viernes, 7 de diciembre de 2012

EL HOMBRE ES POLVO PRENDADO DE FANTASMAS


" Polvo prendado de fantasmas, tal es el hombre : su imagen absoluta, de parecido real, se encarnaría en un Quijote visto por Esquilo..."





   En el Breviario de podredumbre) en el fragmento titulado “Le mesonge immanent” escribe Cioran : Une poussière éprise de fantômes,- tel est l'homme: son imatge absolute, idéalement ressemblante, s'incarnerait dans un Don Quichotte vu part Eschyle... " ( Polvo prendado de fantasmas, tal es el hombre : su imagen absoluta, de parecido real, se encarnaría en un Quijote visto por Esquilo..." )
 El aforismo, genial y certero, me abre un horizonte reflexivo muy rico.

El hombre no es "sino la quintaesencia del polvo" dice Hamlet a Rosencranz y a Guildnsteirn frente al esplendor del Universo, del cielo y de la tierra. El polvo no tiene ni la noble solidez de la roca ni el ligero fluir del agua. Es un materia que se disuelve, que se pierde sin eliminarse en un movimiento circular. Ciertamente la dura frase bíblica "Polvo eres y en polvo te convertirás" nos sugiere esta inconsistencia humana tomada en sí misma. Pero para Cioran no hay un Dios que nos redima, seguimos siendo lo que somos, que es nada. Este maldito yo, por usar una certera expresión suya, no es nada. Ni siquiera es la Nada que los budistas nos ofrecen como un horizonte de salvación. Nadie nos salva ya, el mal está hecho : hemos nacido.
Solo nosotros nacemos, solo nosotros morimos. Los animales aparecen y desaparecen en este polvo que ni se reconoce como tal. Pero nacer implica la idea de algo, de alguien, es la conciencia que se materializa. Nuestro sistema nervioso, hipersensible, genera esta conciencia que no es otra cosa que un suponerse separado, que un desarraigo radical con la Naturaleza. Nacer es ser diferente y es esta diferencia la que nos condena. Morir es la idea que nos atraviesa, es el horror que nos espera. Somos algo y esta es nuestra desgracia porque nacemos, primero biológica y después simbólicamente cuando nos hacen entrar en el orden del lenguaje y de la ley. Algunos ilusos hablan de contrato social cuando lo único que hay es un nacimiento y una socialización violenta.
Ni más ni menos : el resto son palabras, consuelos, engaños que nos taponan la idiotez de lo real como diría un admirador de Cioran, Clemence Rosset.
   Polvo quiere decir también que somos cuepo. No es que tengamos un cuerpo sino que somos, ya que no hay nada más allá de él. Uno de sus maestros, al que curiosamente cita poco, que fue Schopenahauer fue uno de los primeros que lo constató. Más allá de la representación del cerebro es el cuerpo en su globalidad el real sujeto de la experiencia.
Este fantasma no es un ser incorpóreo, aunque quizás sí una apariencia sin consistencia. Pero la falta de consistencia es ética, ya que no hay nada más allá de sus engaños. Es la fantasía, el señuelo que nos hace salir de la inercia del sobrevivir, del indiferentismo espectral. Cada fantasma, cada ilusión es un motor emocional que nos encamina hacia otro espejismo. Deseamos desear, decía Nietzsche, y el deseo es siempre deseo de otra cosa, decía Lacan. Antes, el maestro de todos ( también de Cioran) que fue Schopenhauer, ya nos advirtió que la existencia humana oscila entre la insatisfacción y el aburrimiento. El deseo genera ansiedad y su consumación decepción. No hay salida, más allá del oscuro goce de la lucidez. Pero no es la lucidez de la sospecha sino de la desolación. Ni la denuncia tiene utilidad porque si desenmascaramos un fantasma lo hacemos desde otro. Nietzsche, terrible en su crítica pero ingenuo en su propuesta, nos advertía Cioran. Marx pone de manifiesto el horror del capitalismo pero desde su discurso se engendra otro horror, el del Gulag. Quizás es Freud el que asume más el pesimismo de la lucidez pero mientras lo hace se entretiene montando su pequeña sectas de iniciados para combatir el tedio de existir.
  Pobres humanos, nos dice Cioran. Ingenuos humanos, los que creen en la salvación. Lector riguroso de los Vedas o de los sutras budistas Cioran no vió en ellos una hoja de ruta para la salvación. También Schopenhauer cayó en el espejismo. Mientras Cioran también se divierte mostrando el engaño, la mentira en que vivimos: es el goce de la lucidez. Él mismo sabía que él mismo también entraba en el juego. ¿ para que denunciar, para que hablar, para qué escribir ? De algo hay que vivir, finalmente. Cioran escribe así sin ilusiones, sin poder ni gloria, con sus pequeñas ocupaciones : leer, escribir, conversar y sobre todo escuchar música. También en esto coincide con Schopenhauer.
Extraña es la expresión una imagen absoluta. El registro imaginario parece referirse al señuelo, a las identificaciones, a las proyecciones...o quizás a la imagen perceptiva, la que nos llega al cerebro a través de los sentidos, que es siempre relativa a un sistema específico. Hablamos entonces de un recurso retórico, que muestra a la vez lo aparente de la imagen y la fuerza de lo real, como más tarde señala. El hombre, que es a la vez polvo y fantasía, como antes hemos señalado, puede dibujarse en una metáfora expresiva, que es la que ahora planteará. Lo imaginario parece absoluto pero se mueve en el terreno de la superficie, de lo mimético, de la ilusión. Cioran quiere mostrar esta paradoja : lo más parecido al hombre es lo más aparente. Es que el hombre es pura apariencia, es la construcción imaginaria que teje de sí mismo. Recordemos a Nietzsche cuando dice que la verdad es la invención del ridículo habitante de un punto ínfimo del Universo hinchado de vanidad. Esto es el hombre, la realidad de la apariencia. Hemos vivido siglos hechizados por la promesa de Platón de la posibilidad de ver la Luz. ¿ Salir de la caverna ? La caverna es lo real. Seguramente Cioran y Lacan, que convivieron en París, se ignoraron mutuamente, pero la noción de real de Lacan es muy potente. Es lo que se escapa, lo que queda, el resto que no podemos simbolizar, decir, representar, imaginar. Vamos a construir una ficción y será esta la que mejor mostrará lo que es el hombre. Más allá de ella : lo real. Terry Eagleton, lúcido británico dedicado a la sociología y teoría literaria, apuntaba algo sugerente : lo real es el cuerpo. Es el cuerpo que sufre y que goza, que nace y que muere. Cioran nos repite como es el estado del cuerpo el que determina su pensamiento. ES lo que se resiste a nuestras fantasías, lo que nos devuelve a la realidad.
¿ Qué representa el Quijote para ser esta imagen absoluta ? El Quijote es moderno, como lo son otros personajes literarios. Cioran admiraba a Cervantes, igual que a Shakespeare o a Dostoievski. Pero es el Quijote el que tiene más fuerza porque es la triste figura de la locura. Triste la figura de este caballero enjuto que tan bien representa el fantasma, la consistencia de la fantasía frente a la inconsistencia del polvo. La locura no es lo queda excluido por la razón. Descartes se equivoca totalmente cuando afirma que la razón se funda sobre la exclusión de la locura. La razón desemboca necesariamente en la locura, la razón es la locura. Cuando este primate desarrolla un sistema nervioso tan sensible, tan agudo y un cerebro inconscientemente se separa de la naturaleza, Se desarraiga totalmente, se vuelve loco y tiene que socializarse para construir un vínculo con lo natural. Lo hace con las palabras, que son la mediación a partir de la cual monta una realidad paralela, que es la del discurso. Razonar es ver la realidad a través de los conceptos, que como bien dijo Nietzsche, igualan lo desigual. Nuestra experiencia es totalmente singular como no lo es la de ningún otro animal. Pero esta singularidad es necesariamente sacrificada por la locura de la razón. Pero es la razón de la sociedad la que se impone sobre cualquier otra. Con el Quijote explota esta contradicción : su discurso no coincide con el de los otros. Pero él no quiere ceder, no renuncia a lo que ve. "La locura es más verdadera que la vida" dijo la emperatriz Sissi, nos recuerda irónicamente Cioran. "Todos los hombres deliran" afirmaban Lacan radicalizando la afirmación de Freud de que en todo delirio hay un núcleo de verdad. Pero la locura del Quijote es la locura de uno contra la locura de todos. Este es el destino terrible del hombre : renunciar a su locura para aceptar la de la sociedad o hundirse en el abismo. Hay un delirio que se impone, que circula y éste es el único que se admite. Pobre Quijote, hombre moderno que se cree el sapere aude, la ilusión ilustrada de pensar por uno mismo y no obedecer. Kant fue más prudente : piensa por ti mismo pero obedece, actúa como te dicen la ley, el Gran Otro. Pero la miseria humana solo puede ser compensada por esta locura única, singular, del Quijote.
  Esquilo es una referencia a la tragedia griega. Cioran es, desde luego, un trágico. Esto es lo que tiene de antiguo. La existencia humana para él no es dramática, es trágica. El drama es cristiano y es moderno, es el Crucificado, es Hamlet debatiéndose entre actuar o no actuar.. A Cioran no le gusta el cristianismo porque el drama que construye crea la ilusión del libre albedrío, de la redención. Le conmueve y le interesa Shakespeare, por supuesto, en su magnífica exposición de las pasiones humanas. Pero la duda no tiene sentido porque ya hemos perdido de entrada. Cioran, lúcido como Spinoza o como Nietzsche, es determinista. Somos lo que somos y no lo hemos elegido: nadie se libera de sí mismo. Pero hemos de cargar con nosotros mismos, con el maldito yo. Cioran no cree la alegría de Spinoza ni en la de Nietzsche. No hay Dios, esta Unidad de la que formamos parte, ni puede el hombre superarse a sí mismo. No hay futuro, no hay salida. La tragedia griega habla de la Moira, de esta lógica implacable de las cosas contra la cual ni los dioses pueden rebelarse. Esquilo habla del dolor, de esta evidencia de la vida humana de la que los filósofos no quieren hablar. Solo Schopenhauer y Nietzsche lo hicieron, como algo esencial de la vida humana. Pero Cioran nos recuerda sólo desde el dolor es posible el conocimiento, aunque Nietzsche nos advertía que el dolor nos hace más profundos pero no mejores.
  Cioran es inclasificable. Trágico sin ser dramático. Entiende que el hombre no tiene sentido pero no hace una estética del absurdo. Tampoco se presenta como un profeta del nihilismo. Fiel a su estilo fragmentario, donde cada aforismo parece contener la totalidad de su pensamiento Rara avis dentro de una extraña especie, la humana, nos legó aforismos certeros que nos llegan a lo más profundo porque él mismo los escribe desde sus profundidades. No es una profundidad erudita, no es una profundidad metafísica. Es la que surge del abismo, de lo que escondemos pero a pesar de todo expresamos. El saber que no sabemos, por debajo de la superficie de la conciencia, de la razón. Tampoco es el inconsciente del que hablaban los psicoanalistas. Es la otra escena del yo, de la que nada podemos decir. Lo que escribe Cioran no procede del razonamiento, son explosiones de algo singular, de lo más propio que ni nosotros mismos conocemos. Pero si somos algo, somos esto. No la máscara del yo, esta pobre invención humana que cristaliza como un tótem que adoramos con nuestra estúpida vanidad.
Pero estos fragmentos lo son de la experiencia, de una experiencia que no es gratuita. Nace del dolor, de una herida que nos impulsa, dice Cioran, a escribir, de una vitalidad misteriosa que nos empuja a expresarnos. Es como expulsar los demonios, como vaciarnos del veneno que nos corroe internamente. Pero ni tan sólo esto nos tranquiliza, porque el vacío de Cioran no es amable ni liberador. Solamente un deseo de lucidez, que ni siquiera nos consuela, nos conduce a leer a Cioran : cada aforismo es una flecha lanzada contra aquellas mentiras que nos ocultan la dureza de lo real.

   Cioran es uno de los filósofos que más me han impresionado. Quizás baste un sólo libro Del inconveniente de haber nacido para entenderlo, como él mismo dice. Escribe con aforismos, que como él mismo dice son fogonazos de la experiencia. Su estilo es genial y sus descripciones y retratos ( cómo comprobamos en Ejercicios de admiración) son fascinantes. Comparto con Cioran el escepticismo profundo, la incapacidad de creer en nada aunque soy incapaz de llega a su conclusión, que es que lo mejor es la pasividad. Necesito actuar aunque no sea un creyente en ningún sentido. He participado en grupos más o menos fanáticos pero en realidad nunca creí en ellos. Me gusta como a él el budismo y el estoicismo sin identificarme tampoco con ninguna de las escuelas. Considero también con él que Nietzsche tiene una gran fuerza pero que su teoría del superhombre es  ingenua . Pienso como él que escribir es una salida para soportarnos mejor y que hay que escribir sólo cuando hay algo que decir. Estoy convencido que la libertad es una ilusión y que estamos determinados, aunque sea por nosotros mismos. Igualmente que el sujeto de la experiencia es el cuerpo y de que su estado dependen, en gran parte, nuestras actitudes y pensamientos.

7 comentarios:

  1. Igual que decía Nietzsche que la idea del suicidio le había hecho superar más de una mala noche, esta metafísica de la autocompasión, esta lucidez autocruel, esta poética nihilista y trágica, al final también está al servicio de ese anhelo de inmortalidad que nos caracteriza. El nihilismo no es más que uno de los límites de la metafísica. La pescadilla que se muerde la cola. El ente niega su ser frente al ser del Ser.
    Esa vieja idea de que nacer es un atentado contra la justicia o contra la unidad del Ser, la encontramos ya en Anaximandro, en ciertas místicas hindúes, y en el último Heidegger... Pero Thanatos no es nadie sin su antitético y complementario gemelo Eros, gran superador de obstáculos.

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  2. Muy interesante comentario, José. Cioran tiene reflexiones muy lúcidas pero finalmente no me convence.No estoy seguro, en primer lugar, de que no hay una cierta impostura porque su posición creo que llevaría, aunque en esto se salga por la tangente, al suicidio. Y porque pienso, con Nietzsche y antes con Spinoza, en una perspectiva afirmativa, en una apuesta por las capacidadees, por la alegría, por la vida. Ahora bien, siempre hay algo traumático, una fisura que hay que asumir. Cioran nos ayuda a verla. Me gustaría que desarrollaras más, en algún artículo, esta idea planteada por varias tradiciones de que nacer es un atentado. A Cioran le falta el Eros, finalmente. O mejor, no lo reconoce.

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  3. Un "bon vivant" ateo como Savater halla en Ciorán a su complementario: un esteta místico instalado en el nihilismo agónico. ¿Última y fina sugestión de la decadencia? Ciorán -un extraordinario escritor, quién lo duda- es el análogo del Sócrates que condenado a muerte piensa la filosofía -¡qué remedio le queda ante el cáliz de cicuta!- como un 'melete thanatou', como una preparación para la muerte, como si ésta fuese nuestro "estado natural", o el estado natural del universo. No extrañe que entre los socráticos menores se cuenten alejandrinos "predicadores de la muerte". No existir es no sufrir. Y si nos movemos en mitad de una ética popular indolora, analgésica, pues mejor no ser que soportar incomodidades. Pero el sufrimiento no es menos vida que el placer...
    Si uno va por la rosa, se pincha, claro. Me opongo a este inertismo comodón, tan asociado al mecanicismo, a la consideración obsoleta del mundo como una máquina o un reloj ciego e insensible, más bien prefiero pensar con Platón que el kosmos es un todo animado (un 'pan ensychon'). Nosotros no somos una excepción rara ni un tipo de fallo o experimento malogrado, sino una prueba incontestable de la existencia NATURAL de alma y de espíritu (esa fuerza con que la voluntad resiste a la inercia material o el movimiento autónomo -psique- a la gravedad. El espíritu, que sopla donde él quiere.
    Un personaje medieval del *Lázo púrpura de Jerusalén* (2008), la novela de mi paisano Jesús Maeso, expresa algo parecido con un laconismo pasmoso: "no existe ninguna razón, ni buena ni mala, para vivir o morir". No existen más razones para ser que para no ser, para no ser que para ser. Uno decide, en el caso de ciertos monjes como Ciorán, vivir muriendo o morir viviendo. Pero todos apostamos por la vida, en eso somos semejantes al "Creador".
    Los cementerios son desde luego lugares tranquilos, en ellos siempre es otoño, pero un otoño perpetuo es un horror de aburrido.
    Sobre esa idea de la culpa por existir y su comentario por Heidegger- Arendt (sobre el viejo fragmento de Anaximandro de Mileto), tal vez te interese la entrada: http://apiedeclasico.blogspot.com.es/2012/10/el-fragmento-de-anaximandro.html

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  4. Consultaré la página. He introducido un nuevo post que me gustaría que comentaras, José. Cuando puedas.
    Un abrazo

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  5. Me fascina la lucidez crítica de Cioran pero no soporto el nihilismo absoluto al que conduce. Ya Nietzsche se cuestionó el grado de verdad que el hombre puede tolerar. La luz atrae al insecto pero también lo quema. No se puede vivir bajo semejante opresión mental. Aquí estamos y tenemos que salir adelante de la mejor manera posible para todos, así que más vale no abrirse constantemente las carnes y pongámonos a buscar ideas positivas en beneficio de la colectividad, aunque no venga mal, de vez en cuando, recordar nuestra limitada condición humana, autoengañada, determinada y todas las demás miserias que se quieran señalar. En cualquier caso, yo me quedo con Quevedo: “polvo seré, mas polvo enamorado” de la vida, del saber, del arte, de la amistad.

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    1. Suscribo, amiga Encarnación, la misma fértil esperanza. En el caso de Foucault, su antihumanismo estuvo muy marcado por la reacción generacional contra el "papa" existencialista e intelectual "engagé", Jean Paul Sartre.
      Pero Nihilismo y antihumanismo son el límite autodestructivo de la ontología y de la ética. La (auto)crueldad es por supuesto una especie de deleite, incluso en filosofía, pero yo abomino de esos goces tan negativos como estériles, y creo que además hay motivos razonables para tal aborrecimiento. Como ha demostrado Searle, las razones también suscitan emociones y acciones, y resultan mejores motivos para actuar que l'envie de boue.

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  6. Totalmente de acuerdo, Encarna. En realidad, tanto de Nietzsche como de Cioran me interesan los matices no el proyecto ( en el caso de Nietzsche) o la falta de proyecto ( en Cioran. No quiero seguirle en su lógica final. me quedo con lo agridulce, con el claro oscuro y con l ambivalencia. Otra cuestión sería si no hay una cierta impostura en Cioran porque su planteamiento final conduce al suicidio. Su justificación d eporqueé no se suicida me paraece una excusa de mal pagrador, sinceramente.
    Gracias por el aforismo de Quevedo, me gusta y no lo conocía.
    Un abrazo

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