Escrito por Luis Roca Jusmet
En el imaginario
cinematográfico de mi generación, Marco Aurelio era el gran actor
inglés Alec Guinnes, uno de los protagonistas de La caída del
Imperio Romano. En el imaginario
de nuestros jóvenes es otro gran actor, igualmente inglés, Richard
Harris, en Gladiator.
Siempre la misma imagen, la del emperador-sabio que sucumbe frente al
hijo perverso. Marco Aurelio es, para Erasmo de Rotterdam en su
Elogio de la locura, el
ejemplo del desastre al que conduce el filósofo-rey de Platón. No
sabemos si hay que entender irónicamente o literalmente el elogio a
la sirazón de uno de los precursores de la racionalidad moderna y
como hay que interpretar este juicio sobre Marco Aurelio. El lúcido
y amargo Cioran, finalmente, nos dice en uno de sus aforismos que
prefiere el escepticismo de un Emperador ( Marco Aurelio) que las
propuestas de un soñador ( Nietzsche). Muchos han sido los análisis
del que quizás fue el único Emperador-filósofo: Marco Aurelio. Nos
llega con este libro un estudio sobre sus meditaciones, en el
contexto de la época y del escritor, que serán dificilmente no ya
superadas sino tan siquiera igualadas. El autor, uno de los grandes
filósofos franceses del último tercio del seiglo XX: Pierre Hadot.
Pierre Hadot nació en
1922 y murió en 1920. Es un estudioso excepcional de la filosofía
antigua que ha defendido que hay que entenderla no como un discurso
sino como una forma de vida. La teoría se justifica por una
práctica. Hay que saber pensar para poder pensar bien. Hay que saber
actuar para poder actuar bien. La palabra que Hadot consieraba más
adecuada para esta comprensión de la filosofía era la de
ejercicio espiritual. Sin connotaciones religiosas, ni tan solo
espiritualistas, la filosofía se entiende así como una
transformación interna profunda y global, no solo como un ejercicio
intelectual. En este sentido hubo una proximidad en su última etapa
con Michel Foucault, cuya prematura muerte impidió un debate que sin
lugar a dudas hubiera sido apasionante y fecundo.
Se acaba de traducir uno de los mejores libros de Pierre Hadot, el que dedicó a Marco Aurelio y tituló La ciudadela interior (magnífico título, por cierto).
Se acaba de traducir uno de los mejores libros de Pierre Hadot, el que dedicó a Marco Aurelio y tituló La ciudadela interior (magnífico título, por cierto).
Lo primero que hay que
saber para entender un texto es cuál es la intención y a partir de
aquí ver cómo podemos actualizarlo. Para Hadot está claro: las Meditaciones petenecen al género de lo que los antiguos llamaban
hyponnemata, que quiere decir
escribirse o hablarse a uno mismo. Nos podemos preguntar para qué escribe uno para sí mismo. Los diarios pueden servir como un
ejercicio estilístico o como una forma de autoconocimiento. Pero no
es éste el sentido del que hablamos. De lo que se trataba es de
escribir unos dogmas, los propios de la escuela estoica, para
recordarlos de manera permanente, para tenerlos siempre presentes.
Como una especie de guía práctica que Marco Aurelio escribía para
sí mismo, pero siempre desde la escuela a la que pertenecía, el
estoicismo. No se trata de ser original ( no hay que crear conceptos,
como decía Deleuze) sino de vincularse a una tradición. Esta
tradición tiene unos fundadores, que son Zenón y Crisipo, el siglo
III A.C. En Atenas. Su lema: vivir de acuerdo con uno mismo, de una
manera coherente. Pero este uno mismo
no es el yo singular, sino la Razón Universal. Hay unas reglas
establecidas, unos dogmas que hay que aceptar, que son los de la
escuela a la que se pertenece: el estoicismo. Lo que cambia de un
filósofo a otro es el estilo personal, la manera de enseñar o la
presentación de la doctrina. El estoicismo nace como fusión de la
ética socrática, la física heraclitiana y la argumentación
aristotélica. Parte de la Unidad de todas las cosas marcadas por una
Lógica ordenadora. El filósofo aspira a la perfección moral, a la
sabiduría. Quiere hacer siempre lo más verosímil y lo más
correcto. El discurso teórico sirve para orientar la acción porque
su finalidad es práctica.
El
auténtico Maestro de Marco Aurelio es Epicteto. Paradógicamente, un
esclavo es reconocido como maestro por un emperador. Epicteto habla
de crear un margen de libertad con respecto a nuestro entorno. Ser
libre significa crear un espacio interno en el que aceptamos lo que
no depende de nosotros y actuamos de la mejor manera cuando sí
depende de nosotros. Ser libre es entender y asumir los propios
límites. El alma recibe imágenes, forma un juicio a partir de ellas
y de este juicio se genera un deseo. A partir de Epicteto, Marco
Aurelio defiende la triple disciplina del deseo, del juicio y de la
acción. La disciplina del deseo nace de la física. Porque la física
es la contemplación de la Unidad de todas las cosas y de su
necesidad. Nos enseña que no hay que querer lo que no tenemos y nos
gusta, ni evitar lo que tenemos y nos disgusta. Hay que buscar el bien
y apartarnos del mal, el resto debe ser indiferencia. Luego tenemos
la disciplina del juicio, que se basa en la lógica, en la
objetividad. Ver las cosas tal como son, no distorsionadas por la
subjetividad de nuestras emociones. Hay que huir igualmente de la
fantasía. Finalmente tenemos la disciplina de la acción a través
de la ética. Hay que entregarse al acto correcto, no quedarse a
medias, no dispersarse. La atención debe ser plena. Hay que hacer lo
correcto, pero con una cláusula de reserva, que es aceptar que pueden
haber circunstancias externas que impidan la acción. Pero hay que
intentar invertir el obstáculo y transformarlo en una oportunidad
para una buena acción, siempre que sea posible. Hay que saber prever
las dificultades para plantear la acción de una manera realista. Lo
que importa es la pureza de la intención. En este sentido es una
moral de la intención, de los principios, como más tarde formulará
Kant y no de las consecuencias, como plantearán los utilitaristas o
los pragmatistas.
Es
necesario un trabajo interior, una transformación interna para
conseguir esta autodisciplina serena. Pero hay que vivir siempre en
el presente, no de la nostalgia del pasado ni de la esperanza del
futuro. Es el carpem diem de Horacio y en este sentido hay un
planteamiento similar entre los estoicos y los epicúreos. Pero lo
que sí les diferencia de los epicúreos es la prioridad que dan los
estoicos, en su mayoría, a la política. Hay que ser justo y ser
justo significa dar a cada cual lo que merece. Quizás podríamos
definir su propuesta política como un opción aristocrática con
elementos democráticos, lo cual les diferenciaría en este último
aspecto de Platón. Hay una especie de voluntad de moralizar la
política con una idea de piedad como humanidad, no como
compasión.
Políticamente podemos considerar el estoicismo romano (en el caso
de Marco Aurelio y de su maestro Epicteto) como diferente de la
teoría platónica porque no se da en los primeros una jerarquía del
alma como en Platón. La razón no es la facultad superior que
determina el buen camino, como en el caso de Platón. Por el
contrario, para el estoicismo, la razón puede ser buena o mala en
función del juicio que formula, igual que el deseo o la acción, que
en sí mismos no pueden juzgarse: los hacemos por su contenido
concreto.
Hadot
tiene la virtud de añadir a la opción estoica del deber la idea de
gozo, de alegría. En este sentido podemos considerar a los estoicos
como antecedentes de Spinoza: la Unidad de Todo con la lógica
interna de la necesidad, la libertad como transformación de la
necesidad, la aceptación alegre de lo que hay. Hace una relación
que aunque arriesgada no deja de ser sugerente, con Nietzsche. La
afirmación del presente puede releerse en el Amor fati del
filósofo alemán.
Hay
un último punto que me llama la atención. Es alguna referencia
puntual que hace Hadot entre el estoicismo y la filosofía china.
Hadot apunta a la filosofía como experiencia universal. En este
sentido sería partidario de Jean François Billeter en su
interesante polémica contra François Jullien. Para el primero hay
un elemento común entre el pensamiento grecorromano y el chino,
mientras para el segundo serían dos caminos inconmensurables. Como
dato curioso diré que frente al dualismo occidental los chinos han
tenido una concepción más unitaria en la que dentro de la
globalidad podemos diferenciar tres elementos diferentes. Aparte de
los que tradicionalmente podemos identificar como la parte más
espiritual y la más material hay un tercer factor, que es el chi
o qi, que normalmente traducimos por energía. Pero cuando se
ha querido buscar un término similar en occidente siempre se ha
recurrido al pneuma de los estoicos. También veo una clara
similitud con algunos textos neoconfucionistas.
Estamos, en definitiva, frente a un libro excepcional. No solo para
los interesados en la filosofía antigua, ni siquiera en la filosofía
en general. Cualquier interesado en el arte de vivir debe leer y
pensar sobre lo que dice este libro. Es decir en lo que dijo Marco
Aurelio y más tarde Pierre Hadot sobre el anterior. Una doble
lección que merece nuestro tiempo. Y que hay que leer con alegría,
como hace Pierre Hadot.
En tu comentario al libro usas mucho la expresión "hay que", hay que hacer esto o hay que hacer lo otro. Ese sería el contraste del estoicismo con el cinismo tal como lo presenta Foucault en el que estoy ahora sumergida, no se trata de dar normas sino de hacer presente una vida verdadera. Sencillo ejemplo: Séneca otro estoico universal le comenta a Lucilio que para practicar el desapego de las riquezas se ejercite en dormir durante cuatro días en el suelo y en comer menos. Será un ejercicio que le hará mucho bien.
ResponderEliminarEs un desprendimiento que yo llamo virtual y que conozco bien de qué va.
El cínico es pobre directamente, sin ambages ni limites, No tiene casa, ni familia, ni mujer, es el hombre de la capa, las sandalias, el bastón y las alforjas, libre como un pájaro. ¿Por qué? porque es condición de necesidad para decir la verdad y poder salir por pies si necesario no tener nada. Lo interesante de los cínicos entre otras muchas cosas es que carecían de doctrina elaborada y se dedicaban más bien a escandalizar mostrando con su vida, en las acciones concretas, el desprecio de todas aquellas cosas que perseguimos normalmente los seres humanos y que pensamos que hacen nuestra vida digna: honor, riquezas, buena fama....
En conclusión y comentario a tu escrito, comparado con el cinismo los consejos del emperador filósofo y de Séneca se quedan a medio camino. Todavía son demasiado politicamente correctos. La filosofía puede ir más allá. La "vida verdadera" va más allá.
Y hay que decir que los filósofos estoicos fueron los que con más simpatía vieron a los cínicos normalmente despreciados e incomprendidos por la sociedad. Los retratos con más simpatía hacia ellos son los de Epicteto.
Lo interesante es como Foucault rastrea las huellas del cinismo en la historia posterior de la filosofía.
Tienes razón, Ana. A mí me echa un poco para atrás esta filosofía del deber de los estoicos. Es una reacción ambivalente. Tengo ganas de leer tu comentario al libro de Foucualt y leerlo yo mismo. En unos días cuelgo aquí mi comentario de Foucualt. Pero mi propuesta ( sin conocer aún a los cínicos) es Spinoza, que es una combinación de epicureismo y estoicismo. La propuesta cínica me parece un camino, pero no el único. No creo que sea incompatible la vida filosófica con la família, por ejemplo. Y tener familia implica compromisos y concesiones.
EliminarLo que planteas se parecre a lo que se plantea en China con el confucionismo y el taoismo. El confucionismo sirve para quien tiene obligaciones y el taoismo para quien se retira. Claro que el cínico se mantiene con su parresía pero no puede hacerlo imponiendo una solo camino, el suyo.
Un abrazo
Sí conoces a los cínicos, te falta la exposición que hace Foucault de ellos que es muy sugerente. El cínico no impone caminos ninguno no va por ahí la cosa, es un provocador, señala algo que no es el mismo. No quiero defender la vida vagabunda, zarrapastrosa y no sé qué más excentricidades del cínico. Tampoco sé si el retrato que he leído es preciso y exacto, pero eso de mostrar que la vida verdadera es otra vida que la que comúnmente solemos llevar da mucho que pensar.
EliminarMi problema para sacar el comentario es que primero lo voy a preparar para un grupo de amigos filósofos, y luego ya lo publicaré. Si lo publico antes entero le quito emoción. Pero como estos días estoy de lleno en eso, y me atrae lo que dice Foucault no puedo dejar de hablar de ello.
Platón llamó a Diógenes de Sínope, alias "el perro" (ho kinikós), un "sócrates enloquecido". La locura del cinismo es su soberbia, la aspiración viciosa a una autarquía y autonomía absolutas, o sólo dependiente del sol y la naturaleza, como en el célebre "cuadro" de Diógenes y Alejandro Magno. Los cínicos -que se masturban en público- son los jipis de la antigüedad, unos desvergonzados que no reconocen la fundamentalidad del "nosotros", el hecho psicológica y sociológicamente indudable de que el "nosotros" es anterior al "yo". Ese individualismo anticonvencional y antisocial es sospechoso de hybris. Luis lo dice en su comentario. Les falta compromiso político. De todos modos, inventaron o desarrollaron géneros filosóficos como la sátira o la diatriba que no sólo tendrán su eco en el moralismo estoico, sino también en la homilía cristiana primitiva.
ResponderEliminarPor cierto, que siempre me ha parecido que el antecedente más claro del intencionalismo y el formalismo kantiana hay que buscarlo, como bien dice Luis, en el estoicismo romano, sin duda la mejor expresión del civismo y el cosmopolitismo romano.
Como soy un admirador del melancólico emperador filósofo os enlazo para que lo situéis en su contexto histórico:
http://apiedeclasico.blogspot.com.es/2013/03/el-emperador-filosofo.html
Hacían cosas indecentes en público, vaya ud a saber las indecencias cuáles eran y cuáles no, porque todo lo que nos ha llegado de ellos es gracias a los "churreteos" (andaluza palabra) de la filosofía. Un tal Dión Crisóstomo y un tal Diógenes Laercio son los que más anécdotas de excentricidades cínicas traen.
EliminarPero son provocaciones, agitadores de las conciencias tranquilonas en sus convenciones, sacudidores del tran tran rutinario de lo "que debe hacerse"....Esta es mi lectura de la lectura que hace Foucault. Ya trataremos el tema con más calma cuando llegue el momento.