viernes, 1 de enero de 2016

HUMANISMO ATEO VS. CRISTIANISMO IRRELIGIOSO

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"Puedo pero no quiero"
Jacques Ellul

Humanismo ateo


Jacques Ellul (1912-1994) fue líder de la resistencia durante la Segunda guerra mundial, filósofo, sociólogo, teólogo y anarquista cristiano francés. Junto a su amigo Ivan Illich es considerado uno de los padres de las ideas sobre el post-desarrollo: decrecimiento, simplicidad voluntaria, ecología política.

Considera que el hombre moderno ha reducido la multiplicidad o diversidad de sus dimensiones (poética, simbólica, religiosa, técnica) a la tecnológica y política, en un mundo en el que sólo cuentan eficacia y potencia.

En Los nuevos poseídos (Monteávila, Caracas, 1978) afirma que vivimos en una era post-cristiana. Pero la vuelta al paganismo es imposible. Si nuestra época ha dejado de ser cristiana, es importante no obstante insistir en que ha pasado por la experiencia de serlo.

El humanismo ateo parece haberse impuesto. Su contenido ideológico se resume:

1. El hombre es la medida de todas las cosas. No existe la trascendencia ni el más allá, por tanto la vida adquiere una importancia capital, al ser el bien supremo, el único bien.

2. El hombre es autónomo. No hay leyes exteriores a sus intereses y no es responsable sino ante sí mismo. No hay ley eterna, ni natural, ni imperativo absoluto, todo es cuestión de costumbres, de acuerdos y pactos.

3. El hombre es razonable. Lo que la razón no prueba tiende a ser eliminado: tradición, religión, convicciones políticas como la monarquía que no se basan en conceptos razonables...

4. El hombre es bueno o, por lo menos, libre de elegir entre el bien y el mal y, a no ser por desinformación o necesidad, elige el bien.

El humanismo ateo es una doctrina convertida en lugar común, evidencia confusa, o sea: creencia y fe.

Metamorfosis de lo religioso


A quienes creen que la religión ha muerto, conviene recordarles que esta no es más que una expresión posible de lo sagrado. En general, los humanos asignamos valores sacros a lo que nos amenaza o protege. Lo sagrado tiene la función de integrar al individuo en el grupo y se expresa en rituales y ritos de compromiso.

La desacralización del mundo ha traído consigo la disolución del alma, esa instancia mítica que ha desaparecido en provecho del cuerpo y sus adornos, a beneficio del culto al cuerpo y a sus prótesis y complementos. El cuerpo ha heredado hoy la función ideológica del alma, como prueba el auge de gimnasios, deportivismo, cosmética, carreras solidarias, el gasto en cirugía estética…


Lo sacro así no ha desaparecido, sino que ha adoptado en el siglo XX -y principios del XXI- otras caras, otros perfiles. En 1961 el líder soviético Kruschef le dijo solemnemente al presidente Nasser: “el comunismo es sagrado”. El ateísmo militante puede ser desde luego considerado como una forma de religión. Marx en La ideología alemana explicitó su deseo de que desaparecieran al mismo tiempo el ateísmo y la religión.

Pero no ha sucedido nada de eso. Y es que “nuestra clara inteligencia reposa sobre un pedestal de misterio”. Jamás antes como en el siglo XX –y lo seguimos viendo en el XXI- hemos visto a ese “hombre razonable”, arrastrado por oleadas de locura mística, comportarse como un bárbaro. Hemos asistido a la búsqueda desesperada de convicciones globales, desde el surrealismo y el jazz, hasta el regué o el rap. El caso es que los hombres parecen no poder vivir sin participar de lo sagrado.

Es cierto que la experiencia principal de los hombres actuales no sucede en el mundo natural, sino en el tecnocientífico, así pues lo sagrado, que cristaliza en el inconsciente individual y colectivo, guarda ya relación con lo técnico. Su expresión ritual es el consumismo, que se practica en esos inmensos templos de horario festivo que son las grandes superficies comerciales:

“El consumo y lo que produce, la técnica y lo que lo expresa, la publicidad, no es más un hecho material; se ha convertido en el sentido de la vida, en lo sacro fundamental, en la ostentación moral, en el criterio del ser y en el misterio ante el cual uno se inclina. Y no nos engañemos; el rechazo de la sociedad de consumo se sitúa en el mismo plano. En realidad es una querella religiosa”.

El poder político tiene esto muy en cuenta: que el poder que ha provocado la suspensión del orden tradicional sólo puede ser, a su vez, una fuerza sacra. Y lo consagra con el sigloide I+D+i, puesto que la simbolización es una de las expresiones esenciales de lo sacro. Al teléfono inteligente (celular, móvil, smartphone, iphone), máximo exponente y símbolo de lo técnico-sagrado en este momento, se lo adora como a un ídolo. Por otra parte, nada vale ya la pena de ser vivido si no transita "consagrado" por las redes. De parecida forma el coche tuneado expresa la máxima potencia de cualquier ser humano.

Lo sagrado contemporáneo


A partir de la técnica establecemos nuestro origen como homo faber. Es la técnica lo que nos muestra como hijos de Dios, o –muerto Dios- como el dios mismo. La nueva Historia sagrada es la historia del desarrollo de las técnicas: paleolítica, neolítica, del bronce, del hierro, del carbón, del petróleo, de la energía atómica… (A ello contribuye el hecho de que las creencias e ideas de nuestros antepasados -antes de la escritura- no han dejado restos fósiles).

Jacques Ellul analiza los dos ejes de lo sagrado contemporáneo: el eje “técnica-sexo” y el eje “Estado-nación/revolución”. La liberación del sexo respecto de su función reproductiva es asociada por Ellul al desarrollo de la técnica (técnicas contraceptivas o de fertilidad). El sexo fue desacralizado por la píldora y el psicoanálisis. De su desmitificación rápida resultó su insignificancia. El acto sexual tuvo una intensidad, una profundidad y un valor metafísico que ha perdido[1]. El sexo era sagrado. Nuestra época lo desacralizó para resacralizarlo al instante, pero en la forma de transgresión o de experiencia límite (v. el caso de Foucault).

Los dos mitos fundamentales del hombre moderno son la historia y la ciencia. “La historia juzgará” –sentenciaba el mariscal Pétain. La ciencia, de esotérica se ha vuelto exotérica. Los grandes científicos se hacen famosos y publican best-sellers divulgativos. La ciencia adquiere así una virtud salvadora. Es ya una soteriología a la que hemos de recurrir si queremos alargar la vida o controlar el cambio climático.

Si se piensa que la ciencia lo podrá todo, este mismo pensamiento confirma su valor mítico, pues todo es posible sólo en el fantástico dominio del mito. Alrededor de estos dos grandes mitos –la ciencia y la historia- orbitan una serie de astros menores de la mitología colectiva contemporánea: lucha de clases, felicidad, progreso, juventud… 

Quede claro que no son la ciencia y la técnica las que nos alienan, sino lo sacro transferido a la ciencia y la técnica. Ciertamente, muy trágico resulta en nuestra condición que lo mismo que nos ilusione nos aliene.

Por su parte, las religiones políticas contemporáneas son un fenómeno occidental que ha aprovechado como abono, si no como raíz, la infraestructura religiosa cristiana, constantinista. La ideología adopta en la dogmática política la forma de credo: “una interpretación más o menos sistemática de la sociedad y de la historia, que los militantes consideran verdad suprema”. Son casos ejemplares el marxismo-leninismo-estalinismo, el hitlerismo, el fascismo, el yihadismo. 

Tomemos el caso paradigmático del marxismo-leninismo-stalinismo. Engels dotó a la dialéctica marxiana con un postulado metafísico: “la materia no se crea, evoluciona”, a la vez que deificaba también el impulso vital, el mecanismo de evolución dialéctica de lo material.

Para Ellul toda la obra de Marx está sumida en un clima religioso, una fuerte impregnación profética, judeo-cristiana, que el propio Marx reconocía. Con la revolución soviética, a ello se añadirá la tradición del culto al zar ruso o, transferido, el culto al emperador marxista. En realidad, Lenin organizó su partido a imitación de la Orden de los jesuitas. El comunismo instituyó una liturgia, una dogmática, una inquisición martillo de herejes, en fin “una réplica materialista de extraordinaria similitud morfológica con el catolicismo romano”. 

Otro tanto puede decirse de cómo los jóvenes fascistas representaban, desde un punto de vista fenomenológico, un prototipo religioso indiscutible. El nazismo mismo puede ser estudiado como una inmensa pulsación religiosa, como una mística con un aspecto esotérico y otro exotérico.

Lenin embalsamado y adorado en su mausoleo. El maoísmo fue un nuevo avatar de la misma religión política. Mao fue “ese sol rojo que alumbra toda la tierra”. El “culto a la personalidad” (luego la divinización del dictador) no es más que su síntoma más aparente: todas las esperanzas puestas en un hombre, adorado con fervor. Muerto Dios, cualquier demonio pasa por ser dios.

Ni que decir que Führer, Estado, Dinero, Ciencia y Técnica…, pueden ser potencias mitológicas tanto benéficas como maléficas. Las religiones –todas- incluso la del ateísmo materialista, han probado hasta la saciedad su idoneidad para causar terror y horror. 

Cristianismo arreligioso


Pero si nos proponemos ser no-religiosos hemos de saber que ello exige una gran virtud. Hace falta una ascesis personal muy singular para ser no-religioso. No basta un escepticismo blandengue para conseguir una sociedad civil adulta, una sociedad arreligiosa. 

Lo que afirma Ellul es que de la eliminación de las religiones tradicionales por la cultura moderna sólo han resultado nuevas religiones, no menos alienantes que las antiguas. Una verdadera desacralización del mundo no equivale a su secularización. Así, el exorcismo científico o psicoanalítico pueden ser considerados una operación extraordinaria para barrer y orear el espíritu y el corazón del hombre, pero luego que esta casa interior ha sido vaciada de sus antiguos terrores y monstruos, acuden a ocuparla siete demonios por cada uno que la abandonó. 

Jacques Ellul es un pensador que quiere seguir siendo cristiano, pero reprocha a la Iglesia tres errores:

1. El constantinismo, que no es sólo un pacto con el poder político del Estado, sino sobre todo el querer atraer hacia el cristianismo a los ricos, a los poderosos. El cristianismo que Ellul profesa es arreligioso, pues él piensa que fue precisamente la adopción del cristianismo por los medios imperiales romanos lo que lo convirtió en una religión.

2. La integración en el cristianismo de todos los valores culturales de civilizaciones pasadas, como síntesis de filosofías y metafísicas nada cristianas.

3. El creer que el cristianismo ha de situarse en el mundo laico, secularizado, científico, racional, y así construir un neo-cristianismo en función de ello.


nota

[1] Contra la banalización fisiológica del sexo se ha levantado Julius Evola: Metafísica del sexo, Olañeta editor, Barcelona 2005.




17 comentarios:

  1. Acuerde uno o no (y yo no acuerdo más que en algunas cosas como en eso de los mitos modernos y las religiones seculares), parecen interesantes las reflexiones de ese Jacques Ellul sobre nuestro tiempo.

    A mi juicio, en un mundo global el laicismo es la única concepción de la sociedad capaz de garantizar un mínimo de armonía en la conviviencia, y a la vez preservar el fenómeno religioso en lo que tiene de esencial. Pues laicismo no quiere decir ateísmo sino separación de lo público (el orden político y jurídico) y lo religioso.

    En cambio insistir en la identidad religiosa de las sociedades (una Europa cristiana, un Medio Oriente Islámico, etc) es perpetuar la causa del conflicto que hoy se está haciendo sentir en todas partes... Esas definiciones identitarias eran posibles cuando cada cultura constituía un "mundo" en sí misma pero hoy ya no son viables.

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    1. En España, los católicos distinguen entre aconfesionalidad y laicismo. Una sutileza al servicio de la conservación, contraproducente, de privilegios por parte de la Iglesia que, paradójicamente, está tbn. provocando privilegios de otras confesiones, ej., adoctrinamiento islámico o protestante en centros públicos pagado con dinero público...
      Gracias por tu atención, Max.

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    2. Si al ser humano le quitamos lo invisible nos quedamos sin ser humano

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  2. Bueno eso confirmaría la necesidad de un estricto laicismo. El cual, pienso, se hará cada vez más necesario en un mundo global e intercultural (y por lo tanto interreligioso) como el que se está gestando día a día.

    Dicho sea paso, de los dos mitos modernos que comentas en tu post, el marxismo parece debilitado pero no el mito científico... El primero fue claramente una suerte de pseudo religión de estado. Pero aunque ese componente pseudo religioso sigue presente en muchos izquierdistas de hoy (yo lo he visto expresarse hasta lo grotesco en los populismos latino americanos de los últimos años) es difícil que vuelva a tener la fuerza que tuvo antes.

    En cambio el mito científico creo que goza de buena salud. Y papel alienante del mismo (del mito, no de la ciencia) es más difícil de reconocer que en el primer caso. Sería interesante profundizar ese fenómeno. Voy a intentar encontrar los trabajos de Ellul. Gracias por el aporte.

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  3. Si bien puedo coincidir, al menos en parte, con lo que aquí se dice sobre las pseudo-religiones modernas, aunque la definición de "sagrado" implícita en el escrito me resulte problemática, discrepo completamente con la alternativa propuesta por Ellul.

    ¿Qué clase de cristianismo pretendía practicar? Uno de de los aspectos más valiosos de la doctrina cristiana es precisamente su "catolicidad", es decir, su capacidad para incorporar elementos de otras corrientes filosóficas y metafísicas para poder transmitir de un modo más elevado el mensaje evangélico. Este movimiento encontró sus mejores expresiones en la patrística griega, donde no se trata ya una filosofía pagana cristianizada, sino de una verdadera profundización del cristianismo que aprovecha lo mejor de la cultura precedente.

    Para los autores bizantinos la Tradición tiene casi el mismo valor que la Revelación, y un autor como san Gregorio el Teólogo goza exactamente de la misma autoridad que las Escrituras.

    En lo que respecta al aspecto ritual de la religión, es claramente uno de los medios técnicos para realizar y vivificar interiormente la enseñanza transmitida.

    Por lo tanto, un cristianismo, si es que aún merece tal nombre, sin doctrina y sin rito, no es una vía espiritual, es letra muerta. El alcance ético que de ahí podría derivarse me parece secundario, un mero entretenimiento para "librepensadores" agnósticos.

    Por otro lado, no pienso que se requiera de ninguna vitud especial para ser "no-relioso" en esta época, aún cuando se trate de no estar adherido a ninguna de las falsas religiones idolátricas de la modernidad. Por el contrario, creo que la verdadera virtud, una virtud que en algunos casos puede estar revestida de heroísmo, es ser auténticamente religioso en una sociedad que ha dejado de serlo.

    No quiero extenderme demasiado con el tema de la laicidad, pero no puedo dejar de subrayar que si bien puede tener una cierta legitimidad y su aplicación es necesaria en las sociedades modernas, muy frecuentemente el laicisimo -que tal vez no sea exactamente lo mismo- se vuelve un instrumento de choque para atacar cualquier manifestación religiosa tradicional. Es una ideología abiertamente atea que pervierte y corroe todos los niveles de la cultura hasta volverse invasiva a nivel individual y limitante de cualquier libertad religiosa.

    Impedirle a una mujer musulmana llevar el hiyab o a un cristiano portar una cruz, o prohibir cualquier tipo de manifestación religiosa en la vía pública, son apenas unos pocos ejemplos exteriores, y no los más graves, de esta ideología aberrante. Ante estas acciones, no puedo dejar de rebelarme.

    Al diablo con el laicismo...


    Saludos cordiales.

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    1. Gracias por tu comentario, Víctor. Bien expuestas y medidas tus objeciones frente a las ideas de Ellul. Me gustaría que supieras que comparto tu interés por la patrística griega, aquella hermosa síntesis de Orígenes y los Capadocios que garantizó la continuidad de la cultura antigua, maridando el humanismo pagano con el cristiano.
      A mí me parece que la escuela no debe renunciar a referir a la dimensión religiosa del ser humano, pero que las doctrinas religiosas particulares deben explicarse en la catequesis de la parroquia, en la madraza, en la sinagoga...
      Efectivamente, cierto laicismo antirreligioso no es más que una faz del nihilismo, inserta en la dogmática "progre".

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    2. He pensado en vd, Víctor, releyendo el artículo que le enlazo (infra). Creo que le interesará. Se publicó en papel, pero está recogido por el interesante portal que Máximo Lameiro, nuestro amigo, administra: La Escalera: http://laescalera-sophia.com.ar/teosofia/verdadsuebiedma.asp

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  4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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    1. Sólo dije que hay una "laicidad", lo tú llamas laicismo, cuya aplicación considero necesaria en las sociedades modernas, y una ideología "laicista", atea y agresivamente anti-religiosa, que en la práctica me parece repudiable. Se puede discutir si "laicidad" y "laicismo" son equivalentes o no, y eso podría dar para largo. Para mí hay diferencias y me parece importante hacer las distinciones correspondientes.

      Cómo sea, creí que había quedado claro que no estaba demonizando la opinión de nadie, sino a una ideología con la que, según entiendo, tampoco estás de acuerdo, y en nombre de la cual, los así llamados "laicistas", no hacen más que atacar deliberadamente a las tradiciones espirituales. Lamento la confusión.



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  5. Eliminé un comentario anterior a este que hago ahora. Pues visto con más detenimiento veo que al hablar de "laicismo" Víctor y yo nos estamos refiriendo a cosas distintas y eso generó un malentendido.

    De mi parte, quiero aclarar que también soy crítico con las ideologías ateas cuando pretenden imponerse unilateralmente en el mundo. Pero aquí, este post y en este contexto específico de ideas, al defender el laicismo no pretendo defender una ideología anti religiosa ni nada parecido.

    A mi juicio el laicismo es la única concepción del Estado (del estado, no de la vida en general) que hace viable la convivencia pacífica entre las religiones en sociedades multi religiosas como las de hoy.

    Ese era el espíritu del comentario. En todo caso se puede discutir si esta postura es acertada o no, pero no tiene connotación anti religiosa, más bien al contrario.

    En cuanto a los franceses y el velo... mi valoración depende de qué sea lo que se está analizando. Pues estoy seguro de que en los estados musulmanes de hoy, con raras excepciones, las jóvenes están privadas de derechos mucho más esenciales que el de llevar un velo.

    Y en definitiva, el velo no es un objeto sagrado sino una costumbre cultural. Y en esencia lo que simboliza es la discreción y la pureza de intención. Cosas, ambas, que no garantiza una tela puesta sobre la cabeza... Y esto no significa tampoco una defensa unilateral del estado francés. Repito, depende de lo que se esté analizando.

    Saludos

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    1. Tal vez no fui lo suficientemente claro, y admito un exceso de vehemencia en mis palabras, producto de algunas discusiones sobre este tema que mantuve hace algunos años con otras personas, pero lo que intenté hacer fue distinguir entre "laicidad" y "laicismo", aunque algunos puedan decir que son términos intercambiables.

      Lo que llamo "laicidad" es lo tú llamas "laicismo", y estamos de acuerdo en que tiene un valor positivo y su aplicación es necesaria en las sociedades modernas, como dije en el comentario anterior. De hecho, pienso que, hoy en día, mantener una distancia entre las religiones y el Estado no sólo es bueno para la sociedad en su conjunto, sino también para las propias religiones, que tarde o temprano acaban contaminándose con las maquinaciones de la política profana. Pero, insisto, pienso que esto no debe ser invasivo de las libertades individuales ni condicionar cualquier elección personal, sea religiosa o simplemente cultural.

      Y digo más: a modo de ejemplo, aunque en Argentina haya un Estado laico, si por mí fuera, preferiría que éste deje de pagarle el sueldo a los obispos católicos, que no tienen por qué vivir más holgadamente que un párroco cualquiera. Ese dinero bien podría estar destinado a obras de caridad. Cómo sea, no me quiero ir por las ramas.

      Por otro lado, lo que llamo "laicismo" es la ideología hostil, que ambos rechazamos, en nombre de la cual, los así llamados "laicistas", no dejan de atacar deliberadamente a las tradiciones espirituales. Creo que en eso también coincidimos.

      Un abrazo.

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    2. Creo que lo que defiendes, Max, es algo tan necesario, en la concepción moderna del Estado, como la separación del Iglesias y Estado. Europa tuvo que pasar por una guerra de "Cien años" para aprender la bondad de dicha separación.

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  6. Me parece muy oportuno lo que dices, José. Pues, efectivamente, esa separación fue el resultado de un largo y penoso proceso. Y un proceso necesario...

    Pues "corruptio optimi pessimi". Y cuando la tradición se degrada el resultado es el peor de los peores.

    Eso sin perjuicio de reconocer que, como dijo Víctor, en nombre del "laicismo" a veces se ejerce un ateísmo militante. Pero en mi caso la defensa del laicismo no apunta en contra del derecho a la religión sino a favor del mismo. Pero de la religión como vocación y destino personal, no como imposición del tirano tradicional de turno...

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  7. Había dejado un comentario ayer pero no sé si lo envié correctamente. Cómo sea, lo que decía, básicamente, es que tal vez no fui del todo claro en el comentario anterior, y admito un exceso de vehemencia en mis palabras fruto de discusiones que mantuve hace bastante tiempo con otras personas, pero lo que quería remarcar es que considero necesario hacer una distinción entre "laicidad" y "laicismo", aunque algunos puedan decir que se trata de términos intercambiables.

    Llamo "laicidad" a lo mismo que Máximo llama "laicismo", y estoy de acuerdo en que tiene un valor positivo y que su aplicación es prácticamente necesaria en esta época, como había dicho antes. De hecho, pienso que mantener la distancia entre la religión y el Estado no sólo es bueno para la sociedad en su conjunto, sino también para las propias religiones, que tarde o temprano acaban contaminándose con las maquinaciones de la política profana. De todos modos, insisto, considero que esto no debe convertirse en un obstáculo para la libertad y las elecciones individuales, sean éstas religiosas o simplemente culturales.

    Cuando hablo de "laicismo", no pretendo descalificar la opinión de nadie, simplemente quiero subrayar mi rechazo a una ideología hostil y abiertamente atea, en nombre de la cual, los así llamados "laicistas", no dejan de atacar a las tradiciones espirituales y a todos aquellos que quieran seguirlas. En eso también coincidimos.

    Saludos.

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    1. Gracias por la aclaración, Víctor. Entonces, de mi parte apoyo la laicidad y rechazo el laicismo :-)

      Y me disculpo por el malentendido. Pues si tu crees que fuiste vehemente en exceso, de mi parte pienso que yo fuí demasiado narcisista. Ya que al centrarme exclusivamente en mi propia opinión sobre el asunto no capté de entrada que te referías a otra cosa.

      Dicho sea de paso la laicidad me preocupa más en relación al Islam que a Occidente, donde ya está más o menos instalado. Pues al degradarse una tradición (y eso no es algo que puedan corregir los individuos, por bien intencionados que sean) la unión de poder político y religión produce un resultado funesto y nada espiritual. Por algo en los países islámicos hay muchos sufis que hoy apoyan a los reformistas laicos, aunque no coincidan con estos en muchísimos puntos.

      Reconozco que el tema de la laicidad en el Islam está fuera de lugar aquí, pero estoy convencido que no está fuera de lugar en Occidente y el mundo en general. Pues no sólo ya hay cientos de millones de musulmanes residiendo en Europa, América y Asia, sino que la sinergia misma del planeta hace que no podamos desentendernos del problema "medio oriente".

      Disculpen la disgresión. Saludos.

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  9. A veces se le llama laicismo a lo que no es más que el anticlericalismo de toda la vida, que es, parafraseando a Babel, el socialismo de los imbéciles, y que hoy se expresa en la paranoia de los que ven sotanas en todos los despachos. La época del nacional-catolicismo ya pasó y la Iglesia ni puede ni quiere imponer sus creencias, su doctrina ni su moral a nadie. La posición que sostenga la Iglesia sobre el aborto o la eutanasia, por ejemplo, o sobre cualquier otra cosa, podrá gustar más o menos, pero no pretende imponerla a nadie, y es tan legítima como la que pueda tener, por ejemplo, Podemos . Y están en todo su derecho, igualmente, de hacerla pública. ¡Faltaría más! Algunos argumentan que un partido político que se presenta a las elecciones y lo votan, y la Iglesia no. Pero ser representantes electos de los ciudadanos no es lo que le otorga el derecho de libre expresión; derecho que no es exclusivo de los partidos políticos que se presentan a las elecciones. No es eso lo que da derecho a expresarse libremente (ese derecho lo tiene también una sociedad gastronómica). A quien se presenta por un partido político, si le votan, podrá conseguir un escaño, lo que les permitirá votar leyes y decidir. La Iglesia no lo hace, por supuesto, porque no se postula como representante de los ciudadanos, pero eso no la deslegitima para opinar. Como tampoco a las asociaciones laicas a las que tampoco ha votado nadie, pero que tienen todo el derecho del mundo a expresar su opinión (y hasta de proponer cambios legislativos). Y a nadie se le ha ocurrido acusarles de querer imponerle nada a nadie. Sólo a la Iglesia. Por otro lado se argumenta, con mucho desahogo, como la religión es una cosa personal, íntima, su expresión no debe ser pública. ¡Qué morro! También son personales e íntimos -en cuanto que son y deben ser decididos y asumidos por cada individuo, libremente, como la religión- el agnosticismo (el mío es muy personal e íntimo e incluso un tanto particular) el ateismo, la tendencia sexual o las convicciones políticas. Se exige, con mucha razón libertad de expresión para todos, y la vez se exige, sin razón ni tolerancia, que quines quieran expresar sus creencias religiosas lo hagan en la iglesia o en su casa.

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