sábado, 12 de febrero de 2022

ESTADO TERAPÉUTICO

 Empezamos el blog con un planteamiento semi cartesiano ya en el título Espíritu y cuerpo, res cogitans y res extensa. Leyendo a Pedro Baños, El dominio mental, geopolítica de la mente, los planteamientos de siglos anteriores de los que hemos alimentado nuestra sapiencia filosófica se van quedando obsoletos. Hay que hacer frente a lo se nos viene encima y ya está aquí para nuestra desgracia.


Nos dirán como siempre que es por nuestro bien, pero las actuales investigaciones y la tecnología asociada que permiten "leer pensamientos" e "influir en ellos" así como en la conducta dan escalofríos. Desafortunadamente pocos se interesan por defender lo humano, lo que nos hace ser propiamente la especie que somos, el discutido libre albedrío y la conciencia del yo. Todo esto y mucho más quedará en entredicho como nos demuestra Pedro Baños en esta voluminosa publicación si no oponemos resistencia.Marcial Pons Librero

El libro ofrece documentación abundante sobre los estudios que se están llevando a cabo en todo el mundo, asociados mayormente al poderío militar de las grandes superpotencias pero no solo. 

Para dominar psicológicamente a la población basta crear problemas que no existen y que no son la principal preocupación por mucho que se diga. Muchos pican el anzuelo y hacen de aquello un pilar de su existencia. Encuentran un sentido en una vida vacía por vaciada, sin nervio ni objetivos estimulantes, siempre vivieron en la dirección de la corriente y al fin el gobierno les proporciona un objetivo común y la sensación de estar haciendo algo útil a la comunidad. 

Identificado el problema el Estado acude raudo con la solución. Un gran invento de la ingeniería social que hace tiempo supo ver Naomi Klein, el generador del problema, genera la solución que es acogida con los brazos abiertos por la masa, sin darse cuenta ni conseguir calibrar que era precisamente allí donde queríamos llegar, pero no para solucionar nada, sino por motivos inconfensables. La prueba de que son inconfesables es que no se exponen abiertamente y hay que lograr el objetivo dando la vuelta, presentando "la muleta" para torear al público. Indigno de nuestra condición pero en esas estamos.

"La ambición por controlar va más allá del uso de la psicológica, ciencia del comportamiento, o de la neurociencia. Ha llegado al extremo de que el Estado se está arrogando funciones terapéuticas, lo que ha dado nacimiento al Estado terapéutico. El concepto fue ideado en 1963 por el psiquiatra Szasz quien afirmó que quizá fuese "la principal implicación de la psiquiatría como institución de control social". 

Szasz lo acuñó dentro del marco de la antipsiquiatría, cuestionando el concepto de enfermedad mental y analizando los intentos por forzar a las personas con comportamientos individuales heterodoxos a asumir, mediante terapias médicas, una determinada actitud reconocida públicamente como ortodoxa.

El sociólogo J Nolan volvería a utilizar el término para referirse a un sistema cultural o de conocimiento moral generalizado y extendido". Definía así un proceso en el que el Estado asume la cultura terapéutica como forma de gobierno, la cual sobredimensiona lo personal y la emotividad. Para Nolan "la perspectiva terapéutica proporciona y conjunto de símbolos y códigos que determinan los límites de la vida normal".

Desde hace ya 3 décadas, influyentes centros de pensamiento han intentado convencer a los gobiernos para que apliquen  políticas que convenzan a los ciudadanos de la necesidad de adoptar posturas psicológicas más emocionales que los lleven a tener un comportamiento social determinado y previsible. Lo que implica que la normalización de los enfoques psicoemocionales genera nuevos no - especialistas que erosionan la autoridad tradicional de los expertos en psicología con poderes legales y/o un rol formal, como psicólogos educativos y clínicos, psicoterapeutas y asesores. Hoy no es difícil ver como notables partidas presupuestarias se destinan a organizaciones dedicadas a educar a la sociedad en unos determinados parámetros ideológicos, y que quienes realizan la tarea de educar no son especialistas en educación sino activistas. El Estado terapéutico se cuida muy bien de que la salud mental esté alineada con la agenda política.


El gobierno terapéutico de EEUU comenzó en 1993 con la llegada de Bill Clinton al poder. También dió sus primeros pasos en Reino Unido con el Partido Laborista en 1997. A partir de ahí se empezó a hacer política para paliar aspectos de la vida que, de un día a otro, se habían transformado artificialmente en traumas, como la infancia, la adolescencia, la procedencia o cualquier otra variable antes normal.

Había comenzado la transformación psicoemocional de la sociedad. Con ella se buscaba crear ciudadanos emocionalmente débiles. Esta transformación comenzó en las escuelas y a través de las políticas públicas. En los centros escolares se empezó a sugerir a los alumnos que serían marginados socialmente por tener unas u otras aptitudes.

Y así se llevaron a cabo programas de inclusión, regeneración enfocados a diseñar un nuevo modelo de ciudadano. Una de las líneas principales era que la baja autoestima de las personas tiene fundamentos político-sociales.


Se crearon espacios seguros en los que alumnos y profesores podían exponer su experiencia individual y colectiva en aras de cambiar el sistema educativo. Había que enseñar desde el punto de partida que constituye el estudiante, transformar el sistema a partir de este y no al revés.

Se daba a entender que había millones de personas con disfuncionalidades psicoecomocionales provocadas por el orden social. Motivo por el que había que transformar la estructura de los valores sociales, así como las instituciones en pro de la integración y la inclusión de las víctimas.


Los Estados han dividido a la sociedad en un  interminable abanico de identidades. Y a cada una le han asignado una disfunción psicoemocional. En este nuevo escenario el Estado se arroga el derecho de tomar partido en la vida privada de las personas. No para imponer un orden social sino como terapeuta de la psicología social.

Así su patermalismo nos salva de caer en pecados sociales. Nos dirigen hacia un nuevo mundo diseñado al milímetro, que nos dará la felicidad. Y solo se puede ser absolutamente feliz cuando se vive en perfecta ignorancia, cuando se ha matado cualquier atisbo de intención de progreso o mejora, cuando nos han convertido en perfectos autistas sociales.


Para llegar a semejante estado de perfección social, el individuo ha tenido que ceder buena parte de su libertad, cuando no toda. Por más que lo convenzan de lo contrario, comenzando por decirle que así gana en seguridad. Y si la sociedad no termina de convencerse, ya surgirá una crisis en forma de guerra, terrorismo, pandemia o catástrofe natural. Con ella, los dirigentes conseguirán que las medidas, por extremas e inaceptables que se hubieran considerado días antes, sean no solo aceptadas, sino insistentemente requeridas por esa sociedad finalmente doblegada.

El gob. terapéutico nos lega ciudadanos sumidos en la introspección personal, convencidos de que son víctimas de algún tipo de vulnerabilidad. Ha roto la dicotomía de la división social entre izquierdas y derechas y la ha sustituido por un universo de individuos atomizados. Pero no es por azar. Está más que demostrados que, cuanto más solitaria es una persona, cuanto menor es el apoyo de familiares y amigdos, cuantas más ahoras pasa en la soledad de su domicilio consumiendo la información que alguien le quiere transmitir mucho más fácilmente se la puede manipular y  más sencillo es inculcarle ideas y sentimientos para dirigir su vida.

De este modo, convencida al sociedad de que todo se hace por su bien, el líder hará y deshará a su antojo. Con mínima o ninguna oposición. Y al desgraciado que ose ir en contra se lo condenará a la muerte social, un instrumento muy eficaz hoy en día.  Mientras los medios de desinformación se limitan a repetir la doxa.

Así se llega a considerar al ciudadano como enemigo de la sociedad por tener actitudes perjudiciales para el conjunto, sea por ignorancia, maldad o descuido. La élite dirigente se arroga el derecho de imponerle hábitos en cualquier aspecto de su vida, desde la salud y la alimentacion a sus aficiones y tendencias.


Este modelo se va imponiendo a nivel planetario. China tiene mecanismos de control a través de intervenciones psicosociales o biomédicas en las que el poder se ejerce mediante actividades terapéuticas. Esta país también ha desarrollado políticas que priman el individualismo y en las que la psicologización de la vida pública es una forma de control.

El paradigma terapéutico ha generado una legislación basada en sentimientos. La relación de las instituciones con el ciudadano se circusncribe a regular sus más íntimos aspectos diarios, asumiendo que el individuo necesita ser tutelado debido a sus disfuncionalidades psicologicas. Incluso la política internacional se basa en este prisma, que hace que a la audiencia no se le presentan los intereses económicos que hay detrás de los conflictos, pues las apelaciones son siempre de carácter emocional.

Muchas organizaciones internacionales se basan en gestionar elementos que antes eran competencia del ciudadano, por ejemplo las campañas que enseñan a lavarse las manos o ponerse las masks.

En una sociedad ultraemocional los medios de comunicacion se regodean en mostrar las secuelas emocionales de las personas envueltas en conflictos bélicos. Captan la audiencia, facilitan que el Estado pueda tomar partido en un conflicto en el que concretamente a los españoles nada se nos ha perdido (Ucrania)."


Es solo un extracto de este magnífico libro sobre el dominio mental en el que se han embarcado las élites tecnológicas, políticas, militares. Hay que añadir los capítulos finalesm sobre la Guerra mental o las lecciones que deberíamos sacar de la famosa última plandemia en la que los gobiernos han implementado medidas liberticidas muy cómodas para el poder, que será difícil de echar atrás.


No hay comentarios:

Publicar un comentario