lunes, 5 de diciembre de 2022

ORNITORRINCOS


Impresionante autor que combina erudición máxima, profundidad, pertinencia y sentido del humor. Y al que he descubierto gracias a los vídeos de Ernesto Castro.

La verdadera historia del ornitorrinco forma parte de “Kant y el ornitorrinco”, obra de 1999 en la que Umberto Eco arregla cuentas con todas las objeciones y sugerencias que le llegaron durante 22 años tras su “Tratado de Semiótica general”. En el fondo vuelve a temas que ya están en el Parménides de Platón, lo Uno y lo Múltiple, y por supuesto en Aristóteles, creador de las categorías del Ser. Y es que el ornitorrinco era y es un animal tan extraño que 80 años  de discusiones hicieron falta para su clasificación y definición.

Kant no supo de este animal, murió cuando acababa de ser descubierto y es improbable que le llegara la noticia a su lecho de muerte. Pero Eco se divierte con el título indicando lo problemático que resulta colocar en el recuadro correspondiente de una Enciclopedia  o en un Diccionario, dos tipos de obra que el semiólogo ama, conoce y distingue. Lo interesante es darse cuenta con Eco de los límites de nuestras clasificaciones y de cómo la naturaleza se nos escapa por más que la queramos atrapar.

“En 1798, un naturalista llamado Dobson envía al British Museum la piel disecada de un animalillo que los colonos australiano solían llamar watermole o duckbilled platypus. A partir de una noticia referida de 1802 por Collins, un animal parecido había sido hallado a orillas de un lago cerca de Hawkesbury: tenía el tamaño de un topo, con ojos pequeños, las patas anteriores presentaban cuatro garras y estaban unidas por una membrana, mayor que la que unía las garras de las patas posteriores. Tenía cola, el pico de un pato, nadaba con las patas que también usaba para excavar la madriguera. Era sin duda de carácter anfibio. El texto de Collins adjunta un dibujo, muy impreciso: el animal parece más bien una foca, un ballenato, o un delfín, como si sabiendo que nadaba, se le hubiera aplicado a primera vista el Tipo cognitivo ( definición explicada en otro lugar de este libro, p. 152) de un animal marino. O quizá la fuente es otra.

Como relata Gould en 1703 el capitán Bligh en el curso de un viaje por Australia descubrió un equidna. Ahora bien sabemos que el equidna es hermano carnal del ornitorrinco, con el cual comparte el privilegio de ser monotrema. Bligh lo dibuja con mucho esmero, el dibujo se publicaría en 1802 y se parece muchísimo la ornitorrinco de Collins….Se llega a la conclusión de que ambos dibujantes han captado en dos animales diferentes, rasgos genéricos comunes en detrimento de rasgos específicos.

Volvamos al ornitorrinco disecado, que llega a Londres y es descrito en 1799 por George Shaw Playtipus anatinus. Shaw da varias señales de estupor y perplejidad: el animal le hace pensar en el pico de un pato injertado en la cabeza de un cuadrúpedo. El término no está elegido al azar. La piel llegaba después de una navegación por el océano Indico y, en aquella época, se conocían diabólicos taxidermistas chinos habilísimos en injertar, p.e., una cola de pez en cuerpos de mono para crear monstruos sirenoides. Shaw tiene alguna razón en dudar de que se trate de un preparado engañoso hecho con medios artificiales, pero luego admite no haber sido capaz de lograr identificar marca alguna de fraude. Aún así su reacción es interesante: al animal es desconocido, no tiene medios para reconocerlo, y preferiría pensar que no existe. Pero puesto que es hombre de ciencia, procede, e inmediatamente desde el principio oscila entre Diccionario y Enciclopedia.

Para entender lo que está viendo, busca cómo encontrarle una clasificación: le parece que el plátipo representa un nuevo y singular GENUS que, en la organización linneana de los CUADRÚPEDOS, debería colocarse en el orden de los BRUTA, y debería estar junto al orden de los MYRMECOPHAGA. Inmediatamente después, pasa de las categorías a las propiedades, y describe la forma del cuerpo, piel, cola, pico, espolón, color, tamaño, patas, mandíbula, fosas nasales: no encuentra dientes, nota que la lengua falta en su ejemplar, ve algo que parecen ojos, pero demasiado pequeños y cubiertos de pelo para que puedan permitir una buena visión, razón por la que piensa que son como los del topo. Dice que debería ser idóneo para la vida acuática y avanza la hipótesis de que se alimenta de animales y plantas de agua. Cita a Buffon: todo lo que es posible que la Naturaleza produzca, de hecho ha sido producido.

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Shaw retoma la descripción en 1800, renovando las dudas y vacilaciones, y sin osar admitir el animal entre los CUADRÚPEDOS. Dice que tiene noticia de otros dos ejemplares mandados por el gobernador de New Holland, Hunter, a J. Banks, los cuales deberían haber disipado la sospecha del engaño. Estos ejemplares son descritos más tarde por Bewick en un addendum a la 4ª edición de General History of Quadrupeds como un animal sui géneris con triple naturaleza: de pez, de pájaro, de cuadrúpedo… Bewick afirma que no se debería intentar colocarlo según los modos de clasificación vigentes, sino conformarse con dar la descripción de esos curiosos animales tal como se nos han dado. Aunque luego siga una imagen con el título “animal anfibio”, vemos que Bewick se niega a clasificarlo como pez, pájaro, o cuadrúpedo, pero determina rasgos de pez, pájaro, y cuadrúpedo.

Por fin llegan ejemplares completos con órganos internos en formol. Pero todavía en 1800, el alemán Blumenbach recibe uno disecado y lo denomina Ornytorynchus paradoxus. La elección del adjetivo es curiosa, no corresponde a las costumbres taxonómicas, y nos dice que Blumenbach intenta categorizar algo como incategorizable. Después de él prevalecerá el nombre de Ornytorynchus anatinus, observa Eco que es un nombre “diccionarial”, pero depende de una descripción enciclopédica pues que significa “con el hocico de un pájaro parecido a un pato”.

Los ornitorrincos desvelan secretos sobre la evolución de los mamíferosOrnithorhynchus anatinus

En 1802 los ejemplares en formol vistos por Blumenbach son descritos por Home, que cuenta que el animal no nada en la superficie, sino que sube para respirar como la tortuga. Como está ante un cuadrúpedo peludo, Home piensa inmediatamente en un MAMÍFERO. Pero un mamífero posee glándulas mamarias con pezones. Ahora bien, no sólo el ornitorrinco hembra no presenta estas propiedades, sino que el oviducto, en lugar de formar un útero, se abre en una cloaca como en los pájaros y en los REPTILES, y esta cloaca sirve como canal urinario, recto y para finalidades reproductoras. Home es un anatomista, no un taxónomo, y por lo tanto no se preocupa demasiado en clasificar, limitándose a describir lo que ve. Aun así, la analogía con los órganos reproductores de los PÁJAROS y de los REPTILES puede no llevarle a pensar que el ornitorrinco es un OVÍPARO, o quizá solo ovíparo (como hoy sabemos, es ovíparo, pero no es un OVÍPARO) y decide que podría ser ovovivíparo: los huevos se forman en el cuerpo materno pero luego se disuelven. En esta tesis será seguido por el anatomista R. OWEN, pero en 1819 propenderá por la viviparidad (y en general esta hipótesis se presenta todas las veces que se reflexiona sobre la paradoja de un animal con pelo que nace de un huevo).

Los machos de estos equidnas pueden perder hasta una parte de su peso  durante el apareamientoEquidna

Home encuentra también que el ornitorrinco se parece al equidna, ya descrito por Shaw en 1792. Pero dos animales parecidos deberían remitir a un género común, y aventura que pueda ser el género Ornythorynchus Hystrix. Por lo demás, se explaya sobre el espolón de las patas posteriores del macho, sobre el pico liso y el resto cubierto de pelos, sobre la lengua rugosa que hace las veces de dientes, sobre el pene apropiado para el paso del semen, con el orificio externo subdividido en varias aberturas, de modo que el semen se distribuya en una superficie más amplia, etc. Al final, habla de una tribu sin duda afín a los PÁJAROS y a los ANFIBIOS, avanzando, antes de Darwin, una idea muy cercana a la de relación evolucionista.

Mamas sin pezones

Protoevolucionista, he aquí que en 1803 Etienne Geoffroy de Saint Hilaire crea la categoría de los MONOTREMAS, y aquí el término expresa una propiedad: “con un solo orificio”. No sabe todavía dónde colocarlos, pero da por sentado que son ovíparos. En 1809 Lamarck crea una nueva clase, los PROTOTHERIA, decidiendo que no son MAMÍFEROS porque no tienen glándulas mamarias y probablemente son ovíparos, no son PÁJAROS porque no tienen alas, y no son reptiles porque poseen un corazón con cuatro cavidades. Si una clase definiera una esencia, tendríamos dos hermosos casos de nominalismo puro. Pero, en este punto, la necesidad de categorizar desenfrena la fantasía de los hombres de ciencia: en 1811 Illiger habla de REPTANTIA, intermedios entre REPTILES y MAMÍFEROS, en 1812 Blainville habla de MAMÍFEROS del orden de los ORNITHODELPHIA.

Está claro que, según las propiedades, el animal puede ser asignado a una clase o a otra, y alguien observó también que es preciso olvidarse de los MAMÍFEROS. El hecho es que también una hipótesis sobre la clase induce a buscar, o a pasar por alto, algunas propiedades, o incluso a desconocerlas.

Véase el asunto de las glándulas mamarias, que son descubiertas en 1824 por anatomista alemán Meckel. Son muy grandes, prácticamente cubren todo el cuerpo, desde las extremidades anteriores hasta las posteriores, pero son visibles únicamente en período de lactancia porque después se reducen y por ello no se habían localizado.

¿Un animal con mamas es un MAMÍFERO? Sí, si tuviera también pezones, pero el ornitorrinco hembra no los tiene, por no hablar del macho. Tiene en cambio una especie de poros en la superficie de las glándulas, como si fueran glándulas sudoríferas de las que secreta leche. Hoy sabemos que es así, y que el recién nacido toma la leche lamiendo, pero a Saint Hilaire no le faltaba razón al negarse a reconocer en esos órganos unas mamas, entre otras cosas, porque estaba convencido de que los MONOTREMAS eran ovíparos y, por consiguiente, no podían ser MAMÍFEROS. Así pues, consideraba las glándulas vistas por Meckel como algo parecido a las glándulas laterales de la musaraña, que secretan una sustancia para atraer al compañero en le período de celo. Quizá se tratara de glándulas que secretaban un perfume, o una substancia que impermeabilizara el manto del agua, o algo así como las llamadas glándulas mamarias de las marsopas y de las ballenas, que no secretan leche sino pituita. Pero en cuanto se avanza esta hipótesis se descubre una marsopa en época de lactancia y se ve que secreta leche. Meckel extrae una substancia parecida a la leche de las glándulas, y Saint Hilaire dice que no es leche, sino pituita que se condensa en el agua y sirve de alimento a las crías.

Owen partidario de la hipótesis ovovivípara, suspende esa secreción en alcohol y obtiene algo que parece leche y no pituita. Saint Hilaire no ceja. El aparato reproductor es el de un animal OVÍPARO, un animal OVÍPARO no puede sino producir un huevo, a un animal nacido de un huevo no se le amamanta. En 1829, visto que los MONOTREMAS no pueden ser MAMÍFEROS, no son PÁJAROS porque no tienen ni alas ni plumas, no son REPTILES porque tienen sangre caliente, con los pulmones envueltos por una pleura y divididos del abdomen por un diafragma, y no pueden ser tampoco PECES, Saint Hilaire decide que hay que inventar para ellos una nueva clase de vertebrados, nótese que entonces los ANFIBIOS no constituían una clase independiente y se solían clasificar entre los REPTILES.

Al hacer esto, Saint Hilaire se remite a un principio que me parece muy interesante. Las taxonomías, dice, no son solo formas de ordenar, son guías para la acción. Si se coloca a los MONOTREMAS entre los MAMÍFEROS, se considera resuelta la cuestión, mientras que si se ponen aparte, nos vemos obligados a ir a buscar más propiedades. En un cierto sentido, Saint Hilaire propone crear un “genus” abierto para no encuadrar malamente el objeto desconocido, propone un tipo que debe valer de estímulo para la conjetura. Y por lo tanto, permanece obstinadamente a la espera de esos huevos que todavía no se han descubierto, pero que un día u otro deberán aparecer.

En busca del huevo perdido

Como sabemos, Saint Hilaire pierde la batalla de las mamas y por lo tanto el ornitorrinco será un MAMÍFERO, aunque está casi incómodo en compañía únicamente del equidna en el traspontín de los MONOTREMAS, pero vence la batalla de los huevos.

A los huevos alude desde 1817 J. Jameson, escribiendo desde Sydney. El dato no es seguro, pero en 1824 Saint Hilaire lo da por cierto. No es fácil ver un ornitorrinco mientras pone huevos, en las profundidades de su madriguera inaccesible, y entonces hay que encomendarse a quien debería saber más, al nativo. P. Hill. Escribe en 1822: “Un indígena jefe de la tribu de los boorah-boorah, dice que saben perfectamente que este animal pone dos huevos, del tamaño, color y forma de los huevos de gallina”. Hoy sabemos que son huevos muy pequeños, un tercio de pulgada, o el jefe se equivoca sobre el tamaño o se expresa mal en inglés, o Hill no lo entiende. Tampoco se ha de excluir que el aborigen mienta para agradar.

En 1829 Saint Hilaire recibe más noticias: alguien ha visto los huevos, depositados en un agujero en la arena, esta vez del tamaño de los de un ave, de una serpiente o de un lagarto. Además se envía un dibujo. Desafortunadamente se trataba de huevos de tortuga. Por otra parte huevos de ese tamaño no pueden pasar a través del cinturón pelviano de un plátipo hembra.

En 1831, el teniente Maule abre unas madrigueras y encuentra cáscaras de huevo. Los adversarios de la oviparidad dicen que son excrementos, recubiertos por sales úricas, como sucede con los pájaros, visto que orina y heces son expulsados por el mismo orificio. En 1834 G. Bennett, provivíparo, consigue poner en contradicción a los informadores indígenas que hablan de huevos: dibuja un huevo oval y le dicen que es un huevo de mullagong, luego dibuja uno redondo y ellos repiten que un huevo de mullagong. Y luego dicen que la cría tumble down, es decir, cae. Uno no se cae de un huevo sino del vientre materno. Bennett admite que los indígenas no saben expresarse en inglés, quién sabe qué les han preguntado y qué han entendido…

En 1865 R. Owen, del "partido antihuevos", recibe una carta enviada en 1864 que relata como 10 meses antes había sido capturada una hembra y encomendada al Gold receiver del distrito. Éste la había colocado en una jaula y a la mañana siguiente había encontrado 2 huevos, esta vez del tamaño de los de una corneja, blandos y sin cáscara calcárea. Nicholson dice que los vió pero que 2 días después alguien los tiró y mató al animal. Una carta sucesiva del Gold receiver parece confirmar el hecho. Owen publica las dos cartas y se pregunta qué contenían los dos supuestos huevos que a nadie se le ocurrió conservar en formol. Quizás se trataba sólo del efecto de un aborto debido al miedo.

El debate prosigue en las gacetas científicas y solo en 1884, 86 años después del descubrimiento del animal, W.H Caldwell manda un célebre telegrama a la Universidad de Sidney: “Monotremes oviparous, ovum meroblastic”, es decir la modalidad de escisión de las células es la típica de reptiles y pájaros.

80 años de negociaciones

¿Cuál es la moraleja de la historia? En primera instancia se trata de un ejemplo espléndido de cómo unos enunciados de observación pueden ser emitidos sólo a la luz de un cuadro conceptual o de una teoría que les dé un sentido, es decir, que el primer intento de entender lo que se ve es encuadrar la experiencia en un sistema categorial previo. Pero al mismo tiempo hay que decir que las observaciones ponen en crisis el cuadro categorial y entonces se intenta readaptar el cuadro. Y así se procede paralelamente, arreglando el cuadro categorial según los nuevos enunciados de observación y reconociendo como verdaderos los enunciados de observación según el cuadro categorial admitido. A medida que se categoriza, se espera determinar nuevas propiedades, sin duda en forma de desordenada enciclopedia. A medida que se van encontrando propiedades, se intenta un reajuste del planteamiento categorial. Toda hipótesis sobre el cuadro categorial, influye en el modo de hacer y de reconocer como válidos los enunciados de observación, por lo cual el que quiere que el ornitorrinco sea un mamífero no busca los huevos o se niega a reconocerlos cuando entran en escena, mientras que quien quiere que el ornitorrinco sea ovíparo intenta desconocer tanto las mamas como la leche. Esa es la dialéctica de la cognición y del conocimiento, del conocimiento como del saber.

¿Basta esta conclusión? Alguien al final, demostró efectivamnte que existían mamas y huevos. En un caso y en otro venció una teoría, obligando a los investigadores sobre el terreno a buscar algo que la teoría quería que hubiera, y que, si hubiera prevalecido una camarilla académica sobre la otra, quizá nunca se hubieran visto las mamas o los huevos. El hecho es que al final se vieron ambos, de modo que hoy parece difícil negar que el ornitorrinco amamante a las crías y ponga huevos.

La historia del ornitorrinco serviría para mostrar que en última instancia los hechos vencen sobre las teorías. Ahora bien, por lo que se lee en la bibliografía, todavía no se han acabado de descubrir insospechadas propiedades del ornitorrinco y se podría decir que esto sucede porque la teoría vencedora lo ha puesto entre los mamíferos. Peirce nos tranquilizaría, basta esperar y al final la comunidad encontrará el consenso.

Recordemos la descripción de Shaw de 1799, antes de decidir a qué clase adscribirlo lo único que sabían es que se trataba de una cosa muy rara, sin duda un animal que podía ser reconocido según algunas instrucciones para su identificación: pico, cola de castor, patas palmeadas…

Los naturalistas durante más de 80 años, no estuvieron de acuerdo en nada, salvo en que hablaban de ese bicho hecho así y asá. Ese bicho podía ser o no ser mamífero, pájaro, reptil, sin que dejara de ser, ese condenadísimo bicho que, como observó Lesson en 1839, se cruzaba en la senda del método taxonómico para probar su falacia.

La historia del ornitorrinco es la historia de una larga negociación y en ese sentido, es ejemplar. Pero había una base para la negociación y es que el ornitorrinco se parecía al castor, a un pato, a un topo, pero no a un gato, a un elefante o a un avestruz. Si hay que rendirse a la evidencia de que hay un componente icónico de la percepción, la historia del ornitorrinco nos lo dice. Quienquiera que lo viera, o que viera un dibujo, o un ejemplar disecado, se remitiá a un Tipo cognitivo común.

Hubo 80 años de negociación, pero las negociaciones se movían siempre en torno a resistencias y líneas de tendencia del continuum, y la decisión contractual, de reconocer que ciertos rasgos no eran negables se debía a la presencia de esas resistencias. Al principio del ornitorrinco estaban dispuestos a borrarlo todo, que fuera mamífero u ovíparo, que tuviera mamas o no, pero desde luego no la propiedad de ser un animal hecho así y asá y descubierto en Australia… Que el pico fuera “no tachable” nos lo revelan los sucesivos nombres que recibió el bicho: Duckbilled Platypus, Schabentier, Ornitorrinco.

1 comentario:

  1. Muy interesante, especialmente para los que padecemos el prurito naturalista y nos gusta la lógica reconociendo su necesidad y utilidad. Efectivamente los hechos son más tenaces que las teorías y mucho más que las ideologías. Por eso es imprescindible un cierto realismo empírico.
    La diversidad de las "criaturas" es tan fascinante como enigmática, nunca encajará del todo en nuestras categorías.

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