domingo, 26 de abril de 2015

El Hombre Musical

Saludos de nuevo a todos. Hace ya muchos días que tenía la intención de retomar el blog tras un tiempo de trabajos y conciertos en distintos lugares que me ha impedido seguir con la actividad normal de publicaciones.

Hoy voy a aprovechar para publicar la entrada tanto en mi blog como en el blog "Espíritu y cuerpo", en el que escribí hace años un artículo titulado "Sobre los afectos y el arroz y atún", y que os invito a leer.

Voy a dedicársela a mi estimada y protectora tía madrina, Encarnación Lorenzo Hernández, quien me anima incansablemente desde la distancia a proseguir por el incierto camino de la música y me da ideas, nuevos puntos de vista y perspectivas de futuro en esta maravillosa dimensión del conocimiento.

Encar me sugirió la posibilidad de escribir alguna vez sobre lo que escucho cuando voy andando por la calle, los sonidos que me envuelven y lo que me sugieren, el intervalo de la sirena de una ambulancia y su significado o la respuesta que genera a quien la escucha. Y por qué le genera una respuesta determinada. Trataré además de darle un enfoque antropológico al tema. Vamos allá.

Según el diccionario de la RAE, la Antropología es el "estudio de la realidad humana" y la "ciencia que trata de los aspectos biológicos y sociales del hombre".

Establecida la definición, me gustaría hablar de mí mismo como hombre musical desde un punto de vista científico, definiendo mis aspectos biológicos y su inevitable influencia por la música, además de dar una visión social de mi propia realidad y el entorno que me envuelve.

Hasta llegar a la explicación de la sirena de la ambulancia creo necesario dotar de un contexto a esa experiencia. En este caso propongo hablar de una pequeña teoría de la evolución del pensamiento en cinco niveles, a modo de pirámide de Maslow, en los que yo mismo iré apareciendo de protagonista, de mero narrador del diario en el que estableceré concomitancias entre mis vivencias y los niveles de evolución propuestos.


PRIMER NIVEL

Lo definiría como aquel en el que se esconden todos nuestros instintos primarios, salvajes, un nivel animal que nos impulsa a sobrevivir, comer, buscar refugio, defendernos de los peligros que nos rodean, aumentar la prole y protegerla y en definitiva a perpetuar la especie. A no permitir que se apague la vida. Es ese "sistema operativo" de que estamos dotados todos los seres vivos, un manual de instrucciones interno que nos acompaña durante toda nuestra vida, y que de manera inconsciente siempre nos maneja, recordándonos la realidad biológica a la que pertenecemos.

Cuando tienes un hermano pequeño, inexplicablemente vas a por él cuando notas que se está metiendo en tu terreno, pero lo defiendes a ultranza cuando ves que alguien ajeno al entorno le molesta.


SEGUNDO NIVEL

Este nivel (así como los siguientes) es el que ya nos diferencia del resto de animales, y en el que la evolución a través de la bipedestación y el aumento de la capacidad craneal fue la causa del desarrollo de nuestras plenas facultades hasta el día de hoy, desde el manejo del fuego y el lenguaje hasta la creación de herramientas cada vez más complejas que nos dotaron de supremacía sobre las demás especies y modificaron nuestro modo de vida, desde las sociedades cavernícolas y nómadas hasta la actual sociedad moderna. La vida en este nivel ya puede considerarse cómoda y tranquila, con todas las necesidades básicas cubiertas. Y es en este estrato donde pasamos la mayor parte del tiempo, relacionándonos con los demás y compartiendo experiencias.


TERCER NIVEL

Pero qué sucede cuando un día se te ocurre reflexionar y pensar que lo que estás viviendo no es sino una minúscula parte de lo que realmente está sucediendo en el mundo. Cuando decides quitarte la venda e intentar ir más allá de lo rutinario, de lo cómodo y usual. Cuando sientes la necesidad de desarrollar las habilidades adquiridas en el nivel anterior o cultivar tus propias habilidades.
Porque no nos engañemos. Todos, sin excepción, tenemos algo que se nos da bien, que sabemos hacer mejor que los demás, que tenemos facilidad para desarrollar desde que somos pequeños.

Este es el nivel de todos aquellos que deciden seguir ampliando sus conocimientos para poder obtener respuestas a sus preguntas, y que los combinan con sus habilidades especiales.

En mi caso, esas habilidades se empezaron a manifestar desde niño. Recuerdo una anécdota que puede servir como ilustración a este nivel.

Cuando tenía seis años, un día en casa mi padre (que también es músico) estaba tocando en el piano distintas series de acordes improvisados. Para los músicos, una rueda de acordes. Y yo le escuchaba. Nunca había ido al conservatorio ni había recibido clases de música.

Mientras él tocaba, me senté a su derecha en la parte de los agudos del piano. Y de manera intuitiva, mientras él seguía tocando las series de acordes, yo tocaba por encima de los acordes una melodía coherente con la serie de acordes.

Quizás no tenga sentido lo que acabo de decir para los que no están muy puestos en la materia. Pero lo que yo hice en aquel momento siendo un niño de seis años requiere conocimientos de lenguaje musical, piano, armonía, contrapunto, improvisación, etc. Yo en aquel momento, simplemente, lo hice como un juego. Y mi padre me echó una mirada bastante exclusiva, de esas que sólo te echa en momentos muy concretos de tu existencia. Una mirada de asombro mezclada con admiración y hasta respeto me atrevería a decir.

Cosas así sirven para determinar cuál es tu habilidad innata. En mi caso, la música.

Evidentemente, con el paso del tiempo aprendes la teoría sobre todo lo que hacías intuitivamente, le pones nombre a lo que antes hacías sin darte cuenta y vas ganando experiencia y más herramientas para desarrollar aún más tu faceta.

Además de la improvisación, otra de mis habilidades es el dictado melódico. También desde pequeño he sido capaz de escuchar un sonido emitido por cualquier fuente y decir qué nota es sin necesidad de referencias previas, o de reproducir un acorde que alguien ha tocado antes. A eso se le llama "Oído absoluto". Para alguien a quien le guste mucho la música, lo primero que uno tiende a pensar es que es una habilidad muy útil. Y lo es en realidad. Te permite adivinar la tonalidad en la que está la canción que suena por la radio, fardar con los compañeros del conservatorio o escribir algo que has oído previamente y reproducirlo sin papel.

Pero cuando sales a la calle, si no aprendes a "desactivar" esa habilidad, pones en tu pentagrama mental todo lo que oyes, desde el ruido de los coches hasta la voz de la gente al hablar, el sonido de una moneda al caer al suelo, un golpe a un vaso, etc. El exceso de estímulos de todo tipo, en nuestro caso sonoros, puede llegar a ser muy agobiante.

De hecho, retomando el motivo generador de la sirena de la ambulancia, las sirenas nos producen tanta inquietud porque además de sonar muy fuerte y llamar la atención, en su mayoría se mueven por todo el espectro sonoro, saturándolo de una manera muy artificial que difícilmente se encuentra en la naturaleza. En otras ocasiones, las sirenas efectúan intervalos que nos causan inseguridad y se asocian con miedos arraigados en la cultura popular por la insistencia en su uso asociado a una situación desagradable o por una tensión no resuelta, como es el caso del tritono (conocido como "Diabolus in musica" en la Edad Media).

De todos esos miedos arraigados y asociaciones, muy empleadas por los compositores de música para la imagen, hablaré con más detalle en otra entrada, si bien es cierto que con el paso del tiempo el oído de la gente ha ido aceptando intervalos más arriesgados, más duros y antaño desagradables, haciendo así que también la Historia de la Música haya podido avanzar y ampliar sus posibilidades.

Pues bien, con toda esa realidad sobre mis hombros, llegó el famoso momento sobre los quince o dieciséis años en el que tienes que tomar la decisión de seguir estudiando al acabar el instituto. Y si es así, qué carrera sería la mejor.

Recuerdo perfectamente aquel momento, incluso con algo de temor. Es una decisión trascendental que marcará tu vida. Decidir entre dedicarte a algo que te dará una supuesta seguridad económica pero te acabará aburriendo, o hacer caso de tu corazón y de tu instinto. No traicionarte. Y entregarte a la música incondicionalmente.

Como no podía ser de otra manera, sólo la música me ayudó a tomar esa decisión.

Una tarde de 2003 cuando me debatía ansioso en mi habitación entre estudiar una u otra cosa, decidí escuchar un CD de música con una obra que por aquellos días empezaba a descubrir. Puse una pista al azar y no hice otra cosa que escuchar atentamente- Y sólo puedo decir que a medida que avanzaba el discurso musical se me hizo un nudo en la garganta, brotaron las lágrimas y sentí que alguien me decía que siguiera adelante. En ese preciso instante de revelación, decidí que mi futuro estaría ligado a mi vocación de músico para siempre.

Comuniqué la decisión a mis padres. Les dije que me iba a dedicar a la composición. Y diez años más tarde vi en mi padre la misma mirada que aquel día.


CUARTO NIVEL

Asumida la técnica y la tradición musical de siglos atrás llega el momento de entregarse a la creación. Es un nivel en el que difícilmente hay relación más allá que con el propio Arte y contigo mismo, para conseguir transmitir un mensaje a través de los mecanismos asumidos con anterioridad. Un lugar en el que el silencio se convierte en tu lienzo, y el tiempo en tu pincel. Y decides hablar, observar lo que te rodea, sentir lo que te dice y contarlo al mundo, tratando de conseguir que el oyente pueda recrear en su mente lo mismo, o al menos hacerlo partícipe del mensaje.

Es un nivel de extrema complejidad, difícil de explicar y de habitar. Un mundo árido y solitario, sin duda alguna, pero necesario para tratar de abrir los ojos a todo aquel que busque la ansiada respuesta a sus preguntas existenciales más recurrentes.


QUINTO NIVEL (EPÍLOGO)

Hace un año hablaba con mi prometida de una de mis teorías relacionadas con la música. Utópica, como todas las teorías hermosas. Pero no por ello de imposible realización.

Cuando comencé a estudiar composición con diecisiete años, con la ilusión desbordante por descubrir algo nuevo cada día, seguir aprendiendo nuevas técnicas y llegar a poder escribir algún día como los grandes, me preguntaba si alguna vez se podría hacer el camino creativo a la inversa.

Ya que el compositor tiene la capacidad de hablar de algo que ha observado, un paisaje, un sentimiento, o sobre una idea propia que le ha sonado en la cabeza cuando iba por la calle, ¿podría hacer que con lo que escribiese fuera capaz de cambiar el mundo, inspirar a la gente y mejorar la sociedad?

Sí que ha habido artistas que han inspirado a otras generaciones. Pero por desgracia no han conseguido cambiar el mundo. Probablemente no lo hayan conseguido porque el mundo se rige por el primer nivel, el más básico y el que nos mueve como animales.

Sólo el tiempo lo dirá. Lo que sí está claro es que hay que intentarlo. Hay que querer mejorar en el conocimiento y compartirlo con los demás, para que todos podamos avanzar.

Quizás sea la propia intención la que constituya el quinto nivel.

Os dejo con una música que ayuda a reflexionar sobre todas estas cuestiones.

Que la disfrutéis.

Y gracias por leer.






3 comentarios:

  1. Muchas felicidades por animarte a contarnos una historia tan íntima y personal. Pienso que tu don, el "oído absoluto", se parece mucho a la capacidad que tiene mi amigo José Manuel Cajal, pintor, para identificar y reproducir en su paleta todos los colores del mundo que nos rodea, y que plasma en sus fabulosos paisajes urbanos hiperrealistas -a pesar de su hándicap para distinguir algunos tonos de rojo y verde.
    Mientras leía tu historia me acordaba de ti pequeñito, tocando el piano como un vejestorio, y me llegaba también el recuerdo de otro genio del piano y obseso de Bach, Glenn Gould,a quien su madre inició en la música. Gould también escuchaba todos los sonidos que le rodeaban y "componía" con ellos, creando una suerte de cánones que compartía con su audiencia radiofónica. No puedes perderte la película "Thrity Two Shorts Films About Glenn Gould", de François Girard; hasta hace poco estaba completa en Youtube, pero es posible que la vuelvas a encontrar, aunque sea fragmentariamente.
    Podías haber resumido la historia de tu vocación en estas magras palabras: "padre y madre músicos". Pero la vocación es algo muy diferente y que no se encuentra en los genes. Pertenece al espíritu.
    De alguna forma, mientras te leía también recordaba la historia de "Juan Salvador Gaviota, de Richard Bach, y cómo una humilde y hambrienta gaviota se obsesionaba en ejecutar un perfecto vuelo picado, mientras el resto de la bandada buscaba su comida entre la basura. "Si tenemos alas, es para volar", decía el pájaro. La mayoría de la gente se acomoda en el nivel 2, como bien observas; pero ser uno mismo implica buscar nuevos límites:
    https://vimeo.com/21037653
    Y por último, querido Armando: sí, es cierto que las necesidades del nivel 1 son las que hacen girar al mundo, pero entre ellas está el que será tu verdadero legado, no otro que tu reproducción humana, tus hijos. Los artistas buscan dejar una impronta en el mundo, pero los hijos son lo que de verdad nos atan a la vida. Pronto lo descubrirás.
    Muchas felicidades otra vez, un beso,
    M

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  2. Bueno, mis oraciones han dado fruto. Ya te tengo escribiendo otra vez. Cosas muy diversas esas que sugieres en torno al hilo del descubrimiento de tu ser y destino musical.
    Aunque Armando todavia es muy joven, ya ha compuesto cosas realmente interesantes en muy diversos ambitos. Se ha convertido en un colaborador inestimable de los cortos de Maria Lorenzo. Ya se que la animacion es un genero menor que no resiste la comparacion con los largometrajes del Septimo Arte, pero a la larga van a acabar formando una pareja al estilo Fellini y Nino Rota.
    Muy interesante me parece la mencion al oido absoluto. Esta facultad es la que sin duda permitio a Beethoven seguir componiendo la musica mas grandiosa gracias a que podia escucharla afinada dentro de su cabeza.

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  3. Se equivocaba aquel filósofo que llamaba al oído el sentido del miedo, también lo es o lo puede ser de la alegría o del amor.
    En lo que se refiere al atractivo de las personas, creo que para mí la voz siempre ha sido más importante que su figura visual. Y desde chico he admirado las manos de nieve que despiertan las notas en el arpa becqueriana. Timbres y olores, ritmos, acordes, melodías, más decisivos que curvas. Me abrazo aún de tarde en tarde a las de mi acordeón.
    Hiciste muy bien, Armando, en escoger tu "elemento" para tu desarrollo profesional, esa "flor o reino de la maravilla" en la que nadas como pez en el agua, según la define una melómana vieja amiga mía. El tono autobiográfico, sincero y humilde, de tu entrada me ha enganchado a tu poética. Estoy deseando ya beber la esencia musical que destilan tus emociones para embriagarme con ella.

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