lunes, 28 de octubre de 2013

Todos perdemos o perderemos aceite

¿Qué es una mujer? ¿Qué es un hombre? ¿Varón o hembra? Distinciones “naturales”..., pero, ¿vivimos los humanos en un mundo natural? ¿No será “lo natural” aquello que precisamente abandonamos expulsados por nuestra soberbia curiosidad o por nuestro infinito deseo de supervivencia y dominio?

Se nos obligó tal vez a que pusiéramos nombre a las cosas para mejor controlar su futuro. Nos lo hemos tomado muy en serio. “Mujer”, “homosexual”, “heterosexual”, “bisexual”, “lesbiana”, “gay”, “transexual”, “travesti”, “drag queen”,  “macho”, “hembra”… A pesar de la inflación de términos para referirse a la orientación sexual, seguimos pensando en dos colores. Puede que en tres o en cinco, pero ¿no tendrá el arco iris infinitos colores, incluidos aquellos que no pueden todavía ser vistos, que todavía no han sido creados? Nuestra capacidad para el matiz es muy limitada.

Mark Nelissen, famoso etobiólogo belga, experto en psicología evolutiva, vaticina que en el futuro describiremos nuestras opciones sexuales menos categóricamente que en la actualidad. Limitaremos nuestro afán de etiquetar y dar nombres. Diremos algo así como “soy un 75 % heterosexual y un 25 % homosexual”. Aunque mucha gente sea marcadamente heterosexual, o se crea tal, su orientación no se manifiesta esencialmente en blanco y en negro. Pienso que depende más de las circunstancias históricas y socioculturales de lo que en general creemos.

Entre los estereotipos “puros” del heterosexual y del homosexual las personas vivimos en estados dinámicos e intermedios. Un famoso psicólogo lanzó una encuesta por Internet. Quien desee comprobar su grado de heterosexualidad u homosexualidad puede todavía hacerlo en:


Decenas de miles de personas han contestado a las preguntas de la encuesta, como “¿cuántas veces ha soñado que tiene contacto sexual con alguien de su mismo sexo?". A partir de los datos obtenidos se ha elaborado una escala de trece grados de orientación sexual, desde la más netamente heterosexual en un extremo, hasta la más homosexual en el otro. Podríamos esperar que la mayoría de los encuestados se apiñasen en torno al valor 0 ó 13. Pero no es el caso. La tasa máxima se sitúa en el valor 1 y a partir de ahí el número de heterosexuales desciende gradualmente. Comienza a aumentar a partir del valor 7 y alcanza su punto culminante entre el 11 y el 12. En medio estarían los bisexuales.

Conclusiones: La mayoría de la gente “pierde más o menos aceite”, o sea, que posee una orientación sexual mixta. Esto explica porqué alguien heterosexual puede adoptar eventualmente (en un campamento, en una cárcel) una conducta homosexual, y viceversa.

Otra conclusión interesante es que las mujeres se inclinan más hacia la derecha, es decir, suelen tener una identidad más homosexual. Aunque también se podría explicar este comportamiento desde la realidad vivida de una superior sensibilidad al sexapil personal, con independencia del sexo biológico o el género cultural.

La encuesta refuta, una vez más, el prejuicio medieval de que la homosexualidad sea una enfermedad. Si así fuera, todos portaríamos el gen como un virus morboso. Tal vez podríamos llevar la disolución de la antítesis homosexual/heterosexual más allá, aplicándola no sólo a la orientación sexual, sino a la diferencia de género, a la antinomia varón/mujer, e incluso a la distinción biológica macho/hembra. 
  
En nuestra especie y familia biológica, la disociación entre sexualidad y procreación no es algo nuevo, sino algo muy antiguo. Mark Nelissen (en De bril van Darwin, 2009) sostiene que la homosexualidad es una especie de enriquecimiento de la vida sexual del ser humano que tiene su explicación en el hecho de que en el antecesor común del bonobo y el hombre la sexualidad ya se desligó de la procreación. Aún así, quedaría por explicar por qué la selección natural ha hecho perdurar la base genética de la homosexualidad, puesto que quien no se reproduce no transmite sus genes…

Donna Haraway & Cayenne

¿Uno es hombre o mujer? Y no puede ser las dos cosas. Este imperativo es histórico, cultural. Uno está o llega a ser o deja de ser hombre o mujer. Donna Haraway, bióloga y filósofa, ha desarrollado un feminismo cyborg que combate la doctrina de la identidad “natural” de género. Integrante del departamento de Historia de la conciencia y Estudios feministas de la Universidad de Santa Cruz en California, escribió su tesis sobre la fuerza de la metáfora (a shaping force) en la investigación biológica. Y así, usa la metáfora del Cyborg (organismo cibernético, pero también híbrido de máquina y organismo, criatura de realidad social vivida, y ficción) para oponerse al patriarcalismo de los discursos biológicos y antropológicos dominantes.
Un cyborg no requiere una identidad estable. Su Manifiesto Cyborg (1985) es un referente del feminismo y del ciberfeminismo postmoderno. Donna cursó un año de estudios en París. Como filósofa postmoderna renuncia a cualquier tipo de esencialismo: no existe ni una esencia “mujer” ni una esencia “hembra”. Las mujeres deberían crear coaliciones no basadas en la identidad de género, sino en la afinidad: ej. “mujer de color”, “mujer medico”…:

There is nothing about being female that naturally binds women. There is not even such a state as 'being' female, itself a highly complex category constructed in contested sexual scientific discourses and other social practices

Traduzco: “No hay nada sobre el ser femenino que ate naturalmente a las mujeres. No existe un estado como 'ser' hembra, eso mismo es una categoría sumamente compleja construida en impugnados discursos científicos sobre sexualidad y en otras prácticas sociales”.

El mundo cyborg ideal de Haraway consiste en gente viviendo junta, sin miedo de su nexo comunitario con animales y máquinas.


Lo nuestro es reinventar la naturaleza.

Nota bibliográfica y de agradecimiento

La idea de esta entrada la debo al artículo "Un tanto homosexual y un tanto heterosexual", del libro de Mark Nelissen, Darwin en el supermercado (Ariel, 2013), que tuvo la amabilidad de regalarme mi amiga, y administradora de Espíritu y cuerpo, Encarnación Lorenzo.

3 comentarios:

  1. Estupenda la entrada y muy recomendable el libro de Nelissen, que combina rigor con un estilo muy accesible para el lector profano en etología. Ya comentaremos despacio las muy interesantes y sugestivas cuestiones que suscita, y habrá que atreverse a hacer el test...

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  2. Tema complejo el que has elegido José. Pero sin duda está entre los más centrales de la época actual.

    ¿Sabes? Hace poco en Argentina tomó estado público un caso de 'transgénero' particularmente llamativo, y polémico, porque el protagonista tiene sólo 6 años. Sí, lo escribí bien: 6 años!

    No voy a contar todo el caso, pero dicho en dos palabras: la mamá de un pequeño biológicamente masculino interpretó ciertas 'señales' de su bebé en el sentido de que el mismo en verdad se sentía niña y no niño. Por lo cual inició trámites para obtener cambio de identidad de género. Y lo logró.

    Ahora el sujeto tiene apenas 6 años y ya ha obtenido su documento de identidad con nombre femenino. Pero el reclamo frente al estado empezó unos años antes. Es decir el proceso que vivió comenzó cuando era poco menos que un bebe.

    Sin ánimo de ponerme del lado de la 'reacción' (pero tampoco me siento obligado a ser 'progresista'), me parece que a fuerza de considerarlo 'cultural' y no biológico hemos terminado por hacer del sexo algo puramente subjetivo. Pero ¿es tan así?

    Como sea, creo que el Occidente nunca ha terminado de elaborar adecuadamente su pasado judeo cristiano, y gran parte de nuestras transformaciones parecen destinadas a romper lo viejo sin comprender del todo lo que hacemos.

    Los chinos, por ejemplo, tienen su Yan y Yin que se traslada a todos los niveles de la realidad, desde el cosmos natural (día y noche, etc.) hasta los humanos y pasando por las comidas y hasta las formas de cortesía. De modo que la idea de que 'todos perdemos aceite' no resultaría en esa cultura, creo, ni violenta ni novedosa porque todo participa en grados diversos del yan y del yin.

    Sin embargo, en ese caso la idea de versatilidad sexual y de género no es puramente subjetiva sino que está basada en principios.

    En fin, antes de dejar quiero aclarar que no hay condena en lo que digo, pero tampoco complacencia. Simplemente el asunto me parece complejo y creo que requiere de nuestra parte (como cultura) mucha reflexión.

    Gracias por el post y la referencia.

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  3. Insisto en lo que ya te han dicho : buena entrada sobre el tema. Máximo plantea la cuestión importante del trasnsexual : ¿ que quiere decir ser una mujer con cuerpo de hombre o viceversa ? hay aquí algo referido a la identificación sexual que va más allá de la anatomía y de la construcción cultural. Tampoco e suna cuestión de psicología : no creo qu exista biológicamente una psicología femenina o masculina más allá de los condicionamientos biológicos y culturales. Es un enigma. Quizás los lacanianos son los únicos que apuntan a este tercer elemento, más allá de lo biológico y cultural, del sexo.
    un abrazo

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