lunes, 17 de abril de 2017

LA CONCEPCIÓN ESTRUCTURISTA DEL SER HUMANO Y EL PROBLEMA DE LA RESURRECCIÓN Y LA INMORTALIDAD DEL ALMA.



La ciencia y la filosofía contemporáneas obligaron a revisar la concepción antropológica tradicional que sostiene que el ser humano está compuesto de dos sustancias: el cuerpo y el alma. Esta revisión afectó tanto al dualismo radical platónico -versionado después por Descartes, quien estableció la distinción entre Res cogitans y Res extensa- como al al hilemorfismo ariostotélico-tomista que apeló a dos principios ontológicos complementarios: el cuerpo como materia y el alma como forma informante de esa materia. 

A los pensadores cristianos que no aceptaron ni el dualismo radical platónico-cartesiano ni el hilemorfismo aristotélico se les planteó entonces el problema de intentar armonizar ideas y creencias. Uno de ellos fue el filósofo Xavier Zubiri, que se enfrentó con la dificultad de conciliar su fe con su concepción del ser humano como unidad estructural de cuerpo y psique; entendida esta unidad no como el resultado de la adición de dos sustancias, el cuerpo y el alma, sino como estricta unidad psico-orgánica. Esta concepción antropológica conduce necesariamente a la idea de "muerte total", es decir, a la idea de que al morir, todo en el hombre muere, lo que implica la negación de un alma inmortal.

viernes, 14 de abril de 2017

CRANEO CARTESIANO



LOS HUESOS DE DESCARTES

Dos afirmaciones del autor Russell Sharto filósofo de formación aunque dedicado al periodismo pueden servir para introducir el comentario a este libro titulado “Los huesos de Descartes”.
Por una parte nos dice: “Descartes puede considerarse no solo del padre de la filosofía moderna sino en muchos aspectos importantes el de la cultura moderna y más adelante, a través de la exportación de sus ideas, el padre de la gran cultura mundial.”

sábado, 8 de abril de 2017

SOLEDAD NO ES AISLAMIENTO


En una de sus disertaciones se preguntaba Gadamer (*) si el aislamiento es un síntoma de autoenajenación. Seguramente, el aislamiento como soledad no buscada, no querida, como abandono de los amigos, como abandono de Dios. Ese abandono que expresó Cristo en sus últimas palabras en la cruz. 

Gadamer ve una íntima relación, en toda experiencia religiosa, entre el abandono del otro y el abandono de Dios, pues el mandato cristiano ve juntos el amor del prójimo y la relación con Dios. También cita en su apoyo la sabiduría pagana de Eurípides: "Abrazar a los amigos, esto es Dios". Holderlin le llamó "la esfera comunitaria que Dios es". Los cultos se rinden en fraternidades, en cofradías, mejor que en sectas. Pero también en el cristianismo conocemos la soledad del devoto, la del monje, la del cartujo, la del anacoreta, que remite a la soledad del Hijo de Dios. También está la soledad del penitente que en las procesiones de Semana Santa se aísla eventualmente del tiempo y del espacio común y corriente con su capirote y su máscara.