viernes, 27 de abril de 2012

LAS VOCES DE LOS ÁNGELES

LAS VOCES DE LOS ÁNGELES: UNA UTOPÍA MUSICAL DEL RENACIMIENTO EN FERRARA
 Hace ya 20 años descubrí, escuchando Radio Nacional, el Concierto Secreto de las Damas de Ferrara, un repertorio exquisito de madrigales compuesto por un maestro renacentista de extraño nombre, Luzzasco Luzzaschi. Unas voces angelicales  cantaron, hace cuatrocientos años, los más hermosos poemas de amor,  dignos de alegrar las estancias de un soñado paraíso musical. Eran las de Livia D’Arco, Laura Peperara y Anna Guarini, las tres jóvenes e ilustres Damas de Ferrara, bellísimas y portentosas cantantes e instrumentistas que, en las postrimerías del siglo XVI, hicieron posible un auténtico milagro, el de la perfección musical. Ante el secreto impuesto por el duque de Ferrara, como parte de una bien orquestada campaña propagandística, la Europa culta solo pudo atisbar, entre asombrada y envidiosa,  el talento de las Damas, únicamente accesible a unos pocos privilegiados. A la muerte del duque, casi todas las maravillosas composiciones especialmente escritas para ellas se perdieron. Por tanto, no debería extrañarnos ignorarlo todo acerca de este prodigioso episodio histórico.
Hace tres años, en nuestra visita a Ferrara, esperé ilusionada que la guía  que nos acompañaba mencionara a las Damas, pero pude comprobar que tampoco sabía nada al respecto. Este vacío de información me convenció de la necesidad de divulgar las increíbles circunstancias que rodearon al Concerto delle Donne. El problema reside en que quien esto escribe no es historiadora y carece de formación musical pero, tal vez, el formato multimedia y el contenido felizmente heterogéneo de este blog se presten  a paliar tales carencias, ayudándome a  transmitiros una imagen  de conjunto a partir  de las escasas y fragmentarias noticias, muy pocas en castellano, que he podido recopilar con tiempo y paciencia. Y, con ellas, la emoción que produce poder viajar mentalmente a ese momento irrepetible de la cultura occidental.

LUCREZIA BORGIA


1.- EL ESPLENDOR ARTÍSTICO DE LA CORTE DE FERRARA

Todo comenzó con Lucrecia Borgia (1.480-1.519). La hija del cardenal Rodrigo Borgia, más tarde Papa con el nombre de Alejandro VI, siempre fue utilizada por su familia como instrumento en  sus luchas de poder. Con tal fin,  en 1501 se dispuso su tercer matrimonio con Alfonso D’Este, duque de Ferrara, ciudad-estado del norte de Italia cercana a Bolonia y Mantua.
La bella e inteligente Lucrecia- que alabaron los poetas de su entorno como gentil y honesta, muy al contrario de lo que sugiere la leyenda negra de los Borgia-, contribuyó a  transformar  la belicosa Ferrara en una de las cortes más cultivadas de Italia, embellecida por magníficos palacios, plazas y jardines que hacen de ella, todavía hoy, una joya del Renacimiento.

miércoles, 11 de abril de 2012

Los motivos de la risa (humor y filosofía)


Puede que la sonrisa sea la distancia más corta entre dos personas. Pero la risa es otra cosa... En ciertos ambientes, el filósofo puede resultar ridículo... Legendario ridículo el que hizo Tales delante de la criada, o el que tal vez hiciera Sócrates ante el tribunal que le juzgaba.
     En un diálogo de Platón (Gorgias), Calicles le reprocha a Sócrates que la filosofía sea cosa de risa si se practica fuera de tiempo. Le reconoce –eso sí- cierto valor educativo, “y no es desdoro filosofar mientras se es joven; pero, si cuando uno es ya hombre de edad aún filosofa, el hecho resulta ridículo, Sócrates, y yo experimento la misma impresión ante los que filosofan que ante los que pronuncian mal y juguetean” (485ª).
     Esta risa -un tanto irritada- del libertino, del desenfrenado, delante de quien, como Sócrates, dedica su talento a la búsqueda de la verdad y la virtud, y no a la procura de utilidades y placeres, tiene muy poco que ver con la risa benevolente de la que nos habla Aristóteles. 
     El Estagirita entiende por ridículo lo feo estético y lo feo moral: lo anómalo, irregular, torpe, absurdo… El humor cómico surge, según Aristóteles, de una forma de engaño y desconcierto ante lo que nos coge desprevenidos y no daña. Lo ridículo puede así definirse como defecto o deformidad que no produce dolor o daño a los demás.
     En su Ética a Nicómaco, Aristóteles relaciona la risa con las virtudes y el juego. Como el juego, el humor como diversión tiene su recompensa en el placer que nos causa la actividad misma, igual que la virtud y la felicidad. Pero no podemos estar divirtiéndonos siempre, pues la seriedad, y no la comicidad, es la virtud rectora de la vida. Los que se exceden en lo que hace reír son considerados por Aristóteles bufones vulgares, siendo así que la mayoría de los hombres se complacen con las bromas y burlas más de lo debido, molestando a otras personas. Tal chocarrería es tan extremosa como la del áspero e intratable que no se ríe nunca, que carece por completo de sentido del humor. “El que es gracioso y distinguido se comportará, pues, como si él fuera su propia ley. Tal es el término medio, ya se lo defina por su tacto o por su viveza de ingenio” (Ética a Nicómaco, IV, 8).

    Aunque la vida requiera seriedad, ¡y la economía no digamos!, más tal vez que la filosofía, el poseer sentido del humor también me parece a mí cosa existencialmente seria. Nunca he despreciado a la protagonista de aquella copla, quien se casó con un enano por hartarse de reír, ¡ole ahí! Mejor enano y gracioso, que alto, guapo y singracia.

     Hobbes, de otro modo que Aristóteles, desarrolló una teoría de la risa como superiorioridad frente al defecto del prójimo, una teoría de la risa malevolente. "Hiena de risa" -podríamos decir-, sin caer en solecismo. "El hombre es para el hombre como un lobo, ¡y como una hiena!". No debe extrañar que Hobbes pensase así, teniendo en cuenta la baja consideración que le merecían los instintos generales e innatos del pueblo llano, y del humano en general
     El estado de humor que provoca risa sería un sentimiento de superioridad, a sudden glory, una vanidad súbita causada por un acto propio con el que uno se complace, o por “cierta deformidad en otro, con relación a la cual uno se siente súbitamente superior” (Leviathan, I, 7ª). La risa es así "el humo" de la soberbia, que mira por encima del hombro las debilidades e impericias de los demás, que se jacta riente –como Calicles frente a Sócrates- con afán de dominio, de las propias “virtudes” y habilidades conducentes al éxito.
      Según Hobbes, la risa adopta cuatro situaciones. 1) Se ríen los hombres deseosos de aplauso con las cosas que hacen bien; 2) con sus propios chistes; 3) de las debilidades de los demás; y 4) de las gracias cuyo ingenio consiste en un elegante descubrir y representar en nuestras mentes algún absurdo ajeno.
     ¡Menos mal que nos queda esta cuarta instancia, para reír sin vergüenza, e impunemente! Aunque, y contra Hobbes, creo que es perfectamente posible reírse también del absurdo de sí mismo. En esto, el pueblo andaluz ha resultado maestro.

Bibliografía
Platón. Diálogos, II, Gredos, Madrid 1983.
José Luis Suárez Rodríguez. Filosofía y humor. El guiño de la lechuza. Apis, Madrid 1988.

lunes, 9 de abril de 2012

Tristeza del pensamiento


En 2007 Siruela publicó un opúsculo de George Steiner, Diez (posibles) razones para la tristeza del pensamiento. La idea de partida de esas reflexiones es el pesimismo romántico de  Schelling (1809), para quien la tristeza  amenaza toda vida mortal, como un velo de pesar que se extiende sobre la naturaleza entera. De ahí su afirmación de una profunda e indestructible melancolía que contamina con su oscuridad cualquier proceso mental. Una metáfora de ese malestar sería el  persistente ruido de fondo como eco del Big bang cosmológico: ya desde la creación del universo aparecieron la pesadumbre y la materia oscura. 
Desde estas premisas, Steiner elabora unas tesis provisionales acerca de las limitaciones que lastran la grandeza del pensamiento, y que pueden servirnos como antídoto útil contra los sueños dogmáticos de la razón. A riesgo de simplificar la riqueza de ideas del autor, intentaré resumirlas:

PRIMERA TESIS
 El pensamiento es ilimitado, infinito, el signo  más destacado de la eminencia humana. La poderosa imagen de Pascal nos dibuja como “cañas pensantes”. Nada escapa a las posibilidades de la imaginación. La ciencia ficción es capaz de crear universos alternativos. El modo subjuntivo nos permite enunciar toda posibilidad contrafactual. Gracias  al pensamiento conseguimos dominar la naturaleza. Pero la infinitud  de nuestras ideas es, lamentablemente, incompleta: no sabemos cuál es su concreta relación con la realidad, esto es, el grado en que el pensamiento coincide con su objeto, ni si nuestro análisis  racional no es más que una ficción. Somos capaces de formular las preguntas esenciales acerca del origen y sentido de la vida, y de ese impulso interrogador surgen la cultura, la ciencia y la religión, pero no logramos alcanzar respuestas concluyentes para las mismas. En el tumulto del pensamiento resuenan la duda y la frustración.