Los homínidos volvían una y
otra vez a los árboles
Ana Azanza por la traducción
Según las
últimas investigaciones el paso de arborícola a “animal criado en suelo” no
debería entenderse de manera tan líneal como lo solemos hacer.
Estamos hablando de un estudio detenido sobre el aparato
locomotor de uno de nuestros antepasados, el parántropo.
Foto de parántropo, Wikipedia |
Se suele explicar del siguiente modo, el mono bajó del árbol
se puso de pie para poder ver mejor y poder andar y voilà!, fue un hombre. Pero
las cosas no parecen haber sido tan fáciles como en esta clásica explicación de
los orígenes de nuestra especie. Más
bien los principios de la humanidad hicieron un recorrido complicado, con
vueltas y revueltas a los antiguos modos.
El arbusto humano comienza con
otro árbol, es decir, el árbol genealógico humano. Si bien alguna vez se pensó
que una línea directa conduce desde los primeros primates hasta el Homo
sapiens, recientemente se han ido concretando avances y retrocesos. Y es que
las especies que ya se habían separado se mezclaron repetidamente entre sí. Ocurrió
cuando ya el género Homo se había separado de su pariente más cercano el
chimpancé hace 4-8 millones de años. Volvió a ocurrir cuando sapiens se apareó
con neandertales o Denisovas men.
De ahí que dadas tantas conexiones y cruces los investigadores prefieran usar la expresión de “arbusto” en vez de simple “tronco” del que procedemos. Lo que hay antes de sapiens es un “arbusto troncal”.
Los antepasados del Homo pasaron de andar de rama en rama al suelo y vuelta
a las ramas. La caminata sobre dos extremidades no parece estar tan relacionada
con el surgimiento de nuestro género como se pensaba hasta hoy. Cuando la
diversidad de grandes simios e incluso de humanos era bastante mayor que la
actual, existieron una serie de especies que no tenían ningún interés en
encajar en la simple imagen de una línea recta que condujera a Homo, habitante
a tiempo completo del suelo de caminar bípedo. Las evidencias para esta
afirmación las trae el Rudapithecus que vivió en la actual Hungría hace 10
millones de años. Este personaje vivía preferentemente en los árboles, a pesar
de que caminar erguido le resultara más fácil.
Un equipo de investigadores acaba de publicar en "Proceedings of the
National Academy of Sciences" (PNAS) que ciertos pre humanos posteriores a
Rudapithecus también caminaban sobre dos extremidades pero prefirieron volver
a su vida arborícola.
El equipo dirigido por Matthew Skinner de la Universidad de Kent examinó en dos esqueletos procedentes de Sudáfrica la estructura interna de los extremos superiores de los huesos del muslo, que forman parte de la articulación de la cadera. Uno de los hallazgos tiene más de dos millones de años (de 2 a 2,8 millones de años), el otro probablemente tiene 1,5 millones de años, explicó Dieter Pahr, del Departamento de Anatomía y Biomecánica de la Universidad Privada de Ciencias de la Salud Karl Landsteiner en Krems.
El equipo dirigido por Matthew Skinner de la Universidad de Kent examinó en dos esqueletos procedentes de Sudáfrica la estructura interna de los extremos superiores de los huesos del muslo, que forman parte de la articulación de la cadera. Uno de los hallazgos tiene más de dos millones de años (de 2 a 2,8 millones de años), el otro probablemente tiene 1,5 millones de años, explicó Dieter Pahr, del Departamento de Anatomía y Biomecánica de la Universidad Privada de Ciencias de la Salud Karl Landsteiner en Krems.
Los restos de los dos homínidos
se encontraron hace más de 60 años en las cuevas de Sterkfontein en Sudáfrica,
pero en el "arbusto principal" de la humanidad pertenecen a
diferentes líneas de desarrollo. Finalmente, el género Homo surgió del gran
grupo de Australopitecus. Sin embargo, los dos individuos ahora examinados
deberían ser, al menos en un caso, miembros de una línea hermana.
El individuo STW522, que vivió
hace más de dos millones de años, pertenecía a la especie Australopithecus africanus. La asignación no está clara para el hallazgo más reciente llamado
STW311. O bien era un Paranthropus robustus, que se caracterizaba por molares
muy grandes, una mandíbula grande y pómulos fuertes, porque se alimentaba de
las partes fibrosas de plantas y raíces. Pero incluso podría ser un espécimen
de Homo habilis o de Homo erectus, según los investigadores.
La forma externa de la parte de
la articulación de la cadera del muslo muestra claramente que ambos individuos
podrían caminar sobre dos piernas. La forma en que realmente se movieron
durante sus respectivas vidas podría leerse mejor desde la estructura interna
de los huesos. Hay que fijarse en las trabéculas, pequeñas barras hechas de
tejido óseo, que se reconstruyen a lo largo de la vida dependiendo de la carga,
un buen indicador de la forma de desplazamiento más utilizada.
Los investigadores compararon
la disposición de las trabéculas en los dos fósiles con la de los chimpancés,
los bonobos y los gorilas, que corren y trepan a cuatro patas, y los
orangutanes, que pasan la mayor parte de su vida trepando, aferrándose y
colgándose de los árboles. Y por supuesto también con los homos. Irónicamente, sin
embargo, no con los más modernos: los investigadores prefirieron recurrir a
esqueletos que tenían varios cientos de años dado que nuestros congéneres de
hace siglos eran más activos físicamente que en la actualidad.
La comparación ha conducido a
resultados aparentemente paradójicos. Según
Pahr, STW522, el hallazgo más antiguo muestra una estructura interna ósea como
la de una persona moderna. Escalar como un mono no era el patrón habitual de
actividad en Australopithecus africanus. Los huesos de los primeros humanos
STW311, que probablemente vivieron medio millón de años después de STW522,
muestran una disposición de densidad interna que sugiere una combinación de
escalada y caminata, similar al mono de hoy.
¿Y cuál sería la conclusión? El hecho de que los antepasados humanos no descendieron de los árboles en algún momento y luego se quedaron definitivamente en el suelo. Más bien aunque capaces de ir por el suelo, volvían a los árboles una y otra vez, el bípedo surgió varias veces. La imagen de este paso crucial en la evolución humana se ha vuelto aún más compleja y lleva a que la pregunta no sea por qué el hombre empezó a andar sino por qué no se le olvidó , ya que otros antepasados sabían andar pero prefirieron seguir colgados de las ramas.
Eso explica la constancia del atavismo. Cuando huimos de un peligro "tomamos el olivo". Y no tienes más que ver los aparatos de los parques infantiles y el gusto con que nuestros cachorros trepan. A nosotros nos encantaba trepar a las moreras..., a estas alturas me temo que la cadera lisiada ya no me lo consiente.
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