domingo, 5 de junio de 2011

El espíritu de la indignación

Stéphane Hessel afirma que el imperativo que ofrece a las jóvenes generaciones, desde la resistencia y la fe en la universalidad de los derechos humanos (en cuya redacción de 1948 participó), no nace de una emoción sino de una voluntad de compromiso. Surge del espíritu, no del cuerpo.
No es casual que cite al Sartre más libertario, al que denuncia la “mala fe” de aquellos que quieren eludir su responsabilidad ética, aquellos que se encomiendan a un poder o a un dios para escaquearse de su libertad.
La idea es humanista. Germina en Heráclito y en Sócrates, pero también  crece con Pico y con Erasmo, se desarrolla en la Ilustración y, entre nosotros, hace nido y escuela en el espíritu de Giner de los Ríos y la Institución Libre de Enseñanza. Nuestro carácter es nuestro destino, somos lo que hacemos, ninguna imposición de la naturaleza o de los poderes fácticos puede impedir que construyamos nuestro futuro, que mejoremos nuestro presente. Y si los poderes fácticos no nos gustan… resistamos. La peor actitud es la indiferencia, el pasotismo, el conformismo cómplice. Por eso “El Conformista” de Moravia merece su muerte trágica. Cuando Sartre –un ateo- se pregunta por qué el humano tiene más dignidad que una piedra o una mesa, responde: porque el humano es un proyecto, porque es responsable de su destino colectivo, porque nunca puede elegir a sabiendas el mal.

El movimiento del 15M, florecido a partir de la plataforma Democracia Real Ya, se mustiará, pero dejará bendito fruto. Esperanza y aúna, porque muestra que existe entre nosotros una juventud comprometida, activa políticamente, culta, y que no se conforma con las chucherías y el "soma" del consumo de masas teledirigido o clandestino.
Tengo mis dudas de que la fundamentación de la dignidad humana no exija un componente trascendente (dudas que comparto con L. Kolakowski, Si Dios no existe…, 1985). Tengo mis dudas de que para mantener el principio de esperanza sea suficiente una meta terrenal y temporal, pues siempre quedará abierta la llaga de las víctimas de la historia.

Aunque al final lleguemos a esa democracia ideal “hegeliana”, de la que habla Stéphane Hessel, y con ello se justifiquen parte de los horrores de la historia, si no postulamos una justicia trascendente, ¿qué hacemos con las víctimas inocentes?, ¿cómo nos redimiremos de tantos crímenes de lesa humanidad? Desde luego, Hessel matiza el optimismo hegeliano, "progresista", con la visión de Walter Benjamin de un progreso concebido como un huracán destructor, al que se opone el Nuevo Ángel (Angelus Novus) de Paul Klee, (cfr. la ilustración de esta entrada). Es hora de que el "progresismo" se concilie con el "conservacionismo".

Pero la indignación tiene que ver sobre todo con la resistencia a convertirse en mero cuerpo, en mera cosa, una cifra en una estadística financiera o mediática. Nuestra dignidad no consiste en lo que somos sino en lo que podemos llegar a ser, el ángel posible en que podríamos transformarnos, un ángel con nombre propio, en lugar de un cerdo consumista o un demonio consumido.
Sin embargo, la indignación que recomienda Hessel resiste a catástrofes muy concretas y, por supuesto, evitables: El recorte de las protecciones sociales, el poder omnímodo del dinero y la impunidad de las oligarquías financieras, la creciente distancia entre ricos y pobres, la libertad incontrolada del zorro en el gallinero, el desprecio de los Mass Media por la cultura y la verdad…
“Insurrección pacífica contra los medios de comunicación de masas que no proponen otro horizonte para nuestra juventud que el del consumo de masas, el desprecio hacia los más débiles y hacia la cultura, la amnesia generalizada y la competición a ultranza de todos contra todos” (S. Hessel, ¡Indignaos!, 2011).

En mitad de las crisis de la globalización, frente a la escapada hacia adelante del “siempre más”, ¡tanto en el dominio financiero como en el de las ciencias y las técnicas!, el espíritu sopla aquí a favor de la austeridad (incluso en el decir), a favor de la ética, la justicia y un equilibrio duradero que preserve la habitabilidad humana del planeta.

Sin duda hay bastante romanticismo, y un sano idealismo, en esta propuesta, pero también se apuesta por un método realista, que ha probado su inocuidad, en el sentido de que preserva los logros emancipadores que Hessel reconoce en la historia reciente, un método que prueba su eficacia a medio y largo plazo: la no violencia, la resistencia pacífica, la insurrección no resentida (“no acumular odio”), la propuesta práctica, la negociación concreta. Tras el "¡nos indignamos!", han de venir el "proponemos" y el "negociamos", o todo quedará en agua de borrajas, porque también las inercias de la realidad se resisten -y a veces con motivo- a ser cambiadas. Las actitudes de Martin Luther King, de Mandela o del Mahatma Gandhi, sirven muy bien como paradigmas a este respecto. Hessel descalifica por completo el terrorismo como fuerza revolucionaria, por su desesperación y por su ineficacia. ¡La verdadera fuerza es la esperanza! “La violencia da la espalda a la esperanza”. La única intransigencia debe ser respecto de los derechos, personales, sociales y medioambientales, respecto de su conculcación criminal.

Y la esperanza es un don del espíritu, no un mero efecto hormonal.

2 comentarios:

  1. José Javier Villalba.

    Hessel no descalifica por completo el terrorismo; lo entiende y justifica si lo ejercen los palestinos: "Hay que admitir que, cuando un pueblo está ocupado con medios militares infinitamente superiores, la reacción popular no puede ser únicamente no violenta (...) podemos explicar estos actos [de terror] por la exasperación de los gazatíes". O: "En la noción de exasperación, hay que comprender la violencia como una lamentable conclusión de situaciones inaceptables para aquellos que las sufren".

    Hessel coincide en la criminalización de Israel con la inmensa mayoría de los medios de comunicación de masas que, en este caso, sí desprecian con absoluta desvergüenza la verdad.
    Tampoco parece tener mucho aprecio a la verdad y a la justicia Hessel cada vez -y no pierde ocasión- que equipara al nazismo y al fascismo con las "falsas" democracias occidentales que están an manos de la "dictadura de los mercados"...sin decir ni pio de Cuba, Venezuela, Corea del Norte, ni de su admirada Gaza, donde impera la Sharia.

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  2. ¡Fino comentario crítico, José Javier! Es curioso que sea tan duro con los judíos un judío, ¿el espíritu profético, el de Jeremías?

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