En su célebre “Discurso para unas bodas de plata”, Copelipón
-para los amigos Cope- había usado la
analogía del vuelo en tándem de las libélulas…
El macho sujeta a la hembra por el cuello con las abrazaderas
anales del décimo segmento de su abdomen. La hembra curva su cuerpo formando arco
completo hasta tocar con el extremo uno de los órganos reproductores del macho
buscando su esperma, que éste previamente ha transferido, replegando el abdomen
sobre sí mismo, desde el segmento nueve donde tiene su orificio genital, al
segmento dos donde se halla el órgano copulador. En algunas especies, tras
formar el corazón que simboliza el amor, el macho remolca después a la hembra
mientras ésta deposita sus huevos en la charca, el río o el riachuelo, ya sea
para defenderla de la inseminación de otros machos o para protegerla de otros
peligros.
Cuando los veo pedaleando juntos, y siempre los veo juntos, recuerdo
el modo en que vuelan las libélulas cuando se emparejan. Si os habéis fijado en
ellas…, coincidiréis conmigo en que son un prodigio de armonía, de sincronía
alada. Representan muy bien el modo en que dos libertades se acomodan para
aunar una figura común, una vida más perfecta y productiva. Dos voluntades
humanas bien concertadas son, desde luego, un milagro en que se conjugan
admirablemente tanto la naturaleza como el arte, tanto la atracción como el
talento, tanto el temple como el buen gusto: la materia y el espíritu.
X e Y no dicen todos los días Yo, Yo, según el pronombre de Narciso,
del normópata dominante, del ególatra sin remisión. sino que dicen nosotros, nosotros; no consumen su amor, sino que lo cultivan como ha de
hacerse con una planta delicada, con un bonsai añoso. Mantienen la distancia
justa, la proximidad necesaria, comparten su intimidad, pero también reservan
cada uno su misterio. Nada de sincericidios,
pero, a cambio, toda la lealtad del mundo. Porque la unión hace la fuerza.
Empeñados en ser más en lugar de tener más, ambicionando la
calidad en lugar de la cantidad; añadiendo a la bondad el buen humor, la cosa
dura, y dura, como las pilas duracell…
“Y en ese sólido embarcadero amarran a discreción sus frágiles bajeles sus hijos. ¡Por sus frutos los conoceréis!”
Con estas palabas acabó su discurso Copelipon elevando la
copa para provocar un brindis. Habían
comido hasta hartarse.
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