Entonces empezó la pesadilla. Angèle despertó del coma, pero nadie lo supo, no podía mover ningún miembro físico, aunque sí podía jugar con sus representaciones mentales. Como ella misma cuenta: estaba viva atrapada dentro del ataúd de su propio cuerpo.
Los médicos la consideraron clínicamente muerta y la sometieron a torturas de todo tipo, mientras ella estaba consciente (esa consciencia, ¿no era ella?), con más de una decena de cables y sondas por todo el cuerpo, sintiéndolo todo, un dolor que describe como insoportable, irreal e indescriptible. Le llegaron a pellizcar los pezones para probar que no vivía, que no sentía, cuando sólo era incapaz de reaccionar... Y los médicos propusieron a los familiares la desconexión de las máquinas que alimentaban su cuerpo, aparentemente inerte...
Pero entonces, 25 de julio de 2009, Catty, su hija, tras suplicarle incesantemente que despertase, que volviese, que no se fuera, que sus nietas la necesitaban..., vio que su madre soltaba una lágrima y movía el dedo meñique izquierdo...
Angèle estaba paralizada por una extraña enfermedad: el síndrome de Bickerstaff, pero estaba viva. Poco a poco se fue recuperando y, al fin, en 2010, decidió contar su experiencia: Me salvó una lágrima, libro que se ha convertido en un "best seller" internacional.
Gilles Deleuze |
Casualmente, al enterarme de esta noticia, estaba estudiando unas lecciones de Gilles Deleuze sobre Kant (Marzo-Abril 1978). En la tercera, el filósofo francés parte de la interpretación del Cogito cartesiano...
"He aquí que lo que soy está determinado por la determinación "yo pienso"; está determinado como la existencia de una sustancia pensante. A Descartes se le dice que todo eso es muy bonito, pero que no nos prueba que no es el cuerpo quien piensa en nosotros. Un materialista de la época le dice eso. Y Descartes responde, desde que se le hace la objeción, él es muy insolente, dice, usted no ha comprendido nada, yo nunca he pretendido que no es el cuerpo quien piensa en nosotros. Dice exactamente esto: 'lo que pretendo es que el conocimiento que tengo de mi pensamiento no puede depender de cosas que aún no son conocidas'. En otros términos, no se trata de saber si es o no el cuerpo quien piensa en nosotros, se trata de constatar que, en la perspectiva del recorrido cartesiano, la conciencia que tengo de mi pensamiento no puede depender de cosas que aún no son conocidas, a saber, el cuerpo, puesto que la duda lo arrastra también bajo ella".Me ha acordado de Angèle, la conciencia que tenía de su propia impotencia, de su sufrimiento, de lo que oía y sentía, su sensibilidad íntima, el yo que pensaba en lo que le estaban haciendo, que sufría por su impotencia, no tenía nada que ver con la insuficiencia de mielina en las células del sistema nervioso central que al parecer produce este tipo extraño de parálisis física, ni con la enfermedad cuya base nerviosa desconocía del todo. Pero ella sabía lo que le estaba sucediendo, incluso lo que estaban haciendo con un cuerpo que ya no parecía ser suyo. Sencillamente, tenía un cuerpo que no acataba las órdenes de su yo ejecutivo, una receptividad sensible que carecía de espontaneidad reactiva, y por encima de todo eso, una voluntad de vivir que peleaba por recuperar el movimiento físico y su control.
Llamadle voluntad racional, conatus o espíritu. Lo cierto es que sopla donde quiere. Puede que en una lágrima...
Muy acertado el nombre de lágrima órfica para el texto. Los griegos jugaban con los significados de soma y sema, cuerpo y sepultura, y la imagen le va muy bien a la desdichada protagonista encerrada en su tumba corporal.Hay mucho más de lo que podemos ver, experimentar y demostrar con mediciones científicas. Enhorabuena por el post.
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