Escrito por Ana Azanza
Esa flecha en idioma lacaniano es “el significante que representa el sujeto para otros significantes”.
“Menos que nada” es el último libro del filósofo esloveno
Slavoj Zizek y el primero que leo de él. Hasta ahora lo conocía por referencias
en Internet, por ejemplo por los escritos de Luis Roca. También lo recuerdo en
un vídeo donde diferentes filósofos contemporáneos hablan de ética, Zizek
aparece en ese vídeo en un vertedero de basura. No entendí semejante marco y
contexto para una exposición filosófica. Tras leer "Menos que nada" y ver el
nivel de sinceridad incluso obscenidad al que es capaz de llegar, me parece que
he comprendido mejor. Aunque seguramente a Zizek le molesta “ser comprendido”.
Me decidí a atacar semejante mastodonte, más de 1000 páginas
de filosofía publicadas en España por Akal, cuando supe que Alain Badiou, otro
filósofo al que considero persona de fuste, saludó el libro como la obra
filosófica más importante de las últimas décadas.
No soy quien para dilucidar si Badiou tiene razón, pero la
obra que ha escrito Zizek es enciclopédica. Una mitad del libro está inspirada
por Hegel, a quien considera el filósofo de los filósofos, otra mitad por
Lacan, que completa a Hegel, y una
tercera mitad y soy consciente de la contradicción, es puro Zizek. El libro
revela una personalidad filosófica estimable, una capacidad de síntesis y de
relación de todos los ámbitos de la cultura sea ésta popular o elevada, fuera
de lo común. En un mundo tan fragmentado desde el punto de vista del saber como
el que vivimos, no creo que haya muchas figuras capaces de atreverse a mezclar
como hace Zizek la filosofía con las películas de Hitchkock, el psicoanálisis
lacaniano y no lacaniano con las referencias literarias de todas las latitudes,
los chistes corrientes en los antiguos países comunistas, y las anécdotas judías o sobre los judíos con
los descubrimientos de la física cuántica, las obras de la música clásica o
militar, los cuentos, las novelas de Proust, la cinematografía más reciente de
todo el globo terráqueo. Todo le viene bien.
Hace falta cabeza e incluso energía física para poder con
tanto y construir algo coherente en nada menos que 1000 páginas manteniendo la
unidad del proyecto.
En apariencia Zizek recuerda o me recuerda al filósofo
cínico en su forma más pura, un auténtico Diógenes, que no se calla nunca,
rozando la mala educación en sus intervenciones públicas, mostrando todos los
nudos que hay debajo de lo que normalmente consideramos políticamente correcto.
Hay mucho ingenio, muchas frases felices en su libro y en
sus declaraciones públicas. Afirmaciones que iluminan aspectos de la realidad
que se nos resisten e incluso nos llenan de rabia y sentimiento de impotencia a
los mortales corrientes. El idioma lacaniano como él dice, no lo practico, pero
a fuerza de recorrer las páginas de este libro me parece que algo he aprendido
de él.
El lenguaje hegeliano
me parece más interesante, Hegel, el filósofo con el que uno siempre se pelea
para acabar en nada, Zizek es una buena introducción a Hegel, introducción y
resumen, porque el filósofo esloveno sí habla hegeliano.
Es imposible hacer un resumen del libro, pero he
seleccionado uno de los capítulos que me parece más interesante para el tema
del blog, espíritu y cuerpo. Me refiero al “Interludio 6” que titula “Cognitivismo y bucle de
autopostulación” porque en él trata del yo.
Las neurociencias actuales consideran que el Yo del
idealismo alemán y el concepto psicoanalítico de yo no sirven de nada. Pienso
que Zizek va a demostrar que esos conceptos desechados por metafísicos, no son
irrelevantes, ya que indican una dimensión que falta en nuestra experiencia
cotidiana. No hay que descartar que lo que más le priva al filósofo esloveno es
provocar, remover nuestras tranquilas y aceptadas convicciones sobre lo que son
las cosas. Así por ejemplo él se propone rehabilitar el psicoanálisis en su
núcleo filosófico como una teoría en deuda con la dialéctica de Hegel y legible
sólo en ese contexto.
El mismo se autocritica, la propuesta parece la peor jugada
posible: salvar el desacreditado psicoanálisis haciendo referencia al todavía
más desacreditado hegelianismo, lo peor de la filosofía especulativa ahora
irrelevante gracias al progreso de la ciencia. Pero el esloveno hace suyo el
dicho lacaniano de que cuando nos vemos confrontados a una elección
aparentemente clara lo correcto a veces es elegir lo peor.
La comprensión del Yo trascendental del idealismo alemán y
el concepto psicoanalítico del sujeto son posiciones totalmente desbancadas por
nuestra experiencia cotidiana del yo, que incluso si es falsa, ahí está, y por
las teorías científicas que explican el Yo, por ejemplo la de Damasio.
Pues bien, Zizek pone todo esto patas arriba, no esconde ni
su hegelianismo ni su defensa del psicoanálisis en su versión lacaniana, para
más INRI.
Curiosamente un enemigo potencial del hegelianismo va a
resultar amigo. Douglas HOFSTADTER, autor de “Yo soy un extraño bucle” (2008),
quiere contribuir a la teoría autorreferencial de la conciencia: en el nivel
del propio pensamiento hay una paradójica estructura abstracta formal de
autorreferencialidad, que es constitutiva de la conciencia. Para explicarlo
HOFSTADTER trae a colación una experiencia personal:
Al hacerse con un paquete de sobres en una caja sintió entre
el pulgar y el resto de los dedos el tacto de algo totalmente inesperado,
¿había una canica flotando en aquella caja? Inspeccionó y no encontró canica ni
objeto alguno entre los sobres. Se trataba de que el vértice de la V que forma la solapa lleva goma
arábiga. Una consecuencia imprevista es que cuando apretamos un bloque de 100
sobres esa zona central se opone a ser comprimida.
La idea de HOFSTADTER es que el yo en su firme autoidentidad es homólogo a la goma arábiga
amontonada; “una ilusión a gran escala creada por la confabulación de muchos
sucesos pequeños que no son ilusorios… Creemos en canicas que se desintegran cuando
intentamos hallarlas pero que son tan reales como una canica auténtica cuando
cesamos en su búsqueda.” El espíritu sería la canica ilusoria
Sólo que el “Yo canica” ya fue rebatido por Hume en el
conocidísimo pasaje del “Tratado de la naturaleza humana”:
“Si hay alguna impresión que origine la idea del yo, esa impresión deberá seguir siendo invariablemente idéntica durante toda nuestra vida… Pero no existe ninguna impresión que sea constante e invariable. Dolor y placer, tristeza y alegría, pasiones y sensaciones se suceden unas tras otra y nunca existen todas al mismo tiempo.”
Hume socava la percepción del Yo como una canica estable, no
a través de una idea científica sobre la base neuronal de la conciencia, que es
lo que hace HOFSTADTER, sino demostrando que la identidad estable del Yo no es
una ilusión espontánea de nuestra experiencia, sino el resultado de una
imposición sobre nuestra experiencia inmediata de conceptos metafísicos.
Buda estará de acuerdo con Hume: Cuando miramos hacia
nuestra experiencia no hay más que inconstancia, nuestros cuerpos, sentimientos
y pensamientos siempre van y vienen. Donde hay diversidad no puede haber
identidad.
Kant le diría a Hume que el sujeto es precisamente esa nada que miras cuando no ves ningún yo
en el flujo de representaciones. El budismo no da ese segundo paso. Para
explicar esto Zizek recurre al chiste de Rabinovitch que repite mil veces a lo
largo del libro en diferentes versiones y que le resulta muy útil, porque es
una versión popular de la elevada e incomprensible dialéctica hegeliana.
Rabinovitch pregunta sobre el Yo y le dicen:
-“Cuando miras en ti mismo puedes descubrir tu Yo”
-“Pero no veo ningún yo ahí, no hay nada más allá de la
multiplicidad de representaciones”
-“Bien, resulta que el sujeto es precisamente esa nada.”
El budismo no da el paso de llamar Yo a esa nada. Kant lo
deja en vacío, el Ego trascendental, la cosa inaccesible. Hegel y Fichte
observan que el Yo no es una cosa sino un proceso de aparecer ante sí mismo. Y
HOFSTADTER asegura que así como con los sobres basta darle la vuelta a la caja
para revelar el truco, en el caso del yo no podemos más que estrujar todos los
sobres a la vez, y ese punto de vista nos dice que la canica es real.
Pero Zizek mira la nada de frente, como la miró Hume y la
miraron los budistas. Y recuerda la insuperable fórmula de Kant de la Critica de la Razón pura:
“La representación “yo” que es simple y por si misma
completamente vacía de contenido… no podemos siquiera decir que esta
representación sea un concepto, sino la mera conciencia que acompaña cualquier
concepto…
Kant prohíbe el paso cartesiano del “yo pienso” a “yo soy
una cosa que piensa”. Debe de haber algo pero ese yo es para siempre
inaccesible, un yo que se conociera objetivamente ya no sería un yo.
Hofstadter acaba asegurando que “el Yo es una alucinación
alucinada por una alucinación”, parece una paradoja, al final “alguien” tendrá
que estar alucinando. Lo que Zizek le reprocha es no darse cuenta de que la “ilusión” de nivel superior es la que
transforma el borrón preontológico de lo Real en realidad sustancial. En una
alucinación alucinando por una alucinación, el alucinar se autoasume a través
de su autorrelación y se establece una nueva realidad. Lo mismo que diría
Fichte cuando afirma que el Yo solo existe para el Yo. No hay existencia del Yo
fuera del extraño bucle.
Pero hay otra posición actual que alucina todavía más y que
también Zizek desecha por no ser ni asumir toda la contradicción que la
realidad lleva consigo: METZINGER en “Being No One” (2004). No es una
alucinación la que percibe una alucinación, sólo que el proceso neuronal asubjetivo (fundamento realmente
existente del proceso de percepción), junto con la ilusión de que directamente
percibimos la realidad, genera la ilusión de que el agente de la percepción es
un Yo.
No hay nada malo ni extraño en ello, la experiencia
fenoménica humana es un mapa y la flechita roja del Google maps que indica
nuestra posición, sería el yo. En este caso no es el Google maps sino el “mapa
consciente de la realidad”. La diferencia entre las flechitas rojas en los
mapas y la flechita en nuestro cerebro neurofenomenológico es que la flecha
externa es “opaca”. Pero la flechita automodelo consciente del cerebro es en
gran parte transparente.
Thomas METZINGER, sobre la identidad
Zizek asegura que tanto HOFSTADTER como METZINGER cometen el
mismo paso, trasladan la diferencia entre apariencia y realidad al proceso
perceptivo mismo. En el proceso perceptivo distinguen entre el proceso de
observación y la autopercepción transparente del Yo como agente del proceso.
Pero el Yo es transparente, no opaco como dice Metzinger. El
Yo se caracteriza por la experiencia pre-reflexiva del estar situado.
Esa flecha en idioma lacaniano es “el significante que representa el sujeto para otros significantes”.
En Kant hay algo que falta en Metzinger: la flecha roja que
representa el yo es representación de nada.
Para poder explicar el yo
Zizek cuestiona la oposición habitual entre apariencia y realidad, y acepta
la molesta paradoja de los descubrimientos por ejemplo de la física cuántica.
Zizek hace un uso extenso y detallado de esos descubrimientos a lo largo de
“Menos que nada”, evitando como él dice caer en las extrapolaciones tipo New
Age que llevan a decir cosas como que se puede estar en varios lugares a la vez
o que el sujeto construye la realidad. Me interesa sobre manera la física
cuántica, intento informarme en la medida de mis posibilidades de no experta, y
es la primera vez que encuentro un filósofo que se enfrenta a ella y saca
provecho filosófico sin hacer afirmaciones estrafalarias como las referidas del
New Age.
En la física cuántica la apariencia de una partícula
determina su realidad, el surgimiento de la “realidad dura” a partir de la
fluctuación cuántica y a través del
colapso de la función de onda es el resultado
de la observación. La idea que subyace es la superioridad ontológica de las apariencias y Zizek lo explica de
diferentes maneras, empezando el libro como empieza por el comentario al
Parménides platónico y las diferentes tesis que en él se enfrentan.
El punto fuerte de Zizek y que me ha resultado más
interesante:
No hay por una parte, algo así como el punto de vista del
ojo de Dios, la visión que percibe la realidad en su complejidad infinita. Y
por otra la simplificación que hacemos en la que desechamos grandes cantidades
de información. La presuposición que lleva a enredarlo todo sería decir que
está ontológicamente fundamentado algo así como “toda la realidad ahí fuera”,
definitiva y simplemente inaccesible a nuestras mentes finitas.
No hay nivel básico, las divisiones hacia abajo continúan
indefinidamente y el nivel cuántico marca el comienzo del “desenfocarse” de la
realidad básica, de modo que la única realidad última no son ni átomos, no
homeomerías, ni ondas, ni partículas, ni funciones de onda, la realidad última
es vacío, aunque hay dos tipos de vacío cuántico, uno con más posibilidades que
otro.
La brecha que separa el mundo de todos los días del nivel
cuántico no es una separación entre la realidad última y una alucinación inevitable pero ilusoria cuántica. El
nivel cuántico es flotante y ambiguo, es efectivamente alucinado, lo que lo
convierte en realidad última y “dura” es el cambio hacia el nivel superior de
las apariencias o realidad percibida aparentemente.
El Yo de Zizek es una universalidad singular, un
abstracto-universal punto de referencia. No es ni una propiedad física
misteriosa de mi cerebro ni un patrón forma de mayor rango de bucles
autorrelacionados que pueden transferirse a otros individuos.
El Yo no puede identificarse con mi cerebro ni tampoco es un
patrón intercambiable y “Mudable” de cuerpo, más bien es la identidad
formal-negativa del yo pienso cartesiano, sin sustancializar por supuesto.
Otra manera de ver o de no ver el yo es darse cuenta de que
siempre que ha querido identificar se acaba en fracaso. Inferimos que hay algo
así como un yo.
El Yo no es autorreferencial en el sentido de referirse a sí
mismo y así ser accesible, es el vacío que permite que se detenga el proceso al
infinito y el signo que directamente me representa (Yo), es un signo que ocupa el lugar de un
vacío.
Por volver a la flechita roja del Google maps, la flecha
roja que ocupa el lugar del Yo es un sustituto de la nada, la nada que “es” el
sujeto mismo. Del mismo modo en que para Gödel la falta de pruebas de la
proposición indecidible es una consecuencia de su verdad, el fracaso de la
representación del sujeto es una prueba de que estamos entrando en la dimensión
de la subjetividad. El sujeto es un fracaso, el fracaso de su representación.
Ninguna de las determinaciones que adornan a la persona expresa totalmente el
sujeto, el sujeto es inobjetivable.
El Yo no representa ninguna unidad-coherencia-estabilidad
del contenido sustancial de mi personalidad, sino una singularidad evanescente,
autorreferencial. Una de esas cosas que cuanto más la quieres atrapar con la
mano, más se escapan.
La discusión de Zizek de las tesis de Hofstadter, autor de
“I am a Strange Loop”, sigue, es muy pormenorizada. Por ejemplo le reprocha que
ignore totalmente el salto de los estímulos a los símbolos.
Zizek rechaza que haya un grado cero de realidad al que
somos incapaces de mirar y por eso abreviamos “inventando” un Yo. No hay un
piso bajo de la realidad donde las cosas ocurren realmente y nuestro nivel de
todos los días es una “abreviación” o “simplificación” ilusoria para
entendernos.
Si vamos abajo hasta el final, llegamos al vacío. Ya lo dijo
Fenyman en 1959 cuando predijo la nanotecnología “hay mucho espacio ahí abajo”
desde el punto de vista de la incompletitud de la realidad se puede ir todavía
más lejos: en lo más bajo hay todo el espacio que queramos, puesto que no hay
nada, sólo vacío.
Cuando miramos la mesa no se nos ocurre pensar que hay una X
misteriosa detrás de sus cuatro patas y el tablero. Pero al tratar el yo nos
entra el hambre del misterio. Debe de haber alguna X secreta que hace de tu yo
o de mi yo algo único. El problema es que si abstraemos las cualidades del yo
queda el vacío. Deberíamos aceptar de una vez que nuestro Yo no es más que la
red de sus propiedades, o de los relatos que nos narramos a nosotros mismos.
La opción a ese yo conjunto de relatos es la de Hegel, ¿y si
nuestro yo es este vacío, y si su núcleo no es algún contenido positivo, sino
la negatividad autorrelacionada?
El yo que es nada necesita llenarse de un contenido, para
pasar del sujeto puro/vacío a la persona se necesita un mínimo de input externo
contingente, en terminología lacaniana, un peu de réel, o terminología
fichteana Anstoss, un golpe que ponga
en marcha. Ese peu de réel no es meramente la mancha que estropea el extraño
bucle del yo autorrelacionado. El peu de réel es la motivación mínima que pone
en ruta la autorreflexión del Yo puro.
En idioma hegeliano la forma pura vacía de negatividad,
siempre acompaña a cada contenido positivo. La forma pura vacía y la mancha
mínima que afecta al Yo desde fuera, son dos lados de la misma moneda.
Hofstadter sigue razonando que podemos hacernos retratos de
los otros yoes cada vez más completos, así como los demás se pueden hacer
retratos de nosotros. Evidentemente el mejor retrato más representativo lo
tiene cada cual. Pero saca otras conclusiones de consecuencias políticas
amenazantes, cuando dice que hay yoes grandes y yoes pequeños. ¿Por qué deberíamos
ser todos políticamente iguales? En este punto no le doy la razón a Zizek, es
evidente que hay tipos y tipos de yoes, la igualdad política es otro tema que
si existe, (no existe), pero si se postula no tiene nada que ver con la
grandeza o pequeñez de alma. Zizek lo soluciona con su idea de centrarse en el
YO como sujeto puro, yo evanescente de negatividad autorrelacionada, en ese
aspecto somos todos iguales, todos somos una singularidad irreductible.
Black Venus (2010) |
Para redondear el capítulo sobre el YO se refiere a la vida
de Sara Bartman, una joven de la tribu khoi khoi llevada en 1810 a Londres y exhibida
como un fenómeno de feria por todo el país. La “Venus hotentote”, centrada en
sus amplias partes traseras fascinó al público. Sara fue objeto de examen en
sus partes más íntimas por los científicos. Cuando murió sus órganos sexuales y
su cerebro fue expuesto en el Musée de l’Homme de París. En 2001 Zola Maseko
hizo una película sobre ella “The Life and Times of Sara Baartman”, en 2010
salió otro film “Black Venus” de Abdellatif Kechiche. La interpretación de la
actriz fue muy celebrada, aunque Sara se sentía herida y ninguneada al ser
examinada cuando los “científicos“ medían sus intimidades mantuvo siempre la
dignidad. El contraste entre su pose y la vulgaridad de los estudiosos es
total, Sara fue la civilizada en este caso al enfrentarse a la barbarie de los
médicos europeos.
Interesante el tema, José. Más allá de Zizek, sobre cuya obra no me puedo pronunciar porque no la leí. El "yo" es algo tan huidizo y a la vez tan central para el humano, que me parece necio excluirlo de la reflexión filosófica sean cuales sean las pretensiones de la ciencia al respecto.
ResponderEliminarYa que Zizek habla del budismo quisiera decir que no es del todo cierto que "no da el paso". Por un lado, el budismo no es una "filosofía" en el sentido occidental del término sino un camino. Y por lo tanto sus escritos no se deberían leer literalmente. Por otro lado, hay muchas escuelas, y de hecho hay algunas en que la "mismidad" adquiere un sentido absoluto. Toshihiko Izutsu ha tratado ese tema con claridad y profundidad en su "THE STRUCTURE OF SELFHOOD IN ZEN BUDDHISM", que forma parte de sus conferencias de Eranos.
Pero, para volver a Occidente. Cabe recordar algo que señaló -entre otros- Ortega y Gasset: cuando alguien pregunta ¿qué es el yo? ya se ha puesto a sí mismo fuera del problema, y por eso es imposible que encuentre una respuesta legítima. Sería más apropiado preguntar ¿quién soy?
Y ¿quién pregunta?...
He sido yo quien ha escrito, pero no pasa nada,tanto monta monta tanto en este blog.
EliminarA mí este filósofo me desconcertaba y en principio me parecía un cantamañanas, pero me parece que he entendido mejor que es un provocador de mucho cuidado, y que trabaja, ha leído y asimilado montones de cosas, además como digo de unir la alta cultura con la baja, por decirlo de algún modo.
Tiene sus preferencias, por ejemplo Hitchcok, después de leer "Menos que nada" es imprescindible volver a ver Vërtigo, película que comenta cientos de veces.
También me parece un signo de inteligencia por su parte
haber aprendido y dominar inglés. En su lengua natal le iban a escuchar cuatro. Se ha molestado no sólo en leer y escribir, tarea fundamental del filósofo que se precie, sino en aprender la koiné del imperio, y tiene razón.
Hay muchos buenos filósofos de carácter global, que merecerían ser más escuchados, pero sólo hablan francés y quieras que no es una limitación. El idioma es fundamental y que te entienda cuanto más parte de la humanidad mejor, si merece la pena oírte y leerte-
Badiou y Onfray por ejemplo también viajan mucho, pero me parece que no han entrado ni en EEUU ni en China, que yo sepa, sólo hablan francés.
A Zizek no se le escapa ni un cm de planeta.
Si te puedes procurar el libro no lo dejes, eso sí, con horas por delante porque es gordo
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ResponderEliminarMe disculpo Ana, otras veces lo firmas bajo el título de la entrada, y yo como tenía aún "fresco" el último post de José, asumí que se trataba de él.
ResponderEliminarPor cierto haces parecer interesante a Zizek. Así que veré si encuentro algo suyo.
Interesante. Me han gustado las referencias a Hofstadter, autor al que conozco mejor que a Zizek. En cuanto a Lacan, me ha parecido siempre un logomáquico, quiero decir que su oscuridad me resulta descortés, y por eso no le creo. Ciertamente, el sujeto verdadero es aquél que no puede ser ni debe ser de ningún modo objetivado. Ese quién al que refiere Max. La descalificación global de Hegel o de Freud me molestan tanto como su aceptación absolutas. La vana pretensión de Hegel de cerrar la dialéctica filosófica, la historia de la filosofía es tan inaceptable como el pansexualismo de Freud. Y sin embargo el psicoanálisis comprendió muy bien los mecanismos más o menos inconscientes de defensa del yo, y también Hegel entendió que a parte de las filosofías particulares hay otra que hace un sujeto universal en una historia universal, ese "tesoro de nuestros errores".
ResponderEliminarEn desagravio a Lacan, me pondré un poco lacaniano citando a Pessoa: "el que quiere es algo que hay en mí" (Pessoa), pero está por ver que ese alguien -mejor que "algo"- no sea algún Otro.
ResponderEliminarPara seguir con el juego, pero sin ningún ánimo de defender a ese gran narciso-sofista que fue Lacan, cabe evocar a otro poeta: Rimbaud, quien parece confirmar la sospecha de José a propósito de las palabras de Pessoa. Pues escribió:
ResponderEliminar"C’est faux de dire: je pense, on devrait dire: on me pense", y enseguida para rematar agregó: "Je est un autre"
De modo que no sería cierto que pensamos sino que somos pensados, o se nos piensa, ni tampoco habría yo pues el yo es otro.
Extraño asunto el de la mismidad. Recuerda aquello que San Agustín decía del tiempo: saber lo sé, pero si me preguntan no lo sé...
Saludos
Arquetope, un laureado psicólogo de estirpe junguiana, definió al yo como un complejo de emociones, recuerdos e ideas, que organiza la acrópolis y Estado del cerebro, como en una polis griega. Tal subsistema mental es más o menos fuerte, pues otros complejos políticos le disputan el poder del Estado de la mente, así como el control de las principales instituciones que regulan sus propósitos y acciones.
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