Ana Azanza
Iván Illich (1926-2002) fue un personaje controvertido, al margen de la corriente principal de pensamiento y comentario público, puesto que estaba en favor de la “desescolarización”, enviándonos supuestamente a la mayoría de sus lectores profesores al paro. Nació en Viena y en 1941 fue expulsado por las leyes nazis. Fue sacerdote católico, cursó teología y filosofía en la Universidad Gregoriana. Aunque el Vaticano lo había designado para la carrera diplomática, prefirió desempeñarse como párroco en Nueva York. En 1956 asumió el vice-rectorado de la Universidad Católica de Ponce en Puerto Rico.
Por desacuerdos con el obispo regresó a Nueva York donde fundó el Centro de Información Intercultural, prolongado en 1961 en el CIDOC con sede en Cuernavaca. En este centro dirigió seminarios sobre alternativas a la sociedad tecnológica. Pretendía desburocratizar la Iglesia católica y abandonó el sacerdocio en 1969.
Iván Illich opina que el aprendizaje significativo tiene lugar fuera de la escuela, en “situaciones de la vida cotidiana” y que la institucionalización de la enseñanza se basa en el mito de que se puede producir aprendizaje “en serie” lo mismo que se producen bienes de consumo en las fábricas.
“La escuela inicia asimismo el Mito del Consumo sin Fin”. El Consumo sin Fin sería el sustituto de la Vida Eterna para la generación actual.
“Ese mito moderno se funda en la creencia de que el proceso produce inevitablemente algo de valor y que por consiguiente, la producción produce necesariamente demanda. La escuela nos enseña que la instrucción produce aprendizaje. La existencia de las escuelas produce demanda de escolaridad. Una vez que hemos aprendido a necesitar la escuela, todas nuestras actividades tienden a tomar la forma de unas relaciones de cliente respecto de otras instituciones especializadas. Una vez que se ha desacreditado al hombre o a la mujer autodidactas, toda actividad no profesional parece sospechosa. En la escuela se nos enseña que el resultado de la asistencia es un aprendizaje valioso, que el valor del aprendizaje aumenta con el monto de la información de entrada, y finalmente, que este valor puede medirse y documentarse mediante grados y diplomas”.
La instrucción sin embargo ahoga el horizonte imaginativo. Una vez que nos han engañado con que se puede producir el aprendizaje, estamos preparados para subsiguientes manipulaciones. En vez de “infectar” a otros con una enseñanza personal a la Sócrates, aceptamos la enseñanza como una obligación, ingresamos en el Alma mater, en la universidad, buscando la seguridad en la enseñanza compulsiva.
Frente al mito de que los valores humanos, la imaginación, el hombre mismo pueda medirse y cuantificarse Iván Illich defiende “el crecimiento en disensión disciplinada”, un aprendizaje que no puede emular al de otros más que en el empeño imaginativo.
“Las escuelas pretenden desglosar el aprendizaje en materias, para incorporar en el alumno un currículum hecho con unos ladrillos prefabricados, y para medir el resultado a escala internacional. Las personas que se someten a la norma de otros para la medida del propio desarrollo personal pronto se aplican el cartabón a sí mismos... Se colocan ellos solos en su casillero correspondiente, se comprimen en el nicho que les han enseñado a buscar.”
Y el desastre es que en esas condiciones todo lo que no puede medirse se vuelve amenazante y secundario, con la instrucción acabamos valorando solo lo que puede ser fabricado, lo que puede ser hecho. A partir de ahí las personas aceptamos toda clase de valoraciones jerárquicas. Hay una escala para desarrollo de las naciones, otra para la inteligencia de los niños.
“En un mundo escolarizado, el camino a la felicidad está pavimentado con un índice de precios al consumidor”.
Y si era cierto hace 50 años, la tendencia no ha hecho más que incrementarse. Diplomas y títulos, másters…, paga y los obtendrás. Como señala Ernesto Castro es penosa la situación de la filosofía académica universitaria, el currículum exigido de cara a ocupar puestos se nutre de asistencia a congresos especializados previo pago, en el congreso se han de leer comunicaciones o papers que a nadie interesan, si no es a los especialistas, y a menudo ni siquiera a ellos. El saber se encierra en cenáculos, se aparta de la vida, se erigen altos muros que impiden el acceso, los sabios se hacen los interesantes aislándose en un mundo aparte.
“El resultado del proceso de producción de curriculum se asemeja a cualquier otro artículo moderno de primera necesidad. Es un paquete de significados planificados, una mercancía cuyo “atractivo equilibrado” lo hace comercializable, para una clientela lo bastante grande como para justificar su elevado coste de producción. A los consumidores alumnos se les enseña a ajustar sus deseos a valores comercializables”.
El estudiante se siente culpable si no se adapta al consumo –consecución de grados y diplomas que da acceso a la categoría laboral esperable.
Iván Illich observa los crecientes costes per cápita de la instrucción que paradójicamente se acompañan de réditos de aprendizaje decrecientes. Pero aún cuando la instrucción crezca absorbiendo contenidos, no es lo mismo que el gozo de saber uno algo a su satisfacción.
“Cada tema llega envasado con la instrucción de continuar consumiendo una oferta tras otra y el envase del año anterior es siempre anticuado para el consumidor del año en curso. El fraudulento negocio de los libros de texto está construido sobre esta demanda”.
Pero el consumo sin término no puede llevar a la madurez. En la escuela se preserva el mito del juego ritual de la promoción graduada. Importa más el ritual que el asunto enseñado o cómo se enseña. La escuela se convierte en rito de iniciación donde los sacerdotes académicos ofician de mediadores entre los creyentes y los dioses del privilegio y del poder.
Los niños han sido escolarizados en la expectativa de que van a mejorar la posición social y aquellos que solo pasan unos años en la escuela aprenden a sentirse culpables. Han rechazado la “gracia escolástica”, son expulsados del paraíso porque habiendo sido bautizados, no fueron a la Iglesia. “Así como Max Weber examinó los efectos sociales de la creencia en que la salvación pertenecía a quienes acumulan riqueza, podemos observar hoy que la gracia está reservada para quienes acumulan años de escuela”.
La escuela como Nueva Religión Mundial, como mercado de trabajo de crecimiento más veloz del mundo. Por todo ello Iván Illich estima que la desescolarización es fundamental para cualquier movimiento de liberación del hombre.
ALTERNATIVA A LA ESCUELA FORMAL
Frente a este desastre de mundo educativo en el que hemos confundido el hacer con el ser, Illich tiene sus propuestas que se resumen en la creación de tramas de aprendizaje. Curioso que medio siglo después de publicar “La sociedad desescolarizada” los planes y programas de Iván Illich se han vuelto más realistas y factibles gracias a la aparición y extensión de Internet.
“Un buen sistema educacional debería tener 3 objetivos: proporcionar a todos aquellos que quieren el acceso a recursos disponibles en cualquier momento de sus vidas, dotar a todos los que quieran compartir lo que saben del poder de encontrar a quienes quieran aprender de ellos y finalmente dar a todo aquel que quiera presentar al público un tema de debate la oportunidad de conocer su argumento”.
En lugar de que sean las metas curriculares del educador quienes dirijan, propone hacer lo contario y distingue cuatro enfoques que permitan al estudiante acceder a cualquier recurso educativo que pueda ayudarle a definir y lograr sus propias metas:
- 1. Servicios de referencia respecto de Objetos educativos, es decir, lugares donde se almacenen las cosas necesarias para aprender: bibliotecas, laboratorios, museos, pero también esos objetos deberían estar a disposición en fábricas, aeropuertos, granjas.
- 2. Lonjas de habilidades, que las personas con determinadas habilidades puedan enseñar a otros.
- 3. Servicio de búsqueda de compañero, red de comunicaciones para hallar la actividad que interesa y el compañero interesado en lo mismo.
- 4. Servicio de Referencia respecto de Educadores independientes.
En definitiva una revolución educacional que libere la información, que la haga más accesible e independiente. Illich aboga por el desmontaje de las escuelas. Que no haya personas e instituciones controlando los valores educativos, que haya libertad para aprender y ejercer habilidades, que la gente recupere su capacidad para convocar y organizar reuniones, que el individuo se libere de la obligación de moldear sus expectativas según los servicios ofrecidos por cualquier profesión establecida.
HOMBRE EPIMETEICO FRENTE A HOMBRE PROMETEICO
La escolarización ha sido una empresa prometeica, el “cliente” que la escuela necesita ha perdido autonomía y motivación para crecer por su cuenta. La alternativa al hombre prometeico, que robó el fuego a los dioses, es el hombre epimeteico.
La historia del hombre moderno es la historia del empeño prometeico por forjar instituciones a fin de acorralar cada uno de los males desencadenados por la apertura de la caja de Pandora. Los hombres proyectaron instituciones, se convirtieron ya en la Grecia clásica en legisladores, arquitectos y autores. Solo eran ciudadanos quienes permitían que la paideia (educación) les hiciera aptos para ingresar en las instituciones proyectadas por los mayores.
El ethos prometeico ha eclipsado la esperanza y la ha sustituido por la expectativa. La supervivencia de la raza humana depende de redescubrir la esperanza. Expectativa significa fiarse de los resultados planificados si cumplo con un proceso, esperanza es fe en la bondad de la naturaleza.
Si para el primitivo el mundo está regido por el destino, los hechos y la necesidad, “al robar el fuego de los dioses Prometeo convirtió los hechos en problemas, puso en tela de juicio la necesidad y desafió el destino”. El griego clásico desafió el destino y la necesidad. El hombre contemporáneo se imagina que puede crear un mundo enteramente a su semejanza, descubre que solo puede hacerlo a condición de rehacerse continuamente para ajustarse a él. Es el hombre mismo el que está en juego.
En la actualidad un niño de ciudad jamás toca nada que no haya sido ideado, proyectado, planificado científicamente por alguien. También poder y violencia se organizan y administran: pandillas frente a policía. El aprendizaje es asimismo objeto de producción y consumo. Solo en esporádicos encuentros con la “mugre” puede el niño experimentar la sorpresa de lo no planificado.
Todo lo demandado podrá un día producirse y cada demanda satisfecha trae consigo el descubrimiento de otra mayor insatisfecha. No satisfacer una demanda cuando se puede satisfacer, no producir lo que es posible producir detendría el progreso, motor de la sociedad.
Nuestro estado mental de mujer y hombre contemporáneos se parece a la imagen del Infierno. Sísifo que empuja la pesada roca hasta la cima y cuando está a punto de llegar arriba se escapa de sus manos. Un mundo de demandas siempre crecientes es un Infierno.
“El hombre está atrapado en las cajas que fabrica para encerrar los males que Pandora dejó escapar. El oscurecimiento de la realidad por el smog producido por nuestras propias herramientas nos ha rodeado. Súbitamente nos hallamos en la oscuridad de nuestra propia trampa.”
Si la agricultura moderna envenena y agota el suelo, ¿qué decir de la medicina contemporánea?
“los expertos en medicina sustituyen a las parteras y prometen convertir al hombre en otra cosa: genéticamente planificado, farmacológicamente endulzado y capaz de enfermedades más prolongadas. El ideal contemporáneo es un mundo panhigiénico: un mundo en el cual todos los contactos entre los hombres, y entre los hombres y su mundo, sean el resultado de la previsión y la manipulación.”
En definitiva si el caos de los bárbaros se ordenaba en nombre de misteriosos dioses hoy en día nos hemos convertido en juguete de científicos, ingenieros, planificadores, políticos. Mientras que el primitivo culpaba de sus males a una entidad trascendente, el contemporáneo está pasmado ante la necesidad inexorable, lógica de la máquina o el “sistema”: tenía que suceder. Ausentes en ambos casos la lógica del drama, de la tragedia, del empeño individual y de la rebelión.
Pero una sociedad dedicada a la sistematización, orden y organización de los valores, ahoga la vida interior, se vuelve venenosa. Y la escuela “es la agencia de publicidad que le hace creer a uno que necesita la sociedad tal como está”. Los miembros de una sociedad moderna creen que la buena vida consiste en tener instituciones que definan los valores que creen que necesitan. El valor institucional puede definirse como el nivel de producción de una institución.
“El valor del hombre institucionalizado se mide por su capacidad para consumir y degradar las producciones institucionalizadas, el valor del hombre depende de su capacidad como incinerador”.
Algo anda mal en el homo faber super productor, a la búsqueda del crecimiento ilimitado de ganancia. Mientras la mayoría de prometeicos siguen confiando en la estructura como está, la minoría epimeteica se muestra crítica respecto al deus ex machina científico, a la panacea ideológica y a los delirios imperialistas de los grandes de este mundo.
“La esperanzada confianza y la ironía clásica deben conspirar para dejar al descubierto la falacia prometeica”.
Si la Pitonisa de Delfos se ha visto sustituida por una computadora y los hexámetros del oráculo por los algoritmos, un sentido nuevo de la finitud de la Tierra nos puede abrir los ojos acerca de la elección de Epimeteo, el “lento en comprender”, que prefirió casarse con la Tierra al hacerlo con Pandora.
Hace falta un nombre para quienes valoren más esperanza que expectativas, Illich propone hombre epimeteico. El epimeteico se caracteriza por amar más a la gente que a los productos, cree que no hay personas sin interés, que nada de una persona deja de ser peculiar, ama la tierra en la que podemos encontrarnos unos con otros. Es un hombre que como Prometeo usa el fuego pero lo hace para acrecentar su capacidad de atender, cuidar y ser guardián del prójimo.
Muy interesante, Ana... "El Consumo sin Fin sería el sustituto de la Vida Eterna para la generación actual". Sentencia muy apropiada ante la fiebre de la campaña de Navidad.
ResponderEliminarYa se decía de Heráclito que fue "autodidacta", pero el autodidactismo tiene también sus inconvenientes y la escolarización facilita la socialización.
A Illich se le puede enmarcar en el grupo de los llamados por Eco "apocalípticos", es un antimoderno. Sin duda resulta entrañable esa nostalgia de la vida rural. Pero el hecho es que la gente huye del campo buscando trabajo cómodo, escaparates y servicios clínicos. Y por algo será.
Creo que lleva razón en que la escuela no enseña lo que de verdad se aprende, se aprende de la experiencia de la vida. La escuela es una carrera de obstáculos, cada vez menos, para obtener diplomas que dan acceso a trabajos. Pero eso no es el amor al saber que sospecho tú y yo compartimos desde la más temprana edad, locos por libros, escritores, lecturas y rollos varios que no son tales, porque entendemos su trascendencia. Pero en mi vida profesoral precisamente uno de mis aprendizajes ha sido tragar que una gran parte de la población no aprecia el saber, no joven ni vieja, quieren el aprobado y me da absolutamente igual Platón y tod dos los demás. Y eso no es aprender, saber, disfrutar de lo sabido, eso es lo que se ha expulsado del sistema escolar con la masificación y la sociedad que tenemos. Cuando de joven aprendí "todos los hombres desean por naturaleza saber" me pareció lo más normal, no se me ocurrió pensar lo que suele ocurrir, que la mayoría desea saber intrascendencias, la vida de los demás por ejemplo, pero no lo que deseaba saber Aristóteles, los porqués del universo por ejemplo, cosa que a mí personalmente me parece mucho más interesante que la vida privada de nadie. He ahí la rareza del que no se interesa por lo que "la masa" se interesa y el aprendizaje de la experiencia al que me refiero aplicado a mí misma. Pero ya he aceptado que la locura por los libros, lecturas, filosofía, historia, literatura, ciencia...no concierne a la mayoría, ni siquiera a la mayoría de quienes han pasado por la universidad. No sé si en todos los países pasa esto, aquí pasa y lo lamento.
EliminarPues a mí la escolarización no me parece que favorezca la socialización para nada. La mayoría de las veces hay personas que no conectan con ningún compañero de su curso. Pienso que ahí es más importante la vida familiar. Más que el colegio, estoy más a favor del home-schooling, me parece menos radical que tener que llevar a un niño a un colegio, donde a todos se les enseña lo mismo, sin tener en cuenta sus cualidades, aptitudes y personalidad. Nos van lavando el cerebro para adaptarnos a la sociedad y ser meros peones a disposición de otros. Nos educan para ser más competitivos y materialistas: estudiar una carrera para poder tener un trabajo, éxito y dinero en la vida, cuando en realidad no es así. El éxito académico no garantiza el éxito en la vida. Después viene la frustración, cuando se vive en un país donde hay desigualdades sociales, paro, corrupción, nepotismo y los que tienen más oportunidades son los hijos de gente pudiente y con contactos. Como dicen muy bien los ingleses "It´s not what you know , it´s who you know".
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