¿Quiénes
fueron las Sibilas? Esas fascinantes mujeres vivieron en la Antigüedad y fueron
reverenciadas por su capacidad para entrar en contacto con el más allá y
vaticinar el futuro. Jugaron un papel decisivo para la política de ciudades e
imperios, y cayeron en el descrédito y el olvido con el cristianismo. Los datos
históricos que conservamos acerca de ellas son escasos y confusos. Su imagen
está rodeada de mitos y leyendas extraordinarios, que nos hablan de una cosmovisión
muy distinta a la nuestra. Intentaremos comprender por qué llegaron a ser tan
importantes en el mundo antiguo. En un recorrido histórico, veremos cómo la
figura de la sibila resurgió en la Edad Media como profetisa cristianizada, con
un maravilloso canto que hoy está siendo recuperado como patrimonio de la
humanidad, y examinaremos el auge y transformación de su imagen en el
Renacimiento, como una expresión cualificada del eterno femenino del que
hablaron Goethe y Nietzsche. Al final del viaje podremos disfrutar con un bonito
montaje audiovisual, que espero que ilustre adecuadamente esas metamorfosis.
1. La Sibila en Grecia
Una de las
primeras referencias escritas a la Sibila de Delfos la encontramos en Heráclito
(544-484 a .C.)
pero la figura se remonta a un pasado mucho más remoto. “Sibylla” quiere decir
profetisa o mujer sabia, y era el nombre que recibían quienes se dedicaban al
oráculo más prestigioso de la antigüedad. Los griegos consideraban a Delfos el
“ómphalos”, el ombligo del mundo. En un paraje de singular belleza, al pie del majestuoso monte
Parnaso, el dios Apolo se reunía con las Musas, en un bosquecillo de laurel, su
planta emblemática, a cantar, danzar y recitar poesía con su lira. Pero antes
de convertirse en esta idílica Arcadia, el lugar fue escenario de un cruento
sacrificio que otorgó al dios solar sus poderes de adivinación. En un tiempo
remoto esa mágica montaña fue sede del culto arcaico a la diosa madre minoico-micénica y,
después, morada de la diosa Gea (Tierra) y la gran serpiente Pyto, poseedora de
la sabiduría. Para apoderarse de ella, en un combate que prefigura el de San
Jorge contra el dragón, Apolo mató a la Serpiente, se purificó en la fuente
Castalia y enterró las cenizas del mítico animal en un sarcófago bajo el “ómphalos”
de piedra, que marcaba el kilómetro cero para los griegos. Sobre él se erigió
un santuario excavado en la roca, donde la sibila o “pitia” (de ahí la palabra
“pitonisa”) actuaba como intermediaria entre los hombres y el dios.
En el siglo
VIII a. C. ya existía en Delfos un templo dedicado a Apolo, en que se llevaban
a cabo ritos adivinatorios el día del natalicio del dios, el 7 del mes de
Targelion (en el calendario de Delos) o
de Bisio (en la tradición de Delfos).Desconocemos su equivalencia exacta pero
sí se sabe que correspondía al momento de renacer de la naturaleza con la primavera,
en abril o mayo. Como dato curioso, la leyenda, que siempre reelabora los hechos históricos
embelleciéndolos, afirma que Platón nació el mismo día que Apolo, feliz
coincidencia que justificaría su inspiración filosófica casi divina.
Por su carácter
mistérico, y por los ataques de que fue objeto el oráculo en la era cristiana,
conservamos escasa información acerca de la ceremonia. La pitia se sentaba
sobre un trípode, asiento de tres patas que representaban el presente, el
pasado y el futuro, en un lugar sagrado al fondo del templo, el “ádyton”, al
que no tenían acceso los consultantes. Además de masticar hojas de cierta variedad de laurel, probablemente entraba en
trance al respirar gases tóxicos (etileno o metano) emanados de una fractura en
el suelo de la cripta. Embriagada o poseída por el espíritu (“pneuma”) de
Apolo, la pitia se contorsionaba y profería palabras inconexas que los
sacerdotes transformaban en verso, como solución a la pregunta formulada.
Desde nuestra
óptica actual, resulta difícil concebir la trascendental importancia que tuvo el oráculo de Delfos en el mundo
griego. No existía iniciativa política que no fuera consultada por los
gobernantes. Si fracasaban por no haber contado con la voluntad de los dioses,
serían acusados de impiedad (y por ese grave crimen, la pena podía llegar a ser
la muerte, como le sucedió a Sócrates). Por ello, aún en los momentos tan
comprometidos como la invasión de la Hélade por el rey persa Jerjes I el 480 a . C., los espartanos se
tomaron el tiempo necesario para invocar al oráculo. El vaticinio recibido fue: “O bien Esparta será saqueada por los persas o bien la tierra de Laconia [Esparta] llorará la muerte de un rey de la estirpe de Heracles”. Quizá Leónidas I solo
fue capaz de inmolarse con sus 300 espartiatas, en el desfiladero de las
Termópilas, gracias a la fuerza moral que les otorgaba saberse elegidos por los
dioses para la gloria, aunque otros menos idealistas opinan que el augurio se
inventó a posteriori para engrandecer una gesta que aun hoy nos admira.
En el curso
de la II Guerra Médica, otro conocido oráculo proporcionó el triunfo a Atenas,
al aconsejarle erigir un muro de madera para protegerse de los persas. Los
ingeniosos atenienses interpretaron el vaticinio en el sentido de que debían
construir una gran flota de barcos, que les dio la victoria en Salamina el 480 a .C. y los lanzó al
dominio del comercio en el Mediterráneo.
Los oráculos
de la pitia eran célebres por su peligrosa ambigüedad (por eso llamamos
“sibilinos” a los mensajes ocultos o misteriosos). Según relata Herodoto, el
último rey de Lidia, Creso (595-546
a .C.), que pretendía atacar al imperio de Ciro II, mandó
un emisario a Delfos para indagar el resultado de su campaña militar. La respuesta fue: "Creso, si cruzas el río Hayes [en la frontera entre Lidia y
Persia] destruirás un gran imperio”, lo que el monarca lidio interpretó como
signo seguro de su victoria. Exultante, el prepotente Creso lanzó su ataque
pero el gran imperio que resultó destruido fue el suyo.
Pese a esos
conocidos ejemplos, no debemos pensar que solo se recurría al oráculo de Delfos en situaciones de crisis política. Entre los
griegos era casi un deporte consultar a los dioses cualquier duda o curiosidad.
Así, cuenta Platón en la Apología, 21, que Querefonte, uno de los mejores
amigos de Sócrates, preguntó si había alguien más sabio que éste, y la
respuesta negativa de la pitia fue lo que le decidió a dedicarse a la
filosofía. Insistiendo humildemente en que no sabía nada, su enseñanza asumió
el lema inscrito en el templo de Apolo, “conócete a ti mismo”, respuesta a Quilón de Esparta sobre qué era
lo mejor para el hombre. Por ello, puede afirmarse que también el papel del
oráculo fue trascendental en la historia de la filosofía.
Hacia el
siglo VI a.C., el poder e influencia de la ciudad sacerdotal de Delfos era
enorme. Su condición de santuario panhelénico le otorgaba el decisivo papel de
árbitro en las constantes disputas entre las polis, dirimidas a través del
deporte en los juegos en honor de Apolo Pitio. El grandioso templo del dios,
situado al final de la vía sacra, acogía
a peregrinos venidos de todos los rincones del mundo antiguo: griegos o
extranjeros, ciudades o particulares pero nunca mujeres. En esa época, dada la
ingente demanda de consultas, eran tres las sibilas actuantes. Se las seleccionaba
entre las jóvenes del lugar, sin distinción de clases sociales. Debían observar
una conducta intachable y vivir
confinadas en el santuario hasta su muerte.
También se
amplió pronto el número de días fastos, aquellos en que se consideraba que la
voluntad de Apolo era proclive a la adivinación. Así, de realizarse
inicialmente solo el día del nacimiento del dios, pasó a llevarse a cabo el
séptimo día de todos los meses entre febrero y octubre, período en que Apolo
residía en Delfos. Durante el invierno, como no podía ser menos, el dios solar
se ausentaba más allá de los límites conocidos por el mundo griego, al país de
los hiperbóreos. En el período de eclipse invernal del dios de la luz y de la
razón, ocupaba su lugar Dioniso, patrón de la embriaguez y la locura.
Como sucede
con nosotros a la hora de litigar, también el acceso a la pitia obligaba al
pago de una tasa, cuyo importe pactaba la Confederación de ciudades griegas.
Para los particulares, equivalía al salario día que se pagaba a quienes eran llamados
como jurados, y las polis debían satisfacer el doble de esa cantidad. El número
de consultas por peticionario estaba limitado a una al mes. Con el pago de una
sobretasa se adquiría el derecho de promancia, es decir, a saltarse la larga
lista de espera. En todo caso, Atenas y Esparta tenían prioridad absoluta en
sus consultas.
Junto a las
tasas y a las ofrendas de los fieles, un flujo ingente de capitales circulaba en Delfos
en torno a los tesoros depositados por las doce ciudades confederadas, con los que hacían ostentación de poder (en
el año 468 a .
C. los atenienses presumían de tener una costosa palmera con dátiles de oro).
Otra destacable fuente de ingresos para la ciudad provenía de la venta de
animales para los sacrificios
ceremoniales. El papel económico de Delfos fue de tal magnitud que allí
nacieron, en el s. VI a.C., los primeros bancos, al instalarse en la ciudad
cambistas y prestamistas para intermediar en las operaciones.
Unos días antes de la consulta, tenía
lugar un encuentro entre el solicitante y la pitia. Una vez purificada con el
ayuno y las abluciones rituales en la fuente sagrada Castalia, se sacrificaba
una cabra a Apolo para averiguar si era propicio a escuchar la petición. Los
sacerdotes oficiantes derramaban un cubo de agua fría sobre el animal, colocado
sobre un altar delante del templo. Si no tiritaba, se interpretaba como un
signo de desacuerdo divino y se anulaba la consulta.
En un estado
de “enthousiasmos”, de posesión divina, la sibila emitía sonidos guturales que
un colegio sacerdotal, bien informado de los entresijos de la política y de la
vida cotidiana griega, traducía a versos enigmáticos que se escribían en
tablillas de cera (lo que contribuyó a la difusión de la escritura) y se
entregaban al consultante. Este debía interrogarse reflexivamente para
encontrar el verdadero significado de la profecía recibida.
Durante la égida de Macedonia, el oráculo
perdió cierto peso en el mundo griego. De hecho, con su habitual impaciencia,
Alejandro Magno pretendió que el Apolo le revelase sus intenciones en un día
nefasto, en que no se le podía molestar, y los sacerdotes no dudaron por ello
en expulsarlo del lugar. Se dirigió entonces al desierto de Libia a consultar a
Zeus-Amón en el oráculo de Siwa que, mucho más complaciente con el nuevo amo
del mundo, le confirmó su anhelada filiación divina. En sus expediciones de
conquista, Alejandro consultaba con frecuencia a la Sibila Pérsica, que viajaba
con su ejército.
Entre los
siglos III y II a.C. Delfos recuperó su antiguo esplendor pero en el siglo I a.
C., bajo el dominio romano, siendo Plutarco de Queronea sacerdote mayor de
Apolo, ya no era una institución política clave. Los oráculos habían dejado de
redactarse en verso y se ocupaban de asuntos más pedestres, tales como viajes,
matrimonios, salud o negocios.
Bien entrada
nuestra era, autores cristianos como Orígenes y San Juan Crisóstomo se
ensañaron con la figura de la sibila, presentándola como una histérica,
intoxicada por gases de azufre, que de
ninguna manera podría hablar en nombre del Dios verdadero. El recinto, antaño
impresionante por su riqueza y poderío, sufrió incendios y se llenó de maleza.
En plena decadencia, fue clausurado por Teodosio en el siglo III d. C. y fue
completamente aniquilado como emblema
del paganismo vencido.
2. La Sibila romana
Una
maravillosa leyenda cuenta que la Sibila de Cumas se presentó de incógnito ante
Tarquino, el último rey etrusco (534-510 a . C.). Por la exorbitante suma de 300
monedas de oro, le ofreció nueve libros con información trascendental para el
futuro de su linaje. El soberbio rey se burló de las pretensiones de la anciana
que, ofendida, quemó en su presencia tres de los libros y se marchó. En una
segunda ocasión, la Sibila le encareció nuevamente sin éxito la compra de los
textos, y otros tres fueron quemados, pero esta vez el rey encargó a los
sacerdotes que investigaran quién era la insolente vieja. Conocida su
identidad, Tarquino no dudó en comprar los tres últimos libros proféticos,
incluso al mismo precio exigido inicialmente para la totalidad. Tras ello, se
depositaron en el templo de Júpiter en el Capitolio y eran estudiados
asiduamente por los sacerdotes decemviri, si bien solo se consultaban para
decidir qué hacer bajo circunstancias excepcionales. Así, cuando Aníbal derrotó
a las legiones romanas en Cumas, el oráculo ordenó que se enterraran vivos dos galos y dos griegos bajo el mercado de
Roma para aplacar a los dioses, aunque habitualmente se recurría a soluciones
menos crueles, como sacrificios animales, erigir un templo o invocar a los
dioses foráneos.
En el año 83 a . C.
los libros sibilinos desaparecieron en un incendio pero, dada la importancia fundamental que se les atribuía
para el destino de Roma, se ordenó reconstruirlos mediante la tradición oral y
escrita conservada en los santuarios de
Italia, Grecia y Asia Menor. Augusto, con su programa restaurador de las
costumbres romanas tradicionales, puso en marcha un proceso de depuración de
los textos sagrados, en el curso del cual se quemaron más de 2.000 rollos. Por
aquel entonces su autoridad ya estaba en decadencia pero seguían siendo objeto
de consulta. El método interpretativo era verdaderamente curioso: se elegía una
línea al azar. Con ella, los sacerdotes componían un acróstico, en el que cada
letra de la frase encabezaba un verso. Dentro del poema resultante debía
hallarse la respuesta, que se consideraba inspirada por la sibila.
Los libros
proféticos se destruyeron en el año 405, en tiempos del emperador Honorio.
Cumas era una
colonia griega en la Campania, al sur de Nápoles. Desde Jonia llegó la
tradición de la sibila a Italia. Vivía en la bahía de Nápoles, al pie de un
volcán gemelo al Vesubio. En 1950 se realizó allí un descubrimiento
arqueológico sensacional: quinientos
años antes de Cristo, los sacerdotes habían ordenado la construcción de un
sofisticado sistema de túneles que conducían a la cueva de la sibila, simulando
un descenso iniciático hasta el inframundo. Los visitantes debían atravesar una
larga galería en que la alternancia de luz y oscuridad les provocaba una
sensación de irrealidad. A su término había un río subterráneo. Una pequeña
embarcación esperaba a los peregrinos
para transportarlos al santuario excavado en la roca volcánica, donde formulaban
su consulta. Como relata Virgilio, desde múltiples aberturas laterales se
escuchaba la siempre enigmática respuesta de la sibila, desdoblada en más de
cien voces distintas. Según nos transmite otra preciosa leyenda, Apolo se
enamoró de la Sibila y le concedió el don de la profecía. La joven pidió al
dios vivir tantos años como granos de arena había cogido en su mano, pero
olvidó pedir también la eterna juventud para vivirlos. Se fue consumiendo y, al
final, solo se escuchaba el eco de su voz, el que percibían los numerosos
peregrinos que acudían al santuario de Cumas. En su descenso a las entrañas de
la tierra, los visitantes experimentaban la increíble sensación de haber
cruzado la laguna Estigia para entrar en el mundo de los muertos y, a su
retorno, compensaban al santuario con generosas donaciones.
3. Oráculo, religión y filosofía en el mundo antiguo
Para entender
el papel de las sibilas en la religión helénica, es imprescindible asimilar el
concepto de destino que tenían los griegos. En nuestra tradición cultural
cristiana, Dios se concibe como un ser supremo único y omnipotente. En cambio,
los antiguos creían que el destino estaba gobernado por las Moiras (las Parcas para los romanos), que
vigilaban el hilo de las vidas humanas desde el nacimiento a la muerte. Eran
temidas por los hombres e incluso por los dioses, pues tanto unos como otros
estaban sometidos a los designios de su voluntad. En su religión politeísta,
las divinidades no podían doblegar el inexorable destino pero sí retrasarlo,
suavizarlo o revelarlo a los mortales, y ese era precisamente el papel del
oráculo. Pero sus revelaciones no se
utilizaban simplemente para conocer el porvenir sino como consejos u
orientaciones para poder afrontarlo mejor, con una finalidad eminentemente
práctica. La confianza que tenían en el
oráculo era ciega. Por ello, cuando el vaticinio recibido no se cumplía,
pensaban que lo habían interpretado mal. Los hombres podían errar, pero nunca
los dioses, por lo que buscaban otras explicaciones para el fallo. Es un
proceso mental que se conoce en psicología como “disonancia cognitiva”
(Festinger.)
La creencia
en presagios y profecías, como señales del futuro que vendrá, está muy
arraigada en la naturaleza humana y pudo
coexistir sin estridencias con el talante filosófico griego. Jack Goody, en El robo de la historia (2006), denuncia que Occidente se ha apropiado de la
herencia grecolatina pero arrancándola
del trasfondo religioso y místico del que procedía, común en el Mediterráneo
oriental, en el que no era posible apreciar la tajante separación entre Europa
y Asia que viene manteniéndose desde el siglo XVIII. En el mundo antiguo, religión, filosofía, magia y ciencia no
resultaban fácilmente delimitables. El pensamiento racional, las prácticas
curativas y la comunicación con los dioses formaban parte de un continuum en el
que aparecían incrustados de manera indiferenciada y del que se fueron
desgajando con el tiempo, cuando se incrementó significativamente el volumen de
conocimientos en cada rama.
Peter
Kingsley ha revelado cómo Empédocles y Parménides tenían un pensamiento místico
muy relacionado con sus raíces culturales en Sicilia, y que ya fue
malinterpretado por Platón y Aristóteles. Su imagen de Parménides como un
racionalista lógico es la que se ha transmitido a la posteridad. Por el contrario, en la heterodoxa y apasionante obra En los
oscuros lugares del saber (1999),
Kingsley nos muestra a Parménides como un sacerdote de Apolo que, en su
enigmático poema filosófico, relata el descenso al inframundo guiado por Perséfone. Era un sanador, un chamán, no menos que un filósofo, que enseñaba a los enfermos
e iniciados a comprender los mensajes recibidos de los dioses en sueños o con
la meditación. En algunos santuarios antiguos, el oráculo se recibía por
incubación, tras dormir contra el suelo en recintos oscuros y subterráneos,
en contacto con las fuerzas ctónicas.
Nuestra
visión de la estética griega procede, en
gran medida, de la revisión teórica realizada por Wincklemann en el siglo
XVIII. A través de los ojos de escultores como Antonio Canova o Thorvaldsen,
seguimos viendo el siglo de Pericles en los tonos de un purísimo y elegante
mármol blanco, cuando en realidad su estatuaria y sus edificios eran muy
coloristas. Tanto, que ahora los consideraríamos de un dudoso gusto kitsch. Del
mismo modo, hemos forjado nuestra idea de la filosofía griega desde el prisma
del Neoclasicismo. En ese momento se produjo un segundo revival de lo griego,
nítidamente escindido de la herencia romana, con la que en el Renacimiento había
formado un bloque cultural compacto e indistinto. Goethe, Schiller, Hölderlin, Lessing,
Hegel o Schelling fueron las figuras literarias y filosóficas más eminentes en ese
proceso de recuperación, aunque en realidad tendríamos que hablar de
reinvención y apropiación de lo helénico como patrimonio europeo moderno, que es
lo que Goody consideraría la primera fase del “robo histórico”. Desde esa
óptica, es fácil comprender que no se asimilara el pensamiento griego con sus auténticas
raíces culturales y, entre ellas, el
oráculo de Delfos, “ombligo” de la vida griega durante muchos siglos. La centralidad del
oráculo era tal que que Platón señaló al Apolo délfico como guía para su ciudad
utópica, en el libro IV de la República y en las Leyes. Si no aceptamos ese background
místico-religioso, tales referencias nos resultan tan incómodas que tendemos a
esconderlas disimuladamente debajo de la alfombra, porque no encajan con la
imagen idealizada de la Grecia clásica que hemos construido a nuestra medida. A
quienes estén familiarizados con el oráculo del veneno entre los zande, un
pueblo del Sudán estudiado por el antropólogo Evans-Pritchard, les habrán llamado
la atención los extraordinarios parecidos estructurales entre las técnicas de adivinación
en Delfos y en esa tribu africana, lo que resitúa a los griegos antiguos en una
realidad cultural con tantas luces como sombras desde el punto de vista de la
racionalidad contemporánea.
Otra cuestión
fundamental es advertir la diferencia entre la adivinación en Grecia y Roma. En
su época de apogeo, Delfos basaba su
liderazgo político en su condición de símbolo de la unidad panhelénica, en un
sistema de poderes fragmentados en equilibrio inestable, pero no era un órgano
estatal. En cambio, los romanos advirtieron pronto la importancia de controlar
el poder de adivinación por el estado, lo que era perfectamente consonante con
el sistema político centralista y autoritario del imperio. De hecho, Delfos
decayó cuando dejó de cumplir su papel moderador de los conflictos entre las
ciudades estado, porque desde Alejandro Magno el escenario político
preexistente cambió de forma radical.
Un breve apunte sobre antropología de
género: seguro que habréis advertido la contradicción que supone que la sibila
fuese mujer pero que las féminas no pudiesen consultar el oráculo de Delfos
(tenían que delegar sus preguntas en un varón). En realidad, como sucede con
otras figuras, como la sadhin, una asceta femenina en la India del s. XIX, la
sibila era clasificada en un tercer género, ni masculino ni femenino. En el
mundo grecolatino, las mujeres solo podían dedicarse a la casa y a la
procreación. Únicamente se las consideraba dignas de realizar funciones
sacerdotales cuando ese papel sexual era anulado. Al principio, las sibilas se
escogían entre jóvenes vírgenes pero, tras un sonado escándalo por rapto y
violación en la época de Plutarco, se exigió que tuviesen más de 50 años. En
ambos casos, es claro que el elemento definitorio era la exclusión de la
sexualidad. En las sociedades tradicionales, la castidad o pureza en la mujer
era el factor esencial para que se aceptase públicamente su función de enlace
entre los humanos y las divinidades.
4. El canto de la Sibila
En el siglo
IV de nuestra era, el escritor cristiano Eusebio de Cesarea interpretó un texto
de la Sibila Eritrea ,
que escondía en acróstico la frase “Jesucristo Hijo y Dios Salvador”, como el
vaticinio del retorno triunfante de Cristo. En La ciudad de Dios (426), San Agustín tradujo esos versos del
griego al latín, relatando los impresionantes signos que anunciarían la inminencia del Juicio Final, tal como los
había descrito el Apocalipsis de San
Juan: el fuego abrasando el cielo y la tierra, pavorosos temblores y eclipses
de sol y de luna antes del descenso del Rey Eterno. Según la profecía, en su
primera venida al mundo Satanás fue encerrado en las Tinieblas pero, al cabo de
mil años, la Bestia
conseguiría escapar y plantar batalla a las fuerzas del Bien con ayuda del
Anticristo. Durante la Alta Edad Media, en medio de una atmósfera de
inestabilidad política y de tremenda miseria, esa profecía provocó que una
epidemia de histeria colectiva recorriera toda Europa por miedo a la llegada
del año 1000, momento en que se liberarían de nuevo las fuerzas del mal para el
combate definitivo. En ese contexto milenarista se comprende que tuviera una
difusión inusitada una homilía (falsamente atribuida a S. Agustín) que, para
testimoniar los rigores del fin del mundo y la vuelta en majestad de Cristo,
invocaba a los profetas del Antiguo y del Nuevo Testamento. Junto a ellos,
también desfilaban tres personajes paganos: el poeta romano Virgilio, el rey
Nabucodonosor de Babilonia y la Sibila
Eritrea. Existe constancia de que ese Sermón se cantaba al
comienzo de la misa de Nochebuena en Francia, Italia y España, al menos desde
el siglo X. Pronto se fue traduciendo del latín a las diferentes lenguas
vernáculas, lo que es índice del gran interés popular que despertaba el
espectáculo. Similar al Misteri d´Elx o a un auto sacramental, se
representaba dramatizado en muchas iglesias y catedrales. En Toledo, el papel de la Sibila fue inicialmente
encarnado por un clérigo y, desde el siglo XV, por un niño disfrazado de mujer,
luciendo una vistosa peluca y acompañado por cuatro monaguillos vestidos como
ángeles. En cambio, en los conventos el rol de la profetisa lo desempeñaba una
monja, a la que contestaba un coro femenino. Como si se tratara de un proceso
judicial, la Sibila
era llamada a declarar como testigo de la Verdad que había vislumbrado (“Dic tu, Sibylla”,
la interpelaba el arcediano para que pronunciara el vaticinio), y su texto era
el más extenso de todos los profetas. En Barcelona, el evento se celebraba no
solo en Navidad sino también en Viernes Santo, el momento más dramático de la
liturgia cristiana.
El Concilio
de Trento en 1568 supuso el fin del Canto de la Sibila , pues el Sermo de Symbolo se excluyó del
Breviario unificado para toda la cristiandad. Aún así, la tradición se mantuvo
en Toledo hasta fines del siglo XVIII, orillando la prohibición gracias al
traslado de la ceremonia al final de la
Misa del Gallo.
Una buena
noticia para los apasionados de la música medieval y renacentista: el evocador
Canto de la Sibila
se sigue representando en la noche del 24 al 25 de diciembre en las iglesias de Mallorca, donde fue
reinstaurado en 1692 a petición de los
ciudadanos. El centro de la representación es un niño cantante ataviado con
toca y capa morados y enarbolando una espada, elementos que simbolizan la
sabiduría y el poder. Por su interés histórico-artístico, el Cant de la
Sibil.la mallorquina fue declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la
Unesco en 2010. También se representa en Alguer, en Cerdeña, y en algunas poblaciones
valencianas. El pasado 30 de noviembre se interpretó con gran solemnidad en la
catedral de Valencia. El canto de la Sibila ha vuelto para quedarse
definitivamente.
5. La imagen de la Sibila
Esos
atributos de sabiduría y poder nos conducen al corazón de la paradoja de la
sibila en nuestra cultura de raigambre judeo-cristiana. Incluso en una
organización tan patriarcal como la hebrea, el Antiguo Testamento celebraba el
don de la profecía ejercido por mujeres
fuertes y admiradas por su contribución a la historia del pueblo elegido:
Sarah, Myriam, Abigail, Esther. El caso más singular es el de Deborah,
profetisa y única mujer entre los Jueces de Israel, en el siglo XII a. C.
En el
cristianismo de los primeros tiempos, existió una corriente gnóstica que
reconocía a las mujeres una posición igualitaria en la comunidad. Hacia el año
190, Tertuliano escribía escandalizado: “Estas mujeres entre los heréticos…enseñan,
participan en discusiones, exorcizan, curan…” Profetizaban y hasta actuaban
como obispos. Siguiendo la estela de San Pablo que, en su Primera Carta a
Timoteo, había ordenado a la mujer guardar silencio, Tertuliano sentenció: “No
está permitido que las mujeres hablen en la iglesia, no les es permitido enseñar,
ni bautizar, ni ofrecer (la eucaristía), ni reclamar para ellas parte alguna en
cualquier función masculina y, menos que ninguna, el oficio sacerdotal”.
Cuando
Teodosio reconoció al cristianismo como religión oficial del Imperio en el año
380, se desató una lucha de poder de la que salió reforzada la figura del
obispo. Los gnósticos fueron perseguidos, y sus textos heréticos destruidos o
enterrados, por lo cual sus doctrinas disidentes fueron olvidadas hasta su
recuperación en 1945. Todo ello alejó a la mujer cristiana de la esfera
pública, recluyéndola en el ámbito del hogar. Hacia finales del siglo V,
constituía un dogma incuestionable la dominación masculina como el orden social
apropiado, que se decía instituido por
el propio Dios. El único espejo en que la mujer podía mirarse era la Virgen María , modelo de
humildad y obediencia. La figura de la sibila había desaparecido de la memoria
colectiva y, aunque fue recuperada durante la
Edad Media , solo en el Renacimiento se
constituyó en verdadero centro de atención. Así lo podemos comprobar en los
extraordinarios mosaicos en marquetería de mármol del suelo la catedral de
Siena, que datan de 1482-1483. Por iniciativa del Papa Julio II, Miguel Ángel
pinta a cinco de las Sibilas (Cumana, Eritrea, Pérsica, Líbica y, la más
maravillosa de todas, la
Délfica ) en casi paridad numérica con los siete profetas
testamentarios de la Capilla Sixtina
(1508-1512). Poco después, en 1514, su rival Rafael abordó el asunto de las
sibilas en la Iglesia
romana de Santa María Della Pace, cercana al Panteón. A partir de entonces, la
imagen de las sibilas se convierte en cotidiana en la pintura. En este
personaje, el artista intenta aprehender un elemento nuevo del eterno femenino:
en innumerables cuadros podemos verla pensativa, elevando su mirada al cielo a
la espera de la inspiración oracular,
que a veces recibe de un ángel. En otras ocasiones aparece escribiendo o
sujetando un gran libro en las manos, señales que denotan su preparación
intelectual. Sus elaborados tocados y mantos nos hablan igualmente de su
castidad y autoridad moral. Se trata de un modelo bien distinto al de la
subordinación femenina, que consiguió calar hondo en el imaginario de la Edad
Moderna. Así se explica que, en 1792, una mujer emancipada como la bellísima e
inteligente Lady Hamilton, que enamoró al héroe de Trafalgar, Lord Nelson, se
hiciera inmortalizar como Sibila Pérsica por Elisabeth Vigée Le Brun, pintora
de corte de María Antonieta.
………….
Para aunar el contenido pictórico de este
apartado con el musical del anterior, Pedro Ramón Losada Lorenzo ha elaborado
un corto video con una estupenda selección de pinturas de todos los estilos y
épocas históricas, que van desde Miguel Ángel a Anglada-Camarasa. Les acompaña un
montaje de los fragmentos más característicos del Canto de las Sibilas
mallorquina y valenciana, a las que pone voz la inolvidable Montserrat
Figueras, que en el cielo musical esté. Tenéis el acceso abajo.
El precioso cuadro
de La Iluminada (2000), obra de María Lorenzo, colaboradora de este blog,
representa a mi profesora de latín, Carmen Ortiz, como una inspirada sibila de
nuestros días. A ella, lo mismo que a Raimundo Pérez Boto y a Mariano Galant, también
profesores míos de latín y griego, quisiera dedicarles esta entrada, en
agradecimiento por haberme enseñado a conocer y a amar las lenguas y la cultura
clásicas.
Como siempre, qué de cosas aprendo contigo, Encarna. Empiezo por el final: el video es MARAVILLOSO, la destreza de tu hijo en este ámbito me deja una y otra vez pasmada. En cuanto a toda la información e historia que aportas sobre las sibilas me parece interesantísimo. Muchísimas gracias. Desde luego, tú no eres nada sibilina, eres muy clara y expones perfectamente todo lo que cuentas. ¡Enhorabuena! Marisa Ayesta
ResponderEliminarMe alegro de que te haya resultado legible e interesante. Hay mucha información pero no es necesario retenerla para seguir el hilo histórico, que es lo que quería contar, cómo estas figuras míticas surgen, cambian, se eclipsan y,cuando menos creíble resulta, reaparecen, como está pasando ahora con el canto de la sibila, que es verdaderamente extraordinario y sobrecogedor. El montaje de Pedro tiene mucho mérito porque junta 5 fragmentos de dos grabaciones distintas como si fueran una sola pieza. Muchas gracias por leer y comentar.
ResponderEliminarFelicidades por el artículo. La figura de la sibila pudo caer en decadencia, pero no el ansia humana por conocer lo por venir, aunque no sea más que en vagos retazos... como las fluctuaciones de la economía o las imágenes fetales. Y casi se transforman en rito, con sus días hábiles o fastos, o con indicios de no cooperación divina ("hoy el niño nos da la espalda..."). Un beso,
ResponderEliminarM
Enhorabuena a ti por el cuadro de La Iluminada. Sería estupendo que relataras, como artista, qué te sugirió esa iconografía, que se ajusta tan bien al modelo pictórico de las sibilas, y por qué te pareció oportuno utilizarla para ese retrato.
ResponderEliminarMenudo festín cultural Encarna que te has marcado con esta entrada. El vídeo de Pedro y todas las pinturas una maravilla. Filosofía, arte, música... todo en uno.
ResponderEliminarMuchas cosas se me han ido viniendo a la cabeza conforme leía.
El primer cuadro que pones de una sibila lo tenemos en el libro de texto de filosofía de segundo de bachiller desde hace cinco años y no tenía ni idea de que era una sibila y todo lo que representa. La miraré con otros ojos a partir de ahora. Incluso si se tercia pienso explicarles a los alumnos estas raíces místicas adivinatorias de la filosofía griega y por tanto de la filosofía. Pido perdón a todas las demás civilizaciones con sus sabidurías propias, pero la filosofía griega y occidental es mi punto de referencia con el que me identifico.
El único detalle que no me ha gustado es el apunte que haces de que para litigar hay que pagar, vaya, me recuerda episodios nacionales dolorosos.
No había caído de ninguna manera y te agradezco este aporte, que la imagen que tenemos de la filosofía griega está mediatizada y estilizada por esos autores alemanes. En efecto, en Alemania el pasado griego les gusta a rabiar y no sé si es Heidegger o alguno de estos el que ve la "llama" de la filosofía transportada de Atenas a la cultura alemana. Razones no faltan y han hecho todo lo posible por la cantidad de piedras y monumentos enteros griegos que conservan sus museos, ellos descubrieron Troya ... etc. Unos fanáticos de Grecia estos germanos, con razón.
Hay que ver las ironías del destino que hace que la actual Grecia sea una carga o espina...A lo que iba es que efectivamente estos alemanes ilustrados son "culpables" de arrancar la filosofía de su raíz místico-religiosa...qué interesante pensarlo, porque seleccionamos de los griegos lo que nos viene bien, no todo ni como históricamente era y se vivió. Es muy oportuno hacerlo notar, que nuestra lectura de los griegos tiene su "estilismo" neoclásico.
Otro asunto que sale a relucir es las relaciones ¿amor-odio? entre dinero y mística o profecía o religión. Es una constante de la historia, donde hay un saber, una confianza ciega como la de los griegos en sus oráculos, o la de los judíos en su templo, acaban floreciendo los mercaderes del templo. Primero fluyen las donaciones, y a medida que fluye el oro, por decirlo así, el canto profético se apaga, o lo místico se apaga. Hay algo aquí muy profundo que nos debería hacer meditar largamente.
También esta historia de las sibilas toca el tema de las relaciones política-religión, los poderosos se interesan por controlar los oráculos, la mejor manera de que el oráculo se seque. O una de las formas el poder no es la función del oráculo...
La importancia no sólo de la destreza de la pitia y del intérprete sino de la creencia de los que acuden al oráculo para su efectividad, cuando se deja de creer ya no funciona. Tan importante es el que profetiza como el que cree al profeta...y de hecho ya se ve que cuando cambia el paradigma, del mundo antiguo al mundo cristiano y ya se encargan los representantes de la religión imperial de desprestigiar e invalidar la creencia. Las religiones pasan...cambian.
(Sigo)
ResponderEliminarMe ha gustado ese oráculo que se vengó del poderoso Creso, que se hundió a sí mismo porque no supo entender el mensaje. El orgullo ciega, incapacita para entender, o se entiende del revés. Es genial esa historia, se hundió a sí mismo creyendo que iba a hundir a otro...
La disonancia cognitiva afectaba a los griegos con los oráculos y afecta a la ciencia y en cada época porque todos tenemos "creencias" de las que estamos muy seguros, o cosas que damos por hechas y no se nos ocurre cuestionar. Tú lo das a enteder cuando mencionas nuestro paradigma "racionalista científico", el nuestro, pero tan limitado como cualquier otro.
También es muy interesante el papel de las mujeres en esta historia. La pitonisa era la que decía las palabras enigmáticas, la que tenía el contacto con el más allá, mientras vemos la resistencia en las religiones que conocemos bien a que las mujeres pasen de un papel que es el de la virgen María, que tú tambíén señalas, una idealización por otra parte, lo de madre de Dios por ejemplo se dijo en Efeso por primera vez, donde se rendía culto a no recuerdo que diosa griega, madre del dios.
Quería preguntarte sobre este tema femenino, la necesidad de alejarlas de la sexualidad a las sibilas ¿no sería más bien por la carga de la maternidad que por la sexualidad en sí? ¿o las dos cosas? ¿o la dependencia del hombre? quiero decir que ni en Grecia la mujer no era ciudadana, no pintaba nada. No sé, tú que has estudiado antropología, ¿qué se dice de este papel de las mujeres en la religión del mundo antiguo? a mí me llama mucho la atención que en nuestra religión mayoritaria se insista en que la mujer no pinta nada ¿por qué no va a tener vis religiosa para conducir a los creyentes una mujer? ¿cuál es el problema? Yo veo muchos hombres con cargos religiosos que dan miedo más que animar a la religión. No digo que por ser mujer se van a hace las cosas mejor, pero al menos podrían dar una oportunidad.
Me alegro mucho de que haya gustado el artículo y te haya suscitado tantos temas de reflexión pero, sobre todo, de que puedas aprovechar parte de la información para tus alumnos.
EliminarEs un tema muy antropológico el de cómo unos pueblos miran y conciben a los otros, siempre como estrategia de dominación. Es muy interesante el libro del antropólogo Goody. Dice que el pasado se concibe a escala de la historia occidental moderna. Europa se autoproclama como la dueña de los mayores logros humanos, a costa de adjudicarse todos los inventos, entre ellos la filosofía, la democracia, el amor, la libertad, el individualismo… con exclusión de las restantes culturas, que se juzgan inferiores. Es un caso típico de etnocentrismo, de incapacidad de un juicio objetivo sobre nosotros mismos porque, de hecho, la historia demuestra otra cosa. Como tú muy bien dices, y confirma el antropólogo Hertzfeld, tenemos delante una paradoja: el mismo discurso que enaltece la antigüedad griega, desconecta ese legado de sus herederos históricos naturales, que son los griegos modernos. Parte del problema es que en el siglo XIX Europa tenía muchos intereses coloniales en Oriente y había que justificar ideológicamente su dominación. Los otomanos gobernaban Grecia y, a sus ojos, nada tenían que ver con Platón y Aristóteles. Los compatriotas de Lord Elgin, que se llevó los frisos del Partenón para nunca devolverlos, se proclamaban los auténticos descendientes de los griegos, de su llama intelectual. Hay un libro esencial de Edward Said, que se llama precisamente Orientalismo y demuestra con una argumentación aplastante, hasta qué punto se tergiversaron los hechos en un discurso intensamente ideológico para apropiarse de los recursos africanos y asiáticos. La idea era: tenemos no solo derecho sino la obligación de hacerlo porque somos moral e intelectualmente superiores, y estos pueblos tienen abandonados estos tesoros. Como toda ideología, impregnó todos los aspectos de la vida social: mira las odaliscas de Ingres, unas mujeres recluídas y pasivas, cuya idea ha contestado Fatema Mernissi, o ellos embriagados por el kif.
Muy correctas tus reflexiones sobre la disonancia cognitiva y la ciencia. Cuando un paradigma científico falla en sus explicaciones de la realidad, todo son hipótesis ad hoc o elaboraciones secundarias para salvarlo como sea hasta que aparece un paradigma rival más potente. La ciencia occidental es una creencia más, tal vez más verdadera y fundada que otras pero creencia al fin y al cabo porque no es poseedora de una verdad definitiva.
(SIGUE)
ResponderEliminarLa diosa de Efeso a la que te refieres es Artemisa, que asimiló los atributos de la diosa madre frigia Cibeles.
El asunto de la sexualidad de la sibila es extremadamente complejo. El problema está en el juego conjunto de sexo y género. Para la cultura indoeuropea debía corresponder exactamente el sexo gonadal con los comportamientos culturales asociados a cada sexo. Había una rígida diferenciación y jerarquía entre el hombre y la mujer, y una separación nítida de ámbitos de acción, lo público y lo privado. El es el dueño y la mujer es su posesión. En una pescadilla que se muerde la cola, se la considera incapaz para el gobierno político y para los negocios y no se la educa más que para ocuparse de la casa, lo que la confina en esa posición sojuzgada para siempre. En esas condiciones no pueden ejercer funciones sacerdotales, reservadas a los varones. Pero, por otro lado, se dan cuenta de que la sensibilidad femenina es óptima para entrar en contacto con los dioses. Por ello, se les permite ser sacerdotisas, vestales, monjas… a cambio de renunciar al ejercicio de la sexualidad. Eso las incluye en un tercer género, aunque sigan siendo mujeres desde el punto de vista de su constitución física. Te explico el caso de la sadhin de la India del s.XIX que cito en el artículo: era una asceta femenina. Para eximirla de la maternidad, debía renunciar al matrimonio antes de la pubertad, vestirse de hombre y raparse el pelo. Así se le consentía acudir a las reuniones de hombres, fumar…Su imagen debía ser masculina y gracias a ella la respetaban como hombre. Otro ejemplo muy rotundo estudiado por una disciplina apasionante, la Antropología de la sexualidad, es el de los hijras en la India, hombres que se sienten mujeres. Transexuales en nuestra terminología, aunque las categorías no son equivalentes. Para permitirles vestirse de mujer, de manera que correspondan las características del género con las del sexo, se someten a una castración ritual del pene, una cosa tremenda. Espero que con estos supuestos se haya entendido un poco la idea: los comportamientos prescritos o autorizados tienen que corresponder con el sexo. Si las sibilas debían cumplir funciones sacerdotales como los varones, entonces no podían ocuparse de tareas reproductivas, pero no por falta de tiempo, como les puede pasar ahora a las ejecutivas o las actrices, sino porque no les cabía en la cabeza la posibilidad de las dos cosas juntas.
Menciono en el texto el caso de los cristianos gnósticos de los primeros tiempos. Entre ellos las mujeres tenían el papel de iguales en la asamblea. Proclamaban la palabra de Dios, profetizaban…Pero se desató una lucha de poder y triunfó el modelo opuesto, el de San Pablo, lo que excluía a la mujer de las funciones sacerdotales. Si te interesa el tema Elaine Pagels tiene un libro increíble, Los evangelios gnósticos, que explica esa tendencia reprimida en el cristianismo y cómo se escondieron y perdieron sus textos.
Me apunto todas las sugerencias bibliográficas, sí me interesa el tema, mucho. En lo del etnocentrismo de nuestros valores europeos. ay que darle más vueltas al tema, porque Europa con todos los desastres que ha provocado su avidez en los demás continentes, también ha aprendido de sus propios errores, bien graves. El último garrafal 1939-45. A la vez que el colonialismo, tenemos la democracia, el liberalismo, el valor de cada individuo en sí al margen de su función social, darle voz y voto a cada ciudadano...etc, valores que ni siquiera en Europa se cumple perfectamente, han salido de Europa. Los países aspiran a democracia, participación, apertura, ciudadanía...que son valores nacidos y sufridos en Occidente.
EliminarHola a todos,
ResponderEliminara petición de Encar, voy a proceder a explicar un poco el porqué del retrato de Carmen Ortiz, que si a mi hermana enseñço Latín, a mí me enseñó Literatura, y muy bien.
El retrato venía de una propuesta de clase en la carrera de BBAA, donde debíamos ejecutar un retrato sin rostro. A partir de esta limitación, debíamos desarrollar medios creativos: la personalidad del retratado debía inferirse a partir de una serie de signos, simbolismos e indicios (por ejemplo, si fueras un edificio, ¿cuál serías? En respuesta a esta pregunta, en el cuadro puede verse la catedral de Murcia tras la figura).
En general, yo decidí apoyarme en una iconografía establecida, que es la de los arcanos del tarot de Marsella. Los arcanos mayores representan arquetipos, y el que se ajustaba a Carmen, como maestra y guía, era el número ddos: "La Papisa".
Este arcano está inspirado en una figura semilegendaria, la de la mujer que según recogen algunas crónicas, ocupó el asiento papal bajo el nombre de Benedicto III (o previamente al mismo). Su historia, fascinante y curiosa como la de las sibilas aquí relatada, se puede consultar aquí:
http://es.wikipedia.org/wiki/Papisa_Juana
En el tarot, la papisa es una figura de tanta importancia que llega a aparecer bastante antes que la del Papa. En realidad, siendo la nº 2, después del primer arcano, el Mago, se convierte en una contrafigura femenina de este, lo que refuerza la idea de una herecnia cultural entre la mujer vidente y la mujer espiritual y, sobre todo, culta. También recomiendo consultar aquí:
http://es.wikipedia.org/wiki/La_Sacerdotisa_%28Tarot%29
Espero que las aclaraciones hayan sido de vuestro interés, sin ánimo de restar protagonismo al propio texto de Encarna. Saludos,
M
De restar protagonismo, nada. Me encanta que el tema dé tanto de sí y que con los comentarios se abran tantas líneas de desarrollo. Muchas gracias por tus explicaciones sobre el cuadro. Lo que más me gusta de él, además de su iconografía( el libro, el manto, la rosa sobre el suelo ajedrezado muy estilo Van Eyck...) es esa intensa luz dorada que se proyecta sobre la cara como metáfora de la iluminación intelectual que abrasa, y la mirada desde la ventana al exterior, como símbolo de la apertura intelectual. Es estupendo, y además es notable el parecido con la modelo.
EliminarGracias por servirnos de guía en un apasionante viaje a través de la Historia de la Civilización que comienza ocho siglos antes de Cristo y termina en la Valencia de nuestros días. El de la mujer adivinadora, como el de Orfeo, que has tratado en otro artículo, es un mito fuertemente arraigado que, levemente transformado, sobrevive a lo largo del tiempo para demostrar que el miedo que genera la incertidumbre es común a los seres humanos de todas las épocas. ¿Se equivocan los versos de Dante?:
ResponderEliminarY como nieve a la que el sol deshila
así al viento, en las hojas arrastrada,
se perdió la sentencia de la Sibila.
Un texto que trata el tema de forma exhaustiva, pero clara a la vez, tal como nos tienes acostumbrados, con un rigor y paciencia dignos de encomio. El contenido es tan rico y variado que comenzaré por decir algo sobre el apunte de género que indicas en tu artículo, Ciertamente, la mujer tenía un papel muy poco relevante en la sociedad griega, relegada al gineceo y alabada por su belleza o ligereza de casos , si nos fijamos en Helena, objeto de la guerra de Troya. De ahí que el papel femenino en el mundo sagrado sea de mera comparsa, sin posibilidad de protagonismo. Pero tampoco otras religiones como el catolicismo o el Islam contemplan la posibilidad de mujeres oficiantes. En un interesante artículo de Peggy Reeves Sanday, Escritos para el poder femenino, en el que se defiende la tesis de que los códigos religiosos y seculares presentan ideología sobre sexos, su relación y codificación, y esta planificación de roles e identidades sexuales se transmiten de generación en generación, de forma que se entiende que los planes sexuales son culturales y no biológicos, y se muestran en las distintas mitologías sobre la creación, derivando luego en un tipo de conducta de mayor o menor igualdad de género en la sociedad. Por ello, para entender el grado de poder femenino y dominio masculino, pone en claro las interconexiones entre poder sobrenatural y planificación sexual.Y así, en sociedades como la balinesa o los dos semag de Malasia, cuyos mitos de la creación se refieren a principios que no tienen una diferencia sexual marcada, sino que se habla de fuerzas o divinidades ambiguas y cambiantes, los roles sociales son intercambiables hasta cierto punto y la sociedad tiende a ser igualitaria en lo político. Sin embargo cuando acudimos a relatos de la creación donde hay un dios dominante masculino (en el mundo griego Zeus es el ordenador del cosmos o en los relatos judeo – cristianos Dios es el único, y se le nombra como si se tratase de un varón), la sociedad que articula establece una diferencia tajante en cuanto al género, a sus roles y el acceso al poder, vedado para las mujeres. En ese contexto, sólo los gnósticos confirieron a la mujer un papel relevante en el mundo, ya que concebía a la divinidad como masculina-femenina, y pensaban que la mujer era la depositaria de revelaciones tales como la resurrección de Jesucristo. De ahí que la Sibila, con su origen griego, lleve el ideario de su panteón, en el que domina el hombre.
ResponderEliminarY puestos a relacionar el oráculo de Delfos con la filosofía, veamos que tanto la figura de la pitia como Sócrates tienen mucho en común: edad avanzada e imposibilidad de “parir” ninguno de ellos; Sócrates ayudaba a hacer nacer la luz del conocimiento en las almas con sus preguntas; la pitia , a través de mensajes oscuros, trataba de guiar las acciones de los hombres que acudían a ella
Muchas gracias por tu comentario. El texto que citas es realmente muy interesante y lo he localizado en la red completo. Pongo el enlace y os animo a que lo leáis. Cambia la perspectiva de la visión de un solo modelo, aquel patriarcal en el que estamos envueltos, a otras alternativas y sus condiciones de posibilidad:
Eliminarhttp://antropologia-online.blogspot.com.es/2007/10/escritos-para-el-poder-femenino-peggy.html
En cuanto al papel social de la pitia en Grecia, tienes razón, ella no era la fuente del poder sino un mero instrumento. No se escogía para su función a ninguna mujer especialmente dotada para la adivinación. Los griegos la concebían como una techné más que podía aprenderse. De hecho, se buscaba a mujeres sin ninguna instrucción especial. Solo interesaba la sumisión al modelo prescrito: buenas costumbres, observancia de la castidad y aceptar la vida secuestrada en el santuario. Quienes de verdad encarnaban y explotaban el poder del oráculo eran los dos sacerdotes mayores y sus cinco ayudantes. En Roma eran diez los integrantes del colegio sacerdotal. Con esto enlazo con la cita de Dante acerca de la sentencia de la sibila escrita en hojas. Se trata de la sibila de Cumas y es otra leyenda alternativa a los mensajes de ecos de voz. La sibila escribiría la profecía en acróstico en las hojas del roble dedicado al dios tutelar del santuario y había que recogerlas a toda prisa porque el viento las mezclaba y las hacía por completo ininteligibles. Es otra metáfora para entender las contradicciones de un sistema que confiaba en la adivinación y, al mismo tiempo, se daba cuenta de que en absoluto cumplía su función práctica deseada de clarificar el futuro. Por cierto, no me resisto a añadir una nota pintoresca: J.K. Rowling, que no ganará el premio Nobel pese al anhelo de sus seguidores pero que, no obstante, tiene un fino instinto para reciclar mitos en sus novelas de Harry Potter, compone un simpático personaje, la profesora de Adivinación que interpreta Emma Thompson, que precisamente se llama Sybill( Sibila) Trelawney, apellido que en Italia tradujeron como Cooman(Cumas).
Cuando surge la sibila como figura de autoridad femenina propia y modelo de mujer que lee, que escribe y que recibe su inspiración de lo alto es en el Renacimiento, y esta dignidad es la que se plasma en los cuadros que aparecen en el vídeo.
Un texto que trata el tema de forma exhaustiva, pero clara a la vez, tal como nos tienes acostumbrados, con un rigor y paciencia dignos de encomio. El contenido es tan rico y variado que comenzaré por decir algo sobre el apunte de género que indicas en tu artículo, Ciertamente, la mujer tenía un papel muy poco relevante en la sociedad griega, relegada al gineceo y alabada por su belleza o ligereza de casos , si nos fijamos en Helena, objeto de la guerra de Troya. De ahí que el papel femenino en el mundo sagrado sea de mera comparsa, sin posibilidad de protagonismo. Pero tampoco otras religiones como el catolicismo o el Islam contemplan la posibilidad de mujeres oficiantes. En un interesante artículo de Peggy Reeves Sanday, Escritos para el poder femenino, en el que se defiende la tesis de que los códigos religiosos y seculares presentan ideología sobre sexos, su relación y codificación, y esta planificación de roles e identidades sexuales se transmiten de generación en generación, de forma que se entiende que los planes sexuales son culturales y no biológicos, y se muestran en las distintas mitologías sobre la creación, derivando luego en un tipo de conducta de mayor o menor igualdad de género en la sociedad. Por ello, para entender el grado de poder femenino y dominio masculino, pone en claro las interconexiones entre poder sobrenatural y planificación sexual.Y así, en sociedades como la balinesa o los dos semag de Malasia, cuyos mitos de la creación se refieren a principios que no tienen una diferencia sexual marcada, sino que se habla de fuerzas o divinidades ambiguas y cambiantes, los roles sociales son intercambiables hasta cierto punto y la sociedad tiende a ser igualitaria en lo político. Sin embargo cuando acudimos a relatos de la creación donde hay un dios dominante masculino (en el mundo griego Zeus es el ordenador del cosmos o en los relatos judeo – cristianos Dios es el único, y se le nombra como si se tratase de un varón), la sociedad que articula establece una diferencia tajante en cuanto al género, a sus roles y el acceso al poder, vedado para las mujeres. En ese contexto, sólo los gnósticos confirieron a la mujer un papel relevante en el mundo, ya que concebía a la divinidad como masculina-femenina, y pensaban que la mujer era la depositaria de revelaciones tales como la resurrección de Jesucristo. De ahí que la Sibila, con su origen griego, lleve el ideario de su panteón, en el que domina el hombre.
ResponderEliminarY puestos a relacionar el oráculo de Delfos con la filosofía, veamos que tanto la figura de la pitia como Sócrates tienen mucho en común: edad avanzada e imposibilidad de “parir” ninguno de ellos; Sócrates ayudaba a hacer nacer la luz del conocimiento en las almas con sus preguntas; la pitia , a través de mensajes oscuros, trataba de guiar las acciones de los hombres que acudían a ella
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ResponderEliminarMuchas gracias a Maríaporla aclaración del origen del cuadro, enel cual no me costó nada reconocer a su protagonista cuando lo contemplé en la exposición de Torrevieja. Un besazo, artista!
ResponderEliminarEn su novela histórica "Tartessos" (2003), mi paisano Jesús Maeso resucita la figura de una sibila trágica, oráculo del templo de Noctiluca, Anae de Egelasta... Os la presento:
ResponderEliminar"De la virgen de la Luna emanaba aromas a sándalo y agraz, su piel tenía el color de la miel madurada, sus turbadores ojos sombreados de estibio, sus pestañas largas, y la cascada de cabello azabache peinada en tirabuzones al estilo cretense eran recogidas por dos fíbulas de plata. Nada deshonesto parecía mancillar su hermosura. Pudorosamente ocultó el rostro tras un velo de Zedán antes de hablar con su voz aterciopelada:
-Acércate y siéntate..., esta noche de liviandad invita a la plática.
Como aventado por un resorte, Hiarbas se aproximó para besar el borde del manto de la sibila, que lo observaba con curiosidad. La joven entreabrió la boca de cereza maquillada con acanto, surgiendo unos dientes perfectos que esbozaron una sonrisa deleitable.
-Mi nombre es Anae, y te preguntarás por qué te he hecho llamar.
-No me importa el motivo, señora, pues ningún tartesio sueña con tan elevada recompensa como ésta. Soy tu más subyugado servidor".
Como al orfebre Hiarbas, también a mí me sedujo Anae-Maeso con su áureo microcosmos de religiosidad, sensualismo e impenetrable misterio, y su singladura bien documentada por los principales templos mediterráneos en que pontificaban y profetizan sabias e inspiradas mujeres.
Preciosa la cita del libro de Maeso. Lo adelanto un buen número de puestos en mi lista de espera de lecturas, que es más larga que la del oráculo de Delfos en sus buenos tiempos.
ResponderEliminarLa cita de Dante que hizo Baldosada, que no tiene desperdicio, es un símil maravilloso. Se refiere a cómo los recuerdos se nos confunden en la memoria con el paso del tiempo, como las hojas del roble oracular las dispersaba el viento si no se recogía rápidamente la profecía. Mary Shelley utilizó esa misma idea para expresar cómo la literatura femenina estaba tan dispersa a lo largo de la historia que se perdía su pista. Da gusto tener amigos tan leídos, que hacen citas tan jugosas. Gracias a los dos Josés.
Todo un placer leer tus textos, y este último de Las sibilas ha sido todo un lujo, estupendamente documentado y narrado . Como siempre son temas inspiradores e invitan a la reflexión
ResponderEliminarEl vídeo de Pedro, insuperable. Como he estado leyendo los comentarios sé lo del malabarismo musical, difícil de descubrir aún advirtiéndote, con un resultado precioso. Felicidades a ambos por un trabajo excelente.
Me ha resultado muy interesante leer cómo se gestó La Iluminada de María. Para ella también Felicidades por esa gran obra.
La verdad es que habéis puesto el listón muy alto.
Encarna, ya he leido el artículo de las Sibilas, me parece, como todos, fantástico, el video quedó a pedir de boca. Ahora, que ya se puede tener una visión de la diversidad de tus artículos, tus lectores lo único que podemos es darte las gracias por esos viajes tan documentados a través de la historia, historias olvidadas a las cuales les sabes dar un toque de amenidad y que despiertan en el lector la curiosidad hacia algo que por sí solo, él no acertaría a descubrirlas. Por todo esto.....
ResponderEliminardanke, danke, danke,danke......schön!!!!!!
Anna Pagés (Universidad Ramón LLul), en su artículo "¿Jóvenes de Tracia o Sibilas? Metáforas en femenino de la Filosofía", refiere a la metáfora de la joven de Tracia riéndose de Tales, que se distrae de lo terrenal para mirar el cielo. Para la articulista se trata de una de las versiones más antiguas de la posición femenina como modo peculiar de inserción en el mundo y, en la época de los posfeminismos, resulta una buena fuente de inspiración.
ResponderEliminarSegún ella, en los sistemas políticos actuales, defensores de la “igualdad de género”, el posfeminismo reivindica el género como una especie de invención, como una fórmula más o menos arbitraria de construcción (una perfomance). Por el contrario Hannah Arendt define esta distinción de la tracia como un punto de partida, porque no quiere ser considerada un individuo que hace abstracción del mundo, como Tales (o como Heidegger). Se coloca así del lado de la joven de Tracia, que lanza una carcajada ante la ridícula abstracción del filósofo. No obstante, en el caso de Hannah Arendt, la carcajada carece de sesgo humorístico, en las circunstancias trágicas de la Segunda Guerra Mundial, el trauma del nazismo y del Heidegger compremetido en su mentira (y con él la Alemania de la época). La tragedia la empuja a situarse en el lugar de la joven de Tracia pero gritar al filósofo: “¡cuidado, no tropiece!”.
En diálogo con la joven de Tracia, cuya visión del mundo está arraigada a las cosas concretas -según la otra Anna, la que escribe el artículo- encontramos en el mundo griego la Sibila, una especie de profetisa que anuncia o se imagina lo que va a suceder.
La Sibila es metáfora de un pensar sobre el “aún-no”. Frente a la precisión del oráculo que habla por enigmas, la Sibila canta un advenimiento intuitivo sin concreción todavía.
La articulista acaba por preguntarse: "¿Jóvenes de Tracia o Sibilas? ¿Cuál de estas dos metáforas podría ubicar la idea del pensar en femenino, más allá de la distracción filosófica masculina en lo cotidiano?". Evidentemente, se refiere al exilio masculino de lo cotidiano, más que a su distracción "en" ello.
Me encanta la reflexión y la sugerente dicotomía de modelos de pensamiento y acción femeninos. Voy a buscar el artículo y, después de reflexionar un poco, seguimos hablando del tema. Muchas gracias por la aportación.
EliminarHola. He llegado hoy, por pura casualidad, a esta página y todo me ha parecido una maravilla. Estaba buscando el significado exacto de sibilino/a para un contexto concreto. Me gustan mucho las leyendas y la historia y hace tiempo que no disfrutaba tanto con un artículo. Me ha encantado. Y lo mismo con los comentarios. No sé si, después de tanto tiempo, alguien llegará a leer este comentario. Gracias.
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