LA VIENA
DE FREUD: POLITICA Y PSICOLOGIA
Ana Azanza
Dice Bruno Bettelheim que el nacimiento del psicoanálisis en
Viena de mano de S. Freud no fue ninguna casualidad. Antes que él el barón von
Krafft.Ebing profesor de psiquiatría había escrito "Psychopathia Sexualis" en
1866 y había revolucionado las ideas sobre las perversiones sexuales.
Era un
tema ignorado por los científicos. Krafft-Rbing dio pasó a una época de
actitudes cambiantes hacia la sexualidad en Viena y en Austria.
Julius Wagner von Jauregg, que sucedió al anterior y que fue
jefe de Freud durante un tiempo en la universidad de Viena descubrió el
tratamiento de la parálisis general mediante la malarioterapia y la
piretoterapia. Se le otorgó el Nobel en 1927.
El vienés Sakel descubrió en 1933 el tratamiento por choque
insulínico de la esquizofrenia.
¿De dónde el aspecto singular de la cultura vienesa a
finales del XIX en el que unas pocas décadas hubo tantos descubrimientos en
torno a la psique humana?
Viena había sido la ciudad imperial, capital del imperio más
grande del mundo, superando al romano del que los Habsburgo se consideraban
herederos.
Carlos V de Habsburgo dijo aquello de que “en su imperio no
se ponía el sol”.
El imperio de los Habsburgo casi pereció durante las guerras
napoleónicas, pero tras ellas en 1815 Viena acogió el Congreso del mismo nombre
que determinó el futuro político de Europa. Los vieneses siguieron considerando
a su ciudad como la más preminente del continente.
Durante el siglo XIX y bajo el largo reinado de Francisco
José (1848-1916) la familia Habsburgo dominaba toda Europa Central, gran parte
de Italia y de Europa del Este. Era, este sí, un estado plurinacional,
integrado por diferentes grupos lingüísticos (alemanes, polacos, checos,
húngaros, eslovenos, eslovacos, croatas…etc) A partir de 1848 esos pueblos
empezaron a exigir la autodeterminación amenazando con el caos. El ejército
imperial contenía y mantenía el respeto debido al emperador.
La ciudad de Viena ejercía su influencia cultural sobre la
intelectualidad de todo el imperio y gran parte de Europa, era la ciudad más
grande de una vasta área geográfica. Todos los caminos de esa vasta área
conducían a Viena. Era la segunda ciudad europea después de París. A lo largo
del siglo su importancia cultural, renombre científico y económico no paró de
aumentar.
La mayoría de los contribuyentes a esa grandeza cultural
eran “provincianos” llegados a la gran capital imperial. A muchos los llevaron
sus padres para un futuro prometedor. Freud fue uno de éstos, también Herzl, el
fundador del sionismo. Los músicos G. Mahler y J. Brahms llegaron de adultos,
lo mismo que el pintor Oscar Kokoschka, el arquitecto Josef Hoffmann, el
educador Franz Cizek, descubridor e impulsor del arte infantil. Procedente de
los Balcanes llegó en nobel de literatura Elias Canetti. Cuenta en “La antorcha
al oído” cómo fue ese viaje.
El azar de la historia hizo que coincidieran el
florecimiento de la cultura vienesa con la desintegración del imperio.
Francisco José, emperador residente en Viena, mantenía unido el imperio. Las
cosas nunca habían ido mejor, pero al mismo tiempo nunca habían ido peor, en
opinión de Bettelheim, otro vienés psicoanalista, esa simultaneidad explica por
qué el psicoanálisis, basado en la comprensión de la ambivalencia, la histeria
y la neurosis se originó en Viena. El psicoanálisis no era más que uno de los
acontecimientos intelectuales en un tiempo que la conciencia del declive
político condujo a la élite al abandono del interés por la política para
centrar la atención en el mundo interior.
En 1859, cuado Freud tenía 3 años de edad, el imperio perdió sus
posesiones italianas, salvo el Véneto. En 1866 tras la derrota frente a Prusia
esta última se convirtió en la potencia dominante sobre el resto de los estados
alemanes. La hegemonía austríaca de 600 años se fue al traste. En 1870 se
produjo la unificación de Alemania y Berlín comenzó a desplazar a Viena como
centro del mundo germánico.
Una forma de sobreponerse a las derrotas fue el
escepticismo. “Aunque la situación es desesperada no es grave” se decían los
vieneses. La realidad externa fue desprestigiada y se volcó todo la energía
mental hacia lo íntimo. Al tiempo que Berlín se centraba en la construcción del
edificio imperial, Viena se centraba en la conquista del mundo interior del
hombre. Las nuevas desilusiones surgían pisando los talones a las viejas.
En 1873 se convocó una Exposición Universal en Viena y se
construyó la Ringstrasse,
edificios monumentales se suceden unos a otros, con la finalidad de deslumbrar
al mundo. Históricamente Viena ha sido una ciudad barroca, llena de grandiosas
iglesias y palacios que le confieren su carácter. La RIngstrasse resultaba
ambigua, era como si la ciudad no supiera qué rumbo tomar, hacia el pasado
glorioso o hacia un futuro nuevo y moderno.
A los pocos días de inaugurarse la Exposición Universal
se produjo una quiebra de la
Bolsa, 125 bancos quebraron y muchas otras empresas. El
“Viernes Negro” afectó incluso a Estados Unidos.
Si muchos dirigían su atención al mundo interior, la mayoría
de la población tuvo que escapar al desasosiego de una época en que se
desmoronaba un mundo estable de otra manera, divirtiéndose sin preocupaciones.
Tras el estreno de la opereta “El murciélago” Viena volvió a dominar el mundo,
el mundo de la opereta. Antaño la ciudad sobresalía en la alta cultura a partir
de ese momento Viena sobresaldría en la ópera ligera y el baile, en pocos años
el vals vienés había conquistado el planeta. En esa época proliferaron las
salas de baile en la ciudad.
En la política las catástrofes siguieron sacudiendo el
imperio hasta sus raíces. Las que tuvieron lugar en el centro del mundo íntimo
de la ciudad, en el seno de la familia imperial fueron igualmente desastrosas.
El matrimonio del emperador Francisco José con Isabel, una
joven y bella princesa bávara estuvo colmado de amor por parte de él toda su
vida. No obstante Isabel no tardó en distanciarse de su marido y de la corte,
hasta el extremo de que apenas pasaba tiempo con su marido ni en Viena.
Hoy se diría que Isabel era una histérica, narcisista y
anoréxica, Para conservar su belleza que le llevó a ser emperatriz se sometía a
dietas drásticas, no bebiendo más que 6 vasos de leche al día durante varios
días. En sus excursiones caminaba a paso ligero dejando a todos extenuados,
ella andaba siete, ocho e incluso diez horas.
La emperatriz viajaba con baúles que ocupaban varios vagones
para poder disponer de un gran surtido de los trajes más costosos. Se aficionó
a pasear sólo con un vestido, sin llevar ropa interior y sin medias. Sin embargo
llevaba como mínimo tres pares de guantes que protegieran sus hermosas manos.
Uno de los síntomas más claros de su neurosis fueron los
viajes por Europa sin ningún objeto. Maurices Barrès dijo de ella: “Sus viajes
en nada se parecían a la apacible y premeditada regularidad de las aves
migratorias, sino que se trataba de un precipitado ir y venir a la deriva de un
espíritu sin rumbo que batía las alas sin permitirse ni descanso ni propósito.”
En 1871 cuando su marido le escribió preguntándole que le
gustaría para su santo ella respondió: “me gustaría un manicomio completamente
equipado”.
La locura ejercía una fascinación sobre Isabel, no era rara
en su familia bávara, los Wittelsbach. Visitaba con asiduidad los manicomios en
Viena, Munich, Londres. Ensalzó la muerte y la locura en comentarios como “la
idea de la muerte purifica”, o “la locura es más cierta que la vida”. En 1898
Isabel fue asesinada en Ginebra por un anarquista.
En la corte imperial, centro de Viena, había pues un ejemplo
del impacto de la neurosis mucho antes de que Freud se dedicara a estudiar las
desconocidas fuerzas causantes de estos trastornos. En 1889 la continuidad del
imperio dependía de Rodolfo, heredero y único hijo. Rodolfo había llevado una
existencia solitaria, su madre se mostraba distante e inaccesible. El y su
padre no sentían simpatía y tampoco se llevaba excesivamente bien con su
esposa. Con 30 años había vivido muchas aventuras amorosas, sólo y deprimido,
sintiéndose totalmente inútil, Rodolfo planeó y ejecutó un pacto suicida con
una de sus amantes: la mató y luego se suicidó en su pabellón de caza de
Mayerling a 24 km
de la ciudad.
El conflicto edípico ya había formado parte de la familia
Habsburgo, con Felipe II y don Carlos, conflicto que dio lugar a una ópera.
Pero lo que hizo Rodolfo era excepcional, el heredero de un imperio comete
homicidio y se suicida, justo después de hacer el amor con una mujer de su
agrado. El clima psicológico de Viena durante la decadencia del imperio y las
enfermizas pasiones que impregnaron la ciudad, constituyen el marco apropiado
para tan drástico ejemplo de complejo de Edipo: neurosis, sexo, asesinato y
suicidio. Fue una demostración gráfica de las tendencias destructivas del
hombre que más tarde Freud analizaría. También reflejaba la relación íntima
entre pulsión sexual y pulsión de muerte.
El emperador intentó asumir estas tragedias agravando una
neurosis laboral, se sumergía en el papeleo durante 16 horas sin descanso como
si fuera un escribiente del imperio en lugar del gobernante supremo. Insistía
obsesivamente en la etiqueta de la corte y adoptó el famoso e infame (pues no
dejaba lugar a la espontaneidad) ceremonial de la corte española que no
permitía contacto personal.
Tras la muerte de su esposa, el emperador buscó consuelo en la
compañía de una joven actriz que había sido su lectora. Debido al suicidio del
heredero, el archiduque Francisco Fernando se convirtió en el heredero.
Emperador y heredero no se entendían. Cuando el archiduque fue asesinado en
Sarajevo se dice que fue un alivio para el emperador.
Durante la lenta decadencia del imperio, sexo y destrucción
coexistían en buena parte de la cultura vienesa. El ministro húngaro de Asuntos
Exteriores sugirió en 1912 “Hemos de suicidarnos antes de que los demás nos
maten”. Esta relación sexo y muerte generó uno de los temas fundamentales del
arte, la literatura y el psicoanálisis vieneses. Por ejemplo en el filósofo
Otto Weininger que en 1903 se suicidó en el lugar donde murió Beethoven. Su
obra “Sexo y carácter” una visión profundamente pesimista del sexo tuvo gran
repercusión.
Desde el principio Freud optó por lo que parecía presagiar
su reconocimieto de la pulsión de muerte. En 1881 se incendió un teatro de
Viena, causando gran número de víctimas. El emperador decretó que en el lugar
del teatro se construyera un nuevo edifico residencial y comercial con el
nombre de “Casa de la
Expiación, Sühnhaus).
Se lo encargó a un famoso arquitecto y debido a a la situación en la Ringstrasse el nuevo
edificio podría exigir altos alquileres. Parte del dinero iría para los niños
huérfanos por el incendio.
Al principio nadie quería ir a vivir a un sitio así, donde
muchos encontraron la muerte. Pero el matrimonio Freud adquirió un apartamento
en la Sühnhaus
aunque el alquiler superaba sus posibilidades. Allí comenzó el ejercicio de su
profesión. No le importó que sus pacientes, que padecían de los nervios,
dudaran en recibir tratamiento en un edificio lleno de connotaciones morbosas.
Freud las halló interesantes. Los Freud fueron tan tempranos ocupantes de la
casa que su primer hijo fue también el primer niño que nació en el edificio.
Con tal motivo Freud recibió una carta del emperador felicitándole como padre
del primer niño del edificio por traer al mundo una vida donde muchos habían
perdido la suya.
Es la única relación que conste de Freud con el emperador.
Pero Freud siempre tuvo presente lo que el emperador representaba. En muchas
ocasiones dijo que que era un símbolo del padre y del super yo, y que por tanto
jugaba un papel importante en el consciente e inconsciente de cada uno.
No obstante los acontecimientos revelaron que ni siquiera el
emperador era dueño en su propia casa. Este hecho pudo inspirar a Freud que el
yo no es el amo en su casa, lo que Freud denominó como un golpe a nuestro
narcisismo. Es probable que a Freud no se le escapara que la neurosis de
trabajo del emperador era una defensa contra los continuos golpes asestados a
su propia estima, rechazo de su esposa y de su hijo. Freud descubrió que la
neurosis era una defensa frente a los temores sexuales y los ataques al amor
propio.
En esta cultura vienesa Eros y Tánatos eran las fuerzas más
poderosas. La influencia recíproca de estas dos fuerzas es muy compleja y
origina intrincados problemas psicológicos. El problema central de la cultura
vienesa era desentrañarlos, hasta entonces eran cuestiones desconocidas,
oscuras y ocultas. El vienés A. Schnitzler, a quién Freud llamó su alter ego,
fue un médico que tras ejercer durante poco tiempo se dedicó a explorar la
psique humana como escritor.
En “Pequeño asunto amoroso” explora esa relación
inextricable entre sexo y muerte. Un joven de clase alta tiene una aventura con
una chica de clase baja que lo ama profundamente. Pero la relación apenas tiene
importancia para él que lo que quiere es seducir a la esposa de un prestigioso
ciudadano, aunque tampoco está enamorado de ella. El marido de la dama lo desafía
en duelo y lo mata. A la chica que tanto amaba no le permiten asistir al
funeral y desesperada se suicida. Parecidos dramas se desarrollan en otras
obras “El vasto país” y “la señorita Else”, pasión y muerte inextricablemente
unidos.
Schnitlzler confesó al filósofo Martin Buber, otro vienés,
que sus personajes eran típicos de la
Viena de la época, un sentimiento de final del mundo los
invadía, el fin de su mundo estaba al llegar y lo presentían, como en efecto así
ocurrió.
También Brahms en el “Requiem alemán” refleja el tema, “en
medio de la vida estamos rodeados de muerte”. Mahler escribió canciones sobre
la muerte de los niños y su 8ª sinfonía combina una misa medieval con la última
parte del “Fausto”, en el que a su muerte es salvado por una mujer, dando a
entender que en la muerte se halla la única realización posible.
Freud inición su investigación sobre las fuerzas ocultas que
subyacen a las acciones del hombre en su estuido de la histeria, en el que trabajaba
cuando ocurrió la tragedia de Mayerling. En este estudio descubrió lo poderosa
que es la fuerza de la pulsión sexual y qué extrañas formas de conducta puede
provocar su inhibición. En 1895 aparecieron sus “Estudios sobre la histeria” y
al año siguiente los ensayos sobre la etiología de la histeria. La honda
impresión que causaron estos escritos se muestra en Viena se muestra en los
comentarios de Hugo von Hoffmannsthal, quien mientras escribía el libreto de la
ópera “Electra” los consultaba repetidamente. Electra se presenta como una histérica.
El psicoanálisis se funda en 1900 con “La interpretación de
los sueños”. Esta obra de Freud trata sobre la introspección, el mundo externo
palidece frente a la fascinación que ejerce el mundo interno. Dado que el curso
del mundo no se puede cambiar y es desesperante intentarlo, hay un esfuerzo por
enmascarar tal deficiencia con un interés inusitado en el mundo oculto.
Freud pone una cita de Virgilio al principio del libro:”Flectere
si noqueo superos, Acheronta movebo”, “Si no puedo llegar al cielo, moveré el
infierno.” Una sugerencia de que dirigirse a los aspectos ocultos del ser se
debe a la desesperación provocada por la incapacidad para detener la destrucción
del mundo externo.
La misma preocupación por sexo y muerte se encuentra en
otros artistas vieneses como los pintores Klimt y Egon Schiele. Al alcanzar .la
madurez Klimt empezó a pintar mujeres histéricas desnudas. Por ejemplo algunos
de los estudios para los cuadros de gran formato que decorarían la universidad
de Viena mosraban mujeres desnudas en la postura histérica de “arc de cercle”,
motivos que repite en otros cuadros. En 1902 ya un crítico lo define como
pintor del subconsciente. En sus pinturas domina el tema erótico. Por ejemplo
en Danaë, Serpientes de agua, Plenitud y en ciertas partes del friso de
Beethoven, como Poderes hostiles, Leda y El beso.
Klimt, serpientes de agua |
Un discípulo de Klimt fue Egon Schiele que dibujó los
aspectos más neuróticos del hombre. Uno de los preceptos de Freud es que el análisis
de uno mismo debe preceder al análisis de los demás. En sus autorretratos Schiele
analiza su propia personalidad con la penetración y crueldad con la que Freud
se autoanalizó. Los cuadros “Los propios oráculos” muestran la habilidad de
Schiele para ofrecernos imágenes del inconsciente. “El inspector Benesch y su
hijo” transmite el complejo de Edipo con elocuencia.
Autorretrato, Schiele |
Lo mismo se podría decir de los autorretratos de Oskar
Kokoschka y Arnold Schönberg. “La mirada roja” y “La visión” del segundo nos
permiten observar la representación de la vida interior de una persona. Los
mensajes de estas pinturas deben buscarse en sí mismas más que en lo que
podamos decir sobre ellas.
Oscar Kokoschka, autorretrato |
Como epílogo al deseo de Isabel de “tener un manicomio
totalmente equipado” ocurrió algo tras su muerte. Se construyó una institución
para albergar a los locos y se convocó a los talentos artísticos para crear un
moderno y bello edificio. Otto Wagner diseño la iglesia del hospital, San
Leopoldo de Steinholf, dedicado a las necesidades espirituales de los pacientes
más gravemente trastornados. Wagner concibió esta iglesia como una obra de arte
total e invitó a muchos artistas a participar, Kolo Moser, Luksch, Schimkovitz.
Una de las características es su cúpula dorada recubierta de bronce que
resplandece bajo el sol. Esta iglesia domina los distritos circundantes y se
convirtió en un lugar memorable de Viena.
Mirada roja, de Schönberg |
Durante los últimos años de los Habsburgo su capital rindió
homenaje a la importancia de la locura con este monumento, sus escritores y
pintores exploraron el origen de la locura y sus eruditos dedicaron sus obras
al “vasto país”, a la comprensión de lo más oculto y recóndito de la mente
humana.
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