Regis Debray (1940) conocido filósofo
inventor de la “mediología” desbroza en “Les communions
humaines” el difícil tema de qué queda y puede quedar de la
religión en las sociedades secularizadas. Para empezar propone la
sustitución de la palabra religión por la palabra comuniones
humanas. Y es que religión como la entendemos en Occidente e
intentamos exportar al resto del planeta es un término inapropiado:
no en todas las culturas hay una iglesia con un clero organizado
jerárquicamente, unas escrituras sagradas, una fe en la resurrección
y un derecho canónico con pretensiones de extensión y salvación
universales.
Hay religiones sin iglesia y
comunidades morales sin iglesia ni práctica. Y es difícil también
desligar superstición de religión, en todas las grandes se mezcla
la idolatría con el culto propiamente ortodoxo. No daré ejemplos
para no herir sensibilidades pero ciertas devociones populares rozan
lo pagano visto desde un punto de vista eclesiástico estricto. Otra
cosa diferente es que esas manifestaciones populares de fervor pagano
agraden a los diversos poderes como medio de dirección y
organización de la masa, autoridades civiles y religiosas se sirven
bien de los fervores masivos, como el fútbol espectáculo de masas,
son un precioso medio de control social.
Debray denuncia que en el campo de los
estudios sobre las religiones estamos en etapa medieval pues nos
limitamos a citar autoridades (Durkheim, Mauss...) Y se observa la
ley del péndulo entre los investigadores amigos de la minucia
nominalista, descriptores de tal o cual culto localizado y por el
otro los desarrollos imprecisos y grandilocuentes sobre la muerte de
Dios o el desencantamiento del mundo que no hacen pie en la historia
real de las culturas. Tan importante es el cómo de los cultos como
el porqué de los mismos.
Para ello hay que empezar por la
palabra Religión, confundimos religión y creencia en Dios, o
religión y espiritualidad, esperanza con obediencia y así unos
hablan de que la religión tiene un lugar en la vida pública puesto
que la cuestión espiritual no es un invento, y otros de que la
religión pertenece al foro privado y por tanto no tiene sitio en la
vida pública.
La palabra religión no significa nada
en las nueve décimas partes de la historia, ni siquiera la división
sagrado y profano está clara en las culturas en las que la tierra es
sagrada y el trozo que se cultiva se considera divino por pertenecer
a los antepasados como ocurre en una tribu de Ghana. En sánscrito
“dharma” , lo que lleva el universo, significa la vía, la
enseñanza, la obligación. En hebreo no hay “religión”, hay
“dat”, palabra procedente del persa que significa “juicio o
decreto”. Lo que de ellos traducimos por religión es el sistema
jurídico de la nación hebrea. El hebreo no “cree” en Dios
“vive” con él.
Tampoco existe en griego la palabra
religión, la “threskeia” griega se aplica a la observancia de
las prescripciones de culto. “Eusebia” es la piedad, nada de
disposición subjetiva ni de institución aparte, la religión no es
nada distinto de la vida de todos los días en las poblaciones
antiguas. Los cristianos hemos traducido por religión lo que para un
árabe era “din”, “deuda”, “costumbre, uso”, “dirección
dada por Dios” que dará a cada uno su merecido. El tao o camino de
los chinos, el “rujiao” o doctrina de Confucio han sufrido el
mismo tour de force de parte
de los estudiosos occidentales.
Demasiadas cosas
diferentes bajo una misma palabra, no hay esperanza en el más allá
ni en los hindús que sueñan con desaparecer de la cadena de
renacimientos y muertes, ni en los budistas, que no creen en un
principio personal eterno e inmutable.
https://youtu.be/ta42xU2UXLA
Por otra parte las
esperanzas ilustradas según las cuales la Luz de la Razón disiparía
mediante el Progreso las tinieblas de la fe y la religión no se han
cumplido. Sí la Iglesia como institución pierde adeptos y
reconocimiento social, pero surgen otros cultos nuevos, otras
religiones, adoradores venidos de otros lugares del mundo, o
simplemente adoradores de nuevos dioses que pueden ir desde el
bienestar físico hasta los animales. Redescubrimos nuevos objetos de
culto.
Y es que ni
siquiera el cristianismo, que es el modelo sobre el que nos basamos
para comprender al resto del mundo, nació como religión. Era una
secta judía y durante dos siglos escribió y pensó en griego. Era
una superstición hasta el siglo III puesto que no tenía una base
nacional como lo que los romanos consideraban “religión”.
Tertuliano en 197 osó bautizar a la religión romana como
superstición, invirtió los términos. Y en 341 Constancio instaura
la religión cristiana y proclama la persecución de los paganos. Fue
una jugada maestra de los débiles frente a los fuertes que ha
llegado hasta hoy, y esta noción “robada” a los romanos la
usamos para desacreditar a todos los demás cultos.
Religio en latín
era “escrúpulo”, no una acción, sino una duda, una inquietud
ante algo que no se entiende y hay que comprender. “Relegere”
significa recoger y es lo contrario de “negligere”, descuidar.
“Legere” ha dado leer y “inteligir”, también “diligencia”,
atención, amor a lo que se hace. EN Cicerón y Lactancio están las
referencia literarias para estas etimologías que acaban por llamar
religioso al que se atiene a respetar los ritos del calendario cívico
y litúrgico. Era la religión romana hecha de celebraciones públicas
no de teología ni de adhesión personal. Por civismo se cumplen las
reglas que los antepasados legaron.
El cristianismo
supo hacerse con ese sistema político-jurídico que es muy útil
para dirigir a la población, para darle un marco y una organización,
la Iglesia romana calcó el sistema imperial, quedándose con la
magistratura, el magisterio del soberano pontífice, sus reglas
canónicas y su código imperial. El cristianismo añadirá a la
religión romana un contenido escatológico y moral de la que ésta
carecía, una teología y una fe además de unas prácticas
diferentes. Si de los romanos se quedó con la parte jurídica, de
los hebreos supo guardar la huella profética y de los griegos la
huella metafísica.
Por otra parte hay
que subrayar la polivalencia de Jesucristo: a veces el Justo
martirizado, otras el Logos encarnado y el Pantócrator. El
crucificado, el Docto, Cristo Rey, la humanidad martirizada se puede
mirar en el humilde carpintero de Galilea y la humanidad gobernante
en el Rey de Reyes. De ahí que los adoradores de Jesús puedan
encontrarse en multiplicidad de papeles, desde el cura guerrillero al
Inquisidor.
La palabra religión
tras esta historia de transformismo de “la religión” por
excelencia, se muestra incapaz de dar cuenta de tantas
manifestaciones de culto y dedicación, de espiritualidad, de
creencias que hay en el planeta. Por ello Debray propone un vocablo
alternativo que pueda aplicarse al conjunto de culturas humanas, que
exprese una dimensión colectiva que combine la unión horizontal y
la adhesión vertical a un ser trascendente y que no disocie lo común
de lo íntimo. En la palabra “Comunión” resuena la comunidad, el
reagrupamiento en torno a una lengua, intereses, bienes compartidos.
“Cum Munus”, carga que se comparte.
Comunión no
disocia obediencia (comunión anglicana, ortodoxa) de empatía
(sentirse en comunión con alguien) y sobre todo une “ser miembro
de” con “adherir a”, dos dimensiones vertical y horizontal que
no pueden faltar en toda comunidad humana que pretenda durar más de
una generación. Un marco común supone que algo que está por encima
nos une, es el principio de no completitud, para ser hermanos hay que
“ser hermanos en”, algo por encima nos excede y precede.
¿Acaso hay nación
o tribu que no se preocupe en algún momento de celebrar lo común,
de renovar de manera festiva o fúnebre su alianza primordial? Donde
hay comunidad hay celebración en su centro y por encima de dicha
comunidad. Parece medieval,
preilustrado. Los modernos divergemos, no convergemos. Pero la
ventaja de comunión sobre religión es que no implica un credo en
particular, se puede pertenecer o comulgar con muy diferentes grupos:
nación, religión, patria, familia, sindicato, asociación
deportiva...El comunismo fue una comunión sin ser religión, y si se
hubiera usado la palabra comunión todo habría estado más claro y
fácil para los que se creían irreligiosos por ser ateos. La
palabra comunión evita el falso debate sobre si tal o cual ideología
es religiosa.
Admirable es el
caso de Estados Unidos, que ha logrado mezclar lo patriótico y lo
bíblico. La primera democracia del mundo, y la única verdadera
democracia según García Trevijano, pues sólo en ella hay auténtica
separación de poderes y representatividad del ciudadano, ha
inventado una religión civil que constituye la democracia a la vez
en política religiosa y en religión política.
Razón y Revelación no se excluyen en
América, las Luces y la Biblia se unen para operar una laicización
de los principios teológicos y una secularización de las instancias
confesionales. Creer en Dios, creer en la democracia, creer en
América valen lo mismo, con la misma fe.
Las comuniones se extienden por la
sociedad, un gremio o una cultura que transmite su saber hacer,
donde hay una escala interna, una regla, un aprendizaje que hay que
seguir.
La comunión neutraliza las divisiones
entre los miembros de la misma. Frente a cualquiera que desde fuera
la ponga en cuestión, la comunión americana reúne a demócratas,
republicanos y abstencionistas. Lo que no impide las luchas de clases
y de intereses, pero en el instante crítico, reluce la “unión
sagrada” cuando lo esencial está en juego.
En la palabra religión cargamos todo
lo malo, lo antiguo y superado, la religión es un estadio infantil
de la humanidad. Pero de algún modo Debray demuestra que rechazarla
de ese modo en la sociedad equivale a tirar el niño de lo sagrado
que nos une, sea lo que sea lo sagrado, con el agua. El ser humano
nace en y pertenece a una lengua, genealogía, una historia que le
precede y que seguirá tras su muerte. El individuo no dispone de ese
patrimonio. Lo simbólico no es propiedad de nadie, no se compra ni
es objeto de intercambio. Hay bienes colectivos que no son materiales
y sobre ese patrimonio se extiende Debray, ¿cómo transformar un
conglomerado de individuos en un “nosotros”? La cuestión no ha
desaparecido por mucho que las religiones tradicionales se hayan
debilitado.
Habrá que trazar una frontera que
distingue el dentro del fuera, un origen, un ideal, un totem, un
principio supremo. Procedimientos que desde la noche de los tiempos
forman de un agregado informe, una ciudad, una comunidad humana.
Porque también al menos desde Aristóteles es sabido que el hombre
es el animal que no puede sobrevivir sino es “creando sociedad”.
Las religiones que hemos conocido hasta la fecha exhiben y dan
respuesta pública a estas necesidades de modo hiperbólico, y
dotadas de una resistencia a toda prueba, las han superado todas,
persecuciones, deportaciones y genocidios.
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