lunes, 28 de febrero de 2022

CAMINOS CEREBRALES DEL PLACER

Portada del libro Los laberintos del placer en el cerebro humano

 Lo extraigo de un pequeño y magnífico libro de Francisco Mora que no tiene desperdicio.

El cerebro es como una inmensa caja china que contiene otras interconectadas entre sí. Cada una de ellas alberga circuitos neuronales que en condiciones de tiempo elaboran las funciones específicas del cerebro. Una de esas cajas contiene la esencia, las tablas en las que están escritos los mandamientos que gobiernan la vida. Son los códigos que elaboran nuestros sentimientos de placer y castigo. 

¿Qué misterio profundo encierran esos códigos que mueve a los seres vivos a darle un valor a la vida y a seguir viviendo? ¿Qué conocemos de su funcionamiento y cuáles son los caminos que siguen?

Para empezar nuestro cerebro no posee sensores o receptores que detecten directamente el sentido emocional de las cosas que vemos o tocamos. Los receptores (ojos, oídos...) que son estimulados por energías específicas (luz, sonido...) sólo revelan y transportan al cerebro una cierta información física que detectan. Luego el cerebro construye nuestra percepción del mundo y su significado. 

Pero para que las cosas adquieran el significado emocional de bueno y deseable o malo y rechazable esa información, procedente de esos receptores sensoriales, debe viajar cerebro adentro y activar circuitos específicos localizados en sus profundidades. Sin ese otro cerebro llamado sistema límbico o cerebro emocional nunca podríamos distinguir entre un león dispuesto a atacarnos y un león que solo intenta lamernos la mano, simplemente veríamos un león. 

La propia naturaleza podría haber diseñado las cosas de otra forma pero, aun cuando tengamos receptores de dolor en la superficie, la interpretación final de malo sólo la realiza el cerebro emocional. El placer o dolor no existen afuera, los crea el cerebro en un juego entre nuestra carga genética y nuestros aprendizajes. Así es como nuestro cerebro único construye nuestros placeres también únicos.

¿Qué sabemos de esos circuitos de placer en el cerebro? ¿Son éstos los que al activarse hacen que, tras ver el alimento, un animal se abalance sobre él y lo coma? ¿Son esos circuitos activados los que además hacen que el animal si tiene acceso a la comida o a la hembra siga realizando esa conducta durante cierto tiempo? ¿Qué hace que llegado un momento esas conductas cesen y se produzca saciedad?

¿Acaso no sería posible estimular artificialmente esos circuitos y producir un placer artificial desconectado de toda información sensorial, sea comida, bebida, hembra? Hoy tenemos algunas respuestas.

(...)

En 1953 Olds que trabajaba en la universidad Mc Gill de Canadá investigó mediante electrodos implantados en ratas si estímulos eléctricos facilitaban su aprendizaje.

Cuando comenzaron su experimento usaron una caja grande de cielo abierto, con cuatro rincones A. B, C y D. Querían observar la reacción conductual general de la rata. El estimulo eléctrico produjo efectos tan sorprendentes que al principio los investigadores no supieron interpretar: 

"Cada vez que el animal iba al rincón A, se daba un pequeño estímulo eléctrico  a su cerebro. Y en esa rata observamos que tras el estímulo la rata volvía a ese rincón A. Tras terminar los experimentos aquel día observamos que la rata a pesar de haber interrumpido la estimulación, volvió varias veces al rincón A y finalmente se fue a otra parte de la caja y se echó a dormir. Hablamos de la posibilidad de que el estímulo eléctrico hubiera provocado cierta curiosidad en el animal. Ni siquiera pensamos que el estímulo resultara placentero. Pronto barajamos la posibilidad la posibilidad de que aquel estímulo representara algo más que pura curiosidad. Y el segundo día, cuando el animal había adquirido el hábito de volver al rincón A cada vez que se aplicaba el estímulo, decidimos cambiar de estrategia y probar a dar el estímulo cada vez que el animal al azar se acercaba al rincón B. No hicieron falta 5 minutos para que  la rata  tras el estímulo se dirigiera al rincón B en vez de al A. Luego comprobamos que con el estímulo podíamos llevar al animal a cualquier rincón de la jaula".

 Lo extraordinario vino después, cuando el análisis del cerebro del animal mostró que los electrodos se encontraban no en la sustancia reticular donde pensaban haberlos puesto sino en el séptum, una estructura del sistema límbico. Con ese error descubrieron que el cerebro profundo alberga áreas que si son estimuladas artificialmente motivan y producen placer. Tres años antes, José M.R Delgado había demostrado que hay áreas cerebrales que al ser estimuladas eléctricamente producen una reacción opuesta, de aversión, desagrado y castigo.

Estas observaciones iniciales llevaron a mapear el sistema límbico en busca de otras áreas que produjeran los mismos efectos placenteros....Ya por entonces se pudo saber que el estímulo eléctrico del cerebro resultaba mucho más placentero que el alimento mismo para una rata hambrienta.

Cuenta el profesor Olds: 

"ratas hambrientas, privadas de comida 24 horas antes, corrían mucho más deprisa para obtener el estímulo eléctrico que para obtener alimento. De hecho muchos animales hambrientos ignoraban el alimento disponible en favor de la estimulación del propio cerebro".

Finalmente inventaron el "hazlo tú mismo" de la rata, el animal aprendía a estimular su cerebro apretando una palanca.

El placer puro 

 Pareciera pues que el cerebro  contiene otro cerebro que si es estimulado directa y artificialmente produce sensaciones placenteras. Tanto como para que el animal trabaje para obtenerlas mucho más que para conseguir otros placeres tan naturales y unidos a la supervivencia como el alimento y el agua estando hambriento o sediento. ¿Sería esto el placer puro, un placer inútil y sin un fin más que sí mismo? ¿Un placer nacido de las profundidades del cerebro y sin necesidad de las cosas del mundo?

De lo que no cabe duda es que la autoestimulación eléctrica del cerebro se ha podido demostrar en otras especies incluido el hombre. Entre ellas peces, delfines, aves, conejos, perros, gatos y monos. Además en el cerebro de esos animales ha podido obtenerse en diversas áreas (bulbo olfatorio, corteza prefrontal, núcleos septales, núcleo acumbens, amígdala, hipocampo....) Es decir todas las partes del cerebro que conocemos como sistema emocional o sistema límbico.

Sistema límbico y emociones -Terapias de Estimulación Cognitiva

Experimentos posteriores mostraron cómo es la respuesta de las neuronas tanto a la visión del alimento como a la propia autoestimulación de esa área del cerebro durante la transición del animal desde un estado de hambre a un estado de saciedad.

El cielo y el infierno están en el cerebro

  El cerebro humano no es muy diferente al de cualquier mamífero en cuanto al fenómeno de la autoestimulación cerebral. En los años 50 se pensó en utilizar técnicas de estimulación cerebral en enfermos psiquiátricos, de esquizofrenia y depresión sobre todo. En muchos de ellos el estímulo en el séptum producía respuestas placenteras de contenido sexual. Un paciente con grave depresión que había intentado suicidarse varias veces manifestaba cuando se le estimulaba el séptum:

"Me siento muy bien, no sé por que´. Simplemente de pronto me he sentido muy bien. Es como si me hubiese arreglado para el sábado por la noche...una chica".

 El paciente dejaba entrever que sentirse bien en este caso tenía una  connotación sexual.

Otro paciente que estaba describiendo entre lágrimas la enfermedad terminal de su padre, tras estimular el séptum cambió de conversación y comenzó a hacer planes para citar y seducir a una amiga. Cuando se le preguntó por qué había cambiado el tema, respondió que los planes con su amiga le vinieron a la cabeza. Ya por entonces se sospechó que quizás estas personas y otras, tanto hombres como mujeres, habían experimentado un orgasmo durante la estimulación del cerebro.

Sin embargo estimular la amígdala y el hipocampo producían aversión y reacciones emocionales incontroladas muy desagradables. Alrededor de la parte del mesencéfalo provocaron rabia, ansiedad, agresión o miedo alternativamente. 

(...)

Ríos de conciencia 

Si algo han demostrado estas y otras experiencias similares es que aun cuando el cerebro guarda circuitos que dan la impronta del placer y sus diferentes matices, en cada ser humano todo ello se elabora en un mundo mental diferente. Y es así que el estímulo eléctrico o químico y sus respuestas placenteras nunca fueron evocadas con los mismos contenidos mentales. 

El cerebro humano es tan complejo y cambiante que ninguna de sus áreas permanece funcionalmente idéntica en ningún momento. En realidad, nuestro cerebro es un conjunto de circuitos neuronales distribuidos muy ampliamente en sus profundidades y por los que la información corretea a una gran velocidad emergiendo con ello nuestro siempre cambiante mundo mental.

De ahí que un estímulo eléctrico concreto producido en un área anatómica determinada nunca haya evocado una respuesta  idéntica, y ni tan siquiera similar en el mismo paciente. El estímulo, a través de un mismo electrodo, evoca sentimientos y pensamientos diferentes según el estado de ánimo, la hora del día o simplemente la persona con la que esté hablando o el tema de conversación. Aún más, la elaboración mental de esas sensaciones placenteras depende estrechamente de la historia personal única del sujeto.

Todo ello confirma que cada cerebro es único, no repetido. Incluso ante sensaciones tan universales como las del placer más profundamente biológico, cada ser humano impone un matiz diferente a ese placer, que lo hace único como experiencia profunda. 

Muchos investigadores describieron que las manifestaciones verbales de sus pacientes bajo la estimulación eléctrica no sólo dependían del punto de estimulación del cerebro sino de los propios pensamientos del paciente antes y durante la estimulación. Ante ese fenómenos el neurocirujano afirma que por el cerebro humano siempre corre un río o flujo de conciencia como el río de Heráclito, que nunca es el mismo. Y dependiendo de ese momento de flujo específico, también la respuesta es específica del momento.

¿Acaso  todo esto no lo corroboran nuestra experiencia diaria? ¿No es nuestra sensación del placer distinta y en relación con nuestra interacción con el mundo?  ¿No tenemos experiencia de que hay cosas, pensamientos y situaciones que en muchas ocasiones nos producen placer y otras ni siquiera captan nuestra atención? ¿No hemos tenido experiencia de pasar de una situación de placer a una de ingratitud?

Parece claro que nuestro cerebro codifica placer y castigo en un intercambio constante entre la situación personal y el medio que le rodea, social o puramente físico o biológico. Por tanto no hay placer que en cualquier situación de la vida real pueda evocarse bajo la influencia de presión o malestar o desgracias a nuestro alrededor. 

1 comentario:

  1. Interesante. Soy un admirador de Fco. Mora, al que sigo en Twitter, donde suele insistir en el importante papel de las emociones en educación. A cierta edad es más fácil encontrar placer en un paseo, una novela, un concierto, una conversación, que en la actividad sexual, pero no cabe duda de que el orgasmo (mejor sentido con intenso afecto y emoción amorosa) es el placer de los placeres. Recuerda que, según Schopenhauer, el placer sexual es un aliciente engañoso de la naturaleza para que sirvamos sus propósitos e intereses, que no son los de individuo, sino los de la especie o los de esa Voluntad anónima amiga de la biodiversidad que gobierna el universo.
    Remato con un aforismo de Emilio L. Medina, de su última colección que ando leyendo y pensando. *El sexo*. Cuarta de las siete bestias emilianas: "Cuando amáis la muerte, es vuestro cuerpo el que quiere morir porque no le dais su ración diaria de placer". En un pasaje anterior comenta el sabio de Galduria críticamente la doctrina estoica -y budista- del desapasionamiento o a-patía, doctrina que recomienda la reducción o eliminación del deseo. Emilio da razón a la sabiduría popular que no hace consistir la felicidad (o su moneda corriente, la alegría) en la eliminación de pasiones y deseos, sino en su satisfacción, que es lo que nos permite precisamente eliminar la pasión y acabar con la ansiedad desiderativa. "Alimenta deseos que puedas satisfacer con independencia, obteniendo placer con ello", recomendaría yo, que siempre he admirado al mejor Epicuro.

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