariño especial ni admiración, pues no sólo imitamos a las personas cuyo comportamiento consideramos ejemplar, se nos pegan también los eslóganes de los anuncios que vemos distraídos, su forma poética facilita su memorización involuntaria. Los hijos de padres maltratadores suelen propender a serlo, aunque sintieran rechazo del maltrato sufrido y lo considerasen injusto.



Desde el positivismo conductista se ha intentado explicar la imitación como un condicionamiento instrumental vicario: Un sujeto -modelo- ejecuta un acto que refuerza al que lo observa. El acto del modelo se convierte en un refuerzo secundario para el observador, que tiende a repetirlo.

Se dice que nadie escarmienta en piel ajena, pero lo cierto es que sí aprendemos en mente ajena, vicariamente. Somos animales sociales y la imitación es la forma más común de aprendizaje social, la del aprendiz con el maestro, la de la hija con la madre... Es el ejemplo lo que arrastra, no la teoría ni la exhortación, y su ingrediente social es -como dice Pinillos (1)- el sine qua non de toda conducta superior real y efectiva.

Pinillos insiste en que la imitación humana exige la función reguladora del lenguaje. No estoy tan seguro, si sólo se refiere a la palabra (oral o escrita), porque poses, gestos, actitudes, hechos... son también decisivos, sin desdeño de otros lenguajes diferentes del verbal: códigos icónicos, simbólicos, imágenes, looks, atavíos, complementos, aderezos, postureos...

Imitamos los comportamientos por afán de emulación. La emulación juega en la imitación como motivo. J. A. Marina incluye la emulación en el "clan sentimental" de los deseos. "Desear" -explica- es una metáfora lexicalizada maravillosamente poética, del latín 'de-siderare', palabra compuesta de un 'de' privativo, y de 'sidus-eris', astro. Así que desear significó echar en falta un astro, un sentimiento de ausencia, antes de significar buscar o anhelar.

La emulación es el deseo de igualar o superar a otro. 'Demulatio' significaba en latín rivalidad, pero "emulación" ha perdido parte de su sentido confrontativo. En todo caso, se trata de una rivalidad -o envidia- que conduce a la imitación, no al odio. Se usa poco en castellano la voz "emulación", tal vez porque los españoles somos más propensos a la envidia que a la admiración o al reconocimiento e imitación de la excelencia ajena (2).

Hoy los medios masivos de comunicación, que por su diversificación más bien habría que llamar medios públicos de comunicación, siguiento a Tarde, muestran en sus altares y escenarios los modelos a imitar o emular que antaño ofrecían los libros de caballerías o las hagiografías de santos y mártires. Ahora no es la beatitud, ni la excelencia moral, ni las obras de caridad, ni el desprendimiento de ambiciones mudanas, ni la abnegación, lo que priva y se ofrece a la mímesis, sino la extravagancia, el éxito, el glamur, la celebridad. Nuestros modelos de emulación no visten saya burda ni andan descalzos (aunque tal vez sí en pelota viva), sino que viajan en deportivos caros o en aviones privados y se exhiben en los escenarios con lentejuelas y una cosmética refinada, y en pasarelas rojas con vestidos de alta costura.

Refiriendo a la imitación, escribió Pinillos con razón que "uno no puede dejar de preguntarse por el uso que la sociedad hará de tan eficacísimo instrumento de manipulación", que permite a unos y unas modelar a otros y otras. 

Imitamos emulando para no ser menos que A o B, para autoafirmar nuestro estatus social. La publicidad y el "síndrome de emulación competitiva", que es efecto del bombardeo masivo de eslóganes y consignas propagandísticas, presionan a la gente al endeudamiento -"¿te lo vas a perder"?, "porque tú lo vales" "descubre el producto X"- obligan a la gente a viajar a supuestos paraísos exóticos, a comprar objetos de lujo o a contratar servicios innecesarios. No viene mal a este respecto la lección del viejo estoico: Cuando le preguntaron a Cleantes cómo podía uno hacerse rico, Cleantes (331-232 a.C.) respondió: "Sé pobre en deseos".

En el "tercer entorno", es decir, en la global esfera telemática de comunicación en redes, las actitudes, creencias e ideas se contagian sin contacto físico. Gabriel Tarde ya habló de una "multitud espiritualizada". En la Antigüedad, el Coliseo agrupaba a cien mil personas y, en la Edada Media, las peregrinaciones y las grandes asambleas religiosas agrupaban a las gentes y estandarizaban sus sentimientos y afectos por contacto. Todos los que han asistido a un espectáculo multitudinario, a un concierto masivo al aire libre o a un evento deportivo en un gran estadio, saben con qué facilidad se contagian las emociones y se difunden, sean emociones piadosas o bélicas, oleadas de pánico o de cólera, de entusiasmo o de frustración.

Según Tarde, nuestra época ya no es la de las multitudes ni la de las masas revoltosas de Ortega, sino la "Era de los públicos". Su prospectiva fue acertada. Hoy las gentes se agrupan en torno a nuevas y diversas "galaxias" de gustos y deseos, esferas ideales o imaginarias en el ciberespacio, en infovías y en telarañas electrónicas, superficiales y profundas, oficiales o clandestinas, todas ellas van estructurando algo así como un sistema nervioso planetario.

Para Gabriel Tarde, la imitación es el carácter invariable y distintivo de todo hecho social. "¿A dónde va Vicente? -Adonde va la gente". En costumbres, modas, hábitos de obediencia, educación, la mayoría de las veces la imitación es ingenua e irreflexiva. Tarde ligó la imitación primero a la sugestión y luego a la interrelación. En cualquier caso, para bien o para mal, la imitación es fundamental en la construcción de la realidad social, pero también en la construcción de cada personalidad individual, muy permeable, sobre todo en su juventud, a la influencia del obrar ajeno.

Por eso, el dar buen ejemplo, la ejemplaridad, ha de ser imperativo moral de cualquier autoridad que aspire a ser reconocida y justificada como tal en la familia, en la empresa, en la política... Desde una perspectiva ética, cualquier otra opción merecería ser llamada autoritarismo o tiranía. Porque la voluntad mueve, pero es el ejemplo el que conmueve y arrastra.

Notas

(1) José Luis Pinillos. Principios de Psicología, 5, 10. Madrid 1978.
(2) José Antonio Marina y Marisa López Penas. Diccionario de los sentimientos, II, 4. Barcelona 1999.
La fábula de El cuervo y la perdiz recrea en español actual la del capítulo XIII del Calila e Dimna.


jueves, 25 de abril de 2024

ENREDADOS

 


"No es bueno que el hombre esté solo... -pensó el Creador-, y consintió que se inventara la Red". La frasecita llegó a mi ordenador por teléfono, suscrita por Antonio Chicharro. Llevaba años sin hablar con el profesor baezano, encontré su dirección electrónica en la convocatoria de un Congreso de Semiótica. ¡Todos, todas, todes, todis y todus estamos en la Red! 

El ordenador y su monitor conectados a través del teléfono a la Red son ventana al mundo y del Otro: World Wide Wet (WWW). Si la Red la hubiera inventado un equipo español, podría haberse llamado MMM, Magna Malla Mundial, con uves dobles derechas y emes estables. Imposible hallar estabilidad en tal maremagnum de información, publicidad y basura. Pero en todo caso sus engramas de interconexión digital se conservan en la luz, de eso no cabe duda. 

El esfuerzo para mandar un mensaje vía módem es mínimo, su velocidad máxima, el precio ridículo. Luego llegó Whatsapp, aplicación campeona de la mensajería inmediata. (Fui "objetor del guasap" durante un tiempo, por alergia del anglicismo, por preferir la "mensajería reflexiva" antes que la "instantánea" y porque otras redes sociales acaparan gran parte de mi tiempo, por gusto o por obligación, pero al final no pude resistirme, ¡la familia!, ¡los amigos!, ¡el fontanero!...).

Cada vez que los hombres hemos puesto a funcionar un nuevo medio de comunicación, escritura cuneiforme, jeroglíficos, alfabeto, dígitos, grafismos musicales…, ya fuese en arcilla, cera, pergamino, papel o electrónica..., se han transformado las relaciones humanas y con ellas se ha visto modificado nuestro carácteer moral: Primero, los símbolos o cosas con las que se piensa; segundo, más imperceptiblemente y a largo plazo, los modos de pensar y, por último, los mismos objetos sobre los que se piensa: la estructura de los intereses. Recién sucedió con la prensa de Gütemberg; ella sola amplió el radio de la cultura intelectual e imaginaria y creó en pocos años una comunidad científica internacional, mejorando el rigor de la comunicación y ampliándola a un público lector creciente, alfabetizado.

El regalo mítico de Cadmo a los griegos, o sea la escritura fenicia origen de la nuestra, griega, latina o cirílica, disoció el pensamiento de las imágenes. Se ha señalado cómo la imprenta reforzó la oposición pitagórica entre mente y cuerpo, separó el mensaje del mensajero y creó un mundo de pensamiento abstracto. Neil Postman, eminente discípulo de MacLuhan (Escuela de Toronto), explicó que la identificación de la adultez con la capacidad social de leer y escribir hizo imprescindible el desarrollo del pudor como un mecanismo mediante el cual se controla el cuerpo mientras la mente trabaja.



El libro de bolsillo puso en comunicación a seres humanos distantes, pero también enriqueció el ámbito de su privacidad como diálogo interior, adensó así la soledad, favoreciendo el desarrollo independiente de personalidades diferenciadas. Gracias a la escritura y la lectura nos comunicamos con los muertos de todas las edades y países porque sus espíritus las habitan, eso con tal de que sepamos interpretar lo que dejaron escrito, es decir, con tal de que seamos capaces de concentrar la atención durante un tiempo en lectura comprensiva.

El pensamiento se ha ido alejando progresivamente de la acción y del gesto físico. La comunicación depende cada vez menos de la presencia sensible de los objetos y comunicantes. Los ordenadores están imponiendo al lenguaje una tercera, una cuarta, una quinta articulación de metadatos. Las inteligencias artificiales (IAs) hablan entre sí un lenguaje, el de programación, que el usuario medio desconoce. Los iconos que adornan esta entrada han sido creados por GPT-4 ("Gepeto" para los amigos), la Inteligencia Artificial (IA) que usa el complemento Copilot del navegador Bing de Microsoft

La telemática (telecomunicación + informática) aleja cada vez más el lenguaje de los objetos y sujetos tangibles mediante sucesivas encodificaciones. El mensaje se ha hecho luz y viaja a su velocidad a través de ondas electrónicas. Puede que la Internet -como insinuó hace años Negroponte, uno de sus arquitectos más afamados- acabe siendo un medio más de comunicación en competencia con otros, que habrán de reajustar sus funciones, el caso es que funciona como inmensa enciclopedia políglota y como etéreo y global mercado de bienes y servicios. ¿Acabaría siendo visitada sólo por personas con propósitos especializados, como las bibliotecas y hemerotecas actuales o las librerías de viejo?... Ya sabemos que no, que la conexión a la Red ha llegado a ser casi un derecho fundamental, una conditio sine qua non de la sociabilidad, intercambio, enlaces, producción y consumo postmodernos.

Hace tiempo que las previsiones de crecimiento se dispararon. Algunos alumnos se reían de mí cuando hace veinte años pronosticaba que hasta los ascensores contarían con conexión a la Red. Hoy pueden estar conectados hasta los frigoríficos. Profeta fue también el recién fallecido Eduardo Punset cuando llamó Redes a su divulgativo y estupendo programa de La 2. Todos o la inmensa mayoría somos ya internautas. Hemos sido enredados. Las posibilidades del medio son extraordinarias e imponen una nueva interpretación y ordenación del tiempo y del espacio, cuando no la disolución de este último, por ejemplo, la desaparición del Atlántico para el reagrupamiento de la comunidad de comunicación hispana que habla el mismo lenguaje: el español, “español”, sí, pues es bastante insólito llamar “castellano” a lo que hablan y entienden un venezolano, un ecuatoriano, un lepero o un cubano de Miami.

Internet es una nueva comunidad de comunicación interactiva en la que uno puede decidir más selectivamente que en los medios tradicionales el universo o la ciudad virtual en que se mueve sin moverse, en que ama sin tocar pelo. Las oportunidades que ofrece para el teletrabajo y por tanto para la desmasificación de las ciudades es muy interesante, incluso desde un punto de vista ecológico. Aunque la Red de redes, y sus cachivaches, tambíen generan desechos, residuos y basura.

Procedente o asociada, como casi todas las grandes innovaciones, a la industria de la guerra (o de su disuasión, del llamado eufemísticamente "ministerio de defensa” usamericano), nació en lo civil con el encanto de una sociedad en ciernes bastante ácrata, gobernada por expertos, habitada por friquis intelectuales y universitarios, administrada en parte por máquinas. Una agrupación de “iniciados” que generaba por sí misma ciertas formas de solidaridad..., de complicidad. Pero ya puede también aplicársele la metáfora del Gran Hermano, ese Superpoder inquietante que sabe de tus gustos y hasta los controla insidiosamente, gobierna y satisface.



No todo está en la Red, esa global plaza pública, que también cuenta con secretísimas galerías subterráneas, mazmorras y laberintos por los que bullen criaturas terroríficas, estafadores, pedófilos y asesinos en serie. No todo está en Internet, pero sí mucho, muchísimo, virtual y desvirtuado, real y engañoso, seductor y terrorífico. Lodazales de imágenes perversas, pantanos tóxicos, aldeas de sectarios y perturbados, pero también generosas obras humanísticas y sin publicidad como la Wikipedia, cursos de agua limpia en los que poder, como Narciso, mirarse y hasta admirarse, aprender, investigar y enseñar. Por ejemplo, esa celda (infra) para los comentarios en la que usted puede publicar gratis sus objeciones a este artículo, o la felicitación por su contenido. ¡Tenga cuidado!, porque lo que escriba en el monitor no desaparece de la luz y, como la de las estrellas, podrá viajar impune o vigilada, a mucha distancia...




viernes, 29 de marzo de 2024

SÍ MISMO COMO OTRO



Somos personas

En su filosofía del Soi-même comme un autre (1990) Paul Ricoeur (PR) pretende evitar tanto la exaltación del sujeto que son propias de la tradición cartesiana y del idealismo subjetivista, como su cosificación o diseminación deshumanizadora o nihilista. Es precido reconocer un sujeto responsable, agente moral de la acción personal, y es preciso también admitir un personaje narrativo (autobiográfico o capaz de novelar su vida, como diría Ortega). 

El Sí-mismo, reflexivo personal, no es para PR lo mismo que el Yo. E filósofo distingue entre la identidad como mismidad (idem) y la identidad como ipseidad (ipse) esta última involucra íntimamente la alteridad, a los próximos, los prójimos, los otros, él, ella, cualquiera. "La atribución a otro es tan primitiva como la atribución a sí mismo" y hasta cuando hablo de mis pensamientos los atribuyo potencialmente a otro distinto de mí. 

El Sí-mismo describe, narra y prescribe. A la pregunta por el quién somos (muy distinta de la pregunta por el qué somos que atiende la ciencia natural) cabe responder desde un nivel lingüístico, práxico, narrativo y prescriptivo. Somos cuerpos, pero también dirigimos cuerpos, los regalamos con placeres y chuches, o los castigamos con dietas y ejercicios...

Para acercarnos al Sí-mismo hemos de tener en cuenta los "operadores de individualización", los nombres propios, las descripciones definidas ("el Manco de Lepanto"), los deícticos... Las personas poseen cuerpos y son cuerpos, todo a la vez,  pues somos unidades psicofísicas. Las personas somos particulares de base dotadas tanto de predicados físicos como de predicados psíquicos. 

Siguiendo a P. F. Strawson, "particulares de base" son los cuerpos físicos y las personas que nosotros somos; nada se puede identificar sin remitir en última instancia a uno o a otro de estos dos tipos de particulares. De este modo, el concepto de persona, como el de cuerpo físico, sería un concepto primitivo en la medida en que no podríamos remontarnos más allá de él sin presuponerlo en el argumento que pretendiese derivarlo de otra cosa. En cualquier caso, la persona no es una conciencia pura, cartesiana, a la que se añadiría luego un cuerpo. La posesión del cuerpo plantea el enigma de una propiedad no transferible. Es mío.

Los primeros particulares de base son los cuerpos, pero la persona es un particular de base muy peculiar porque es el único referente dotado de dos clases de predicados: físicos y psíquicos. No es lo mismo pesar setenta kilos que pensar en lo que haré mañana. El cuerpo puede ser escamoteado a la vista de los demás, pero está siempre localizable en unas coordenadas espacio-temporales; si bien los acontecimientos mentales discurren en el tiempo, son entidades privadas mientras no ensayamos su expresión verbal o su comunicación gestual. Los predicados mentales y la conciencia no se expresan sólo por los pronombres de primera y segunda persona, sino que también se atribuyen a alguien, un tercero que no es uno de los interlocutores.

En cuanto a los nombres propios, que escribimos enfáticamente con mayúsculas, singularizan una entidad no repetible y no divisible. Dice PR que individualizan a una persona "sin caracterizarla, sin significarla en el plano predicativo" ni dar de ella ninguna información; esto no es del todo cierto en el caso de los alias, los apodos, los motes... Recuerdo a este respecto la anécdota (presentada como chiste) de aquel que llamó a otro "Ramón Juan": "- ¡Eh, Ramón Juan!" "- No me llamo Ramón Juan, sino Juan Ramón". "- Pérdoname, no lo olvidaré, no volveré a llamarte Ramón Juan". "- ¡El mal ya está hecho! -respondió dolido Juan Ramón.

Y es que el privilegio de los nombres propios asignados a humanos se debe a su papel ulterior de confirmación de su identidad y de la ipseidad de éstos. El objetivo del nombre propio es designar siempre a un individuo con exclusión de todos los demás, es decir, a la persona como referencia identificante. Sígase de aquí el papel despersonalizador que tiene la estúpida moda de escribir los nombres propios con minúscula...

El carácter insólito que se vincula a la noción primitiva de persona, o que hace que la noción de persona sea primitiva, consiste en que la persona es "la misma cosa" a la que se atribuyen dos clases de predicados: los físicos que la persona tiene en común con los cuerpos, y los psíquicos que la distinguen de los cuerpos. Como predicados de la persona, los acontecimientos mentales tienen la particularidad de conservar el mismo sentido tanto si son atribuidos a sí mismo como si lo son a otros distintos, es decir a cualquier otro (anyone else). Esta adscripción doble a alguno (someone) y a cualquier otro es lo que permite formar el concepto de espíritu (mind), es decir, el repertorio de los predicados psíquicos atribuibles a cada uno. Los estados mentales son siempre los de alguien; pero ese alguien puede ser yo, tú, él, cualquiera... El otro es un ser capaz de adscripción a sí mismo. Lo psíquico es asignable a cada uno.

En su libro, PR resume la teoría de los actos de habla de Searle, pero insiste en que no son los enunciados los que refieren, sino los hablantes los que hacen referencia; tampoco son los enunciados los que tienen sentido y significan, sino que son los locutores los que quieren decir esto o aquello. La noción de "fuerza ilocutiva" permite reconocer la implicación de un sujeto en el hacer del decir. Por otra parte, no hay ilocución sin alocución, sin un alocutor, interlocutor o destinatario del lenguaje... También recoge PR la teoría de H. Paul Grice según la cual toda enunciación cosiste en una intención de significar que implica en su objetivo la esperanza de que el interlocutor se proponga, por su parte, reconocer la intención primera por lo que ella quiere ser. La interlocución es pues un intercambio de intencionalidades.

La dialéctica IDEM / IPSE

Es la que se da entre la mismidad (Idem) y la ipseidad (Ipse) en cada uno de nosotros. La mismidad representa el carácter desde el cual es posible comprometerse con la palabra dada y prometer, porque expresa la continuidad de lo que somos en el tiempo, el qué del quién. Conecta a través de la identidad narrativa con la instancia Ipse que toma la iniciativa de adquirir nuevas costumbres. De ningún modo sería legítimo reducir la ipseidad a mismidad, su análogo sería la reducción de lo que soy a mi cerebro, esa "interioridad no vivida".

Ética del juicio en situación

En lo moral, PR intenta salvar el abismo abierto por Hume entre ser y deber ser, es decir, entre descripción y prescripción. La ipseidad busca y halla también una mediación entre el teleologismo eudemonista de Aristóteles que aspira al bien vivir y la deontología kantiana que sublima la norma como respeto de sí y de la humanidad universal. La elección preferencial (proháiresis aristotélica) es lo que hace que la acción humana sea susceptible de alabanza o reprobación. No hay ningún sí-mismo sin otro que lo convoque a la responsabilidad. De ahí la solicitud como necesidad de amigos. El sí-mismo que uno ama es lo mejor de sí (noûs) y la amistad media entre la estima de sí y la justicia. Por eso la interpreta PR, no como un mero afecto, sino como una excelencia moral, siguiendo al Estagirita.

La perspectiva ética es "aspirar a la verdadera vida con yo para el otro en instituciones justas". La clave es el respeto, es decir, "la marca de la razón en el sentimiento" y "el juicio moral en situación". Conviene tener presente que palabras como "igualdad", "solidaridad", "progreso", "libertad"... tienen una carga emocional superior a su contenido semántico por lo que resultan útiles para la propaganda y la manipulación demagógica.

Es indudable la confrontación trágica entre los principios morales y la complejidad de la vida, que PR interpreta como dialéctica entre Ética y Moralidad y que aspira a resolver en el "juicio moral en situación", juicio este que supere la trágica antinomia entre Antígona y Creonte, entre el respeto dogmático a la ley y el respeto religioso a las personas, entre las reglas y la solicitud. 

Para PR el verdadero demócrata -que escasea, a pesar de que la mayoría se tenga por tal- confiesa la indeterminación última sobre los fundamentos del poder, la ley y el saber. PR valora la importancia de la tradición judía, grecorromana y cristiana, pasadas por el filtro de la Ilustración para una civilidad favorable a la tolerancia y el pluralismo.

Más sobre Paul Ricoeur

Para Un análisis más profundo de Sí mismo como otro (Siglo XXI, 1996), publicado en el Boletín Millares Carló (nº 26, 2007): "Herméutica del sí mismo en cuanto otro"

"Las paradojas del mal. Intepretación de Ricoeur" en este mismo blog. https://esprituycuerpo.blogspot.com/2018/09/paradojas-del-mal-interpretacion-de.html


lunes, 26 de febrero de 2024

EXTRAÑOS BUCLES ANIMADOS

 

Puede ser arte



Hijo de un premio Nobel ("de casta le viene al galgo"), Douglas Hofstadter es un científico que saltó a la escena internacional con su obra Gödel, Escher, Bach. Un eterno y grácil bucle (1979, premio Pulitzer). En Yo soy un extraño bucle explora el complejo concepto del Yo (alma, identidad personal), es decir, el misterioso secreto de nuestra consciencia, desde un punto de vista científico, o sea, desde el "saber probado". Desde un bagaje multidisciplinar, ambiciona investigar cómo es posible que lo que la tradición llama "alma" pueda surgir de la materia inerte. El hecho es que desde la sopa de partículas, ascendemos a una selva de neuronas y glías, y desde ellas, a una red de abstracciones y símbolos por medio del lenguaje. El más complejo y trascendental de los símbolos es el Yo, que los anglosajones, tan individualistas ellos, escriben siempre con mayúscula: I, y que Hofstadter piensa como un extraño bucle de realimentación y autorreferencia, capaz de tomar las riendas sobre el cuerpo y ejercer una causalidad espontánea sobre el mundo, a la que llamamos impropiamente "libre albedrío", noción esta que Hofstadter, al final de su libro, rechaza, al suponer que el movimiento de la carne ("no es la carne, es su movimiento", la danza de los síbolos dentro del cráneo) está siempre motivado por un conjunto de deseos, siendo así que nuestro comportamiento depende y está determinado por el deseo más fuerte, es decir, Hofstadter afirma que nuestro arbitrio no es libre.

viernes, 20 de enero de 2023

IDEAS INNATAS

 

Magritte. La respuesta imprevista, 1933

Presencia y Ausencia no están en los objetos mismos, sino que el alma, la mente, las descubre en sus interacciones con la circunstancia, en situación. "La idea no es visible en el cuadro: una idea no puede verse con los ojos" -explicó el artista conceptual Magritte. Pero la pintura sí puede hacer despertar en la mente la ausencia de un objeto.

Tabula rasa, página en blanco, eso decían los empiristas británicos que es el alma o la mente antes de toda experiencia. A estos filósofos les llamó Nietzsche con razón "psicólogos", aunque lo fueron 'avant la lettre', antes de que la psicología como ciencia se independizara de la filosofía a partir del Christian Wolff (1679-1754) -según Javier Echeverría-, seguidor de Leibniz. Yo dudo que esa independencia sea algo más que un hecho administrativo, a no ser que se reduzca el "alma" a un simple mecanismo emergido del cerebro y a mero objeto de las neurociencias, es decir, siempre que se crea que el estudio del cerebro y sus funciones agota la reflexión sobre la unidad que nos constituye como personas y sustancias relativamente independientes. Pero el alma no es una cosa, pues en ella actúa con fuerza espontánea un sujeto deliberativo, juzgador y ejecutivo. El Yo gobierna, ordena, si bien relativamente, en situación fluida y determinado por circunstancias variables.

miércoles, 28 de septiembre de 2022

CIENCIA DESALMADA

 

Caballito reducido a móvil plástico, JBL 2022

La ciencia ha sido el factor más importante de progreso para la humanidad, entendiendo por tal progreso la ampliación de las posibilidades vitales humanas, cuantitativa y cualitativamente. El pensamiento científico se desarrolla en instituciones sociales, asociado a actitudes humanas muy diversas, teóricas y prácticas, pacíficas o bélicas, docentes o comerciales... No obstante, la opción por el materialismo mecanicista, que reduce la realidad a una máquina ciega, no es una directriz científica, sino una actitud filosófica derivada de creencias y principios metafísicos muy generales e improbados.

Así, las fórmulas que desconectan el saber de los sentimientos parecen acreditarse por su frialdad estadística y, dicho poéticamente, por su ausencia de corazón. Sin embargo, puede que con ello se cotice al alza como “objetividad” y garantía de verdad la perspectiva del pesimista o del misántropo. 

jueves, 30 de junio de 2022

BOTÁNICA SODOMITA (M. Proust)

Cópula de Anthaxia dimidiata (Buprestidae), agosto 2010


Para no aburrirse, Marcelo contempla por la ventana una planta preciosa y se pregunta si por un azar providencial vendrá el improbable insecto a visitar el pistilo ofrecido y desdeñado. La espera de la flor femenina –reflexiona- no es menos pasiva que la de la flor macho, cuyos estambres se han apartado espontáneamente para que el insecto pueda recibirla mejor; de la misma manera, la flor hembra, si el insecto viene, arqueará coquetonamente sus “estilos”, y para que la penetre mejor le hará imperceptiblemente, como una jovenzuela hipócrita pero ardiente, la mitad del camino.

sábado, 14 de mayo de 2022

IRIS MURDOCH Y EL PSICOANÁLISIS

 

La filósofa "wittgensteniana neoplátonica"
Iris Murdoch (1919-1999)
 

Iris Murdoch no tuvo reparo en usar la simbología del psicoanálisis en sus novelas. Se sirvió con provecho de los conceptos del “mundo encantado y sugestivo, curiosamente autodeterminante de la teoría psicoanalítica”. En el que las distintas escuelas son “otros tantos mágicos jardines, cada uno dotado de su propia flora y configuración, y cada uno rodeado de su propia muralla” –eso escribe en La máquina del amor... Sin embargo, en un simposio sobre sus obras que tuvo lugar en la Universidad de Caen en 1978 mostró sin tapujos su desconfianza hacia el psicoanálisis y en general respecto a las teorías “profundas” de la mente. Lo definió como una empresa de salvación, es decir, como una soteriología. Si bien justificaba su práctica en casos de emergencia, como estrategia terapéutica, pero a ella misma no le hubiera gustado nada ser psicoanalizada.

sábado, 9 de abril de 2022

ACCIDENTAL-MENTE

"Flor criónica", técnica mixta 2020

 "En los resquicios del azar
anida nuestro destino."

Juan Ráez Padilla. Touché, 2021.

Hace siglos que el capricho y la libertad de los dioses fueron sustituidos por Necesidad, deidad inflexible. Tal vez también eso sucedió por necesidad. Las intenciones no cuentan si la Ley natural manda necesariamente. El naturalismo materialista moderno ha decretado que en la historia natural no hay intenciones, ni siquiera propósitos secretos, ni planes inescrutables.

 ¿Es casual que la misma palabra "necesidad" sirva para significar la fatalidad del sino y la miseria del estar en necesidad. Desde aquel momento en que los fisiólogos y filósofos presocráticos creyeron encontrar un principio ordenador, un arcano imprescindible, rendimos culto a Necesidad. Buscamos su fuente y desembocadura para poder nombrar al río.

domingo, 27 de marzo de 2022

EL COLGADO

 

XII arcano del Tarot Art Nouveau, por
Giulia F. Massaglia. Lo Scarabeo, Turín, 2021.
 


Le Pendu, The Hanged Man, El Colgado. Amarrado a un palo, rama o tabla, por un pie, un buen mozo cuelga de cabeza. Cruza la otra pierna sobre la vertical formando un cuatro invertido. Suele vestir de rojo y azul, las manos ocultas atrás o formando piña delante. Aparece tranquilo y, a veces, un aura corona su cabeza.

Es el arcano o triunfo XII del Tarot, que es baraja de origen incierto, al menos del siglo XIV, y juego de cartas de principios mestizos, de compleja iconografía y en cuya interpretación mántica o mística cada carta es escena saturada de símbolos. La genial artista Leonora Carrigton hizo un diseño personal de sus 22 arcanos o naipes mayores. Pensaba el Tarot como
“poética del inconsciente" y "guía para la exploración de la psique”. Sus diseños conectan el surrealismo con el feminismo y la ética ecológica. También hay un Tarot de Dalí, editado recientemente por Tachen.

INTELIGENCIA EN BRUTO

 

Avispa papelera reina en su avispero sobre la penca de una chumbera

Girolamo Rorario (1485-1556) escribió en 1544 un tratadito sobre la inteligencia de los animales. Erudito humanista, este friulano fue cosmopolita por vocación, educación y oficio, ya que ejerció como nuncio apostólico y diplomático al servicio de los Habsburgo. Comprometido en la salvaguarda y transmisión de la cultura clásica, escribió diálogos de estilo lucianesco. Un siglo más tarde de que lo escribiese, G. Naude lo publicó en París: Quod animalia bruta ratione utantur melius homine (1648), o sea, un tratado en el que Rorario mantenía que los animales brutos en general hacen mejor uso de razón que los humanos. O sea, que de “brutos” no tienen nada de nada.

domingo, 10 de octubre de 2021

FLUVIOTERAPIA

Río Borosa, Sierra de Cazorla, 20, sept. 2008.


“Toda la imaginería que no ha brotado del río,
barata bisutería”.
A. Machado

Tuve oportunidad de viajar a Francia adolescente por intercambio familiar de estudiantes, en el tren Puerta del Sol, que cambiaba la distancia entre sus ruedas en la frontera pirenaica. Atravesé la meseta en verano, seca, inhospitalaria, y me sorprendió el verde acogedor de “La douce France”, pero sobre todo el amplio caudal de sus ríos. Allí no escaseaba, como entre nosotros, el líquido elemento, el agua germinal. No me cansaba de contemplar aquellas riberas, hembras feraces. Por eso es verosímil la leyenda de que el doctor Laurentius recetaba la contemplación de determinados tramos de ríos contra la melancolía, que era el mal psíquico de su época; como de la nuestra, el estrés.

lunes, 23 de agosto de 2021

VER Y SER VISTO


Ojos de libélula, agosto 2021.


Para Teilhard de Chardin, el gran científico y teólogo, la vida consiste esencialmente en ver. Atender, mirar la luz, y esa visión interior que es la conciencia. Yo añadiría que existir significa también ser visto. Platón llamó al hombre el animal remirado. 

El mundo viviente parece apuntar a la elaboración de unos ojos cada vez más perfectos en un Cosmos en el que se puede discernir cada vez más claramente. Lo dijo el evangelista Juan: Dios es luz. La perfección de un animal –se preguntaba el paleontólogo jesuita-, ¿no se mide por la penetración y por el poder sintético de su mirada? Tratar de ver más y mejor no es por lo tanto un lujo de la evolución. Ver o perecer. Tal es la situación impuesta por el don misterioso de la existencia. Y tal es, a una escala superior, la condición humana (cfr. El fenómeno humano, 1974).

viernes, 25 de septiembre de 2020

DE SENECTUTE. CICERÓN Y DEL PULGAR

PULGAR A LA VEJEZ

Por José Biedma López

Hernando del Pulgar (1436-1496) fue excelente cronista de esa época cortesana y crucial que conformó nuestro primer Renacimiento. Vivió en la corte de Juan II y Enrique IV y acabó ejerciendo de consejero, secretario y embajador de Isabel la Católica. No perdió en ninguno de esos dos primeros reinados turbulentos su prestigio bien ganado de político avezado y hombre honrado. 

Aunque su obra más famosa es Claros varones de Castilla (1486), sus cartas (Letras, 32 epístolas) combinan tonos muy diversos: desde la gravedad filosófica y religiosa hasta la ironía y el sarcasmo, desde la pincelada ingeniosa hasta la confidencia íntima. 

sábado, 2 de mayo de 2020

DE CELOS Y ENCELADOS


Otelo (Othello) (1952) - Filmaffinity 
A Silvia HR


En su Diccionario de los sentimientos (1999), José Antonio Marina ordena “el clan” de los celos en “la tribu” sentimental definida así: el bien de una persona provoca malestar en otra. Pone a los celos junto al “clan” de la envidia. Los celos se diferencian de la envidia porque se tienen celos de lo que se posee, por ejemplo, la atención y el cariño de otra persona, mientras que la envidia refiere a lo que no se posee.

martes, 24 de marzo de 2020

MONSTRUOS




En cierto sentido todos somos distintos y, por consiguiente, todos somos, de algún modo explícito o secreto, anormales. Sin embargo, hay una especie de límite o media estadística, culturalmente variable, que permite distinguir una alteración física poco significativa, de una desviación monstruosa. La teratología es una especialidad zoológica que estudia aquellos individuos naturales que no responden al patrón normal o estándar estadístico de una especie y que la tradición popular llama “monstruos”.

viernes, 10 de enero de 2020

SUEÑOS Y SEXUALIDAD

Cópula de típulas sobre una asperilla (rubiácea)


Freud pensó que los sueños podían ser explicados principalmente por pulsiones o manías sexuales reprimidas. Exageraba. El filósofo francés Miguel Foucault se esforzó por probar que la sexualidad no es sólo una realidad biológica, sino también una “cultura”, una idea o una ideología histórica; la afirmación moderna de la productividad específica humana, un discurso que resulta de la desacralización clínica de las actividades carnales y de su genitalización. Según Foucault, desde el siglo XVI el hablar de sexo no sólo no ha sufrido un proceso de represión o restricción, sino que ha estado sometido a mecanismos de incitación creciente que han tendido además a la diseminación e implantación de sexualidades polimorfas (M. Foucault. Historia de la sexualidad, 1, I).