martes, 7 de junio de 2011

Resiliencia



Si Séneca hubiera filosofado hoy, sería un apóstol de la resiliencia. El “palabro” viene de las voces latinas 're', hacia atrás, y 'salire', saltar, y es de esos términos-saltamontes que gustan de una dieta variada y transitan de una planta a otra, de una  disciplina (la biología) a otra (la psicología), como “memes” que amplían así su ámbito trófico para replicarse y sobrevivir.
 

“¿Qué es lo fundamental? Poder soportar la adversidad con alegre ánimo; aceptar todo lo que suceda como si quisieras que te acaeciese. Pues debieras haberlo querido si supieras que todo se hace por decreto de dios: llorar, quejarse o gimotear es una inconsecuencia inútil” (Séneca. Cuestiones naturales III, prefacio 10-17, trad. JB)


“Poca cosa es la vida del hombre, pero es mucho saber despreciarla. El que desprecia la vida verá sin temor los mares enfurecidos cuando les combaten todos los vientos, cuando un flujo extraordinario, producido por alguna perturbación del mundo, hiciese de toda la tierra un océano. Verá tranquilo el horrible espectáculo de un cielo lanzando rayos, y cuya bóveda cuarteada destruyese bajo sus fuegos toda la raza humana. Tranquilo verá hendirse el suelo, rota la trabazón de la tierra. Y aunque se descubriese ante sus ojos el imperio mismo de los infiernos, en el borde del mismo permanecerá tranquilo y erguido; tal vez, puesto que al fin ha de caer, se precipitará. ¿Qué me importa la grandeza de aquello que me mata? La muerte misma no es grande” (Cuestiones naturales, libro 6º).


Trágica y serena dignidad, la del cordobés. Muestra la vía del sabio hacia la quietud, su imperturbabilidad de ánimo ante la adversidad (lo que los estoicos llamaron "apatía"). El estoicismo es una filosofía que enseña a obrar con resiliencia, instruye en la capacidad para sobreponernos a las tortas que nos da y nos pegará la vida. A fin de cuentos (sic), la vida humana misma es una historia que acaba siempre mal. Y si consigues conservarla y alargarla, antes de agotarla tendrás que soportar los numerosos fastidios de la vejez, entre los cuales no es el menor la creciente soledad.
 
Los psicólogos se preguntan si la resiliencia es una cualidad innata, o si conviene aprender la resiliencia. Hace unos lustros, unos listos creyeron  haber dado con el gen de la resiliencia: el gen 5-HTT. Unos despabilados "empiristas" se empeñaron en que las personas que tenían la versión más larga de dicho gen parecían resistir mejor la depresión. En 2006, el gen 5-HTT saltó a la fama con un artículo en The New York Times Magazine; pero el optimismo inicial no tardó en convertirse en humo, como siempre que se trata de vincular un comportamiento complejo y voluntario (o sea, un acto del espíritu) a un solo factor biológico.



Si no es una cualidad innata, la de sobreponerse a las desgracias con que nos castiga la fatalidad, ¿podemos entrenarnos, para “rebotar” después de una catástrofe, colectiva o personal, hacia un “estado operativo”? ¿Cómo podemos prepararnos para sobrevivir cuando se desmorona nuestro mundo?

Si no hubiera posibilidades de entrenar la resiliencia, sería bastante absurdo que los EEUU destinen millones de dólares a la mejora de la resiliencia de sus soldados (800.000 han seguido cursos para mejorar su resiliencia). Hace dos décadas Martin E. P. Seligman creó el Programa de Resiliencia de Pennsylvania, y demostró su eficacia con niños en edad escolar. Seligman llegó a la "psicología positiva" tras descubrir que, tras administrarles electrochoques a unos perros, entraban en un estado de sumisión lamentable, que él denominó "indefensión aprendida". Esto le sirvió para explorar intervenciones clínicas que buscan lo contrario: alentar el optimismo, el bienestar y, sobre todo, la resiliencia.

¿Cómo superar la frustración? ¿Cómo desterrar la depresión? El programa de Seligman incluye técnicas como la reestructuración cognitiva, para que los pacientes revisen sus pensamientos bajo una luz positiva. ¡No hay mal que por bien no venga!
 

“Atiende ante todo a separar las cosas del tumulto que ellas mismas forman, y a considerarlas en sí mismas; verás entonces que no tienen de terribles más que el miedo que inspiran” (Epístolas a Lucilio, XXIV).
  Sobrellevar las peores tensiones nerviosas, restaurar nuestro equilibrio emocional, superar el TEPT (transtorno de estrés postraumático) puede exigir el enaltecimiento del ego:


“Aunque el sabio quiera por extremo a sus amigos, aunque al compararlos a él los prefiera frecuentemente, su satisfacción la hará consistir en sí mismo (…). Llevo conmigo todos mis bienes, es decir, la justicia, la virtud, la prudencia, la templanza y la hermosa resolución de no estimar como bien aquello que puede ser arrebatado” (Seneca. Cartas a Lucilio, IX).
El sufrimiento es parte de la condición humana, incluso -contra la ética indolora de los Media- hay sufrimientos que merecen la pena, dramas que nos mejoran, pruebas que nos fortalecen, crisis que nos purifican. Por supuesto, las grandes internacionales farmacéuticas estarán atentas y se esforzarán por ofrecer atajos bioquímicos para mejorar la resiliencia, pero consuela saber que aún pasará mucho tiempo hasta que den con pastillas que aumenten de verdad nuestra fortaleza emocional o mejoren nuestro equilibrio mental, y mucho más difícil será que dichos fármacos sean tan baratos y provechosos,-o al menos tan inocuos y entretenidos- como la lectura de los clásicos, cuya adicción jamás conlleva lamentables efectos secundarios.


Bibliografía
Gary Stix. "Claves de la resiliencia". Investigación y ciencia, mayo 2011, pgs. 15ss.
María Zambrano. El pensamiento vivo de Séneca. Losada, Buenos Aires 1965.

1 comentario:

  1. Vaya ritmo `productivo que llevas compañero filósofo, ahora planteas otro tema, la resiliencia.
    No sé si voy a poder seguirte a esta velocidad productiva, me haces ir con la lengua fuera, y recién he llegado a la psicología.
    Yo aprendí esto de la resiliencia con un médico Boris Cyrulinik, Autobiographie d'un epouvantail...con el subtítulo "pour ne plus avoir peur d'aimer" Pero hace mucho y debería de volver a leer para recordar.
    Además debo terminar con Sloterdijk...
    Resistir la presión... es cierto, lo más valioso que tenemos cada uno es lo que nadie te puede quitar...

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