Escrito por Luis Roca Jusmet
Helen
Keller, nacida en EEUU a principios del siglo XX, fue una niña
que con pocos meses de vida se quedó ciega y sorda por una infección
vírica aparentemente inofensiva. El caso es paradigmático por lo
que tiene de extraordinario: considerada prácticamente una
deficiente mental a causa de su grave limitación sensorial, acabó
escribiendo libros e inventando un método de aprendizaje del
lenguaje para los niños sordo-ciegos. En una película de los años
setenta, dirigida por Arthur Penn y titulada El milagro de Annie
Sullivan, se muestra como este niña de nueve años realiza el
duro aprendizaje para entrar en el Orden simbólico del Lenguaje y de
la Ley. Inicialmente la niña es absolutamente primaria en todos los
aspectos. Consigue superar su condición gracias al esfuerzo de su
maestra para inscribirla en el lenguaje simbólico. Ésta sabe que es
la única vía de acceso al mundo humano, que no es otro que el
estructurado por el lenguaje, el universo de la palabra. Porque de lo
que se trata, como muy bien entiende esta maestra, Annie Sullivan, no
es enseñarle la relación que hay entre una cosa y un signo, ya que
esta asociación puede entenderla, con un método adecuado, hasta un
primate. Tampoco es cuestión de adiestrarla para cambiar su conducta
salvaje por unos hábitos socialmente aceptables, porque esto también
lo conseguimos con un perro. Lo que hay que poner en juego es una
mediación que nos permita establecer un vínculo simbólico (es
decir lingüístico) entre nosotros y el mundo exterior, que
básicamente son los otros.
Hay una pérdida, una alineación en este Gran Otro (Código del Lenguaje y de la Ley a la que nos hemos de someter) que nos separa de lo inmediato, de lo natural. Pero ésta es la única opción para un humano, con un sistema nervioso hiperplástico, una conciencia de yo y una hipersensibilidad a los estímulos. De otra forma está condenado a la locura porque no es capaz de reconstruir un vínculo diferente del que ha perdido, que es el natural. El lenguaje simbólico le permite establecer un mundo humano que sustituye al medio animal. Lo que ganamos con esta pérdida de lo inmediato es una distancia que posibilita la libertad humana, es decir, la capacidad de decidir.
Hay una pérdida, una alineación en este Gran Otro (Código del Lenguaje y de la Ley a la que nos hemos de someter) que nos separa de lo inmediato, de lo natural. Pero ésta es la única opción para un humano, con un sistema nervioso hiperplástico, una conciencia de yo y una hipersensibilidad a los estímulos. De otra forma está condenado a la locura porque no es capaz de reconstruir un vínculo diferente del que ha perdido, que es el natural. El lenguaje simbólico le permite establecer un mundo humano que sustituye al medio animal. Lo que ganamos con esta pérdida de lo inmediato es una distancia que posibilita la libertad humana, es decir, la capacidad de decidir.
Helen Keller tiene un
imaginario individual que no participa de un imaginario social porque
no está articulado por el lenguaje y por la ley. Su imaginario es
una red de imágenes y de afectos que son el sustrato de una mente
desestructurado por la falta de este lenguaje simbólico. También
algunos animales podemos decir que tienen un imaginario individual,
ya que en su mente hay imágenes ligadas a emociones, como podemos
comprobar con diferentes conductas animales. Un buen ejemplo es el
caso que aparece en la película Perro blanco, dirigida por el
gran Samuel Fuller, que es el de un perro adiestrado para agredir a
personas negras. Si el animal las ataca (y no puede dejar de hacerlo)
es porque la imagen perceptiva de una persona con la piel negra que
capta visualmente se encadena en su cerebro con una imagen mental
guardada en la memoria y cargada con una emoción intensa de rabia,
la cual le provoca una conducta agresiva para la cual no estaba
instintivamente preparado. Cuando para modificar su conducta se
condiciona una relación diferente, que es la asociación de una
persona de color negro con su propia supervivencia, para hacer que
éste aparezca como un salvador y no como un agresor, lo que ocurre
es que en su imaginario ésta se le sobrepone a la imagen anterior
pero sin eliminarla totalmente, ya que puede reaparecer en cualquier
momento. Y esto sucede cuando la percepción de algún detalle
conduce directamente a la imagen primitiva. Podemos aceptar entonces
que hay animales que tienen una vida mental, y por tanto un
Imaginario, pero manteniendo una diferencia radical con el ser
humano, ya que éste tiene conciencia y sobre todo tiene un
lenguaje simbólico. Pero no hay que entender las imágenes
como el lenguaje de los símbolos sino a éstos como los
significantes lingüísticos que articulan las imágenes.
Volviendo a
Helen Keller podemos decir que sin lenguaje simbólico ella vive en
un mundo que no es animal pero que tampoco es humano. Le falta la
estructura que posibilita el pensar, en el sentido más estricto de
la palabra. Pensar consiste en establecer una relación lógica a
través de conceptos que representan el mundo tal como es accesible
para los humanos. La primitiva Helen Keller se comunica por gritos,
por golpes y por caricias y su inteligencia es puramente operativa. A
partir del momento en que aprende lo que es la
mediación simbólica del lenguaje no
sólo es capaz de comunicarse por palabras de una manera clara sino
también de
pensar y de decidir.
Antes le faltaban los recursos y la seguridad de los animales, ya que
como han señalado numerosos biólogos y psicólogos el hombre es un
animal prematuro, biológicamente deficitario y que nace tan
desamparado que depende durante un larguísimo tiempo del Otro.
El cerebro humano
es especialmente plástico y quedan grabadas en él numerosas huellas
de las percepciones pasadas desde las que constituimos nuestro
imaginario, pero éste se va articulando lingüísticamente desde lo
simbólico. Si éste no se construye hay sólo un imaginario
desbocado porque al imaginario animal se le añade la
autoconciencia sin capacidad de establecer cauces lingüísticos para
canalizarlos. Seguramente la conciencia no tiene una función
evolutiva, ya que darse cuenta que las cosas nos pasan a nosotros no
nos sirve, para mejorar nuestra capacidad de supervivencia en el
medio natural. Pero, paradójicamente, y de manera totalmente
contingente, la conciencia ha sido un azar evolutivo a partir del
cual hemos construido este mundo artificial que es el humano, tan
peligroso como creativo. Un ser vivo no requiere ser consciente para
sobrevivir, sólo necesita las pautas perceptivas y conductuales
adecuadas para dar la respuesta correcta a los estímulos (internos y
externos) que recibe en función de la supervivencia individual y
específica. ¿Para qué necesitamos saber que funcionamos si ya lo
hacemos adecuadamente? Quizás el hombre es este extraño animal que
no funciona adecuadamente a nivel biológico pero al que al azar le
ha dado una conciencia que le ha permitido generar su propia prótesis
La conciencia abre un abismo, un
mundo de locura del que solo podemos salir a través del vínculo
social del lenguaje, que es el que nos permite construir socialmente
el orden simbólico.
El
lenguaje es una construcción social compuesta por una serie de
signos lingüísticos, a los que aquí llamamos símbolos, que están
estructurados desde una realidad material propia (que es la de la
letra) pero que designan una realidad que le trasciende. El lenguaje
nos hace perder lo natural, lo inmediato. Pero no hay salida : hay
que asumir esta pérdida. El lenguaje nos hace humanos y nos
permite, como diría Spinoza, ser libres distanciándonos del mundo
de la necesidad. Quedamos fracturados pero es esta falta la que
posibilita el deseo.
Por si sirve para que expliques más de dónde a dónde quieres ir:
ResponderEliminarMe llama la atención cuando hablas de que el hombre es ese extraño animal que no funciona adecuadamente a nivel biológico, o lo de que darnos cuenta no nos sirve para sobrevivir en el medio natural. ¿Cómo que no nos sirve darnos cuenta para sobrevivir?
¿tiene sentido un hombre que sobreviva sin darse cuenta?
Reflexionando sobre estos temas observo que es altamente probable que unos hombres más dependientes del medio natural que nosotros sobrevivieron porque eran más conscientes de ellos y de lo que les rodeaba que lo seríamos cualquiera si por un azar la humanidad diera pasos para atrás. ¿Quién sería capaz de nosotros de sobrevivir sin el super de la esquina? o sin saber hacer fuego? más de uno tendríamos un problema grave...
Ahora mismo no sé cómo se explica todo esto en detalle, pero para el hombre como tal, miembro de la especie humana creo que nunca ha habido medio natural puramente natural, porque la conciencia forma parte de la especie, lo mismo que el lenguaje y lo mismo que la sociedad. Y me parece que, aunque no sé explicar muy bien porqué en cuanto decimos hombre todo va detrás: lenguaje, sociedad, conciencia. El cómo se pasa de un animal o animales que no lo son a otro que sí lo es, es difícil imaginarlo, pero algo me dice que esos conceptos son inseparables.
En resumen que lo del buen salvaje por ejemplo es un mito útil para ciertas explicaciones, pero que no responde a lo que realmente ha pasado.
A lo mejor las antropólogas del blog aportan más sobre este misterioso asunto.
Las palabras de Spinoza del final, a mí parecer responden a un cierto estado y nivel de desarrollo de la humanidad, los filósofos decimos alegremente estas cosas de "liberarnos de la necesidad" y en el fondo ¿cuántos hombres están verdaderamente libres de la necesidad? no es una ley general, hay muchas circunstancia que hacen que muchos de nuestros congéneres y nosotros mismos de vez en cuando no estamos "librados de la necesidad". La vida filosófica es desde luego un desafío a las necesidades primarias y un darles la espalda, pero se hace porque te lo puedes permitir, y no todos se pueden permitir ni por condiciones de vida ni intelectuales una vida "libre de la necesidad". Y muchos de los que se lo podrían permitir tampoco se lo permiten...
Dudo mucho, como Ana, de que la conciencia no tenga un valor filogenético. El "darse cuenta" debió de resultar, seguro, una ventaja evolutiva. De acuerdo con Luis, lenguaje simbólico y conciencia son indisociables, ¡y sociedad!, o mejor dicho, proceso social de comunicación. La conciencia resulta de la interiorización del proceso social de comunicación que hace posible el symbolon, al menos como "imaginario", ese poderse poner en lugar del otro. El reconocimiento de las reacciones del otro ante mi conducta, simbólica o no, v. gr., es esencial en la formación y corrección incesante de la autoconciencia, del self.
ResponderEliminarBueno Ana, lo que planteas me resulta muy útil para afinar. Yo me opongo a una visión finalista de la evolución. la conciencia aparece como una contingencia extraña. Un libro que me gusta es el de Arnold Ghelen, "El hombre". Es algo antiguo pero me parece que su hipótesis se puede mantener : el hombre es una discontinuidad en el proceso evolutivo, es un animal extraño. El hombre como se natural no existe. En lugar de adaptarse adapta el medio transformándolo y desequilibrándolo. Sin lenguaje y sin cultura no rxistimos. pero la cultura nos crea exigencia que no están en función de la adaptación, una cierta insatisfacción estructural.
ResponderEliminarEn otro momento te comento lo de Spinoza con calma y comento lo que dices, amigo José.
Un abrazo a ambos
Seguimos con Spinoza. El sentido que le doy es otro del que planteas.Todos los animales actuan según el esuqema estímulo-respuesta, en términos más o menos complejos.La libertad humana es ser capaz de distanciarse de la reacción inmediata, la respuesta animal. Al distanciarse podemos hacer objetiva nuestra respuesta y modificarla. La conciencia y el lenguaje son las que posibilitan esta respuesta mediatizada. A esto me refiero.
ResponderEliminarun abrazo
De acuerdo con lo que dices, salvando la reserva con respecto a la cuestión evolutiva. la tríada conciencia-lenguaje-sociedad es la que nos forma como humanos, es lo que genera la cultura y nos separa de la naturaleza.
ResponderEliminarun abrazo
Gracias por las precisiones, sí lo de distanciarse del estímulo y no responder me suena, pero me parece estrecho. Creo que las ciencias humanas que no existían en la época del racionalismo espinosista han alargado la noción de necesidad, y nos han hecho más conscientes de nuestras necesidades, de nuestro cuerpo con el que hay que contar también a la hora de filosofar. Esa idea de que entre el estímulo y la respuesta en el caso del hombre está la reflexión está muy bien y no la negaré pero me parece estrecha y me parece que lleva implícita o que apunta a que el hombre mejor, donde se ve más que es hombre, es en el ascetismo, no comer cuando se tiene hambre, no beber cuando se tiene sed. Ya sé que exagero, pero lo hago a propósito, no señor, tenemos necesidades y hemos de subvenir a ellas, y no por eso somos menos humanos, no sé, hay algo que me molesta en ese "despegue de la necesidad". Estamos y vivimos necesitados, otra cosa es que efectivamente tenemos la posibilidad de desprendernos de ello por ejemplo para hacer algo tan inútil tantas veces y tan poco necesario como hablar y escribir de filosofía. Todo este tema visto "racionalistamente" perdón por el palabra es muy ortopédico, hay muchos ejemplos de vida humana en armonía con la naturaleza. Nada de separados de ella...
ResponderEliminarhay un malentendido, Ana, entre lo que entendemos aquí por necesidad. Lo que planteas está bien pero no es lo que yo entiendo de Spinoza. Lo que yo entiendo ( y Spinoza) es que estamos determinados y la necesidad es l adterminación. La interacción de factores nos conduce a un acto y la conciencia limnguística nos permite distanciarsnos de esta respuesta. Esta idea de libertad para mí sigue siendo la mejor porque es resultado de la paradoja entre ser libres y estar dterminados, en contra de kant que plantea la libertad como indeterminación y acaba considerando que la libertad es seguir la ley moral ( que no deja de ser otra dterminación).
ResponderEliminarUn abrazo
Es cierto que no sólo somos naturaleza (biología), sino que somos tbn. historia (biografía). Estamos hechos, personalmente, de la sustancia de los sueños (esto está en Marco Aurelio antes que en Shakespeare).
ResponderEliminarSomos el animal ascético (M. Scheler), capaz de diferir satisfacciones. Esa "noluntad", esa capacidad de decir no a la naturaleza en general y a la propia en particular, nos dota de un margen de maniobra, de una libertad limitada, gracias a que soportamos el dolor de la carencia, madre tanto del deseo espinozista como del eros platónico.
Me gustaría insistir en la asociación psicológica de la conciencia con el dolor, lo que permite comprender el popular significado de conciencia como "conciencia compasiva" cuando se dice con tono de reproche moral "Fulanico no tiene conciencia" (es inhumano o depravado Fulanico).
Jung pensaba que el elemento esencial de la autoconciencia es el estado afectivo, y por eso la conciencia del yo es más aguda e intensa cuando estamos dominados por una pasión o un afecto. Es posible que la conciencia naciera de un afecto doloroso, de un golpe en la cara, de un hecho inesperado o del choque con alguna costumbre.
En efecto, con la costumbre y familiaridad, nuestros placeres y gratificaciones pierden su intensidad y sus “cualidades maravillosas”, se disipan gradualmente y después se marchitan en la preconciencia. Eso explica por qué somos psicológicamente inconscientes de nuestra buena suerte actual o por qué sólo apreciamos la salud o el agua cuando nos faltan.
Nuestra experiencia consciente del dolor predomina sin duda sobre la del placer que como captó Epicuro es puramente negativo (ausencia de dolor). “Dolores, privaciones, quejas, frustraciones y refunfuños fuerzan su camino hacia la conciencia mucho más prestamente que nuestras gratificaciones” (Abraham Maslow). O sea, que la consciencia del dolor y la desgracia es más intensa y clara que la del placer y la felicidad. El bienestar nos “atocina” y entontece, mientras que el dolor (o la crisis) nos despabila, como si la conciencia no hubiese sido, al menos en su origen, sino un mecanismo para luchar contra la carencia y el desequilibrio. El sufrimiento es hijo de la penuria, pero del dolor procede la conciencia.
De aquí se sigue que la definición hedonista y mediática de la felicidad como placer y seguridad sea falsa o muy restrictiva, ya que la felicidad real implica necesariamente riesgos y dificultades… Y también explica la atrofia de conciencia de muchos de nuestros escolares narcotizados por el confort y la sobreprotección.
No estoy de acuerdo en que el placer sea negativo. Freud se equivoca cuando lo plantea así, como eliminación de la tensión. Por esto Lacan añade el goce, que sería un placer basado en la intensidad, que puede rozar el dolor. Nietzsche dice que el placer es más profundo que el dolor porque quiere permanecer. Y Foucault reivindica el placer pero es un placer que no tiene nada que ver con el bienestar. El placer de escribir, el placer de leer, del sexo, del ejercicio físico. La felicidad me suena más a este bienestar. Es justamente algo que suena a estabilidad. Voy a colgar un post algo provocador, a ver que te parece.
ResponderEliminarEncantado con tus comentarios, José, es un auténtico placer.
Hoy hablaban en televisión de Gennet Corcuera, una sordociega de grandes habilidades intelectuales, a la que comparaban con Hellen Keller. Ha sido muy emocionante verla expresar su optimismo e ilusión ante la vida, su afán por soñar y construir otro mundo en que tales limitaciones, por graves que sean, no marginen a los afectados bajo la etiqueta de la discapacidad.
ResponderEliminarEn cuanto al debate filosófico, a mi me gustaría contraponer el caso de Ana Sullivan y Hellen Keller al del niño ferino Victor de Aveyron, al que intentó educar sin éxito el pedagogo Jean Itard en Francia, a finales del siglo XVIII. Al público expectante le defraudó que ese pudiese ser un ejemplo del buen salvaje del que hablaba Rousseau. Hay un libro muy interesante que cuenta las frustraciones del esforzado Itard, pionero en técnicas de educación especial, por no encontrar la forma de traer a Victor al mundo del lenguaje y de las reglas sociales, y una película muy poética de Truffaut sobre el particular, El niño salvaje, que siempre asociaré con el maravilloso Concerto per flautino de Vivaldi.
Como bien habéis diagnosticado, con el lenguaje viene junto todo el lote de normas y símbolos que nos constituyen como seres sociales. Creo que Ana está muy acertada en sus reflexiones acerca de las relaciones entre naturaleza y cultura. En los procesos de hominización, que son un ejemplo de hipercomplejidad, los factores interconectados, entre ellos el lenguaje, la conciencia, los vínculos sociales… se retroalimentan, y unos arrastran y potencian a los otros. El medio ambiente nunca ha sido completamente natural con el hombre o sus antecesores actuando en él. Nos hemos modelado a nosotros mismos como especie al mismo tiempo y gracias a que transformábamos a la naturaleza.
Totalmente de acuerdo. El caso Victor de Aveyron es interesante como dices para compararlo con el de Helen Keller. ¿ la diferencia ? Dificl de precisasr: son dos expereincias diferentes. Valdría la pena profundizar en el tema.
ResponderEliminarPara mí los que mejor lo han expresado son cassirer y Lacan. cassirer se refeiere justo al caso de helen Keller como ejemplo . Lo de anaimal simbólico es intereante. también Lacan cunado habla del Orden simbólico como la estructuración d elo humano a partir del lengauje y de la ley.
En todo caso teneis razón en que somos productos complejos de múltiples condicionantes interactivos. Reduirlos es perder la riqueza human.
El lenguaje simbólico ordena el mundo.
ResponderEliminarEs pasar del caos al cosmos.
Sin lenguaje somos peor que las bestias.