domingo, 12 de junio de 2011

Las tres psicologías

Autora Ana Azanza


Continuo con el Tractatus psychologico-philosophicus de Sloterdijk que dejé a medias.

Peter Sloterdijk
El hombre es un animal abierto. Posee todos los rasgos de un ser vivo sin terminar al que la idiosincrasia y la educación dan solo un bosquejo a grandes rasgos de la forma en que debe desarrollarse. Él debe ir hacia una culminación desconocida e incierta. Quien desee trazar una psicología para este ser ha de saber que no podrá hacerlo sin continuar la tarea de la evolución humana, aquí enlazo con el anterior artículo de Biedma sobre la evolución. Porque es imposible hablar de la psique del hombre sin hablar de su desarrollo, independientemente de si éste toma la forma del crecimiento o la del perfeccionamiento.

Distingue el filósofo alemán tres psicologías. 
La primera es la del animal, el ser-alma puro, es decir, un alma que no está marcada por la división y su única relación con el mundo es la adaptación y la armonía vigilante con el alma. El niño humano tiene un atisbo de esta psicología. Por lo demás, el reino animal está presente en nosotros sólo en modo de privación, como una  pérdida, como un absoluto y doloroso Nunca Más.

Estamos condenados a estar más cerca de Dios que de la divinidad. Los antepasados del hombre daban prueba de sagacidad al adorar a ciertos animales como dioses, para no perder la proximidad con el animal. Pero el comportamiento del hombre con el animal no permite formar una opinión muy halagüeña acerca de los hombres. Los hombres se conducen con el animal como el sobrino de Rameau lo hacía con el mundo civilizado. Del mismo modo que Rameau pisotea a los grandes con los que está irremisiblemente emparentado sin poder ser igual a ellos, así los hombres en general maltratan al animal divino que está inseparablemente unido a su destino pero cuya perfección original se ha hecho inalcanzable para ellos.

La segunda que tratamos como si fuera la única y verdadera trata del dilema del alma humana. Pero psicología humana en statu quo no puede haberla, psicología propiamente dicha sólo puede haberla del animal o de un dios. Para el hombre la psicología llega a destiempo, tarde porque no posee la simplicidad del animal, o pronto porque el hombre no es completo.
Por ello no puede habar psicología del individuo sino a lo sumo psicopatología, psicomecánica, psicodinámica, psicofísica. Por ello la segunda psicología sólo podrá ser una ciencia de las disculpas objetivas: por qué el hombre no es como podría ser. 

Así que la psicología humana forzosamente tiene una relación con su objeto sesgada, contrita o acusadora. La  segunda psicología se mantiene en una zona de penumbra moral. Siempre corre el peligro de convertirse en un factor en el engranaje de la mecánica psicopática. Si sucumbe a este peligro -imposible no sucumbir, dice Sloterdijk-, no adelanta ni un paso en los problemas que tiene planteados. Si no sirve para el perfeccionamiento del hombre la psicología no será más que una continuación de la psicopatía humana por otros medios.

Espero que no haya psicólogos leyendo estos propósitos, recuerdo que el libro de donde se han sacado estas ideas es una novela, no  un tratado. De hecho puede que lo que Sloterdijk está exponiendo aquí sea sólo el pensamiento del protagonista de la novela, el joven médico Van Leyden interesado por novedosos métodos de curación psicológica.

Sólo la tercera psicología (en el caso de que un día existiera) sería la verdadera ciencia del ser humano (en el caso de que un día existiera). Sería la psicología de la vida completa, una contemplación de la psique que ha superado la división provocada por la civilización. La tercera psicología encierra la utopía de la libertad real. Que no se alcanzará hasta que cada uno haya comprendido que se debe a sí mismo una libertad real. En esa etapa se habrá disipado la ilusión del Yo central que se ha introducido como un nudo en la relación de la vida consciente consigo misma.
El alma ya no sería la relación privada individual con un exterior sino el Acto de Ser que brotaría a través de mi cuerpo vacío. El pleno existir en sí misma del alma, exento de autorreflexión, el puro derramarse de una fuerza vigilante. Sólo entonces el alma se reconciliaría con su naturaleza meteórica, doliente e incandescente. Pero a esta reconciliación debe anteponerse el sometimiento del Yo doliente y pasivo a todo el peso de la propia vitalidad.

Sólo con la supresión del "yo pienso que soy así" con todos los imperativos de superación y oposición que conlleva, podría ese ser dividido convertirse en un ser completo de orden superior. Cuando se diluye en el Yo su vida rebasa los límites de la superación y la oposición para convertirse en una armonía infinita. 

El hombre sería impulsado a una existencia más alta y más consciente. Y desde esta tercera psicología "divina" se ve mejor el problema fundamental de la segunda psicología. El Yo está siempre en guerra consigo mismo. O bien es un rebelde condenado a la eterna revolución, o bien un tirano condenado a maltratarse a sí mismo. En cada caso, el sujeto es el reverso activo de su predisposición pasiva; un sojuzgador sojuzgado, un aislador aislado, un golpeador golpeado, un enloquecedor loco, un explotador explotado. Por consiguiente el sujeto, por su esencia más íntima, siempre será un eslabón de la cadena de las agresiones y las defensas. Donde quiera que se manifieste tiene que hacerlo para proseguir irremediablemente con la proliferación del dolor.

Por lo tanto la psicología es esencialmente psicología social, es decir, psicología del engaño y del abuso mutuos. Y he de reconocer que mi primer contacto real con la psicología social fue por mi interés en indagar el porqué de ciertos abusos de tipo laboral y vital que yo misma sufrí. Así que en este punto me parece que entiendo bastante bien lo que quiere decir Sloterdijk. La tercera psicología empieza allí donde termina el salón de los espejos de la psicología social, con su mecánica y su pedagogía. En la segunda psicología, con los espejos por medio, cada cual es otro y nadie es uno mismo. 

Pero en la tercera psicología no hay reflejos ni reacciones, sino pura espontaneidad. No hay pasiones, sino entusiasmo. No hay locura, sino comicidad. No hay problemas ni soluciones, sino el matrimonio de la transparencia con el secreto. Cuando los hombres empiezan a ser hombres totales renuncian a determinarse mediante sus relaciones. No más relaciones ni más disculpas. Sólo saludos lejanos en las encrucijadas del infinito, saludos de meteoro a meteoro. Un intercambio de destellos de incandescencia a incandescencia y un cauto caminar con los pasos inaudibles del amor.

Saludos de incandescencia a incandescencia.
Choque de galaxias

No hay comentarios:

Publicar un comentario