Escrito por Luis Roca Jusmet
A esta situación se refiere el
mito de Narciso. Cierto que está enamorado de su propia belleza., pero el mito
seguiría teniendo sentido si amara su propia infelicidad. Se inclina al borde
del agua indiferente a la voz que le pide que retroceda; quiere acercarse más y
más a la imagen de sí mismo reflejada en la superficie del agua; en el mometo
de esta unión consigo mismo, se ahoga. La estructura emocional del mito es que
cuando uno no puede distinguir entre el yo y el otro y trata a la realidad como
una proyección del yo, se halla en peligro. Este peligro está contenido en la
metáfora de la muerte de Narciso: se inclina tan cerca del espejo de las aguas,
su sentido del exterior está tan absorbido por los reflejos de sí mismo que el
yo desaparece, queda destruido. En la vida ordinaria, tras la caída en el agua,
como si dijéramos, el perfil clínico que presenta el paciente es el de sentirse
muerto interiormente, sentir que uno no vale nada y ver que en el exterior no
hay nada que valga la pena.
Richard Sennett
Jacques Lacan plantea que la teoría del yo
más fiel con el genio freudiano hay que abordarla desde dos aspectos claves:
desde el yo corporal y desde las identificaciones. Esta
declaración de principios la enfrenta radicalmente con otra interpretación del
psicoanálisis centrada en la psicología del yo, entendido éste como la esfera
libre de conflictos, el elemento mediador
que la cura psicoanalítica ha de reforzar. En este sentido un yo fuerte
sería la garantía de una buena adaptación y, por tanto de una vida
satisfactoria, es decir, sana. Para Lacan, por el contrario, lo que tiene que
hacer el yo es abrirse al ello, no intentar dominarlo.
Si rastreamos directamente en Freud
comprobamos que su teoría del yo es muy compleja que puede ser
interpretada de varias maneras. A partir del “Proyecto para una psicología para
neurólogos”, la noción de yo constituye uno de los hilos conductores de
su elaboración teórica, que formula básicamente en “Introducción al narcisismo” y “El Yo y el Ello”. Pero no hay que olvidar
otros escritos interesantes como “Duelo y melancolía”, “Psicología de masas y
análisis del yo” y “”La escisión del yo en el proceso defensivo.” En todo caso
lo que sí puede afirmarse es que hay una serie de elementos que son
indiscutibles en la teoría freudiana del yo (y la diferencia de interpretación
está en como se articulan todos estos aspectos): El yo es una instancia
psíquica diferenciada del ello y del superyo y es el producto secundario de
una acción psíquica específica y no de una derivación biológica
espontánea. El
yo tiene una función mediadora
respecto a la prueba de realidad
(a la que nos someten las exigencias del entorno y de los otros) y a las
tensiones internas ( derivadas de la presión contradictoria del ello y del
superyo). Las identificaciones son un elemento constitutivo del yo y una
función reparadora de las pérdidas de aquellos a los que amamos. El yo tiene una función unificadora de los límites corporales (la superficie
del cuerpo, la envoltura corporal) y es la proyección del organismo en el
psiquismo El yo es objeto de la líbido a través del narcisismo (El mito
de Narciso, como sabemos, es el amor a la imagen de sí mismo) que se inscribe
por lo tanto directamente en el
registro del imaginario.
registro del imaginario.
Si vinculamos el yo con el
imaginario es básicamente a través de las identificaciones, aceptando la
definición lacaniana de que una identificación es la transformación de un
sujeto a partir de una imagen. En esta línea el yo percibe imágenes
que una vez recibidas e inscritas conforman su propia sustancia. Podemos
ampliarla a partir de la definición de Laplanche y Pontalis en su diccionario
de psicoanálisis:
El
proceso psicológico mediante el cual un sujeto asimila un aspecto, una
propiedad, un atributo de otro y se transforma, total o parcialmente, sobre el
modelo de éste. La personalidad se constituye y se diferencia mediante una
serie de identificaciones.