lunes, 7 de octubre de 2013

LA FILOSOFIA COMO ARTE DE VIDA : EL ESTOICISMO DE MARCO AURELIO según PIERRE HADOT


 



Escrito por Luis Roca Jusmet

En el imaginario cinematográfico de mi generación, Marco Aurelio era el gran actor inglés Alec Guinnes, uno de los protagonistas de La caída del Imperio Romano. En el imaginario de nuestros jóvenes es otro gran actor, igualmente inglés, Richard Harris, en Gladiator. Siempre la misma imagen, la del emperador-sabio que sucumbe frente al hijo perverso. Marco Aurelio es, para Erasmo de Rotterdam en su Elogio de la locura, el ejemplo del desastre al que conduce el filósofo-rey de Platón. No sabemos si hay que entender irónicamente o literalmente el elogio a la sirazón de uno de los precursores de la racionalidad moderna y como hay que interpretar este juicio sobre Marco Aurelio. El lúcido y amargo Cioran, finalmente, nos dice en uno de sus aforismos que prefiere el escepticismo de un Emperador ( Marco Aurelio) que las propuestas de un soñador ( Nietzsche). Muchos han sido los análisis del que quizás fue el único Emperador-filósofo: Marco Aurelio. Nos llega con este libro un estudio sobre sus meditaciones, en el contexto de la época y del escritor, que serán dificilmente no ya superadas sino tan siquiera igualadas. El autor, uno de los grandes filósofos franceses del último tercio del seiglo XX: Pierre Hadot.
Pierre Hadot nació en 1922 y murió en 1920. Es un estudioso excepcional de la filosofía antigua que ha defendido que hay que entenderla no como un discurso sino como una forma de vida. La teoría se justifica por una práctica. Hay que saber pensar para poder pensar bien. Hay que saber actuar para poder actuar bien. La palabra que Hadot consieraba más adecuada para esta comprensión de la filosofía era la de ejercicio espiritual. Sin connotaciones religiosas, ni tan solo espiritualistas, la filosofía se entiende así como una transformación interna profunda y global, no solo como un ejercicio intelectual. En este sentido hubo una proximidad en su última etapa con Michel Foucault, cuya prematura muerte impidió un debate que sin lugar a dudas hubiera sido apasionante y fecundo.
Se acaba de traducir uno de los mejores libros de Pierre Hadot, el que dedicó a Marco Aurelio y tituló La ciudadela interior (magnífico título, por cierto).
Lo primero que hay que saber para entender un texto es cuál es la intención y a partir de aquí ver cómo podemos actualizarlo. Para Hadot está claro: las Meditaciones petenecen al género de lo que los antiguos llamaban hyponnemata, que quiere decir escribirse o hablarse a uno mismo. Nos podemos preguntar para qué escribe uno para sí mismo. Los diarios pueden servir como un ejercicio estilístico o como una forma de autoconocimiento. Pero no es éste el sentido del que hablamos. De lo que se trataba es de escribir unos dogmas, los propios de la escuela estoica, para recordarlos de manera permanente, para tenerlos siempre presentes. Como una especie de guía práctica que Marco Aurelio escribía para sí mismo, pero siempre desde la escuela a la que pertenecía, el estoicismo. No se trata de ser original ( no hay que crear conceptos, como decía Deleuze) sino de vincularse a una tradición. Esta tradición tiene unos fundadores, que son Zenón y Crisipo, el siglo III A.C. En Atenas. Su lema: vivir de acuerdo con uno mismo, de una manera coherente. Pero este uno mismo no es el yo singular, sino la Razón Universal. Hay unas reglas establecidas, unos dogmas que hay que aceptar, que son los de la escuela a la que se pertenece: el estoicismo. Lo que cambia de un filósofo a otro es el estilo personal, la manera de enseñar o la presentación de la doctrina. El estoicismo nace como fusión de la ética socrática, la física heraclitiana y la argumentación aristotélica. Parte de la Unidad de todas las cosas marcadas por una Lógica ordenadora. El filósofo aspira a la perfección moral, a la sabiduría. Quiere hacer siempre lo más verosímil y lo más correcto. El discurso teórico sirve para orientar la acción porque su finalidad es práctica.
El auténtico Maestro de Marco Aurelio es Epicteto. Paradógicamente, un esclavo es reconocido como maestro por un emperador. Epicteto habla de crear un margen de libertad con respecto a nuestro entorno. Ser libre significa crear un espacio interno en el que aceptamos lo que no depende de nosotros y actuamos de la mejor manera cuando sí depende de nosotros. Ser libre es entender y asumir los propios límites. El alma recibe imágenes, forma un juicio a partir de ellas y de este juicio se genera un deseo. A partir de Epicteto, Marco Aurelio defiende la triple disciplina del deseo, del juicio y de la acción. La disciplina del deseo nace de la física. Porque la física es la contemplación de la Unidad de todas las cosas y de su necesidad. Nos enseña que no hay que querer lo que no tenemos y nos gusta, ni evitar lo que tenemos y nos disgusta. Hay que buscar el bien y apartarnos del mal, el resto debe ser indiferencia. Luego tenemos la disciplina del juicio, que se basa en la lógica, en la objetividad. Ver las cosas tal como son, no distorsionadas por la subjetividad de nuestras emociones. Hay que huir igualmente de la fantasía. Finalmente tenemos la disciplina de la acción a través de la ética. Hay que entregarse al acto correcto, no quedarse a medias, no dispersarse. La atención debe ser plena. Hay que hacer lo correcto, pero con una cláusula de reserva, que es aceptar que pueden haber circunstancias externas que impidan la acción. Pero hay que intentar invertir el obstáculo y transformarlo en una oportunidad para una buena acción, siempre que sea posible. Hay que saber prever las dificultades para plantear la acción de una manera realista. Lo que importa es la pureza de la intención. En este sentido es una moral de la intención, de los principios, como más tarde formulará Kant y no de las consecuencias, como plantearán los utilitaristas o los pragmatistas.
Es necesario un trabajo interior, una transformación interna para conseguir esta autodisciplina serena. Pero hay que vivir siempre en el presente, no de la nostalgia del pasado ni de la esperanza del futuro. Es el carpem diem de Horacio y en este sentido hay un planteamiento similar entre los estoicos y los epicúreos. Pero lo que sí les diferencia de los epicúreos es la prioridad que dan los estoicos, en su mayoría, a la política. Hay que ser justo y ser justo significa dar a cada cual lo que merece. Quizás podríamos definir su propuesta política como un opción aristocrática con elementos democráticos, lo cual les diferenciaría en este último aspecto de Platón. Hay una especie de voluntad de moralizar la política con una idea de piedad como humanidad, no como compasión.
Políticamente podemos considerar el estoicismo romano (en el caso de Marco Aurelio y de su maestro Epicteto) como diferente de la teoría platónica porque no se da en los primeros una jerarquía del alma como en Platón. La razón no es la facultad superior que determina el buen camino, como en el caso de Platón. Por el contrario, para el estoicismo, la razón puede ser buena o mala en función del juicio que formula, igual que el deseo o la acción, que en sí mismos no pueden juzgarse: los hacemos por su contenido concreto.
Hadot tiene la virtud de añadir a la opción estoica del deber la idea de gozo, de alegría. En este sentido podemos considerar a los estoicos como antecedentes de Spinoza: la Unidad de Todo con la lógica interna de la necesidad, la libertad como transformación de la necesidad, la aceptación alegre de lo que hay. Hace una relación que aunque arriesgada no deja de ser sugerente, con Nietzsche. La afirmación del presente puede releerse en el Amor fati del filósofo alemán.
Hay un último punto que me llama la atención. Es alguna referencia puntual que hace Hadot entre el estoicismo y la filosofía china. Hadot apunta a la filosofía como experiencia universal. En este sentido sería partidario de Jean François Billeter en su interesante polémica contra François Jullien. Para el primero hay un elemento común entre el pensamiento grecorromano y el chino, mientras para el segundo serían dos caminos inconmensurables. Como dato curioso diré que frente al dualismo occidental los chinos han tenido una concepción más unitaria en la que dentro de la globalidad podemos diferenciar tres elementos diferentes. Aparte de los que tradicionalmente podemos identificar como la parte más espiritual y la más material hay un tercer factor, que es el chi o qi, que normalmente traducimos por energía. Pero cuando se ha querido buscar un término similar en occidente siempre se ha recurrido al pneuma de los estoicos. También veo una clara similitud con algunos textos neoconfucionistas.
Estamos, en definitiva, frente a un libro excepcional. No solo para los interesados en la filosofía antigua, ni siquiera en la filosofía en general. Cualquier interesado en el arte de vivir debe leer y pensar sobre lo que dice este libro. Es decir en lo que dijo Marco Aurelio y más tarde Pierre Hadot sobre el anterior. Una doble lección que merece nuestro tiempo. Y que hay que leer con alegría, como hace Pierre Hadot.


5 comentarios:

  1. En tu comentario al libro usas mucho la expresión "hay que", hay que hacer esto o hay que hacer lo otro. Ese sería el contraste del estoicismo con el cinismo tal como lo presenta Foucault en el que estoy ahora sumergida, no se trata de dar normas sino de hacer presente una vida verdadera. Sencillo ejemplo: Séneca otro estoico universal le comenta a Lucilio que para practicar el desapego de las riquezas se ejercite en dormir durante cuatro días en el suelo y en comer menos. Será un ejercicio que le hará mucho bien.
    Es un desprendimiento que yo llamo virtual y que conozco bien de qué va.
    El cínico es pobre directamente, sin ambages ni limites, No tiene casa, ni familia, ni mujer, es el hombre de la capa, las sandalias, el bastón y las alforjas, libre como un pájaro. ¿Por qué? porque es condición de necesidad para decir la verdad y poder salir por pies si necesario no tener nada. Lo interesante de los cínicos entre otras muchas cosas es que carecían de doctrina elaborada y se dedicaban más bien a escandalizar mostrando con su vida, en las acciones concretas, el desprecio de todas aquellas cosas que perseguimos normalmente los seres humanos y que pensamos que hacen nuestra vida digna: honor, riquezas, buena fama....
    En conclusión y comentario a tu escrito, comparado con el cinismo los consejos del emperador filósofo y de Séneca se quedan a medio camino. Todavía son demasiado politicamente correctos. La filosofía puede ir más allá. La "vida verdadera" va más allá.
    Y hay que decir que los filósofos estoicos fueron los que con más simpatía vieron a los cínicos normalmente despreciados e incomprendidos por la sociedad. Los retratos con más simpatía hacia ellos son los de Epicteto.
    Lo interesante es como Foucault rastrea las huellas del cinismo en la historia posterior de la filosofía.

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    1. Tienes razón, Ana. A mí me echa un poco para atrás esta filosofía del deber de los estoicos. Es una reacción ambivalente. Tengo ganas de leer tu comentario al libro de Foucualt y leerlo yo mismo. En unos días cuelgo aquí mi comentario de Foucualt. Pero mi propuesta ( sin conocer aún a los cínicos) es Spinoza, que es una combinación de epicureismo y estoicismo. La propuesta cínica me parece un camino, pero no el único. No creo que sea incompatible la vida filosófica con la família, por ejemplo. Y tener familia implica compromisos y concesiones.
      Lo que planteas se parecre a lo que se plantea en China con el confucionismo y el taoismo. El confucionismo sirve para quien tiene obligaciones y el taoismo para quien se retira. Claro que el cínico se mantiene con su parresía pero no puede hacerlo imponiendo una solo camino, el suyo.
      Un abrazo

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    2. Sí conoces a los cínicos, te falta la exposición que hace Foucault de ellos que es muy sugerente. El cínico no impone caminos ninguno no va por ahí la cosa, es un provocador, señala algo que no es el mismo. No quiero defender la vida vagabunda, zarrapastrosa y no sé qué más excentricidades del cínico. Tampoco sé si el retrato que he leído es preciso y exacto, pero eso de mostrar que la vida verdadera es otra vida que la que comúnmente solemos llevar da mucho que pensar.
      Mi problema para sacar el comentario es que primero lo voy a preparar para un grupo de amigos filósofos, y luego ya lo publicaré. Si lo publico antes entero le quito emoción. Pero como estos días estoy de lleno en eso, y me atrae lo que dice Foucault no puedo dejar de hablar de ello.

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  2. Platón llamó a Diógenes de Sínope, alias "el perro" (ho kinikós), un "sócrates enloquecido". La locura del cinismo es su soberbia, la aspiración viciosa a una autarquía y autonomía absolutas, o sólo dependiente del sol y la naturaleza, como en el célebre "cuadro" de Diógenes y Alejandro Magno. Los cínicos -que se masturban en público- son los jipis de la antigüedad, unos desvergonzados que no reconocen la fundamentalidad del "nosotros", el hecho psicológica y sociológicamente indudable de que el "nosotros" es anterior al "yo". Ese individualismo anticonvencional y antisocial es sospechoso de hybris. Luis lo dice en su comentario. Les falta compromiso político. De todos modos, inventaron o desarrollaron géneros filosóficos como la sátira o la diatriba que no sólo tendrán su eco en el moralismo estoico, sino también en la homilía cristiana primitiva.
    Por cierto, que siempre me ha parecido que el antecedente más claro del intencionalismo y el formalismo kantiana hay que buscarlo, como bien dice Luis, en el estoicismo romano, sin duda la mejor expresión del civismo y el cosmopolitismo romano.
    Como soy un admirador del melancólico emperador filósofo os enlazo para que lo situéis en su contexto histórico:
    http://apiedeclasico.blogspot.com.es/2013/03/el-emperador-filosofo.html

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    1. Hacían cosas indecentes en público, vaya ud a saber las indecencias cuáles eran y cuáles no, porque todo lo que nos ha llegado de ellos es gracias a los "churreteos" (andaluza palabra) de la filosofía. Un tal Dión Crisóstomo y un tal Diógenes Laercio son los que más anécdotas de excentricidades cínicas traen.
      Pero son provocaciones, agitadores de las conciencias tranquilonas en sus convenciones, sacudidores del tran tran rutinario de lo "que debe hacerse"....Esta es mi lectura de la lectura que hace Foucault. Ya trataremos el tema con más calma cuando llegue el momento.

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