jueves, 25 de abril de 2024

ENREDADOS

 


"No es bueno que el hombre esté solo... -pensó el Creador-, y consintió que se inventara la Red". La frasecita llegó a mi ordenador por teléfono, suscrita por Antonio Chicharro. Llevaba años sin hablar con el profesor baezano, encontré su dirección electrónica en la convocatoria de un Congreso de Semiótica. ¡Todos, todas, todes, todis y todus estamos en la Red! 

El ordenador y su monitor conectados a través del teléfono a la Red son ventana al mundo y del Otro: World Wide Wet (WWW). Si la Red la hubiera inventado un equipo español, podría haberse llamado MMM, Magna Malla Mundial, con uves dobles derechas y emes estables. Imposible hallar estabilidad en tal maremagnum de información, publicidad y basura. Pero en todo caso sus engramas de interconexión digital se conservan en la luz, de eso no cabe duda. 

El esfuerzo para mandar un mensaje vía módem es mínimo, su velocidad máxima, el precio ridículo. Luego llegó Whatsapp, aplicación campeona de la mensajería inmediata. (Fui "objetor del guasap" durante un tiempo, por alergia del anglicismo, por preferir la "mensajería reflexiva" antes que la "instantánea" y porque otras redes sociales acaparan gran parte de mi tiempo, por gusto o por obligación, pero al final no pude resistirme, ¡la familia!, ¡los amigos!, ¡el fontanero!...).

Cada vez que los hombres hemos puesto a funcionar un nuevo medio de comunicación, escritura cuneiforme, jeroglíficos, alfabeto, dígitos, grafismos musicales…, ya fuese en arcilla, cera, pergamino, papel o electrónica..., se han transformado las relaciones humanas y con ellas se ha visto modificado nuestro carácteer moral: Primero, los símbolos o cosas con las que se piensa; segundo, más imperceptiblemente y a largo plazo, los modos de pensar y, por último, los mismos objetos sobre los que se piensa: la estructura de los intereses. Recién sucedió con la prensa de Gütemberg; ella sola amplió el radio de la cultura intelectual e imaginaria y creó en pocos años una comunidad científica internacional, mejorando el rigor de la comunicación y ampliándola a un público lector creciente, alfabetizado.

El regalo mítico de Cadmo a los griegos, o sea la escritura fenicia origen de la nuestra, griega, latina o cirílica, disoció el pensamiento de las imágenes. Se ha señalado cómo la imprenta reforzó la oposición pitagórica entre mente y cuerpo, separó el mensaje del mensajero y creó un mundo de pensamiento abstracto. Neil Postman, eminente discípulo de MacLuhan (Escuela de Toronto), explicó que la identificación de la adultez con la capacidad social de leer y escribir hizo imprescindible el desarrollo del pudor como un mecanismo mediante el cual se controla el cuerpo mientras la mente trabaja.



El libro de bolsillo puso en comunicación a seres humanos distantes, pero también enriqueció el ámbito de su privacidad como diálogo interior, adensó así la soledad, favoreciendo el desarrollo independiente de personalidades diferenciadas. Gracias a la escritura y la lectura nos comunicamos con los muertos de todas las edades y países porque sus espíritus las habitan, eso con tal de que sepamos interpretar lo que dejaron escrito, es decir, con tal de que seamos capaces de concentrar la atención durante un tiempo en lectura comprensiva.

El pensamiento se ha ido alejando progresivamente de la acción y del gesto físico. La comunicación depende cada vez menos de la presencia sensible de los objetos y comunicantes. Los ordenadores están imponiendo al lenguaje una tercera, una cuarta, una quinta articulación de metadatos. Las inteligencias artificiales (IAs) hablan entre sí un lenguaje, el de programación, que el usuario medio desconoce. Los iconos que adornan esta entrada han sido creados por GPT-4 ("Gepeto" para los amigos), la Inteligencia Artificial (IA) que usa el complemento Copilot del navegador Bing de Microsoft

La telemática (telecomunicación + informática) aleja cada vez más el lenguaje de los objetos y sujetos tangibles mediante sucesivas encodificaciones. El mensaje se ha hecho luz y viaja a su velocidad a través de ondas electrónicas. Puede que la Internet -como insinuó hace años Negroponte, uno de sus arquitectos más afamados- acabe siendo un medio más de comunicación en competencia con otros, que habrán de reajustar sus funciones, el caso es que funciona como inmensa enciclopedia políglota y como etéreo y global mercado de bienes y servicios. ¿Acabaría siendo visitada sólo por personas con propósitos especializados, como las bibliotecas y hemerotecas actuales o las librerías de viejo?... Ya sabemos que no, que la conexión a la Red ha llegado a ser casi un derecho fundamental, una conditio sine qua non de la sociabilidad, intercambio, enlaces, producción y consumo postmodernos.

Hace tiempo que las previsiones de crecimiento se dispararon. Algunos alumnos se reían de mí cuando hace veinte años pronosticaba que hasta los ascensores contarían con conexión a la Red. Hoy pueden estar conectados hasta los frigoríficos. Profeta fue también el recién fallecido Eduardo Punset cuando llamó Redes a su divulgativo y estupendo programa de La 2. Todos o la inmensa mayoría somos ya internautas. Hemos sido enredados. Las posibilidades del medio son extraordinarias e imponen una nueva interpretación y ordenación del tiempo y del espacio, cuando no la disolución de este último, por ejemplo, la desaparición del Atlántico para el reagrupamiento de la comunidad de comunicación hispana que habla el mismo lenguaje: el español, “español”, sí, pues es bastante insólito llamar “castellano” a lo que hablan y entienden un venezolano, un ecuatoriano, un lepero o un cubano de Miami.

Internet es una nueva comunidad de comunicación interactiva en la que uno puede decidir más selectivamente que en los medios tradicionales el universo o la ciudad virtual en que se mueve sin moverse, en que ama sin tocar pelo. Las oportunidades que ofrece para el teletrabajo y por tanto para la desmasificación de las ciudades es muy interesante, incluso desde un punto de vista ecológico. Aunque la Red de redes, y sus cachivaches, tambíen generan desechos, residuos y basura.

Procedente o asociada, como casi todas las grandes innovaciones, a la industria de la guerra (o de su disuasión, del llamado eufemísticamente "ministerio de defensa” usamericano), nació en lo civil con el encanto de una sociedad en ciernes bastante ácrata, gobernada por expertos, habitada por friquis intelectuales y universitarios, administrada en parte por máquinas. Una agrupación de “iniciados” que generaba por sí misma ciertas formas de solidaridad..., de complicidad. Pero ya puede también aplicársele la metáfora del Gran Hermano, ese Superpoder inquietante que sabe de tus gustos y hasta los controla insidiosamente, gobierna y satisface.



No todo está en la Red, esa global plaza pública, que también cuenta con secretísimas galerías subterráneas, mazmorras y laberintos por los que bullen criaturas terroríficas, estafadores, pedófilos y asesinos en serie. No todo está en Internet, pero sí mucho, muchísimo, virtual y desvirtuado, real y engañoso, seductor y terrorífico. Lodazales de imágenes perversas, pantanos tóxicos, aldeas de sectarios y perturbados, pero también generosas obras humanísticas y sin publicidad como la Wikipedia, cursos de agua limpia en los que poder, como Narciso, mirarse y hasta admirarse, aprender, investigar y enseñar. Por ejemplo, esa celda (infra) para los comentarios en la que usted puede publicar gratis sus objeciones a este artículo, o la felicitación por su contenido. ¡Tenga cuidado!, porque lo que escriba en el monitor no desaparece de la luz y, como la de las estrellas, podrá viajar impune o vigilada, a mucha distancia...




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