sábado, 19 de abril de 2025

ETERNIDAD

 



Para Juanfra Cordero Poyatos


Ningún cuerpo puede sostenerse en la eternidad, pues sin duda esta infinitud o luz perpetua de lo eterno es la dimensión temporal –o, mejor dicho, intemporal– que corresponde al espíritu, porque ningún cuerpo puede desenvolverse vivo en lo eterno. Y sin embargo, no podemos negar que los humanos han tenido una cierta intuición de qué pueda ser lo sempiterno, y padecen el anhelo y la ambición de lo que pueda existir siempre. 

A parte de como existencia permanente, lo eterno puede ser pensado como ausencia de tiempo, como duración infinita, como retorno cíclico y hasta como experiencia humana... Tanto en la Cábala como en la Gnosis, la eternidad se identifica con un Dios oculto o Padre ignoto (Páter agnostos) del que emanan espíritus buenos y maléficos (devas).

Parménides entendió el Ser como eterna esfera compacta, en el sentido de no nacida e imperecedera, "nunca fue ni será pues es ahora, todo a la vez, uno en sí mismo y continuo" (fr. 8). Tal concepción de la realidad hace ininteligible el devenir de las cosas y de la vida, su mutabilidad. El movimiento no sería sino una ilusión y las aporías de Zenón, presunto seguidor de Parménides, no harían otra cosa sino ratificar la irracionalidad del movimiento. La razón analítica parte del Principio de identidad y de no-contradicción y detiene con ello el flujo de lo real imponiéndose la fórmula A = A. Pero la identidad sólo puede establecerse sobre la base de la negación del tiempo, ya que es un hecho que A deviene, cambia, deja de ser A para se otra cosa, igual que las especies se transforman y las estrellas mudan o estallan.

Platón por su parte no niega el tiempo, pero lo hace depender de su principio ideal como "imagen móvil de la eternidad". La eternidad es así la esencia inmóvil del tiempo. El mundo sensible está sujeto al cambio y al tiempo, pero el mundo de las ideas es eterno e inmutable, como las fórmulas matemáticas, y tal realidad esencial garantiza la estabilidad de la ciencia. El ser humano participa de la eternidad a través de su recuerdo (anamnesis) de las verdades ideales.

 El mundo físico de Aristóteles es eterno, al menos el mundo supralunar que brilla admirable por encima de la órbita de la luna. Aristóteles no supo o no pudo constatar que también las estrellas nacen, evolucionan y fenecen más allá de la luna, Aristóteles supone la eternidad de los astros, que participan de un quinto elemento, una "quinta esencia" inalterable, el éter, y no sólo de aire, fuego, tierra y agua. Para el Estagirita, la eternidad no es tanto la supresión del tiempo sino su incansable duración. Este universo existe y existirá siempre. porque no es admisible un comienzo absoluto para la realidad natural. 

Para Aristóteles el tiempo es una propiedad del movimiento. Se ha hecho célebre su definición: "Pues esto es, en efecto, el tiempo: el número del movimiento según el antes y el después." (Física, IV, 11, 219b1-2). Kant tendrá muy en cuenta esta concepción al derivar el número (y la aritmética) de la intuición del tiempo, es decir, del orden de la sucesión: primero el uno, luego el dos, etc.

En su Historia del tiempo, Stephen Hawking felicita a San Agustín por haber acertado al decir que el tiempo no ha existido siempre. En efecto, en sus Confesiones, el padre africano de la Iglesia reflexiona sobre la naturaleza del tiempo en su relación con la eternidad divina. La eternidad es tema central en su filosofía y teología, íntimamente ligada a su comprensión del tiempo y de la naturaleza de Dios. Para Agustín, la eternidad no es simplemente una extensión infinita del tiempo, sino una realidad radicalmente diferente y superior. 



Por una parte, es un atributo divino que se expresa en la característica fundamental de su inmutabilidad. Dios es eterno en tanto que inmutable, sin principio ni fin, sin pasado ni futuro, pura presencia (como el Ser de Parménides), simultanidad y completitud. Dios es perfecto. La eternidad es así la plenitud del ser, la posesión total y simultánea de la vida perfecta. En Dios no hay pues sucesión ni devenir, sino una integridad sin muda, inagotable. Como en Platón (Agustín consideraba a los neoplatónicos como los filósofos más próximos al espíritu del cristianismo), la eternidad es el fundamento del tiempo, pues el tiempo fue creado por Dios junto con el mundo. Antes de la creación (como antes del big-bang) no existía el tiempo, que surge con la creación de las criaturas mudables.

Para San Agustín hay una diferencia radical entre la eternidad y el tiempo. Este presenta un antes y un después, mientras que en la eternidad todo es simultáneamente, todo en ella se presenta a la vez. El tiempo está ligado al cambio y la mutabilidad, mientras que la eternidad es la esfera de lo inmutable, lo que permanece siempre idéntico a sí mismo (como el logos o la ratio estoica). El tiempo puede ser medido por el movimiento y el cambio. La eternidad es inconmensurable; siendo el fundamento del tiempo, no está sujeta a medida temporal alguna.

La creación, según San Agustín, no fue en el tiempo, sino con el tiempo. Dios no creó el mundo en un momento específico, porque antes de la creación el tiempo no existía. Esto resuelve la paradoja de qué hacía Dios antes de la creación, porque no había un "antes". Las criaturas, al ser mutables, existen en el tiempo, de ahí su contingencia. Su ser está marcado por el pasado que ya no es, el futuro que aún no es, y un presente fugaz que constantemente deviene en pasado. El tiempo es para las criaturas una forma de imperfección y limitación, en contraste con la perfección y esplendor de la eternidad divina.



En sus Confesiones, Agustín reflexiona sobre la relación del alma o de la mente con el tiempo, llegando a la conclusión de que el tiempo existe en la conciencia, como una "distensión del alma" (distentio animi). Medimos el tiempo a través de nuestra memoria del pasado, nuestra atención al presente y nuestra expectativa del futuro. Estas tres facultades del alma son las que nos permiten percibir y medir el fluir temporal. El alma humana, creada a semejanza e imagen de Dios tiene una natural y profunda aspiración a compartir la eternidad divina, trascendiendo la fugacidad y limitación del tiempo. Tal aspiración encuentra su plenitud en la unión con Dios, el Ser eterno e inmutable. La vida eterna, prometida a los creyentes, es una participación en la eternidad divina.

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Recuperando arcaicas concepciones del tiempo, Nietzsche desarrolló su idea del "eterno retorno de lo mismo". En efecto, si el tiempo es infinito, o eterno, y las cosas o los elementos del universo son finitos, las mismas combinaciones de hoy se han repetido o se repetirán. Nietzsche deriva un corolario vitalista de esta especulación visionaria que recuerda al amor fati de los estoicos: "vive como quieras vivir eternamente y acepta lo vivido, incluso los errores cometidos, como inevitables". La eternidad es así retorno cíclico, como el de las estaciones. Antes que Nietzsche, también Giambattista Vico defendió una concepción cíclica, y eterna, de la temporalidad hstórica.

En su obra El irrealismo (2002), Enrique Pajón Mecloy comenta la fórmula niezcheana de "La Vuelta eterna" como una figura más de la "irrealidad autocreada", que tiene como base o como abismo sin fondo, la libertad y responsabilidad del hombre, de una conciencia que se descubre libre más allá del bien y del mal o cuando estos han quedado sin fundamento por la muerte de Dios. La conciencia solitaria descubre entonces su mayor logro a la vez que su mayor desamparo, una conciencia que no puede ocultarse a sí misma la muerte como inevitable destino y busca, por tanto, como los iniciados de Eleusis o los héroes de las tragedias griegas, un remedio o manera de atenuar el miedo que la certeza de la muerte conlleva...

"La doctrina del eterno retorno de lo mismo, descabellada como intento de solución verdadera en el plano cósmico, cobra sentido en el ámbito de la irrealidad autocreada, al adquirir la forma de algo así como una eternidad intemporal, como una pensada superación del fluir en el tiempo."

Para Enrique Pajón está claro el fondo artístico –nosotros diríamos "esteticista"– que anima una poética como la del filósofo alemán. La idea de salirse de los propios límites y contactar con la intemporalidad, imaginado un eterno retorno válido, tan sólo al nivel de la conciencia, tiene su claro precedente en el pensamiento trágico y muy particularmente en la tragedia griega anterior a Eurípides.

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Probablemente, la concepción que más puede interesarnos en este blog (porque busca vincular armónicamente cuerpo y espíritu), sea la de la eternidad como experiencia humana, tal vez como experiencia límite o vivencia especialísima. A este respecto es interesante la breve alusión a la eternidad de Wittgenstein en su Tractatus logico philosophicus cuando trata de la ética y la muerte...

"La muerte no es ningún acontecimiento de la vida. La muerte no se vive. Si por eternidad se entiende no una duración temporal infinita, sino intemporalidad, entonces vive eternamente quien vive en el presente." (6.4311).
Para Wittgenstein la eternidad no es tiempo infinito, no es duración ilimitada, sino intermporalidad y, en concreto, la que se experimenta al vivir plenamente en el presente, un ahora que no está sujeto al fluir temporal. Quien experimenta esa vivencia la vive como una forma de existencia que trasciende la preocupación por el pasado y el futuro, enfocándose completamente a la inmediatez de su situación. El filósofo añade una analogía con el campo visual: "Nuestra vida no tiene fin del mismo modo que nuestro campo visual no tiene límites".

Esta concepción está ligada a su visión de la ética, el valor y la naturaleza de la muerte como límites del mundo y no como eventos dentro de él. Entraña la idea de que la ética y el valor no están en el mundo de los hechos, sino fuera de él, en lo trascendental. La eternidad estaría relacionada con tal cerco trascendental. La muerte aparece como límite del mundo más que como un evento mundano, pues no es algo que experimentemos dentro del tiempo, sino el límite de nuestra experiencia temporal. La idea de que vivir eternamente es vivir en el presente tiene implicaciones éticas y existenciales, sugiere que la plenitud y el sentido de la vida no se encuentran en la búsqueda de una duración infinita, sino en la intensidad y la atención que prestamos al momento presente.

Esta idea de la vida eterna no como duración infinita, sino como intemporalidad halla su antecedente más claro en San Agustín cuando refiere al presente como iluminación divina. Otros autores también han visto la filosofía, es decir, su pensar sub specie aeternitatis, como pregustación de la eternidad (melete thanatou, preparación para la muerte, en la expresión socrática del Fedón platónico), como una búsqueda de la realidad primera, última y necesaria, que trasciende el tiempo. Alfa y omega.

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Próxima a esta concepción de la eternidad podemos señalar la de Eugenio D'Ors, quien la vincula a su filosofía del "hombre que trabaja y juega". La eternidad no es prolongación infinita del tiempo sino una dimensión presente en la acción y en la vida misma, pues en todo trabajo y en todo juego se esconde una semilla de eternidad. Filosofar consiste precisamente en "hacer germinar la semilla de eternidad" que reside en las actividades cotidianas ("Dios entre pucheros", que diría Santa Teresa). 

D'Ors busca sintetizar el tiempo y la eternidad como lo anecdótico y la categoría, como lo particular y lo universal. Busca –como Platón– una comprensión de la realidad que no se limite a lo puramente cambiante, sino que encuentre sustrato de permanencia y sentido en la propia existencia. Inventa así sus conceptos de numen y de neon. Por númenes entiende los inteligibles que se vivifican hasta adquirir ciertas asunciones representativas. Cuando se concretan hasta el punto de poder entrar e la trama de la Historia les llama neones (constantes históricas como "lo clásico" y "lo barroco"). D'Ors distingue entre Numen y Mito, porque la funcion representativa asumida por el Numen es fija y permanente, mientras que la del Mito se desarrolla en el tiempo (El secreto de la filosofía, 2ª, Lecc. VI, VI).





D'Ors usa la figura o el numen del "ángel" como arquetipo o tipo supremo que actúa como intermediario o mensajero (demon, metaxý) entre lo humano y lo eterno. Ángel es aquello que en los márgenes de la vida humana no fluye hacia la muerte, sino que permanece y se afirma sobre la "roca viva de la eternidad". Se llama filósofo" a quien vive en conciencia de la eternidad del momento. La filosofía no es por tanto para Xenius una mera contemplación abstracta, sino una forma de vivir intensamente el presente, reconociendo en él una dimensión de trascendencia y permanencia. Liga así D'Ors la eternidad a la inmanencia.

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"Algo pide en mí compasión eternamente 
–y llora sobre mí como sobre un dios muerto, 
sin altares en su culto."
Fernando Pessoa. El libro del desasosiego, 325

Lo eterno juega un papel menos positivo en el complejo desasosiego de Pessoa: "Soy yo verdaderamente en esta eternidad casual y simbólica del estado de media alma en que me engaño"... "Dormimos la vida, eternos niños del destino"... "Otra vez la novedad, la vejez de lo eterno nuevo"... "la eterna ausencia de mi alma verdadera". Ante el nihilismo, Pessoa asegura que ni siquiera podemos agarrarnos a la nada, "pues ni la tragedia de la negación podemos representarla con aplausos, pues ni de verdad sabemos si no es nada (...), nietos del Destino e hijastros de Dios, que se casó con la Noche Eterna cuando ella enviudó del Caos del que verdaderamente somos hijos".

Pessoa, un "soñador irónico" habla de la eterna insaciabilidad de sus vagos deseos y de la perenne inestabilidad de sus ansias imposibles, aunque a veces la noche eterna se entibia en una "tarde eterna" con lirios en las márgenes de ríos remotos, fríos y solemnes, al fondo de continentes verdaderos (217)... Sueña el poeta en un "más allá de siempre" en que nuestra vida fuese "un eterno estar a la ventana", "como humo parado, siempre, teniendo siempre al mismo instante de crepúsculo doloriendo [sic] la curva de los montes".

Se equivoca al pensar que las ciudades cambian pero los campos son eternos y evoca a Virgilio y el canto del último pastor que se quedó eternamente encantado, y se eterniza en los campos... Pessoa evoca melancólicamente una infancia nueva entre cuentos mal oídos, una infancia de cabellos rubios como el trigo... 
"Y todo esto muy grande, muy eterno, definitivo para siempre, de la estatura única de Dios, allá en el fondo triste y somnoliento de la realidad última de las cosas" (255).
El portugués aspira con su escritura a convertir lo irreal en real y en ofrecer a lo inaccesible un pedestal eterno... Y sin embargo todos estos "mediostonos de la conciencia del alma" que se hacen presentes en la escritura de Pessoa no hacen –lo diré con sus palabras– sino crear un paisaje dolorido, una eterna puesta de sol de lo que somos. En el panteón de Pessoa hay sitio para dioses que se excluyen los unos a los otros... "aquí no hay límites, ni siquiera lógicos, y disfrutamos, en la compañía de varios eternos, de la coexistencia de diferentes infinitos y de varias eternidades" (446).

Desde una parecida perspectiva nihilista, aunque algo más desesperado que Pessoa, Emil Ciorán (1911-1995), "pesimista cómico", en lugar de concebir la eternidad como una promesa de trascendencia o un reino de la gracia, a menudo la describe como algo pesado, opresivo e incluso absurdo: "El tiempo a veces pesa; imagínate lo que debe pesar la eternidad" (en El Libro de las quimeras). 

No obstante, a veces Ciorán evoca nostalgia por un tiempo anterior al tiempo, una especie de no-existencia primigenia que contrasta con la carga de la existencia temporal y, por extensión, de la eternidad, "naufragio del tiempo", ruina y facaso del devenir temporal, desprovista de cualquier gloria o redención. En conclusión, su perspectiva se inclina más hacia la búsqueda de un alivio en la nada que en la promesa de un futuro eterno.

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En contraste radical con el nihilismo, el pensamiento místico español insistió en la visión de la eternidad como presente eterno. El místico busca la unión con la eternidad y concibe la temporalidad como un camino de perfección, en el que el alma se purifica y prepara para la eternidad, es decir, para la atemporalidad divina, un presente absoluto, un "ahora" que no pasa, en posesión total y simultánea del ser, sin principio ni fin.

San Benito "Sembrador", J. Vela Zanetti, 1980
Abadía de Santo Domingo de Silos


San Juan de la Cruz, Santa Teresa o Miguel de Molinos dan por hecho que el alma humana, creada a imagen y semejanza de Dios, posee una capacidad innata para lo eterno, por eso a través de la oración, la contemplación y el amor, el alma despierta a esta dimensión trascendente que reside en su interior. 

La obra de San Juan de la Cruz está profundamente imbuida de la visión de la eternidad como morada del amor divino, a la que el alma aspira y donde encuentra descanso definitivo. El quietismo de Miguel de Molinos busca la eternidad a través del recogimiento íntimo, la contemplación pasiva y la aniquilación del yo. 

Nota bene

- Ilustraciones de Eugenio d'Ors, Gnómica. Aforismos ilustrados, Sevilla 2019. Los dibujos son del mismo D'Ors. 
- Para la redacción de esta entrada hemos usado la IA Gemini de Google.

domingo, 2 de marzo de 2025

PERNICIOSAS REDES SOCIALES

 PERNICIOSAS REDES SOCIALES

Selección del texto de Gonzalo Torné, “Amigos, público y enemigos” incluido  en el volumen Plutarco “Sobre el inconveniente de tener muchos amigos” (2023)

 Gracias Torné, no sabía por qué las redes no eran mi sitio. Intuía sin razonar, “venga sí, ábrete un FB, metete en Twiter, yo te  sigo.”

Como nunca he estado no podía dar argumentos basados en la experiencia. He visto muchas personas inteligentes, o que estimo como tales, “subirse y bajarse” de este tren. Bien disgustados.

La parte positiva es evidente, gran rapidez en los contactos y como solucionador de problemas pequeños, mensajes veloces, “recados” o “mandados” realizados en un suspiro. Contacto con seres queridos físicamente muy alejados, ya no es el ritual de hace 40 años, “llamamos por teléfono a nuestra hija que está en otro país una vez al mes”. Años luz tecnológicos han pasado desde entonces.




viernes, 28 de febrero de 2025

EL CASO JÜNGER


 Luis Roca Jusmet 


 El "caso Jünger" es muy interesante, ya que presenta un caso muy sugerente y paradójica de nuestra mitología moderna. Si entendemos el mito como un modelo ejemplar, entonces Ernst Jünger lo fue y lo es para muchas generaciones desde un espectro político-ideológico extraordinariamente amplio y contradictorio. No sólo para los extremos (que para algunos se tocan) sino también para el centro. El neofascismo se entusiasmó con Jünger (como podimos comprobar en muchas de sus publicaciones, como la desaparecida "Punto y coma") pero también lo hizo un sector de intelectuales heterodoxos procedentes de la izquierda radical (como verificamos igualmente en antiguos números de revistas también desaparecidas como "Archipiélago" o "Ajoblanco"). Lo sorprendente es que también los grandes estadistas de la socialdemocracia europea, como François Mitterand o Felipe Gónzalez visitaron a Jünger en su mansión de la Selva Negra con la única intención de conocerle y conversar con él.

 ¿Por qué nos sedujo Jünger ? En primer lugar,por su legendaria y romántica figura de superviviente, de hombre que había recorrido un siglo después de curtirse en mil batallas. Su talante aventurero, que se inicia en la adolescencia cuando huye de su casa burguesa para enrolarse en la Legión Extranjera (experiencia que describirá en su novela "Juegos africanos"). Luego, su legendaria participación en la Primera Guerra Mundial, donde escribió desde las trincheras sus impresionantes "Tempestades de acero". Experiencia intensa, desde las trincheras, que le supuso varias balas en su propio cuerpo. Libro polémico en la medida en que reivindica la guerra como experiencia-límite. Posteriormente su experimentación con drogas alucinógenas, al lado de Albert Hoffman, el inventor de la LSD. Siempre buscando ampliar las puertas de la percepción, lo que le llevó a escribir tanto uno de los mejores estudios teóricos sobre las drogas ( Acercamientos ) como  un relato breve denso y muy sugerente (Visita a Godenhom Su carácter indomable, su libertad interior le hizo ser respetado al mismo tiempo por Bertolt Brech y por Hitler, que paraban respectivamente a "las huestes comunistas y nazis que lo querían colgar". Movilizado en la Segunda Guerra Mundial en un puesto burocrático en el París ocupado Jünger escribe un valioso testimonio en sus "Radiaciones". Sospechoso de haber colaborado en un atentado contra Hitler lo movilizaron como oficial al frente ruso pensando que les esperaba una muerte segura, que por muy anunciada no se cumplió.
Un hombre inquieto, entusiasta, lleno de energía, pero capaz de mantener su serenidad en las situaciones más difíciles. Una especie de samurai europeo, un ronin "sin señor al que someterse". Un emboscado, como se definía, que resistía la uniformidad del mundo burgués, la lógica de la mercantilización.
 ¿Quién fue realmente Jünger ? No cabe duda que Jünger formó parte en su juventud de la revolución conservadora alemana, aristocrática, nacionalista y guerrera. Que no fue un oportunista y que se mantuvo al margen del nazismo, con todos los peligros que comportaba, aunque manteniendo una posición política ambigua bajo el lema de la lealtad a su patria. Que a la larga se convirtió en un escéptico que mantuvo un espíritu muy crítico con el mundo en que vivía. ¿Desde que posición? Yo diría que desde una serenidad aristocrática, nietzscheana, que despreciaba lo plebeyo, que no soportaba a las masas y que sentía nostalgia por un pasado de caballero heroico que seguramente nunca existió y que queda reflejado en su novela Abejas de Cristal y en su ensayo La emboscadura. Como diría Jacques Rancière, tuvo odio a la democracia, al poder de cualquiera. Al igual que Nietzsche, por cierto. Pero, en todo caso, inclasificable.


 ¿Qué queda de aprovechable de Jünger, una vez "muerto el mito" ? Muchas cosas, por supuesto. Sus parábolas políticas contra el totalitarismo, como "Heliópolis","Los acantilados de mármol" o "Eumeswill", que vale la pena revisar. Quizás una lectura bien crítica de sus libros teóricos, como "El trabajador". Sus reflexiones sobre lo que llamaba "la era de los titanes" o la discusión que mantuvo con su amigo Martín Heidegger sobre el nihilismo son todavía interesantes.Sus novelas, como justamente le reconoció el Premio Goethe, tienen valor propio. Igualmente libros muy potentes de aforismos (como "La tijera" y "la emboscadura" ).
  Pero lo que yo salvaría incondicionalmente de Jünger son sus diarios. Radiaciones y Pasados los setenta, los diarios que fue escribiendo y se fueron publicando a lo largo de su vida. Reconozco mi debilidad por esta escritura sobre uno mismo, mucho más sincera y directa que las memorias autobiográficas, que siempre pasan un filtro que los hacen menos sinceros. Los diarios de Jünger me parecen extraordinarios y son un testimonio humano e histórico impagable.  También hay que reconocer el valor que continúa teniendo hoy el testimonio  reflejado en las inteligentes entrevistas de los italianos Antonio Gnoli y Franco Volpi (Los titanes venideros) o el francés Julien Hervier (Conversaciones con Ernst Jünger), ambas dirigidas a un viejo Jünger que, desde una perspectiva serena sobre su propia biografía nos ofrece un valioso recorrido de todo el siglo XX.
 Me gustaría invitar a estas lecturas porque son un material inestimable para cualquiera que quiera pensar el mundo en que vivimos. Lectura crítica, por supuesto, como en cualquier otro caso. Formarse un criterio es, muchas veces, leer y dialogar con aquellos que, estando ideológicamente en nuestras antípodas, nos hacen pensar desde una experiencia vital enormemente rica. Porque uno de los peores síntomas de la banalidad de nuestra época es que no existen adultos, es decir personas capaces de interpelarnos desde sus propias experiencias.Vivimos en un mundo donde ya no hay experiencia, decía Walter Benjamín. Hay que recuperarla, y Ernst Jünger es un maestro para mostrar el camino. Júnger fue también un adulto, un hombre capaz de responsabilizarse de su vida y de sus actos. "Ya no quedan hombres mayores", digo alguien hace unas décadas. Jünger lo fue.


miércoles, 12 de febrero de 2025

DEL "SIEMPRE TUYA" A "EL AMOR ES UN MITO"

Ilustración creada para el artículo por Bing IA


por MAR CRUZ

Los monjes budistas no están obligados a renunciar al amor ni a la sexualidad, así me lo comentó Mushin, un amigo de juventud que ha cambiado la filosofía occidental por el budismo, pero ¿cómo ama un monje budista? ¿Qué relatos tiene el budismo sobre el amor? ¿No amamos todos de la misma forma?

Recordé el libro El Profeta que él mismo me había regalado hace bastantes años. “El amor os trillará hasta dejaros desnudos, os tamizará hasta liberaros de lo inútil, os molerá hasta dejaros como el campo en la nieve…”. Así lo relataba Kahlil Gibran en lo que ya se considera un bestseller de todos los tiempos. ¿Seguirá Mushin esperando un amor así, que lo trille, que lo tamice, que lo muela…?

La filosofía postmoderna nos dice que cualquiera amará en función del lenguaje y los relatos que hayan ido calando culturalmente en él: porque el lenguaje nos instruye sobre el modo de ver la realidad. En nuestra forma de hablar subyace siempre un tratado de psicología popular. Así, nos dice J.A. Marina, cuando aprendemos el léxico sentimental asimilamos un saber ancestral sobre los sentimientos humanos y se nos instruye acerca de los afectos y las relaciones.

¿Elegimos nuestra forma de hablar sobre las cosas? ¿Soy libre al menos cuando me hablo a mí misma sobre lo que siento? Para los estructuralistas como Lévi-Strauss, Lacan o Foucault, la respuesta es un rotundo No. El lenguaje es un fenómeno social y como tal está controlado por la estructura social y a ésta no le queda otra que mantenerse y transmitirse a través de él.

Derrida, uno de los que llegó más lejos con su interpretación, habla de la erradicación de la subjetividad individual en el proceso de la comunicación. Así cuando Julie Lespinasse, una mujer culta e ilustrada, amiga de D’Alambert escribía esto a Jacques de Guibert: “Os amo como hay que amar, de una manera exagerada, con locura, arrebato y desesperación”, no es que Julie hubiese decidido voluntariamente amar así, sino que la mitología grecorromana o textos como “Romeo y Julieta” habían hecho mella en ella y seguían perpetuándose a través de ella.

De la misma manera, cuando yo digo, en broma, que me sentí flechada (aquí el mito de Cupido) por Darío Sztajnszrajber, el rockstar de la filosofía en Argentina, fue algo que sucedió fuera del campo de mi consciencia. Yo no fui dueña de esa emoción, fue el discurso de Sócrates en el Banquete, el que hizo su trabajo. Platón argumenta que el amor a alguien es una excusa para llegar a un amor más profundo, el amor por el saber en el sentido de búsqueda de un sentido. Es decir, mi inclinación por Darío es sólo una excusa para desplegar mi verdadero amor, que es el amor a la filosofía –palabra que aparece por primera vez como sustantivo en ese texto.

Este relato que configura nuestra subjetividad provoca que el amor a alguien exceda a ese alguien y siempre esté queriendo ir mucho más allá. Darío diría algo así como “siento una relación erótica por el todo, pero llegué al todo porque me enganché con Vos”.

Hablando con Mushin me percaté que desconocía el movimiento queer, la idea del sexo no binario… y andaba in albis sobre el poliamor. Se ha hecho budista, pero es un hombre occidental maduro. Todo apunta a que los textos clásicos se apoderarán de él y está esperando que una mujer le diga: “¿Hasta cuándo, dónde, si no contigo? Y qué, sino tuya” como dice Elisabeth Barrett a Robert Browing en sus cartas.

Al final, siempre dependemos de vivir en una tribu inteligente con relatos inteligentes, incluso para amar.

lunes, 10 de febrero de 2025

MICHEL FOUCAULT : ANÁLISIS DEL PODER

 


Escrito por Luis Roca Jusmet



Después de todo su análisis sobre el poder Michel Foucault acabó aprendiendo ( y enseñando) tres cosas :

La primera que el poder no es una propiedad sino una relación.

La segunda que el poder es más productivo que represivo.

La tercera que el poder está en todas las relaciones y que solo es insoportable cuando no genera una resistencia, es decir un contrapoder.

miércoles, 29 de enero de 2025

SOBREVOLANDO LA MEDITACIÓN

 

Dibujo de IA Copilot

La meditación: reducción del estrés para la mayoría, el nirvana para pocos.

“Igual que en el piano, se necesitan diez años (por lo menos) 
para aprender a tocar las teclas del alma”. 
Pablo D’Ors
Por Mar Cruz

“En el budismo el yo es insustancial. Así que da igual si publicas mi nombre”. Me dijo Mu-shin, un monje budista, cuando le entrevisté. Me pareció muy irónico y me dio la risa, pero un par de días después me percaté de que ahí estaba toda la cuestión y se me había escapado. ¿A qué se refería con ese Yo? ¿Se refería al ego freudiano, al Ello? ¿Es un yo más profundo que se encuentra dentro de nosotros? De forma automática me vino a la mente el “llega a ser el que eres” del Oráculo de Delfos. Pero… ¿es que podemos ser otros?

La primera impresión es que meditar te hace desconectar de ti para poder liberarte de ti mismo. Entonces, ¿queremos olvidarnos o queremos encontrarnos? Somos unos seres extraños, híbridos de biología y cultura, como nos recuerda a menudo J.A.Marina. La inteligencia nos ha ampliado y facilitado la vida, pero parece que casi de forma proporcional nos ha entrampado, nos la ha complicado. Basta ver cómo han aumentado nuestros miedos: antes nos bastaba con el miedo a las fieras y a las tormentas, ahora el miedo más común es el de no realizarse personalmente entre otros miles que nos hemos fabricado.

Parece que el hombre del s.XXI tiene que hacer muchos malabarismos para sostenerse en pie. La meditación se presenta como una gran herramienta. Los famosos van por delante: Richard Gere, Madonna, Youval Noah Harari, Paul McCartrney, Oprah Winfrey…

El método parece sencillo: quietud y concentración en la respiración: un auténtico asalto a nuestra parte más primigenia, a lo más puro, a lo más esencial de la vida.

Es como si en el imaginario colectivo existiese una idea genuina de ser hombre y, por ende, un yo auténtico en cada uno de nosotros y andamos tras ello, no sólo en la meditación, por cierto, sino en todas esas modas de vivir en el campo, comida bio, ecologismo…Estoy rodeada de gente que se fabrica hasta sus propios detergentes y te miran mal si te equivocas reciclando.

Witold Gombrowicz, escritor polaco, dedicó toda su vida a mostrar el mito de la autenticidad, nos vino a decir que, si nos desprendemos de todas las máscaras, nos encontraremos con el vacío, porque ser persona implica ser “artificial”. Sin nuestros revestimientos culturales, no seríamos nada….

Pero ¿cómo reaccionar al observar que “la tecnología ha sofisticado de manera extraordinaria nuestras posibilidades de no ser nadie?” Ferran Toutain nos muestra cómo el individuo actual se reduce a una esponja que absorbe todos los fluidos que genera la sociedad. “La postmodernidad ha llevado hasta sus últimas consecuencias tanto la despersonalización del hombre como su afán por personalizarse”. De ahí el éxito de las identidades colectivas como medio para encontrar la ilusión de ser original. Otro gran malabarismo actual.

Vivimos tan cómodos con nuestras ilusiones que me resulta descorazonador averiguar, como decía André Bretón, que el “Yo” es una fantasía de las ciencias sociales.

Sería muy inquietante pensar que el supuesto “yo auténtico” que queremos descubrir pueda ser igual de impostor que nuestra máscara. Se dice que “Víctor Hugo era un loco que creía ser Víctor Hugo”. Toda una locura, por eso la filosofía no es para todos los públicos y puede uno “morir” fácilmente de sobredosis. Así que mejor a sorbitos…

La mayoría de los mortales quizás sólo acuda a la meditación para rebajar el estrés, cosa que en la Universidad de Massachussets aseguran que hace, además de otros beneficios como reducción de la ansiedad y los síntomas de la depresión secundaria. Así que como hecho fáctico si te quedas quieto y te concentras en la respiración aumentará tu sentido del bienestar. A mayor atención y concentración menos posibilidades de sufrir secuestros emocionales. Sólo por eso, vale la pena.

Además de la relajación y la concentración, los monjes añaden una tercera fase a esa práctica: la contemplación, que en su estado máximo puede llevarte al Nirvana. Y esto ya son palabras mayores y nos obliga a adentrarnos en el terreno de la metafísica.

Lo que parece claro es que la sociedad líquida (Zygmunt Bauman) en la que vivimos no está necesitada de más dogmas, sino de más cuerpo. Añoramos como nunca sentir el simple latido de nuestro corazón. Hasta Pablo d’Ors está revolucionando el catolicismo recuperando esta práctica como lo hacían los padres/madres del desierto y está teniendo éxito.

¿Cómo podemos comprender esa dimensión espiritual? Pues probablemente no podamos, como tampoco entendemos la física cuántica. Pero veamos por dónde pueden ir los tiros. La escuela de budismo japonés Rinzai utilizaba los koans en su práctica. Los koans eran unos acertijos para trabajar durante la meditación, en realidad, no pueden resolverse desde la lógica, hay que disolverse en ellos. Experimentar esa sensación es como dinamitar todo lo racional, romper con ello e instalarse en un plano más intuitivo y visceral. Debe ser como tomarse la pastilla roja de Matrix o sentirse el esclavo liberado de la Caverna de Platón. En esas experiencias hablan con frecuencia de fusión con el universo, con el todo… y cómo has arrasado con todo y estás en otro lugar, ahí ya no está ni tu ego ni tus máscaras ni tu yo más profundo y, probablemente, ni siquiera estás siendo más tú mismo. Estás comprendiendo el todo.

La comparación con Matrix requiere una aclaración porque no es tan fácil como tomarse una pastilla, es más bien como aprender a tocar al piano: mínimo diez años para aprender a tocar las teclas del alma -nos aclara D’Ors.

Muy impresionante todo y algo debe tener el agua cuando la bendicen. Filósofos como Schopenhauer conocieron el budismo y lo incorporaron en parte a sus filosofías.

Los efectos de la meditación no son equiparables al síndrome de Stendhal, pero sí intuyo una conexión con la experiencia estética porque la meditación como el arte tendría una función reveladora: mostrar lo que de ninguna otra manera sería accesible, revelar lo que el intelecto -o la razón- roba a la experiencia sensible, revelar el dios de cada cosa, como decía Heidegger.

viernes, 15 de noviembre de 2024

SEREMOS COMO ÉL ES



Spinoza, el sefardita de Amsterdam, testimonia que sólo se puede negar la libertad desde una metafísica que contemple la existencia bajo la figura inhumana de la eternidad, 'sub specie aeternitatis'. Pero, si venimos de la causalidad o de la casualidad de la materia y la carne, lo cual es lo mismo que decir con Monod que venimos de la necesidad y el azar, no se puede negar que "vamos hacia el Espíritu", al menos, hacia la virtualidad luminosa. Valga esta al menos como ideal regulativo, como anhelo estimulante, como desiderátum (wishful thinking)

¿Hay algo que condiciona desde las sombras el desarrollo y la expresión de la personalidad? Seguro.  Llámale subconsciencia, o subconsciente colectivo (Jung), superpsiquismo cultural, le llaman ciertos antropólogos, un alma colectiva o anónima que condiciona en forma de deseos esenciales la vida del individuo. Mas no debemos caer en la "aberración sociocéntrica" o el determinismo étnico, o en el burdo economicismo materialista que no explicaría ni el relativo progreso de la civilización ni la efectiva disidencia de sus particulares.

William James habló de cierta superconsciencia humana y llegó a arriesgar la hipótesis de "alguna forma de vida superhumana, desconocida para nosotros mismos, con la cual es posible que seamos co-conscientes" (1). Podemos suponer una frontera entre la superficie del mundo y otra realidad o complejo de realidades que nos abarcan, sustentan y conducen sin que nos demos cuenta de ello. Vivimos -como explica Juan Larrea- una vida de cuerpo flotante sobre una profundidad de índole compleja cuya coordinación efectiva ignoramos (2), lo cual concuerda bien con el descubrimiento neurológico de una doble actividad del cerebro, cortical y profunda o thalámica.

Podríamos hablar de una sustancia profunda que se exprea en una existencia vital y activa. Dicha sustancia pudo ser percibida por san Agustín como figura de la divinidad, pero los pensadores modernos variaron ese santuario obscuro y velado para alojar en él, bien la Razón,  bien la Voluntad, y en el maquiavelismo político-cultural -moderno o posmoderno- hemos visto y vemos como una secta de individuos se adjudica la personalidad de la sustancia y aspira a determinar providencialmente, tal que nuevos mesías, el modo de pensar y de actuar de las mutitudes cuyas pasiones estimulan, alimentan, fermentan y amasan mediante falacias oportunas, a fin de aprovechar su fuerza para la transformación y dominio del mundo. Esos caudillos decretan a su gusto lo que es opio y lo que no, lo que está bien y lo que está mal, lo que existe y lo que no existe. 

Hasta puede que quepa el absurdo de que Dios se haga Hombre, al menos como estrategia para dar confianza y dignidad a nuestros más elevados proyectos, lo que no cabe es que el hombre por sí y ante sí se haga Dios, aunque sienta deseo de serlo. "Seremos como Él, porque lo veremos tal cual es" (Evangelio de Juan).

Notas bibliográficas

(1) William James. A pluralistic Universe, Nueva York, 1909.
(2) Juan Larrea. Razón de ser (1956), Ed. Júcar, Madrid 1974, XIII, pg. 220s.