viernes, 29 de marzo de 2024

SÍ MISMO COMO OTRO



Somos personas

En su filosofía del Soi-même comme un autre (1990) Paul Ricoeur (PR) pretende evitar tanto la exaltación del sujeto que son propias de la tradición cartesiana y del idealismo subjetivista, como su cosificación o diseminación deshumanizadora o nihilista. Es precido reconocer un sujeto responsable, agente moral de la acción personal, y es preciso también admitir un personaje narrativo (autobiográfico o capaz de novelar su vida, como diría Ortega). 

El Sí-mismo, reflexivo personal, no es para PR lo mismo que el Yo. E filósofo distingue entre la identidad como mismidad (idem) y la identidad como ipseidad (ipse) esta última involucra íntimamente la alteridad, a los próximos, los prójimos, los otros, él, ella, cualquiera. "La atribución a otro es tan primitiva como la atribución a sí mismo" y hasta cuando hablo de mis pensamientos los atribuyo potencialmente a otro distinto de mí. 

El Sí-mismo describe, narra y prescribe. A la pregunta por el quién somos (muy distinta de la pregunta por el qué somos que atiende la ciencia natural) cabe responder desde un nivel lingüístico, práxico, narrativo y prescriptivo. Somos cuerpos, pero también dirigimos cuerpos, los regalamos con placeres y chuches, o los castigamos con dietas y ejercicios...

Para acercarnos al Sí-mismo hemos de tener en cuenta los "operadores de individualización", los nombres propios, las descripciones definidas ("el Manco de Lepanto"), los deícticos... Las personas poseen cuerpos y son cuerpos, todo a la vez,  pues somos unidades psicofísicas. Las personas somos particulares de base dotadas tanto de predicados físicos como de predicados psíquicos. 

Siguiendo a P. F. Strawson, "particulares de base" son los cuerpos físicos y las personas que nosotros somos; nada se puede identificar sin remitir en última instancia a uno o a otro de estos dos tipos de particulares. De este modo, el concepto de persona, como el de cuerpo físico, sería un concepto primitivo en la medida en que no podríamos remontarnos más allá de él sin presuponerlo en el argumento que pretendiese derivarlo de otra cosa. En cualquier caso, la persona no es una conciencia pura, cartesiana, a la que se añadiría luego un cuerpo. La posesión del cuerpo plantea el enigma de una propiedad no transferible. Es mío.

Los primeros particulares de base son los cuerpos, pero la persona es un particular de base muy peculiar porque es el único referente dotado de dos clases de predicados: físicos y psíquicos. No es lo mismo pesar setenta kilos que pensar en lo que haré mañana. El cuerpo puede ser escamoteado a la vista de los demás, pero está siempre localizable en unas coordenadas espacio-temporales; si bien los acontecimientos mentales discurren en el tiempo, son entidades privadas mientras no ensayamos su expresión verbal o su comunicación gestual. Los predicados mentales y la conciencia no se expresan sólo por los pronombres de primera y segunda persona, sino que también se atribuyen a alguien, un tercero que no es uno de los interlocutores.

En cuanto a los nombres propios, que escribimos enfáticamente con mayúsculas, singularizan una entidad no repetible y no divisible. Dice PR que individualizan a una persona "sin caracterizarla, sin significarla en el plano predicativo" ni dar de ella ninguna información; esto no es del todo cierto en el caso de los alias, los apodos, los motes... Recuerdo a este respecto la anécdota (presentada como chiste) de aquel que llamó a otro "Ramón Juan": "- ¡Eh, Ramón Juan!" "- No me llamo Ramón Juan, sino Juan Ramón". "- Pérdoname, no lo olvidaré, no volveré a llamarte Ramón Juan". "- ¡El mal ya está hecho! -respondió dolido Juan Ramón.

Y es que el privilegio de los nombres propios asignados a humanos se debe a su papel ulterior de confirmación de su identidad y de la ipseidad de éstos. El objetivo del nombre propio es designar siempre a un individuo con exclusión de todos los demás, es decir, a la persona como referencia identificante. Sígase de aquí el papel despersonalizador que tiene la estúpida moda de escribir los nombres propios con minúscula...

El carácter insólito que se vincula a la noción primitiva de persona, o que hace que la noción de persona sea primitiva, consiste en que la persona es "la misma cosa" a la que se atribuyen dos clases de predicados: los físicos que la persona tiene en común con los cuerpos, y los psíquicos que la distinguen de los cuerpos. Como predicados de la persona, los acontecimientos mentales tienen la particularidad de conservar el mismo sentido tanto si son atribuidos a sí mismo como si lo son a otros distintos, es decir a cualquier otro (anyone else). Esta adscripción doble a alguno (someone) y a cualquier otro es lo que permite formar el concepto de espíritu (mind), es decir, el repertorio de los predicados psíquicos atribuibles a cada uno. Los estados mentales son siempre los de alguien; pero ese alguien puede ser yo, tú, él, cualquiera... El otro es un ser capaz de adscripción a sí mismo. Lo psíquico es asignable a cada uno.

En su libro, PR resume la teoría de los actos de habla de Searle, pero insiste en que no son los enunciados los que refieren, sino los hablantes los que hacen referencia; tampoco son los enunciados los que tienen sentido y significan, sino que son los locutores los que quieren decir esto o aquello. La noción de "fuerza ilocutiva" permite reconocer la implicación de un sujeto en el hacer del decir. Por otra parte, no hay ilocución sin alocución, sin un alocutor, interlocutor o destinatario del lenguaje... También recoge PR la teoría de H. Paul Grice según la cual toda enunciación cosiste en una intención de significar que implica en su objetivo la esperanza de que el interlocutor se proponga, por su parte, reconocer la intención primera por lo que ella quiere ser. La interlocución es pues un intercambio de intencionalidades.

La dialéctica IDEM / IPSE

Es la que se da entre la mismidad (Idem) y la ipseidad (Ipse) en cada uno de nosotros. La mismidad representa el carácter desde el cual es posible comprometerse con la palabra dada y prometer, porque expresa la continuidad de lo que somos en el tiempo, el qué del quién. Conecta a través de la identidad narrativa con la instancia Ipse que toma la iniciativa de adquirir nuevas costumbres. De ningún modo sería legítimo reducir la ipseidad a mismidad, su análogo sería la reducción de lo que soy a mi cerebro, esa "interioridad no vivida".

Ética del juicio en situación

En lo moral, PR intenta salvar el abismo abierto por Hume entre ser y deber ser, es decir, entre descripción y prescripción. La ipseidad busca y halla también una mediación entre el teleologismo eudemonista de Aristóteles que aspira al bien vivir y la deontología kantiana que sublima la norma como respeto de sí y de la humanidad universal. La elección preferencial (proháiresis aristotélica) es lo que hace que la acción humana sea susceptible de alabanza o reprobación. No hay ningún sí-mismo sin otro que lo convoque a la responsabilidad. De ahí la solicitud como necesidad de amigos. El sí-mismo que uno ama es lo mejor de sí (noûs) y la amistad media entre la estima de sí y la justicia. Por eso la interpreta PR, no como un mero afecto, sino como una excelencia moral, siguiendo al Estagirita.

La perspectiva ética es "aspirar a la verdadera vida con yo para el otro en instituciones justas". La clave es el respeto, es decir, "la marca de la razón en el sentimiento" y "el juicio moral en situación". Conviene tener presente que palabras como "igualdad", "solidaridad", "progreso", "libertad"... tienen una carga emocional superior a su contenido semántico por lo que resultan útiles para la propaganda y la manipulación demagógica.

Es indudable la confrontación trágica entre los principios morales y la complejidad de la vida, que PR interpreta como dialéctica entre Ética y Moralidad y que aspira a resolver en el "juicio moral en situación", juicio este que supere la trágica antinomia entre Antígona y Creonte, entre el respeto dogmático a la ley y el respeto religioso a las personas, entre las reglas y la solicitud. 

Para PR el verdadero demócrata -que escasea, a pesar de que la mayoría se tenga por tal- confiesa la indeterminación última sobre los fundamentos del poder, la ley y el saber. PR valora la importancia de la tradición judía, grecorromana y cristiana, pasadas por el filtro de la Ilustración para una civilidad favorable a la tolerancia y el pluralismo.

Más sobre Paul Ricoeur

Para Un análisis más profundo de Sí mismo como otro (Siglo XXI, 1996), publicado en el Boletín Millares Carló (nº 26, 2007): "Herméutica del sí mismo en cuanto otro"

"Las paradojas del mal. Intepretación de Ricoeur" en este mismo blog. https://esprituycuerpo.blogspot.com/2018/09/paradojas-del-mal-interpretacion-de.html


1 comentario:

  1. El cuento de Italo Calvino, El barón rampante, se plantea esto del "si mismo como otro" de una forma literaria y divertida: "solo siendo tan despiadamente el mismo como fue asta su muerte, podía dar algo a todos los hombres". En el volumen "Nuestros antepasados" que recoge 3 extraños relatos, "El barón rampante", "El vizconde demediado", "El caballero inexistente" hay un posfacio del autor que una vez leidos los relatos completa y redondea la experiencia literaria y la meditación sobre uno de los misterios mas acuciantes: la condición individual-comunitaria del ser humano.

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