Escrito por Luis Roca Jusmet
Este artículo
pretende establecer un punto de relación entre tres tradiciones,
que son heterogéneas pero que pueden llegar a un punto de encuentro.
Pero lo primero que quiero hacer es desmarcarme de cualquier forma de
sincretismo, lugar de confusión habitual en que nos ha colocado la
subcultura New Age con respecto a estos temas[1].
Para ser rigurosos empezaré precisando lo que significan para mí estas tres tradiciones y delimitando en qué me voy a centrar en cada una de ellas. Entiendo por budismo las prácticas que se originan a partir de la aparición de un personaje histórico que es Buda; pero me centraré específicamente en la Escuela Soto Zen y más específicamente en Taisen Deshimaru. El psicoanálisis tiene también un origen, un padre fundador que es Freud y aunque después de su muerte las escuelas se multiplican considero a Jacques Lacan cómo la figura más interesante para esta investigación. La filosofía es más difícil de delimitar pero la plantearé cómo un invento griego continuada en Europa hasta la globalización actual. Los filósofos a los que me referiré serán Pierre Hadot y Michel Foucault.
Para ser rigurosos empezaré precisando lo que significan para mí estas tres tradiciones y delimitando en qué me voy a centrar en cada una de ellas. Entiendo por budismo las prácticas que se originan a partir de la aparición de un personaje histórico que es Buda; pero me centraré específicamente en la Escuela Soto Zen y más específicamente en Taisen Deshimaru. El psicoanálisis tiene también un origen, un padre fundador que es Freud y aunque después de su muerte las escuelas se multiplican considero a Jacques Lacan cómo la figura más interesante para esta investigación. La filosofía es más difícil de delimitar pero la plantearé cómo un invento griego continuada en Europa hasta la globalización actual. Los filósofos a los que me referiré serán Pierre Hadot y Michel Foucault.
En este artículo intentaré trazar en primer lugar un panorama histórico sobre el intento de establecer un vínculo entre las tres disciplinas. Mi hipótesis es que este proyecto fracasa por un mal planteamiento, que es el intento de establecer un diálogo desde el discurso teórico, es decir, desde lo que dicen cada uno de ellos. La imposibilidad viene dada porque se quiere homogeneizar discursos heterogéneos. Mi propuesta es la de encontrar un espacio común planteado desde el punto de vista de la práctica, en concreto desde la ética. Entiendo por ética un arte de vida que propone un trabajo interno que nos permite transformarnos y transformar nuestra vida.
Incluyo
aquí un video en el que hablan Taisen Deshimaru, Jacques Lacan y Michel
Foucualt. No me interesa lo que dicen sino lo que muestran a través de
su cuerpo :la voz, el gesto, la mirada. El cuerpo somos nosotros, a
través de él se manifiesta el espíritu. La ética es entonces esta
transformación espiritual del cuerpo. Las prácticas son las del cuerpo,
que no es una superficie corporal, que es una estructura dinámica, viva,
que se expresa de manera singular en cada cual.
1. Aproximaciones entre la filosofía,
el budismo zen y el psicoanálisis
Parto
de la hipótesis de que la filosofía surge como una pérdida de
saber que permite la búsqueda de la verdad a partir de esta
carencia[2].
François Jullien también analizará como la filosofía es un
camino, el de la pregunta por la verdad, el bien que el pensar griego
escogerá mientras el pensar chino sigue otros derroteros[3].
Roger Pol Droit
(1989, 1997) ha realizado un interesante trabajo sobre el papel del
budismo en el imaginario filosófico anterior. El precedente del
interés de la filosofía europea por el budismo tiene un referente
claro en Arthur Schopenhauer. Pero tampoco hay que olvidar la
reflexión de Nietzsche en su obra El Anticristo sobre el
budismo cómo una forma radical de nihilismo[4].
Si buscamos un
interés específico de la filosofía contemporánea por el budismo
zen tenemos que referirnos a Martin Heidegger[5].
Es también un tema recurrente, sugerido pero poco desarrollado, el
paralelismo entre Wittgenstein y el budismo zen[6].
Estos dos casos no agotan por supuesto la casuistica del interés de
los filósofos actuales por el budismo zen.[7]
El camino inverso,
que es el del interés de representantes del budismo zen por la
filosofía, nos lleva necesariamente a la Escuela de Kioto, formada
alrededor de Nishida (1870-1945).. Shizuteru Ueda realizará un
estudio muy interesante sobre el proceso paralelo de Nishida de
aprendizaje práctico del zen y de inmersión en los textos
fundamentales de la filosofía griega y europea. Lo que tiene de
extraordinario es que la práctica del zen excluye la especulación
racional, con lo cual convierte en posible algo que de entrada se
presenta como incompatible. Para Ueda el resultado es filosóficamente
interesante, mientras que para Heidegger lo que hace Nishida en su
libro fundamental, Indagación del bien, es caer en las redes
del lenguaje filosófico occidental. Ueda buscará una vía de
encuentro entre el budismo zen y la filosofía a partir del
misticismo medieval del Maestro Eckhart, pero quizás es lo más
antifilosófico de éste lo que permite una mayor convergencia. Otro
intento posterior a Nishida será el de Toshihiko Izutsu (1914-1993)
que elaborará una propuesta filosófica sistemática a partir del
budismo zen. Pero el esfuerzo de Izutsu, que no carece de rigor, nos
conduce a una empresa imposible, ya que lo que hace es traducir el
lenguaje no-filosófico del zen al lenguaje de la filosofía, es
decir llevarlo a un terreno que no es el suyo. La elaboración de
Izutsu aunque fallida no por ello deja de ser interesante:, ya que es
capaz de recoger los temas que filosóficamente serían más
interesantes: la identidad, el sentido, la articulación y el
pensamiento.
Al analizar la
relación entre filosofía y psicoanálisis podemos comenzar con una
afirmación paradójica que aparece en su autobiografía: sus
verdaderos intereses de su fundador son de naturaleza filosófica, pero que al
mismo tiempo él es constitucionalmente reacio a lo especulativo y
tiene por tanto una gran desconfianza hacia la filosofía oficial.
Por una parte tiene, como él mismo nos dice, un espíritu de
conquistador que le orienta hacia los enigmas clásicos de la
filosofía buscando siempre nuevos horizontes teóricos. Pero por
otro lado lo hace con un espíritu de rigor y buscando una base
empírica que él atribuye pura y exclusivamente a la ciencia. Freud
teoriza y busca verificar sus formulaciones a partir de la
observación clínica y casi podríamos decir que retoma la postura
radical de Hume al considerar los textos metafísicos como un
material nocivo. Estos textos filosóficos son para Freud, al igual
que los de la religión, obstáculos en el camino hacia la
verdad. Aunque la religión es una ilusión (que Freud insiste
en diferenciar del error) tiene interés en la medida en que es
la proyección imaginaria de un deseo. Es un engaño, pero
fascinante, mientras que la metafísica es una especulación estéril.
El triste papel del filósofo es, para Freud, el de sustituir
el viejo catecismo de los clérigos, es decir, lo peor de la
religión. Los filósofos nos ofrecen así una Weltanschauun
(Cosmovisiones) que tienen un carácter totalizador, cuyas pretensiones irritan profundamente a Freud. En otro sentido la
filosofía es un enemigo del psicoanálisis porque defiende el
imperio de la conciencia. El axioma fundamental contra el que lucha
Freud (que es el de la identidad entre psiquismo y conciencia) tiene
en los filósofos sus más decididos defensores. Esto no quiere
decir, hay que matizarlo, que Freud desprecie a todos los filósofos.
Aunque desconfía de la filosofia de manera radical, Freud se interesa
por el trabajo de algunos filósofos concretos. De hecho tanto la
buena filosofía como la buena literatura están presentes en el
discurso freudiano, a través de referencias que son imprevisibles y
rápidas pero que tienen una función precisa, cómo en el caso de
Empédocles y Platón. Lo que no soportaba Freud es la filosofía
académica, en la que predominaba la que podríamos llamar
pseudohegeliana. Más que criticar a Hegel, a quién seguramente no
había leído, lo que criticaba eran sus epígonos, los mediocres
profesores universitarios. No olvidemos que es en el siglo XIX cuando
aparece la profesionalización de la filosofía. Repasando su
biografía podemos señalar dos momentos. En su juventud participará
temporalmente en las reuniones filosóficas dirigidas por uno de los
grandes de su época, Franz Brentano, que no sólo le
proporcionó una formación filosófica (muy centrada en Platón y en
Feuerbach) sino también los materiales sobre los que construir
una lógica rigurosa. Freud sólo reconoce explícitamente la
influencia de las especulaciones filosóficas de un científico
peculiar, Fechner. Aunque en su autobiografía considerará a
Schopenhauer[8]
y a Nietzsche como antecedentes del movimiento psicoanalítico (ya
que intuyen la existencia del inconsciente), Freud no reconoce ninguna
influencia directa por parte de los filósofos en su obra[9].
Defiende una concepción realista de la ciencia. Acepta el esquema
positivista de los tres estadios: la ciencia, única fuente posible
del saber, es incompatible con la religión y también con la
metafísica, que calificará como un conglomerado de residuos de
animismo sin magia. En las propias filas del psicoanálisis se ha
introducido este animismo a través de Jung, en quién erróneamente
confió como su sucesor, y Freud deberá realizar una extirpación
muy dolorosa para él de esta quinta columna en el propio movimiento
psicoanalítico[10]. El movimiento psicoanalítico posterior a Freud, exceptuando a Lacan,
no se interesará por la filosofía.[11]
Desde el punto de vista de los filósofos, las referencias al psicoanálisis son variadas.
Wittgenstein, contemporáneo de Freud, se manifestará totalmente en
contra. Tenemos también el llamado freudomarxismo, que significará
una aproximación de la filosofía marxista al psicoanálisis, cuyo
referente más claro es Herbert Marcuse. En Francia se producirá de
manera diferente con Louis Althusser. Pero es después de la segunda
guerra mundial cuando se dan las dos experiencias más interesantes,
que son las de Cornelius Castoriadis y Slavoj Žižek[12].
Lo que hay
que plantear de entrada respecto a la relación entre psicoanálisis
y budismo es el comentario negativo de Freud a su amigo Romain
Rolland cuando éste le explica entusiasmado la idea de la
iluminación budista contrapuesta a las religiones judeocristianas (que el primero había criticado como ilusiones). Freud dirá que este
sentimiento oceánico es una alternativa regresiva que plantea
retroceder a un estadio anterior al del Yo[13].
Hay que descartar la tentación de Jung, que me parece poco útil en
primer lugar porque se sitúa fuera de la tradición psicoanalítica
y sobre todo porque realiza un sincretismo que metodológicamente es
mejor evitar. Empezaré con una consideración crítica sobre lo que
se considera un clásico, que es el libro conjunto de Erich Fromm y
D.T.Suzuki[14].
Será Jacques Lacan quien, preservando el mensaje radical de Freud,
se interesará por lo que podríamos llamar la cultura tradicional
del Extremo Oriente. Aunque no sea específicamente hacia el budismo
zen sí hacia el taoísmo chino por un lado y hacia el arte y la
cultura japonesa por otro. Al mismo tiempo hay un profundo interés
por la lengua chino-japonesa basada en los ideogramas[15].
El budismo zen como
tal nunca se interesó por el psicoanálisis. Sí lo hizo la sociedad
japonesa con respecto a Freud y con respecto a Lacan[16].
2. Un espacio común desde la práctica ética
Hay por tanto una
serie de aproximaciones que no acaban cuajando en una connexión
realmente productiva. Mi hipótesis es que sólo desde las prácticas
respectivas de las tres tradiciones puede realizarse una convergencia
que definiré como ética. La filosofía debe entenderse así como
forma de vida (Pierre Hadot y Michel Foucault), el psiconanálisis
como una propuesta ética (Jacques Lacan) y el zen como una práctica
(Taisen Deshimaru y Shounryu Suzuki). El elemento común en esta
propuesta de transformación es la superación del ego como obstáculo
principal. La crítica al ego es un clásico dentro del budismo pero
adquiere un sentido más preciso y específico en el budismo chan y
zen. Esta crítica se da también en el psicoanálisis lacaniano.
Frente a la
filosofía como discurso tenemos la filosofía como práctica, tal
cómo la plantea Pierre Hadot, la filosofía como forma de vida[17]. La filosofía es entonces un ejercicio espiritual, una
transformación interna que nos conduce a superar el yo parcial y
pasional para elevarnos a un Yo cósmico. La filosofía, siguiendo la
expresión de Platón recogida por Montaigne nos enseña a “aprender
a morir”. Pero la formulación no hay que entenderla necesariamente
como una propuesta dualista de liberación del alma de la cárcel
corporal. También quiere decir aprender a vivir el presente como la
única realidad, como la única presencia que hay que valorar a cada
instante, como la única realidad que somos. Aprender a morir quiere
decir aprender a vivir. En todo caso también el recuerdo será algo
vivo pero nunca puede convertirse en un peso que nos impida la
ligereza de vivir. El futuro, en todo caso, sí es la negación de la
vida[18].
Michel Foucault es
el otro filósofo que planteará la filosofía como arte de vida,
como ética-estética de la existencia a través de lo que él llama
el cuidado de sí[19].
La relación entre ambos filósofos, que pertenecen a una misma
generación de filósofos franceses (Hadot nace en 1922 y Foucault
en 1926) es cordial y su interés por la filosofía grecorromana como
arte de vida es común, a pesar de las diferencias[20].
En todo caso lo que
comparten ambos autores ( y que puede ser tomado como referencia de
la filosofía que quiero vincular al psicoanálisis lacaniano y al
budismo zen) es la concepción de la filosofía como una salvación de la miseria cotidiana a través de una transformación interna que
nos da acceso a la verdad y a la libertad interna. Tanto en Foucault
como en Hadot hay detrás de esta transformación una práctica
voluntaria y personal basada en la autodisciplina y el rigor moral.
Hay una ascesis a través de la cual la filosofía forma el
carácter.
Esta miseria
cotidiana es también la del neurótico a la que alude el
psicoanálísis lacaniano. Éste se presenta como una ética y no lo
hace sólo en el sentido de una ética del psicoanalista sino sobre
todo cómo una ética propuesta desde el psicoanálisis. Aunque
este planteamiento tiene un carácter transversal en toda la obra de
Lacan, hay que referirse específicamente al Seminario 7, que
se titula precisamente "La Ética del psicoanálisis". Merece ser
tenido en cuenta sobre todo el último capítulo titulado “Paradojas
de la ética o ¿has actuado en conformidad con tu deseo?”. La
propuesta de Lacan es clara y contundente :hay que vivir en
conformidad con nuestro deseo más propio, más singular. En contra
de la llamada Escuela del Yo, que considera que lo que debe hacer el
psicoanálisis es reforzar el Yo para controlar el Ello, lo que dice
Lacan es lo contrario, que es el Yo es el debe ceder al Ello. Desde
el Seminario 2 (El Yo en la Teoría de Freud y en la
Técnica Psicoanalítica) Lacan entiende el Yo como
identificación imaginaria, una entidad ilusoria que sólo lleva al
autoengaño. La noción de deseo en Lacan es clave para
entender su propuesta. Nada tiene que ver con la renuncia que
proponen las escuelas antiguas ni con lo que propone superar el
budismo. Más bien todo ello hay que identificarlo con la "demanda", en
el lenguaje lacaniano. El deseo tiene siempre una forma ambigua y
compleja, tal como manifiesta sobre todo a partir del Seminario 5
(las Formaciones del inconsciente). El deseo tiene que ver el
vacío, está sostenido por la falta, nunca es deseo de algo. Pero es
el efecto de este vacío, lo que Lacan llama el objeto a, lo
que hay de mantener cómo lo más propio porque es lo que nos vincula con
lo real, es decir con aquello que se escapa porque no podemos
decir ni imaginar, porque no puede ser clasificado.
Aquí hay que citar
necesariamente un interesante estudio de Jean Allouch que presenta
con un no menos sugerente título: El psicoanálisis ¿es un
ejercicio espiritual?[21]
Hay una interesante convergencia entre Jean Allouch y Pierre Hadot al
reivindicar la noción de ejercicio espiritual desvinculándolo
de las propuestas religiosas. El psicoanálisis, al igual que
la filosofía, ni es ciencia ni es religión ni es magia. No es
ciencia porque es el sujeto el que accede a la verdad, por lo que no
buscamos una verdad del objeto. No es religión porque lo que propone
son ejercicios, no ritos iniciáticos. Hay en la filosofía (en el
sentido de las escuelas antiguas) y en el psicoanálisis (en su
orientación lacanina) una propuesta de salvación sin referencia a
Otro Mundo. Se trata de un salvarse a sí mismo que se escapa a la
dominación, la esclavitud, que se mantiene en un estado que
nadie ni nada puede alterar. Se trata de salir del malestar cotidiano
y de hacerse inaccesible a las desgracias[22].
Allouch recuerda una alusión del propio Lacan al escepticismo antiguo
como una escuela de ejercicios espirituales que corresponden a una
praxis ética que puede considerarse un antecedente del modelo
psicoanalítico. En todo caso hay una cuestión que señala Jean
Allouch como un elemento común a la filosofía y el psicoanálisis en
los sentidos especificados, que es la defensa de una espiritualidad
que tiene sus raíces en el cuerpo y que no contrapone a él.
Pasemos finalmente
al zen como práctica en el sentido definido por Taisen Deshimaru (1914-1982) y
Shunryu Suzuki (1905-1971), los dos potentes maestros zen que
introdujeron el Soto Zen en Occidente, el primero en Europa y el
segundo en EEUU.[23]
El elemento fundamental es
el de señalar el zen como una práctica y no como un discurso
filosófico. Es una experiencia que viene definida por una actitud,
una respiración y una postura corporal. Hay aquí una evidente
ruptura del dualismo, ya que la práctica central, el zazen, es una
práctica tan mental como corporal. Es simplemente meditar en
silencio, sentado, en una determinada postura.
Mi conclusión es
que a un nivel discursivo nos movemos en tres registros diferentes
que sólo posibilitan el diálogo reduciendo dos de ellos al lenguaje
del tercero o bien elaborando un sincretismo que acaba diluyendo lo
que cada cual tiene de peculiar. Es necesario partir de las
prácticas, manteniendo la heterogeneidad pero estableciendo un
espacio común. ¿Cuál sería este espacio? Intentaré dar algunas
pistas que pueden ofrecer, a mi entender, un camino para el
diálogo. La vida se entiende como un combate[24]
contra el pequeño ego al que alude el budismo, el yo pasional y
parcial del que habla Hadot o el yo ilusorio del que habla el
psicoanálisis lacaniano. Hay que abrirse a lo que está más allá
de los límites en que nos encierra nuestro pequeño yo. Es el
silencio del que nos habla el budismo zen que nos permite abrirnos a
la vacuidad de las cosas, a lo Real que está más allá
de lo que podemos pensar o imaginar según Lacan o a esta conciencia cósmica de la que nos habla Hadot. Vivir el presente, no aferrarnos
al pasado ni tampoco al futuro. Este planteamiento está totalmente
presente cuanto menos en la filosofía de Hadot y sobre todo en el
budismo zen. Menos en Foucault y en Lacan, pero está presente en
las escuelas antiguas que de alguna manera reivindican.
Hay una ética
trágica que se enfrenta al hombre como ser sexuado y mortal. Trágica
quiere decir que es capaz de ver y aceptar esta realidad sin
dramatizar, sin esconderla y sin inventar ilusiones compensadoras. El
budismo y el psicoanálisis según Freud y Lacan y la filosofía como
forma de vida de Hadot y de Foucault comparten, con sus diferencias, esta verdad.
En todo caso planteo
un camino para trabajar con más profundidad. Pero lo que no hay que
perder de vista es que detrás de todos estos enlaces posibles lo que
hay es un proyecto de trabajo interno, de autotransformación. La
práctica del zazen, el ejercicio espiritual, la experiencia
analítica o el cuidado de sí, son los diferentes caminos que
conducen a ella. El Mito de la Caverna, tal cómo lo formuló Platón,
puede ser una buena metáfora para llevarnos de la oscuridad a la
luz. En todo caso lo que defiendo aquí es también una concepción
de la ética como trabajo interno orientada al buen vivir, no como
un sistema de normas o de obligaciones, y desde aquí sí me parece
posible esta conexión.
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[1]
Los intentos actuales de vincular “Oriente y Occidente” forman
parte de la búsqueda de un paradigma imposible. En todo caso hay
siempre una referencia a Jung y una utilización equívoca del
concepto de energía a partir de la física relativista. Un ejemplo
es El Tao de la bionergética de George A. Katchmer.
[2]
Un planteamiento muy sugerente en esta línea es el que
plantea Giorgio Colli en su libro El nacimiento de la filosofía.
[3]
Hay aquí un debate muy interesante entre François Jullien, que
defenderá la filosofía como un invento griego que no
eligieron los chinos y el contrapuesto del también sinólogo Jean
François Billetier, que considerará la filosofía una experiencia
universal que encontramos en ambas culturas . Aunque el debate es
muy rico se pueden consultar los libros La china da que pensar
y Cuatro lecturas de Zhuangzi, de Jullien y Belleter
respectivamente.
[4]
Para Nietzsche la diferencia básica entre el cristianismo y el
budismo es que el primero promete lo que no puede dar mientras que
el segundo cumple su promesa. Lo que ocurre es que para Nietzsche
esta promesa es la de ofrecer la tranquilidad, la paz interna a
costa de la vida.
[5]
Carlo Saviani ha desarrollado un estudio muy riguroso
del interés y del encuentro entre el filósofo y el budismo, que se
materializa sobre todo en el capítulo del libro El camino del habla
en el que parece un diálogo con el Japonés (que no es otro que un
maestro zen). También en su escrito Serenidad
podemos captar un estado interior similar al del zen, siempre
acompañado por lo que él llama la Apertura del Misterio hacia el
Mundo.
[6]
El mismo Billeter compara “la filosofia” de Zhuangzi con
la de Wittgenstein. Aunque el primero no pertenece al budismo zen
sabemos la profunda influencia de los sabios taoistas sobre el
budismo que llega a China, que dará origen al budismo chan, del que
derivará en el Japón el budismo zen. Un trabajo explícito sobre
el paralelismo entre Wittgenstien y el zen lo encontramos en un
artículo en inglés de H. Hudson, traducido por Daniel López
Salort para la Revista Observaciones Filosóficas. La
conclusión de este artículo es que a pesar de las diferencias
entre ambos hay una búsqueda de iluminación como cambio del ángulo
de visión que nos lleva a una liberación y que tanto en un caso
como en el otro hay un intento de liberarnos del hechizo de la
palabras y de los conceptos.
[7]
Hay en Georges Bataille un interés puntual por el zen
, que no remite a ninguna elaboración teórica en uno de los libros
de su Summa Ateológica. (Sobre Nietzsche). Finalmente conocemos por
la biografía de Michel Foucault realizada por Didier Eribon el
encuentro fallido del filósofo con el budismo zen, planteado no
desde un punto de vista filosófico sino cómo una experiencia
práctica.
[8]
La asociación entre Freud y Schopenhauer es muy fecunda, como lo
demuestra el exhaustivo y sugerente ensayo de Ignacio Barriera.
[9]
Aquí Freud precisa que su virtud no es haber descubierto el
inconsciente (cómo acabamos de decir otros ya lo hicieron
desde la filosofía, o desde la literatura), sino haberle dado un
fundamento científico. Freud leerá con atención a
Schopenhauer y constatará afinidades profundas con
especialmente con las hipótesis contenidas en Más allá del
principio del placer (aunque precisando que su lectura fue a
posteriori de la elaboración de esta obra). Dirá de
Schopenhauer que es el único filósofo que provee a la metafísica
del antídoto necesario. Es interesante tener en cuenta del papel
que jugaba Schopenheuer en el contexto cultural alemán.
Schopenhauer era un crítico radical de la filosofía académica,
que ataca el discurso prepotente y dogmático de los especulativos
hegelianos y que despierta curiosidad en los medios científicos.
Se interesará por Nietzsche (por la influencia de una amiga
común), Lou-Andrea Salomé) pero comentará, con una sinceridad que
hay que apreciar, que prefiere no leerlo para no dejarse seducir por
su lenguaje. Nietzsche será para Freud una especie de tabú.
El filósofo y psicoanalista Paul L. Assousin editó un libro claro
y riguroso sobre el tema titulado Freud, la filosofía y los
filósofos.
[10]
Pero Freud supera, en la práctica, el discurso
positivista porque su concepción de la ciencia es más amplia y
porque da a la especulación una función necesaria. Pero entre la
metafísica de la filosofía y la metapsicología del psicoanálisis
considera que se encuentra la diferencia entre una mala y una buena
abstracción. ¿Y en que consiste esta diferencia? En que la
primera es a priori y la segunda no, ya que está integrada en el
discurso científico y se sostiene en la contrastación empírica,
aunque esta es, por otra parte, radicalmente diferente a la
verificación positivista. Freud defenderá una contrastación
selectiva en la que unos pocos pero significativos casos clínicos
son suficientes para fundamentar una hipótesis.
[11]
Sí se habían interesado algunos discípulos suyos como Otto Rank o
los disidentes Adler o Jung pero no lo harán los representantes de
la tercera generación de psicoanalistas, ni siquiera los más
brillantes (Winnickok, Melaine Klein)
[12]
Cornelius Castoriadis es uno de los grandes filósofos de la segunda
mitad del siglo XX. Su obra La institución imaginaria de la
sociedad es su obra más potente. Elaborará un pensamiento
original y radical basado en sus amplios conocimientos de filosofía
y de psicoanálisis. Slavoj Žižek es uno de los filósofos vivos
más sugerentes y estimulantes. Su obra, así lo reconoce, es una
elaboración filosófica de los conceptos lacanianos. Escritor muy
prolífico, podemos acercarnos a él a partir de las respuestas a
una entrevista muy densa en el libro Arriesgar lo imposible.
[13]
El comentario, claro y conciso, aparece en El malestar de la
cultura. De todas maneras no hay que olvidar la
utililización conceptual cave que da Freud al témino Principio
de Nirvana en un libro imprecindible de su producción teórica,
Más allá del principio del placer.
[14]
En realidad lo que hay es una introducción al budismo
zen por parte de Suzuki con alguna alusión superficial y más bien
conciliadora a los conceptos psicoanalíticos de inconsciente y yo.
La reflexión comparativa la hace Erich Fromm desde un psicoanálisis
culturalista. Su planteamiento parte de un humanismo integrador que
reduce tanto la radicalidad del psicoanálisis como la del zen. Es
curiosa la parición de libros que intentan fallidamente concretar
esta supuesta convergencia, como el libro del médico psicoanalista
y profesor de yoga Miguel Fraile Meditación budista y
psicoanálisis.
[15]
En el seminario X, referido a la angustia, se referirá
a la figura de Buda. Elisabeth Roudinesco, psicoanalista que escribe
una brillante biografía de Lacan, se referirá a este interés como
Deseo de Oriente, Deseo de Absoluto. Hay un pequeño escrito
muy interesante de François Cheng, que enseñó chino a Lacan,
titulado “Lacan y el pensamiento chino” ( aparece en el libro
Lacan: el escrito, la imagen).
[16]
En 1919 El psiquiatra Kiyoyasu Marui introdujo el freudismo en
el discurso académico. Otros psiquiatras japoneses, como Yakichi
Yabe y Heisaku Kurosawa visitaron a Freud en Viena. En 1969 un joven
filósofo, Tagatsuku Sasaki tradujo los Escritos al japonés.
[17]
Aunque la obra de Pierre Hadot es extensa y profunda, las
conversaciones con Jeannie Carlier y Arnold I. Davidson nos permiten
entender con claridad y rigor la propuesta del filósofo, tal como
aparecen en el libro La Filosofía como forma de vida.
[18]
Las asociaciones que se me ocurren a partir de aquí son múltiples,
desde el Spinoza que defiende la alegría del presente como el bien
y la esperanza y la preocupación cómo un mal hasta nuestro
filósofo Agustín García Calvo, que considera el futuro cómo la
Administración de la Muerte. Es interesante ver cómo desarrolla
este tema en su Registro de recuerdos.
[19]
Para desarrollar este tema hay que recurrir a os últimos textos de
Foucaul ( recogidos en el libro Michel Foucault. Estética, ética,
hermenéutica) o seminarios (El fundamental es La hermenéutica
del sujeto). Hay un trabajo muy interesante sobre el tema del
filósofo alemán Wilhelm Schmid que encontramos en el libro En
busca de un nuevo arte de vivir. La pregunta por la nueva
fundamentación de la ética en Michel Foucault.
[20]
La formación de ambos, radicalmente diferente, acabará pesando en
su divergencia. Foucault es un filósofo heterodoxo, influenciado
por el estructuralismo por un lado y por Bataille y Blanchot por el
otro.
Pierre Hadot es un filósofo ortodoxo con una sólida base filológica mucho más académico que el anterior. Foucault hace referencias puntuales,a Hadot en su seminario “Heremnéutica del sujeto.” Pierre Hadot, tanto en las conversaciones aludidas como en su intervención”Reflexiones sobre la noción de cultivo de sí mismo” deja muy clara su diferencia con Foucault. Ésta consiste en que lo que propone Hadot es una forma de vida de vida orientado a la trascendencia, a la superación del propio yo, mientras que lo que considera que defiende Foucualt es una estética d ella existencia tipo dandy, demasiado vinculada al propio ego. La intervención aparece como un artículo del libro Michel Foucault, filósofo. Lo que planteará Foucault en una entrevista realizada en 1983 ( aparecida en el libro El yo minimalista y otras conversaciones ) es que es básicamente la influencia del cristianismo la que considerará el cuidado de sí como algo egoista y por tanto negativo. Mientras Foucault da al plaver un sentido positivo Hadot quiere eliminarlo de su proyecto ético.
Pierre Hadot es un filósofo ortodoxo con una sólida base filológica mucho más académico que el anterior. Foucault hace referencias puntuales,a Hadot en su seminario “Heremnéutica del sujeto.” Pierre Hadot, tanto en las conversaciones aludidas como en su intervención”Reflexiones sobre la noción de cultivo de sí mismo” deja muy clara su diferencia con Foucault. Ésta consiste en que lo que propone Hadot es una forma de vida de vida orientado a la trascendencia, a la superación del propio yo, mientras que lo que considera que defiende Foucualt es una estética d ella existencia tipo dandy, demasiado vinculada al propio ego. La intervención aparece como un artículo del libro Michel Foucault, filósofo. Lo que planteará Foucault en una entrevista realizada en 1983 ( aparecida en el libro El yo minimalista y otras conversaciones ) es que es básicamente la influencia del cristianismo la que considerará el cuidado de sí como algo egoista y por tanto negativo. Mientras Foucault da al plaver un sentido positivo Hadot quiere eliminarlo de su proyecto ético.
[21]
Jean Allouch tiene la ventaja de que ha utilizado tanto a
Foucault como a Lacan como “caja de herramientas”, es decir de
una manera no dogmática. Resulta significativo el interés y el
respeto mutuo de ambos pensadores, más allá de sus respectivas
escolásticas.
[22]
Foucault dirá en La Hermenéutica del sujeto : “ Y si bien
llamamos a eso filosofía, creo que podríamos llamar
espiritualidad a la indagación , la práctica, la
experiencia mediante las cuales el sujeto realiza en sí las
trasnformaciones necesarias para tener acceso a la verdad.”
[23]
Las obras que utilizaré como referencia serán La práctica del
zen y Mente zen, mente de principiante respectivamente.
[24]
En el caso del zen esta idea está muy presente en el libro de
Deshimaru . Zen y artes marciales
Pedazo de trabajo Luis que te has marcado, necesitas comentaristas a tu altura, empollados en todos los autores que citas y la bibliografía que aportas. Como para montar un equipo de investigación al respecto, es mucho trabajo el que has tenido que dedicar a esta apretada síntesis de la que me agrada la simplicidad de la conclusión que apuntas: 3 registros diferentes que no se deben diluir en "la noche de todos los gatos pardos".
ResponderEliminarHas intentado dejar bien claro que filosofía, psicoanálisis, budismo zen son tres discursos que no se deben mezclar, pero que "a nivel de práctica" quizás sea más fácil el acercamiento, que no el encuentro según me parece entender.
Se me ocurre que a parte de llegar a ese autocrecimiento, serenidad, cuidado de sí por vía filosófica, psicoanálitica o budista, están las propias experiencias vitales. Por otra parte serían el banco de pruebas perfecto. Quiero decir que toda esta teoría necesita arraigar en la vida de cada cual. Y que desconociendo cualquiera de los tres caminos que propones existe también el cuidado de sí, la autotransformación, la aceptación del carácter trágico de la vida, aunque sin nombrarlo con estas palabras.
El senequismo andaluz sobre el que filosofamos algunos que leemos hace ya algunos años y del que habló María Zambrano no andaría muy lejos y se podría unir a este coro de voces del "crecimiento espiritual".
Gracias, Ana. Cuando tenga tiempo elaboraré este trabajo en un libro, alguién ya me lo ha sugerido.
EliminarSon comentarios como el tuyo y no de expertos los que me interesan porque el interés no es académico, es vital. Lo que dices representa muy bien el sentido que le he querdido dar: arraigarlo en la propia vida.
Por supuesto que las tradiciones no son excluyente. Hablame un poco más de este senequismo andaluz, me interesa mucho.
Un placer conversar contigo, Ana.
El tema es muy interesante. Muestra una afinidad más entre nosotros, Luis. En el año 83, ¡ya ha llovido y secado!, me impactó el libro de D. T. Suzuki y Erich Fromm, que citas. He vuelto a él varias veces durante estos años. Me declaro admirador de cierto budismo. De todos modos, recientemente he tenido que rectificar mi creencia de que era el único "-ismo" que no se había manchado las manos de sangre.
ResponderEliminarSin duda resulta difícil combinar, compaginar o sincretizar (no sé por qué estás tan en contra de los sincretismos, ¡todas las religiones lo son!) una práctica religiosa basada en la compasión universal, con una búsqueda razonable de la verdad y con un análisis de las raíces psicológicas de la enfermedad mental. Creo que es una buena vía la de buscar el lazo en la ética, como trans-formación del carácter.
Lo que no entiendo bien es por qué descartas a Jung. Yo lo descubrí después de Freud, cosa que lamento, porque Jung es más pertinente, ¡y útil!, para una psicología no patológica que el primero, y bastante menos unilateral al descartar el pansexualismo, y mucho más comprensivo respecto a las "verdades" religiosas. Que descartes "la tentación de Jung" resulta una sugestión para el autoanálisis ¡incluso freudiano o lacaniano! Tampoco creo que haya que execrar a Jung de la tradición psicoanalítica, más bien es una poderosa rama fértil de la misma.
La consideración de Foucault como un "asceta" me hace sonreír. Foucault fue como esos estoicos que se iban a hacer ayuno y abstinencia tras vomitar en bacanales y hartarse de orgías. No deja de ser una enorme paradoja que se preocupara del "cuidado de sí" tras proclamar y llevar a la práctica su fascinación por la muerte, la (auto)crueldad, la locura y el sadomasoquismo. Me recuerda la descripción machadiana de la actitud de Nietzsche: alguien que castiga a sus oponentes con sus propias tripas, sacándose las entrañas (socráticas y cristianas).
Ese afán por limitar o trascender el ego (más o menos contaminada de antihumanismo) no deja de ser sospechosa: una terapia específica descubierta por grandes egos, megalómanos egos. Sin ir más lejos, he aquí una muestra reciente: "Dios es amor. Pero también se puede odiar el amor cuando éste exige salir de uno mismo para ir más allá. El amor no es una romántica sensación de bienestar. Redención no es wellness, un baño en la autocomplacencia, sino una liberación del estar oprimidos en el propio yo...". (La Infancia de Jesús, Joseph Ratzinger, 2012).
Saludos y feliz Nochevieja.