domingo, 27 de marzo de 2022

EL COLGADO

 

XII arcano del Tarot Art Nouveau, por
Giulia F. Massaglia. Lo Scarabeo, Turín, 2021.
 


Le Pendu, The Hanged Man, El Colgado. Amarrado a un palo, rama o tabla, por un pie, un buen mozo cuelga de cabeza. Cruza la otra pierna sobre la vertical formando un cuatro invertido. Suele vestir de rojo y azul, las manos ocultas atrás o formando piña delante. Aparece tranquilo y, a veces, un aura corona su cabeza.

Es el arcano o triunfo XII del Tarot, que es baraja de origen incierto, al menos del siglo XIV, y juego de cartas de principios mestizos, de compleja iconografía y en cuya interpretación mántica o mística cada carta es escena saturada de símbolos. La genial artista Leonora Carrigton hizo un diseño personal de sus 22 arcanos o naipes mayores. Pensaba el Tarot como
“poética del inconsciente" y "guía para la exploración de la psique”. Sus diseños conectan el surrealismo con el feminismo y la ética ecológica. También hay un Tarot de Dalí, editado recientemente por Tachen.


En el Tarot El Colgado se asocia al autosacrificio y a la paciencia. No está atado por castigo, sino para permitir la libertad intelectual que nace de las virtudes ascéticas de la investigación y la espera. Puede volar así imaginativamente donde quisiere, como si buscase más lucidez, estados alterados de consciencia y apertura mental.

Se le ha asociado al dios nórdico Odín colgando durante nueve días para acceder al significado secreto de las runas; también con la muerte y resurrección de Osiris; y con la pasión del Cristo que sufrió en el calvario para resurgir iluminado e intocable. El número XII simboliza la iniciación. Es el número de los apóstoles cristianos, de los caballeros de la Mesa redonda y de los dioses del Olimpo. Doce fueron los trabajos que tuvo que afrontar Hércules para ser admitido como deidad; doce los meses del año y doce los signos del Zodiaco.

Estar colgado no siempre es malo, ¡siempre que uno pueda descolgarse a discreción, en forma y a tiempo! Ya lo decía Séneca: un poco de locura de vez en cuando viene bien, da alegría, como una noche de farra, como la danza. 

Platón representaba el alma como un carro tirado por dos corceles, el brioso de las emociones valerosas y el díscolo de las pasiones bestiales, dos caballos alados conducidos por un auriga o cochero que representa a la Razón, piloto del alma. Pues bien, de vez en cuando no es malo permitir que los caballos se solacen a su gusto y a su amor, que pasten libres en el prado del Acaso, siempre y cuando no los pierda la razón de vista, de modo que pueda fácilmente agarrarlos, imponerles freno y bocado, ponerlos de acuerdo, y hacerles tirar hacia su meta, la del cochero. No son fáciles tareas, porque el caballo díscolo de las pasiones se opone a seguir el ritmo y los pasos de los buenos sentimientos representados  por el otro, el caballo noble.

Es propio del piloto tener proyecto, plan, objetivo, intenciones y fines. Las bestias, por nobles que sean, viven en presente, bien es cierto que son imprescindibles porque ponen la fuerza bruta, la energía biológica, pero el auriga señala la dirección, el propósito de la empresa. Imagina, conoce el camino (o lo reconoce y recuerda). 

La vida es una “empresa”, en el sentido que daban a esta palabra los caballeros andantes: ilusión, invención, peregrinaje, desafío, aventura, logro, dignificante faena. 

También es posible "colgarse" de la Red buscando nuevos horizontes: relaciones inéditas, información fiable, originales formas de creatividad..., siempre que uno no quede para siempre preso de pies y manos en la magna malla, como la mosca en el panal de rica miel.

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