Escrito por Luis Roca
Jusmet
El tema de la Autoridad
es un tema que preocupa e interesa especialmente a Hannah Arendt. Lo
trata en diversos textos pero le dedica un breve y denso texto que se
llama Qué es la Autoridad. Es
un escrito muy interesante, claro y denso al mismo tiempo, que nos
ofrece un excelente material para pensar en diversos temas
fundamentales para la sociedad y la política. Planteo en primer
lugar un resumen de lo que formula y en segundo una serie de
reflexiones críticas.
La
tesis de Hannah Arendt es que la Autoridad ha desparecido en la
Modernidad en el terreno político, aunque continúa en contextos
prepolíticos, como la familia o la escuela.. Pero la esfera
importante, central, es la de la Política. Hoy, dice Hannah Arendt,
ya no existe la Autoridad en la política. Hay, además, una
confusión entre Autoridad, Poder y Violencia. Pero hay que entender,
dice la filósofa, que son esferas diferentes. Están además en tres
registros temporales diferentes: Autoridad (referida al pasado),
Poder ( al presente) y Violencia (al futuro). La Autoridad implica
obediencia, no supone ni argumentación ni tampoco violencia. El
poder es horizontal, ya que se comparte una capacidad, una potencia
colectiva. La violencia es un instrumento que está en función de un
fin que se busca.
La
Autoridad supone un reconocimiento. La Autoridad no necesita
persuasión ni fuerza para imponerse. El que tiene Autoridad la basa
en el lugar que ocupa, en lo que representa. Implica obediencia
porque proviene de la Tradición, considerada como actualización de
unos orígenes míticos. Hay algo fundacional que conservar. La Autoridad es
religiosa porque es un re-ligare, nos liga a algo que está más
allá, en este caso a los orígenes.
Otra distinción es entre legitimidad y justificación. La legitimidad está relacionada con la Autoridad. La legitimidad se basa en la Institución (como en el Senado romano) o en la Constitución. Su Autoridad se basa en la Tradición, es decir en el mantenimiento de algo que se fundó, a la que se le da un carácter religioso, en sentido de re-ligare, de constitución de la Comunidad política como tal. Un golpe de Estado no es nunca legítimo porque se funda en la división y en la ruptura de la comunidad política. Solo puede establecer regímenes autoritarios, como hizo Franco. La autoridad es diferente del totalitarismo, que se basa en su propia lógica interna, en un Partido que se otorga la totalidad de la política y que se mantiene por la violencia. El totalitarismo es la forma moderna de negación de la Autoridad.
La
justificación se basa en los fines (futuro) mientras que la
legitimidad se basa en el pasado. Este pasado es en la tradición
republicana la Ley aceptada, y en la dictatorial, que es
básicamente la monárquica, la filiación.
La
cuestión final que plantea es que el Derecho debe ser civil, basado
en la aceptación de las reglas del juego y en el establecimiento de
derechos, más que en el penal, es decir en las penas y castigos por la
transgresión de las normas. El Derecho debe basarse por tanto en las
leyes que han de ser más directivas que coercitivas. Su garantía ha de
estar en la Autoridad (que viene del pasado, de los orígenes) que
no de la violencia, que está orientada al futuro cumplimiento de las
leyes.
Incluyo ahora una serie de reflexiones personales sobre diversas
cuestiones planteadas:
La
primera es sobre la diferencia entre autoridad, poder y violencia, no
la veo clara. Si la autoridad es un reconocimiento automático, que no
necesita ni argumentación ni violencia, entonces la autoridad es
antidemocrática. La democracia es argumentación y decisión sobre
la base de lo que se argumenta, entre otras cosas. Es igualdad
política. Una sociedad que se basa en la Autoridad, Tradición y
Religión (en el sentido amplio de Hannah Arendt) no es democrática
en este sentido. Castoriadis lo vio claro. Democracia es
autoinstitución, autocreación permanente, cuestionamiento de la
autoridad y la tradición. Las sociedades que se basan en la
Autoridad son Roma y la sociedad medieval, como dice la filósofa,
pero también China. Hay unas relaciones jerárquicas inmediatas que
se cumplen de manera automática. Una sociedad que contempla la
Autoridad puede, como máximo, desde el punto de vista democrático,
ser mixta.
Las
revoluciones, dice Hanna Arendt, establecen una nueva Autoridad. Pero
como dice Paul Ricoeur, las bases revolucionarias de establecimiento de una nueva autoridad son ambiguas. Volvemos al tema de Castoriadis,
que lo problematizaría incluso en Grecia. La argumentación socava
la Autoridad. Las revoluciones democráticas no pueden establecer
ninguna Autoridad basada en la Tradición.
La
diferencia entre Autoridad y Poder es cuestionable. La Autoridad es,
entiendo, una relación de poder. Porque el poder es horizontal y es
vertical, es individual y es grupal. Spinoza, por ejemplo, nos habla
del poder individual, como capacidad ética, y del poder democrático,
como el poder compartido que surge de la cooperación. Pero Foucault
nos enseña que el poder funciona a muchos niveles y que se da en el
momento en que alguien decide por otro. La Autoridad es así una
relación de poder vertical pero voluntaria. Una servidumbre
voluntaria, en definitiva. La Autoridad aparece idealizada en Hanna
Arendt. En todo caso me parece que es una relación de poder perdida
porque forma parte de un mundo perdido, el de la tradición. Otra
cosa es recuperar de alguna manera una cierta continuidad con el
pasado y, por tanto, con la tradición. O plantear otro tipo de autoridad
basado en el reconocimiento concreto y actual, pero no en una
relación jerárquica. Hannah Arendt contempla el final de un mundo
con cierta nostalgia. En este sentido le veo afinidad con el
sociólogo Richar Sennett. Pero hay que inventarse algo nuevo porque
lo único que queda es el neoliberalismo o formas de
neoconservadurismo o autoritarismo. Todas ellas como formas de un
sistema, que es el capitalismo, y de un liberalismo económico. Uno
de los vacíos de Hannah Arendt es que no habla del capitalismo. No
solo hay que hablar del capitalismo pero es el concepto fundamental
para entender el mundo moderno.
La violencia
aparece en la filósofa como un medio que puede justificarse pero que
no tiene una legitimidad. Porque la legitimidad viene de los
orígenes, es decir del pasado, pero no de un proyecto futuro basado
en la ruptura. Me parece que se equivoca en su crítica a Weber, que
considera la violencia como el monopolio necesario del Estado
moderno. Sin violencia no hay Estado. Y muchas veces está en su
propia constitución. Las bases de una sociedad pueden ser más o
menos democráticas pero siempre hay un grado de violencia en su
formación y en su mantenimiento. El conflicto existe y hay que
buscar un espacio simbólico para resolverlo. En este sentido la idea
de comunidad política de Hannah Arendt es la base de planteamientos
como el de Chantal Mouffé, que plantea transformar el antagonismo en
agonismo. Esta es una de las grandes diferencias con Carl Schmitt, en
su dialéctica irreductible del Amigo/Enemigo. Pero esta comunidad
política es heterogénea, incompleta y hay gente fuera. Los que
están fuera pueden estarlo porque no quieren entrar: aquí entra la
violencia para neutralizar una acción que va contra los derechos
establecidos. Aunque habría que pensar también en lo que señala
Jacques Rancière cuando habla de los excluidos, de los "sin-parte",
que serían los que hacen política realmente contra el orden
jerárquico establecido. Me parece que ambas posiciones están
demasiado polarizadas. En todo caso la comunidad política es siempre
algo dinámico, imperfecto, con unos márgenes y con conflictos
internos. Hay que plantear unas reglas del juego amplias e
inclusivas, como dice Hannah Arendt, que son las bases del Derecho.
Pero las normas establecidas, es decir las leyes positivas, no son
directivas, son imperativas. El Derecho penal es entonces el
complemento necesario para mantenerlas vivas.
La teoría política de Hanna Arendt es republicana, que yo consideraría un régimen mixto aristocrático-democrático. Es democrática su defensa de la Ley elaborada desde la soberanía popular y su defensa de la libertad. Es aristocrática esta idea de Autoridad que remite a los orígenes y una idea del político como alguien que presenta unas cualidades especiales.
La teoría política de Hanna Arendt es republicana, que yo consideraría un régimen mixto aristocrático-democrático. Es democrática su defensa de la Ley elaborada desde la soberanía popular y su defensa de la libertad. Es aristocrática esta idea de Autoridad que remite a los orígenes y una idea del político como alguien que presenta unas cualidades especiales.
En las actuales circunstancias que estamos viviendo como ciudadana de este país me daría con un canto en los dientes si no nos mintieran tanto y no nos conformáramos como nos conformamos.
ResponderEliminarEs cierto cómo muestras que la fundamentación del poder es complicada si no se quiere hacer desde una instancia sagrada y "superior", es terrible que alguien tenga que mandar ¿por qué? cómo no sabemos muy bien por qué pero si sabemos que si queremos vivir juntos alguien ha de hacerlo, por favor, honestidad y "Temporalidad" de los cargos.
No puede ser que en la sociedad española por "tradición" la gente se perpetúe indefinidamente en cualquier tipo de cargo. Los cargos políticos, incluyo a la comunidad de vecinos, colegios, asociaciones variadas, partidos políticos, clubs deportivos, universiades...., deberían de estar sometidos a rotación periódica, que corra el aire.
Sino tenemos esas personas que acaban haciendo de lo que es de todos, el país, sus riquezas, la tierra, los recursos, el dinero, la cultura....su "cortiljo" como se dice en Andalucía. No mirando por la generalidad, sino por los favoritismos.
Nos falta de manera notable una cultura de lo público, lo que es de todos y de nadie más que de nadie.
Podría decir más defectos en nuestra relación con lo político pero voy a parar que me enciendo e indigno.
Bueno, la cosa se pone difícil cuando salimos de los conceptos puros para entrar en la valoración de realidades sociales y políticas concretas. Yo no veo cómo podría una sociedad compleja consensuar todo, y todo el tiempo, y en una total horizontalidad (es decir en ausencia de jerarquías).
ResponderEliminarEn una sociedad como las nuestras, necesariamente ha de haber una delegación de autoridad, y esa delegación habilitará cierto ejercicio de poder y a la vez legitimará cierta jerarquía asociada a la autoridad y al poder.
Por eso, a mi juicio, la comunidad libre y justa sólo puede realizarse en grupos pequeños y autogestionados. Pero en sociedades complejas hacen falta relaciones institucionalizadas, reguladas jurídicamente, y con instrumentos que garanticen su funcionamiento, etc. En definitiva, lo que tenemos...
Por eso a la postre, yo me defino (y siempre provisoriamente) como anarquista en lo filosófico, y liberal democrático y republicano en lo económico político. Por supuesto, no se me escapa que 'liberal' se ha convertido en una mala palabra; pero la experiencia histórica indica que todos los sistemas probados entre el siglo XIX y hoy merecen ser calificados con alguna mala palabra...
En fin, gracias por los post, pues invitan a hacerse preguntas. Y estemos de acuerdo o en desacuerdo es claro que creemos todavía en el pensamiento, la palabra y el preguntar...
Me siento muy cerca del punto de vista de Max. La autoridad no es algo caduco, ni creo que tenga por fuente únicamente la tradición. Tendríamos quie reconstruir por ejemplo la autoridad del docente frente a la que atribuimos a los Media. Es algo imprescincible, incluso en la argumentación, en cualquier estilo de pensamiento. La cita, por ejemplo, no es mas que un argumento de autoridad condensado. La autoridad puede tener por fuente el consenso democrático, el carisma (puede que asociada incluso filogeneticamente a las canas) o el reconocimiento de una pericia, como cuando vamos al médico y reconocemos su superior autoridad sobre nuestro cuerpo. "Doctor, me pongo en sus manos". En el quirófano -faltaría más- tiene autoridad el cirujano. Creo que los análisis de Gadamer al respecto son muy aprovechables, la autoridad bien entendida, la otorga libremente el discípulo al maestro y surge de un reconocimiento, no de una imposición arbitraria. No tiene nada que ver con el autoritarismo. Es uno quien escoge a su maestro como escoge si puede a su médico o a su confesor (o consejero, o psicólogo). A mi juicio, uno de los problemas fundamentales de las democracias desarrolladas es la dejación de autoridad, asociada por ejemplo a la irresponsabilidad 'in vigilando' de nuestras "autoridades" a las que pagamos muchas veces por no ejercer.
EliminarDista de un automatismo. Los padres deben ganarse la autoridad todos los días, igual que el buen empresario. Cuando se habla de "liderazgo pedagógico" se usa un circunloquio para no hablar de autoridad. El reconocimiento de la autoridad no debe ser obediencia ciega.
Interesantes comentarios, como siempre. da gusto teneros a los tres como interlocuatores. La autoridad debe existir en muchos ámbitos, está claro. En las relaciones paterno-filiales y en las pedagógicas, por ejmplo. También los políticos deberían tener una autoridad. Todas ellas basadas en el reconocimiento, claro. Pero la autoridad sin autoritarismo, es decir, sin miedo, como ya adavertía Maquiavelo, es difilcil.
EliminarIntroduzo un post sobre "autoridad y democracia" y otro de Fpoucualt sobre el poder para enriquecer el debate. Un abrazo y espero los comentarios.
Luis
Excelente síntesis amigo.
EliminarSin embargo debo discrepar con ud.
Hannah Arendt nunca ha señalado que la autoridad deba ser democratica. Desde ese punto de vista no creo que exista contradicción alguna.
Por tal motivo, Hannah Arendt nos lega la dificil tarea de aceptar con valentía intelectual, hasta que punto es admisible dar espacio a reflexiones que propicien peligrosamente lo que Gasset ya habia señalado como democracias debiles o hiper democracias.
Por este motivo,tengo la impresión de que en tu última reflexión quisiste-de manera peyorativa- inferir una relación entre la idea aristocrática ab-oringine y conservadurismo. (aunque explicitamente no lo señales)
Pienso finalmente que Arendt postula con valentía uno de los primeros intentos por querer borrar aquellas lógicas binarias tan perjudiciales para el desarrollo de una "política civil". Si es que se me permite la expresión.
Saludos cordiales.
Gracias por tus reflexiones!