lunes, 21 de octubre de 2013

De la tentación totalitaria al nihilismo disolvente

Acabo de terminar de leer el libro de J. F. Revel 'La tentación totalitaria'. Si bien sabe un poco 'anticuado', debido a que refleja preocupaciones y problemas anteriores a la caída del muro del Berlín, es un trabajo interesante y plantea cuestiones que llaman a la reflexión más allá de la coyuntura histórica en que fue escrito.

En su intento por limitar y desmentir las sugestiones de la izquierda de su tiempo, una izquierda que se negaba a reconocer las funestas consecuencias prácticas del marxismo que la historia había puesto de manifiesto, Revel plantea en cierto momento algo que nos parece particularmente interesante: que las críticas de la izquierda al 'establishment' parecen estar animadas y guiadas por un pathos y un patrón de pensamiento de tipo religioso.

La idea en sí no era nueva cuando Revel la expuso. Pues, de hecho, Mircea Eliade, aunque en un contexto de reflexión distinto, ya había llamado la atención sobre el trasfondo de religiosidad de las ideologías seculares del siglo XX. Particularmente del nazismo y el marxismo, cuyo sesgo mesiánico es evidente.

Visto así, se comprende porqué las izquierdas presentan, a menudo, características típicas de una religión, y particularmente las del catolicismo romano. A saber: propensión a la condena moral, unilateralidad intelectual, voluntarismo salvífico (hacia los pobres, los marginados, las minorías, etc.), finalismo mesiánico en la interpretación de la historia, depreciación del individuo en favor de la comunidad, y sujeción a una autoridad infalible.

Ahora bien, esa crítica de izquierda ha mutado bastante desde Revel a hoy. Pues, en nuestra postmodernidad la crítica del 'sistema', y de todo lo que se le asocia, ya no remite tanto, ni siempre, a un proyecto social alternativo sino que se ha vuelto nihilista.

Es decir, la crítica hoy ya no apunta impugnar el sistema vigente en favor de un proyecto superador, sino que constituye una suerte de disolución ad infinitum de las bases de la realidad económica, social y cultural occidental.

Así, en lugar de la vieja y sabia fórmula alquímica 'Solve Coagula', nuestros críticos, debido a que su arte carece de una finalidad superior a su propio ejercicio, trabajan con puro solvente. Por lo mismo, rara vez logran extraer un poco de oro del opaco y pesado plomo de la realidad que critican.

Por supuesto, en esa crítica también encontramos algunas cosas interesantes, y sin duda genuinas dentro de su propio nivel hermenéutico. Lo que le reprochamos aquí no es el ejercicio de la crítica como tal sino la apasionada unilateralidad con que la misma se realiza.

Para volver a Revel, un punto de contacto entre la crítica nihilista, en cualquiera de sus variantes, y las izquierdas de ayer, es que ni la una ni las otras reparan nunca, al menos no con el detenimiento que el asunto requeriría, en que la misma sociedad que critican es la única conocida que no sólo acepta el disenso y la diversidad, sino que tolera e integra a sus propios detractores y críticos.

Para decirlo en forma brutal: un Foucault, un Vattimo, y los citamos sólo a título de ejemplo porque son muy conocidos, en la Cuba de Castro, como antes en la Rusia de Stalin, o en un estado teocrático de Medio Oriente, no sólo habrían sido perseguidos a causa de su homosexualidad sino que su trabajo intelectual se habría desarrollado, en el mejor de los casos, bajo censura.

Con esto no queremos implicar, de ningún modo, que esos críticos, o cualesquiera otros, deberían ser complacientes con el 'sistema'. De hecho nosotros también pensamos que dicho sistema es criticable en más de un aspecto; e incluso en algunos de ellos raya con lo abominable.

Lo único que decimos, y no es un dato menor, es que llama mucho la atención que esa crítica se ejerza de modo tan unilateral que no incluya nunca un análisis de cómo y porqué la sociedad que critican es, justamente, la única que hace posible su propia actividad crítica, propicia su circulación, y hasta, en muchos casos, le brinda reconocimiento y respeto.

Parece como si estos pensadores, y a pesar de que para todos ellos Hegel es un lugar de paso obligado, ignoraran la más básica de las lecciones del filósofo alemán: que en una contradicción viviente, la verdad no se encuentra nunca en un solo lado de la misma; y que, sensu stricto, lo único realmente falso es la fijación unilateral de sus posiciones.

Y es justamente esa fijación unilateral, esa demonización a ultranza y sin matices, lo que criticaba Revel en su tiempo a las izquierdas europeas, y que hoy percibimos bajo formas nuevas en gran parte de la crítica postmoderna al 'poder' y sus instituciones.

Por eso, y para volver al tema inicial, pensamos que esa crítica postmoderna también está asociada, como la izquierda de ayer, a un pathos moralista y religioso subyacente, aunque invertido en su dirección final. Ya que el pathos moral y religioso nihilista no se orienta a la trascendencia sino a la nada. Y nihilismo significa literalmente eso: ser partidario de la nada, nihilizar, hacer de todo nada.

'Il n’y a pas de hors-texte'. Es decir, no hay nada fuera del texto. Es una de las consignas del nihilismo contemporáneo en su modalidad 'decontructivista'.

De nuestra parte queremos hacer notar que las implicaciones de esa idea son, como mínimo, inquietantes. Pues, 'fuera' del texto se encuentra nada menos que la presencia viva del espíritu. Es decir aquello en virtud de lo cual un texto es un texto y no un montón de trazos ininteligibles y mudos.

Por eso queremos terminar este post evocando otra frase. Pero, cabe aclarar, apelando a su alcance más general y más allá de toda filiación religiosa. Nos referimos a aquella que dice: 'la letra mata, mas el espíritu vivifica'...

4 comentarios:

  1. De acuerdo Máximo, un texto no se explica por sí mismo. Pero no es solo el espíritu el que lo explica sino también el contexto: social, político, económico.
    Un abrazo

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  2. Estamos de acuerdo Luis, pues no pienso en el espíritu como algo disociado del mundo.

    Por eso aclaré que la frase de San Pablo no tiene para mi un sentido religioso, sino que vale como advertencia general: si fijarnos, consolidarnos, unilateralmente lo que tenemos en la conciencia (sea un dogma, un hecho empírico, una premisa ideológica, un programa descontructivista o 'anti metafísico', etc.) esa fijación unilateral nos 'mata'. Pues, mata la riqueza y diversidad de la vida y de la verdad.

    Abrazo

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  3. ¡Austera y bien matizada entrada, Max! Formalmente perfecta.
    La utopía, de noble semblante y mano armada, debería valer como motor creador si y sólo si la interpretamos críticamente, no dogmáticamente. Deberíamos establecer una especie de pluralismo democrático de las utopías, en cuyo parlamento, por ejemplo, Igualdad discutiese con Libertad para llegar a acuerdos de los que deriven normas cívicas. El pensamiento creativo es posible únicamente en ese espacio lógico, entre el extremo del dogmatismo y el otro extremo, que tan bien denuncias, del nihilismo, del "nada vale" que acaba degenerando en el "todo vale", diabólicamente.
    Lo religioso, en un sentido muy general que incluye lo mítico, lo ritual, lo sagrado, la idea del soberano bien, etc.,. es lo más genuino, pues simboliza emotivamente lo absoluto para el espíritu, y las emociones son el fuego que calienta y dinamiza la acción humana. Incluso el materialismo más dogmático tiene sus ritos sagrados, sus dioses intangibles, y si no cree en Dios, convierte en dios a un panzón de ojos rasgados por ser hijo de otro tirano... Podemos apostatar de una fe, como el emperador Juliano, para recuperar o reconstruir otra, pero vivir sin fe es tan doloroso como imposible, porque como sabía un descreído tan irreligioso como Ortega, las creencias no las "tenemos" sino que "en ellas somos". La fe es hermana siamesa de la esperanza y el amor. Dios nos libre de los desesperados.
    Muy estimulante y equilibrada tu entrada.
    En efecto, Luis, espíritu no es lo que SOY, sino lo que SOMOS, aunque sople donde ÉL quiere. No hay mente sin cultura. Y, como escribe Merlina Acebedo, excelente tuitera mejicana, "la mente es una trinchera compartida con el enemigo".

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  4. Gracias por tus palabras José. Siento que has interpretado mi intención, y eso me descansa porque temí que el post se percibiera puramente destructivo o descalificador.

    ¿Quien sabe? Tal vez como cultura nos encaminemos hacia una suerte de síntesis superadora de las tensiones que heredamos de la historia reciente. Veremos...

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