Todos los mitos esconden un sentido profundo, una verdad que no puede explicarse racionalmente, pero que puede contarse para ser representada imaginativamente, por medi de alegorías emocionantes. Los grandes relatos de todas las religiones nos hablan del origen y del destino, del bien y del mal, es decir, de lo desconocido. Suponemos motivos para su conservación como "historia sagrada", aunque tampoco consientan ser explicitados, por eso perduran. Estas cosas, que no sucedieron, son para siempre -dejó escrito Salustio.
La tradición judía y su interpretación cristiana cuentan el relato de la caída de Adán y Eva, el mito del pecado original, esa "caída en el tiempo", según el pesimismo sarcástico y desesperanzado de Ciorán. La teología cristiana representaba así el bien como dificultad casi imposible, pues la naturaleza humana había sido corrompida. Era necesario que todo un Dios se sacrificase por nosotros para limpiar aquella mancha, aquella desobediencia genuina, la curiosidad de Eva (primera filósofa), la ambición imperdonable (hybris) de pretender ser como dioses.
A pesar de nuestra predisposición innata al mal, Kant salva en nosotros un germen del bien, intención que ha permanecido en su total pureza y no puede ser exterminada o corrompida, impulso que no puede por cierto ser amor a sí mismo (egoísmo), "el cual, aceptado como principio de todas nuestras máximas, es precisamente la fuente de todo mal" (La religión dentro de los límites de la mera razón, 1ª parte, observación general) (1).
Según Iris Murdoch (2), la psicología moderna nos proporciona lo que podría llamarse una doctrina del pecado original o su reelaboración cientifista. Con este juicio alude a Freud sin ser freudiana. Freud descubrió el inconsciente y se podría decir que lo que nos ofrece es una imagen realista y detallada del hombre caído (o enfermo o neurótico). Tal perspectiva es esencial para una filosofía moral que analice los coceptos de motivo, intención y voluntad...
"Freud asume un punto de vista profundamente pesimista de la naturaleza humana. Ve la psique como un sistema egocéntrico de energía cuasi mecánica, determinado en gran parte por su historia individual, cuyos atributos naturales son sexuales, ambiguos y difíciles de comprender o controlar para el sujeto. La introspección revela tan sólo el tejido del motivo ambivalente [los sentimientos son ambivalentes y por eso el amor se transforma fácil en odio] y la fantasía es una fuerza más potente que la razón."
La fantasía -sus falsedades, ensueños y quimeras- nos deleitan más fácilmente que la verdad, nos conmueven más positivamente que los hechos, pues la verdad y la realidad pueden y son duras, la más dura de las realidades y las más segura es nuestra contingencia o -dicho en jerga existencial- nuestro "ser-para-la-muerte". De ahí, como han explicado el francés Jean-François Revel y más recientemente el judío Yuval Noah Harari en Nexus (2024)..., de ahí que la mentira pase por información más fácilmente que la descripción realista de los hechos o su explicación científica. La mentira organizada y la desinformación masiva se convierten en herramientas fundamentales para el control y la perpetuación de los sistemas totalitarios, porque la información (la buena y la mala) son poder.
El caso es que la objetividad y la falta de egocentrismo, es decir, la ausencia de egoísmo (y hoy, podríamos hablar incluso de la ausencia de narcisismo patológico o perverso), no son naturales y que la solidaridad y la actitud para compartir se aprende, la costumbre virtuosa de estar atento a los intereses ajenos, se adquiere artificialmente. El hombre nace bárbaro -como decía Gracián- y se hace persona cultivándose, perfeccionándose por medio de la cultura. No somos morales ni decentes por naturaleza. Tampoco inmorales, sino amorales, como nuestros parientes animales y cómo se muestra la naturaleza en general, pues al rayo le importa un rábano si parte a un manso o un canalla.
Desde luego, la terapia psicoanalítica no pretende hacer buenos a los seres humanos, sino facilitar "que funcionen". Sartre se apresuró en descartar el psicoanálisis al tacharlo de determinista, pero para Iris Murdoch, el determinismo inconsciente de la conducta no es el enemigo de la vida moral. Las ciencias naturales no son capaces hoy por hoy de reducir la libertad a determinación neurológica o fisiológica y la intuición nos muestra responsables de nuestras elecciones y decisiones. De no ser así, sobrarían la ética, el derecho penal, las cárceles e incluso la "educación de la ciudadanía". No es posible reducir a discursos neutrales la sindéresis (capacidad de juicio) que asociamos a la libertad responsable y a la valoración de las conductas.
Iris Murdoch |
El auténtico problema está en proponer, desde la filosofía moral y la educación cívica, formas de relación con el hecho de que buena parte de la conducta humana está inspirada por una energía mecánica de estirpe egocéntrica. En la vida moral, el enemigo es el hipertrofiado e incansable ego. Esto lo han señalado muy bien algunas filosofías orientales hoy de moda. ¿Cómo combatir la soberbia del ego? ¿No fue el pecado original, precisamente, una exceso de orgullo, pura soberbia, lo que los griegos llaman hybris, la pretensión del humano de ser más que humano, superhombre o dios?
En la lucha contra el egoísmo como estrategia de perfección moral, la filosofía comparte métodos con las religiones... ¿Qué, quién, cómo es un hombre bueno? Es mucho más fácil discernir lo malo que definir lo bueno (cfr. Javier Echeverría en Ciencia del bien y del mal, 2007). Ya Epicuro se dio cuenta del valor puramente negativo de la felicidad, que definió como ausencia de dolor (= placer). El bien se muestra como ausencia de mal, la salud como no-enfermedad, la alegría como no-tristeza, etc.
¿Cómo podemos ser moralmente mejores? ¿Qué significa ser "buena gente"? ¿Podemos hacernos libremente más perfectos? Tales preguntas forman parte del cuestionario dialéctico de Sócrates tal y como lo pinta Platón. Del cuidado del alma (su mejora y perfección) hizo Sócrates principal y recurrente asunto de su ironía, de su arte de preguntar reconociéndose ignorante. También Michel Foucault se ocupó de este asunto al final de su carrera, tras haber naufragado en experiencias-límite. Estas cuestiones, las morales, las más importantes y valiosas, aunque no las más urgentes, son las más problemáticas, y la Ética es, ciertamente, como muy bien percibió Aristóteles, su padre fundador, la ciencia problemática por excelencia, porque nadie ostenta el patrimonio de lo bueno o -por decirlo platónicamente- de la idea de lo perfecto sólo cabe un vislumbre (¿una intuición?).
Consideramos bueno a Sócrates (Erasmo lo santificó) y bueno a Cristo, a los santos y santas, a los beatos y beatas (a los que además, según la etimología del latín 'beatus', consideramos felices o asociados a la gloria de Dios Padre... En su ilustrada e ilustre racionalización de la fe, Kant hace del Cristo un "ideal de humanidad agradable a Dios" o "personificación del principio bueno", es decir, prototipo o arquetipo de una perfección moral tal como es posible de un ser del mundo, dependiente de necesidades e inclinaciones. Tal ideal no podemos pensarlo de otro modo sino bajo la representación de un hombre que estaría dispuesto no sólo a cumplir con sus deberes, sino que -aún tentado por las mayores atracciones (tentaciones)- a tomar sobre sí todos los sufrimientos hasta la muerte más ignominiosa por el bien del mundo e incluso por sus enemigos...
"En la fe práctica en este hijo de Dios (en cuanto es representado como habiendo adoptado la naturaleza humana) puede el hombre esperar hacerse agradable a Dios (y mediante ello también bienaventurado)." (Op. cit. 2ª parte, cap. 1º).
El bien resulta mucho más raro y difícil de describir que el mal, este es el motivo del tópico medieval que rebaja este mundo a "valle de lágrimas". Más duros aún con la naturaleza son los gnósticos que la suponen chapuza de un dios secundario o de un demiurgo demoníaco e imperfecto que consiente, por poner caso, que un niño contraiga un cáncer letal. Tal vez hallemos más fácilmente el bien mundano en el anonimato de gente sencilla (los "pobres de espíritu"), en la madre abnegada de familia numerosa, en el buen padre que alimenta y protege a los suyos sin dárselas de nada ni aspirar a deificarse...
Para Iris Murdoch es significativo que en la filosofía occidental las ideas de bondad, de virtud y de excelencia moral (areté) hayan sido superadas o rebajadas a la idea de rectitud apoyada vagamene en algún concepto de sinceridad o autenticidad (3). Cree que tiene que ver con la desaparición de un trasfondo permanente en la actividad humana (Dios, Entendimiento agente, Razón, Historia, Espíritu...). El agente ya sólo aparece en el súbito y existencial salto deliberativo, decisivo, de la voluntad, esa condena sartriana a la libertad automática (no somos libres para dejar de ser libres, etc.). Pero el mismo Sartre nos dice que cuando deliberamos la suerte ya está echada. ¿En qué quedamos?, ¿arbitrio libérrimo y angustioso o compulsión autocreadora (lo cual sería otra especie de determinismo)?
La elección moral es un asunto misterioro, como reconoció Kant... Freud anunció que el mecanismo obscuro de las pulsiones inconscientes es poderoso y bastante invisible para su propietario; en contraste, la representación existencialista de la libertad, surrealista o racional, parece irreal, optimista, romántica, porque ignora lo que parece ser una especie de continuo trasfondo con vida propia, ¡y es en el tejido de esa vida donde se hallan las texturas del bien y del mal!
Cópula de polillas (Cyclophora puppillaria), 2025 |
Lo que realmente somos, lo que de verdad somos, ¿admite corrupción, caída, pecado; pero también virtud, perfección, mejoramiento? Es la Y griega con que los pitagóricos simbolizaban la vida moral, el dilema de escoger el buen o el mal camino. Si es así, uno de los principales problemas de la filosofía moral es el de si existen técnicas para la purificación y reorientación de una energía que es por naturaleza egoísta, de tal manera que cuando lleguen los momentos cruciales de elegir y tomar decisiones, que pueden ser correctas o equivocadas, estemos seguros de actuar bien.
La oración, por ejemplo... ¿Es útil una técnica como la oración en un mundo sin Dios, posmoderno, poscristiano, vagamente paganizado y de cielos vacíos?... Veamos qué dice Iris Murdoch de la oración:
"La oración no es en sí ninguna petición sino simplemente una atención a Dios que es a su vez una forma de amor. Ello conlleva la idea de gracia, de un auxiliio sobrenatural que supera las limitaciones empíricas de la personalidad. ¿Cómo es esta atención? ¿Pueden aquellos que no son creyentes aprovecharse con todo de una actividad así?".
Murdoch define de este modo a Dios:
"Era (o es) un singular, perfecto, trascendente, irrepresentable y necesariamente real objeto de atención"... "La filosofía moral debería retener un concepto cenital que tenga todas estas características",
porque el creyente es capaz -sobre todo si concibe a Dios como persona- de dedicar su pensamiento a algo que es una fuente de energía. Sucede lo mismo con el enamoramiento...
"Desenamorarse deliberadamente no es un salto de la voluntad sino la adquisición de nuevos objetos de atención y, con ello, de nuevas energías como resultado de un reajuste"...
Cuando se presta atención a Dios, sólo su idea se muestra como una poderosa fuente de energía, a menudo positiva, pero también, ¡ojo!, puede ser negativa (mala fe), pues cabe la degradación de la idea de Dios y un usar a Dios como excusa moral; "hay una falsa trascendencia, como hay una falsa unidad". Esto es un hecho psicológico relevante para la filosofía moral....
"En el caso de la idea de un Dios personal y trascendente, la degeneración de la idea parece casi inevitable".
Puede que Murdoch esté pensando en los excesos del fanatismo monoteísta. No obstante, todos nosotros podemos autoayudarnos concentrando nuestra atención en cosas valiosas, en la buena gente, en las buenas compañías, en el gran arte e incluso en la Idea del bien o la forma de lo perfecto, en sí misma. La bondad realmente importa. El pensamiento de las cosas que aún tildamos de "divinas" nos perfecciona y eleva (como ya sabía Juan Huarte de San Juan en su Examen de ingenios, Baeza, 1575).
Creer que existe Lo Perfecto (o Dios) vale de impulso creativo para obrar bien (4). Nuestra habilidad para actuar bien cuando llega la ocasión de tomar una decisión, de elegir una senda de vida o una vocación, etc. depende, en gran medida, de la calidad de nuestros habituales objetos de atención. Murdoch cita a este respecto la Carta de Pablo a los Filipenses (4:8):
"Por lo demás, hermanos, considerad lo que hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable (prosphilē), lo que sirve al buen nombre, toda virtud, toda disciplina loable, pensad en esto (tauta logizesthe)" (5).
"Toda disciplina loable", como es el gran arte, pero también la actividades productivas, el trabajo honrado, cualquier actividad humana creativa, como la pintura o la literatura, entraña una creciente revelación de grados de excelencia y otra de que en realidad hay poco que sea muy bueno y nada que sea perfecto. La idea de perfección opera así no sólo en el campo de estudio, sino también en la comprensión de las conductas que Aranguren llamaba "propiamente humanas", es decir, morales.
"La idea de perfección nos conmueve y probablemente nos cambia (como artistas, trabajadores, agentes) porque inspira amor en nuestra parte más noble (...) La idea de perfección es también un productor natural de orden (...) Este es el verdadero sentido de lo 'indefinible' del bien (...) Siempre está más alla´y es desde ese más allá desde donde ejerce su autoridad."
De ahí la soberanía que Murdoch atribuye a la IDEA DE LO PERFECTO en su filosofía moral.
JBL, La Esperilla julio 2025
Para saber más:
Sobre Iris Murdoch y el psicoanálisis, en este mismo blog.
Notas
(1) "Sólo puede uno amarse a sí mismo de modo moral (decente) en cuanto es uno consciente de su máxima de hacer del respeto a la ley moral el supremo motivo impulsor de su albedrío", anota Kant.
(2) La soberanía del bien (1970) 2ª parte "De Dios y del Bien".
(3) el concepto de autenticidad cobra singular relieve en la obra de Charles Taylor, influido por Iris Murdoch.
(4) Murdoch piensa que los atributos de perfección y existencia necesaria están tan próximos e íntimamente relacionados que desde algunos puntos de vista son el mismo. Cita expresamente la prueba ontológica de San Anselmo de Canterbury, que resume así: "Dios es perfecto y la perfección implica existencia. Si Dios fuese perfecto sin existir, sería posible concebir otro ser tan perfecto como él que, además, estaría dotado de existencia. Nada más grande que Dios puede ser pensado y por tanto debe existir también en la realidad". Murdoch no cree que haya ninguna "prueba" plausible de la existencia de Dios salvo alguna forma de prueba ontológica que debe ahora adquirir creciente importancia en teología como resultado de la reciente "desmitificación".
(5) Pablo escribe esta carta en prisión (años 61-63). En Filipos, la ciudad fundada por el padre de Alejandro Magno, a la sazón colonia militar romana, había fundado el apóstol una comunidad cristiana (iglesia) en la casa de Lidia, tratante en púrpura y mujer bondadosa, oriunda de Tiatira. Traduzco sobre la versión original facilitada por Gemini (IA): Τὸ λοιπόν, ἀδελφοί, ὅσα ἐστὶν ἀληθῆ, ὅσα σεμνά, ὅσα δίκαια, ὅσα ἁγνά, ὅσα προσφιλῆ, ὅσα εὔφημα, εἴ τις ἀρετὴ καὶ εἴ τις ἔπαινος, ταῦτα λογίζεσθε.
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