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viernes, 15 de noviembre de 2024

SEREMOS COMO ÉL ES



Spinoza, el sefardita de Amsterdam, testimonia que sólo se puede negar la libertad desde una metafísica que contemple la existencia bajo la figura inhumana de la eternidad, 'sub specie aeternitatis'. Pero, si venimos de la causalidad o de la casualidad de la materia y la carne, lo cual es lo mismo que decir con Monod que venimos de la necesidad y el azar, no se puede negar que "vamos hacia el Espíritu", al menos, hacia la virtualidad luminosa. Valga esta al menos como ideal regulativo, como anhelo estimulante, como desiderátum (wishful thinking)

¿Hay algo que condiciona desde las sombras el desarrollo y la expresión de la personalidad? Seguro.  Llámale subconsciencia, o subconsciente colectivo (Jung), superpsiquismo cultural, le llaman ciertos antropólogos, un alma colectiva o anónima que condiciona en forma de deseos esenciales la vida del individuo. Mas no debemos caer en la "aberración sociocéntrica" o el determinismo étnico, o en el burdo economicismo materialista que no explicaría ni el relativo progreso de la civilización ni la efectiva disidencia de sus particulares.

William James habló de cierta superconsciencia humana y llegó a arriesgar la hipótesis de "alguna forma de vida superhumana, desconocida para nosotros mismos, con la cual es posible que seamos co-conscientes" (1). Podemos suponer una frontera entre la superficie del mundo y otra realidad o complejo de realidades que nos abarcan, sustentan y conducen sin que nos demos cuenta de ello. Vivimos -como explica Juan Larrea- una vida de cuerpo flotante sobre una profundidad de índole compleja cuya coordinación efectiva ignoramos (2), lo cual concuerda bien con el descubrimiento neurológico de una doble actividad del cerebro, cortical y profunda o thalámica.

Podríamos hablar de una sustancia profunda que se exprea en una existencia vital y activa. Dicha sustancia pudo ser percibida por san Agustín como figura de la divinidad, pero los pensadores modernos variaron ese santuario obscuro y velado para alojar en él, bien la Razón,  bien la Voluntad, y en el maquiavelismo político-cultural -moderno o posmoderno- hemos visto y vemos como una secta de individuos se adjudica la personalidad de la sustancia y aspira a determinar providencialmente, tal que nuevos mesías, el modo de pensar y de actuar de las mutitudes cuyas pasiones estimulan, alimentan, fermentan y amasan mediante falacias oportunas, a fin de aprovechar su fuerza para la transformación y dominio del mundo. Esos caudillos decretan a su gusto lo que es opio y lo que no, lo que está bien y lo que está mal, lo que existe y lo que no existe. 

Hasta puede que quepa el absurdo de que Dios se haga Hombre, al menos como estrategia para dar confianza y dignidad a nuestros más elevados proyectos, lo que no cabe es que el hombre por sí y ante sí se haga Dios, aunque sienta deseo de serlo. "Seremos como Él, porque lo veremos tal cual es" (Evangelio de Juan).

Notas bibliográficas

(1) William James. A pluralistic Universe, Nueva York, 1909.
(2) Juan Larrea. Razón de ser (1956), Ed. Júcar, Madrid 1974, XIII, pg. 220s.

domingo, 8 de septiembre de 2013

VARIEDADES DE LA EXPERIENCIA RELIGIOSA

Autora: Ana Azanza 

No quiero que se acabe el verano sin hablar de una lectura que me ha costado hacer pero que me ha resultado muy provechosa. Me refiero a “Las variedades de la experiencia religiosa” de William James (1842-1910). Son 400 páginas de letra muy menuda en las que se recogen las conferencias Gifford que en el curso 1901-2 este filósofo norteamericano impartió en Edimburgo.

El título del libro responde literalmente al contenido. James hace una reflexión sobre la religión de enfoque no antropológico ni cultural, sino psicológico y para ello presenta innumerables experiencias religiosas de muy diversa procedencia y talante