"Todo en el mundo es extraño y es maravilloso para unas pupilas bien abiertas"
Ortega y Gasset
Ortega y Gasset
Quisiera hablar en este post acerca de Ortega y Gasset. Y aunque no conozco bien su obra, si me permito hablar de ella es porque no tengo otra pretensión que la de compartir, como en una charla entre amigos, algunas ideas orteguianas que me han resultado particularmente interesantes.
Sin duda don Ortega y Gasset era un pensador lúcido y un observador penetrante. Además escribía en un español claro y elegante que proporciona una satisfacción accesoria al leerlo. Preocupado ante todo por el mundo, y no mucho por el "más allá" del cual sin embargo da muestras de tener una vislumbre, se interesaba no sólo por los grandes temas de su tiempo sino también por lo cotidiano y lo aparentemente trivial.
Yo no lo leía desde hacía muchísimo tiempo, décadas, y de hecho no recordaba casi nada de sus ideas. Esta vez, entre otras cosas, me sorprendió su capacidad para extraer significados de lo más nimio que resultan tan interesantes como sus análisis de los temas importantes.
Así, por ejemplo, en cierto momento plantea la siguiente pregunta: "¿Qué color vemos cuando vemos un color desteñido?". Y enseguida contesta: "El azul que tenemos delante lo vemos como habiendo sido otro azul más intenso y este mirar el color actual con el pasado, a través del que fue, es una visión activa que no existe para un espejo, es una idea."
De ese modo, a partir de un asunto en apariencia irrisorio, Ortega pone al lector frente a una cuestión de suma importancia: la idealidad de nuestra percepción inmediata de las cosas. Si percibimos el azul que fue en el azul desteñido que tenemos delante, es porque lo que percibimos está atravesado por el sentido. El pensar, el lenguaje, la cultura, y nuestra propia historia, mediatizan y configuran lo que percibimos con nuestros sentidos físicos. Y lo mismo sucede con todo lo que experimentamos a diario aunque no medie ninguna toma de conciencia ni reflexión sobre ello.
Pero esa idealidad o significatividad del mundo no constituye para Ortega un sentido definido y cerrado, como si el mundo tuviera ya desde siempre y para siempre sus determinaciones constantes, sino ante todo una posibilidad de sentido. Según nuestro autor tras las cosas no hay un mundo de esencias eternas e inmutables sino un logos abierto y en estado de disponibilidad para la conciencia y el quehacer humano. Por eso en su teoría de la circunstancia, resumida en su famosa frase "yo soy yo y mis circunstancias", el filósofo no quiso decir que las circunstancias condicionan al yo (lo cual es obvio si por "yo" se entiende el individuo empírico) sino que las circunstancias esconden un potencial de sentido que es inseparable de la propia existencia.
Dicho sea de paso, Ortega, a diferencia de algunas posiciones filosóficas anteriores, contemporáneas y posteriores a él, no estaba cerrado a la experiencia de lo sagrado. Pues, en el mismo contexto en el cual enuncia su famosa frase sobre el yo y las circunstancias, también dice:
"no hay cosa en el orbe por donde no pase algún nervio divino: la dificultad estriba en llegar hasta él y hacer que se contraiga. A los amigos que vacilan en entrar a la cocina donde se encuentra, grita Heráclito: «¡Entrad, entrad! También aquí hay dioses». Goethe escribe a Jacobi en una de sus excursiones botánico-geológicas: «Heme aquí subiendo y bajando cerros y buscando lo divino in herbis et lapidibus.»"
Ahora bien, si tuviera que definirme por los aspectos de su obra que me parecen particularmente oportunos para ser releídos, revalorizados y reinterpretados en nuestra propia época, me remitiría ante todo a dos: el perspectivismo y la noción de "masa".
Respecto a la masa, y antes de entrar en tema, cabe recordar que Ortega no la identifica con una clase social sino con un tipo humano. Por eso los científicos y profesionales también entran en su caracterización del hombre masa.
Su concepción sobre las masas tiene, por un lado, un fuerte sesgo ligado a la época en que fue escrito, pero, por otro lado, me parece que describe con claridad ciertas características del hombre actual. Entre ellas, por ejemplo, la indolencia de ese tipo humano -la masa- para con el esfuerzo histórico que la precedió y que hizo posible su existencia tal como la vive día a día. Al respecto decía:
"Ningún ser humano agradece a otro el aire que respira, porque el aire no ha sido fabricado por nadie: pertenece al conjunto de lo que «está ahí», de lo que decimos «es natural», porque no falta. Estas masas mimadas son lo bastante poco inteligentes para creer que esa organización material y social, puesta a su disposición como el aire, es de su mismo origen, ya que tampoco falla, al parecer, y es casi tan perfecta como la natural"
La vigencia hoy de ese modo de ser y de comprender el mundo me parece totalmente evidente. De mi parte, diría que incluso se ha exacerbado. Y la noto especialmente agudizada en el ámbito intelectual (me refiero a europeos y americanos del norte y de hispano América, no al Asia y al Medio Oriente). Pues muchas de las obras que se tienen por culturalmente significativas del siglo XX y lo que va del XXI, están marcadas por el desencanto.
Sin duda don Ortega y Gasset era un pensador lúcido y un observador penetrante. Además escribía en un español claro y elegante que proporciona una satisfacción accesoria al leerlo. Preocupado ante todo por el mundo, y no mucho por el "más allá" del cual sin embargo da muestras de tener una vislumbre, se interesaba no sólo por los grandes temas de su tiempo sino también por lo cotidiano y lo aparentemente trivial.
Yo no lo leía desde hacía muchísimo tiempo, décadas, y de hecho no recordaba casi nada de sus ideas. Esta vez, entre otras cosas, me sorprendió su capacidad para extraer significados de lo más nimio que resultan tan interesantes como sus análisis de los temas importantes.
Así, por ejemplo, en cierto momento plantea la siguiente pregunta: "¿Qué color vemos cuando vemos un color desteñido?". Y enseguida contesta: "El azul que tenemos delante lo vemos como habiendo sido otro azul más intenso y este mirar el color actual con el pasado, a través del que fue, es una visión activa que no existe para un espejo, es una idea."
De ese modo, a partir de un asunto en apariencia irrisorio, Ortega pone al lector frente a una cuestión de suma importancia: la idealidad de nuestra percepción inmediata de las cosas. Si percibimos el azul que fue en el azul desteñido que tenemos delante, es porque lo que percibimos está atravesado por el sentido. El pensar, el lenguaje, la cultura, y nuestra propia historia, mediatizan y configuran lo que percibimos con nuestros sentidos físicos. Y lo mismo sucede con todo lo que experimentamos a diario aunque no medie ninguna toma de conciencia ni reflexión sobre ello.
Pero esa idealidad o significatividad del mundo no constituye para Ortega un sentido definido y cerrado, como si el mundo tuviera ya desde siempre y para siempre sus determinaciones constantes, sino ante todo una posibilidad de sentido. Según nuestro autor tras las cosas no hay un mundo de esencias eternas e inmutables sino un logos abierto y en estado de disponibilidad para la conciencia y el quehacer humano. Por eso en su teoría de la circunstancia, resumida en su famosa frase "yo soy yo y mis circunstancias", el filósofo no quiso decir que las circunstancias condicionan al yo (lo cual es obvio si por "yo" se entiende el individuo empírico) sino que las circunstancias esconden un potencial de sentido que es inseparable de la propia existencia.
Dicho sea de paso, Ortega, a diferencia de algunas posiciones filosóficas anteriores, contemporáneas y posteriores a él, no estaba cerrado a la experiencia de lo sagrado. Pues, en el mismo contexto en el cual enuncia su famosa frase sobre el yo y las circunstancias, también dice:
"no hay cosa en el orbe por donde no pase algún nervio divino: la dificultad estriba en llegar hasta él y hacer que se contraiga. A los amigos que vacilan en entrar a la cocina donde se encuentra, grita Heráclito: «¡Entrad, entrad! También aquí hay dioses». Goethe escribe a Jacobi en una de sus excursiones botánico-geológicas: «Heme aquí subiendo y bajando cerros y buscando lo divino in herbis et lapidibus.»"
Ahora bien, si tuviera que definirme por los aspectos de su obra que me parecen particularmente oportunos para ser releídos, revalorizados y reinterpretados en nuestra propia época, me remitiría ante todo a dos: el perspectivismo y la noción de "masa".
Respecto a la masa, y antes de entrar en tema, cabe recordar que Ortega no la identifica con una clase social sino con un tipo humano. Por eso los científicos y profesionales también entran en su caracterización del hombre masa.
Su concepción sobre las masas tiene, por un lado, un fuerte sesgo ligado a la época en que fue escrito, pero, por otro lado, me parece que describe con claridad ciertas características del hombre actual. Entre ellas, por ejemplo, la indolencia de ese tipo humano -la masa- para con el esfuerzo histórico que la precedió y que hizo posible su existencia tal como la vive día a día. Al respecto decía:
"Ningún ser humano agradece a otro el aire que respira, porque el aire no ha sido fabricado por nadie: pertenece al conjunto de lo que «está ahí», de lo que decimos «es natural», porque no falta. Estas masas mimadas son lo bastante poco inteligentes para creer que esa organización material y social, puesta a su disposición como el aire, es de su mismo origen, ya que tampoco falla, al parecer, y es casi tan perfecta como la natural"
La vigencia hoy de ese modo de ser y de comprender el mundo me parece totalmente evidente. De mi parte, diría que incluso se ha exacerbado. Y la noto especialmente agudizada en el ámbito intelectual (me refiero a europeos y americanos del norte y de hispano América, no al Asia y al Medio Oriente). Pues muchas de las obras que se tienen por culturalmente significativas del siglo XX y lo que va del XXI, están marcadas por el desencanto.
Y precisamente un rasgo típico del intelectual desencantado es que el mundo sobre el cual tiene apoyados sus pies le parece mucho más digno de crítica e impugnación que de elogio y agradecimiento. El intelectual-masa de hoy está en las antípodas del espíritu abierto y la capacidad de asombro que expresa Ortega y Gasset en la frase que cité en el epígrafe de este post. Por lo mismo, ese tipo humano (el universitario, periodista, ensayista, artista, etc.) está siempre predispuesto a acoger con interés y simpatía cualquier cosa, por absurda o destructiva que sea, que le suene contraria al establishment.
Otra característica del hombre masa resaltada por Ortega es su falta de auténtica individualidad. Lo definía como "el hombre en cuanto no se diferencia de otros hombres, sino que repite en sí un tipo genérico". Es decir, el hombre masa no vive a partir de su mismidad, de su ser más propio y esencial, sino a partir de las sugestiones del medio. Es un ser colectivizado. Y esa colectivización no asume necesariamente la forma de una hegemonía totalitaria, como sucedió en los proyectos -felizmente fracasados- del comunismo y el nazismo, sino que caracteriza también a la mentalidad general de las democracias liberales.
Pues bien, todo indica que desde que Ortega escribió su trabajo hasta ahora, los medios de comunicación masiva han potenciado esa tendencia. Y hoy son especialmente las redes sociales las que continúan el trabajo de colectivización de las percepciones, ideas, valores y emociones de la gente. Esto es fácil de constatar: si uno toma alguno de los estereotipos característicos de la cultura de masas y luego se dirige a las redes sociales, podrá comprobar sin dificultad como ese estereotipo se propaga indefinidamente por las mismas. Las redes "viralizan" el prejuicio y los estereotipos.
Otra característica del hombre masa resaltada por Ortega es su falta de auténtica individualidad. Lo definía como "el hombre en cuanto no se diferencia de otros hombres, sino que repite en sí un tipo genérico". Es decir, el hombre masa no vive a partir de su mismidad, de su ser más propio y esencial, sino a partir de las sugestiones del medio. Es un ser colectivizado. Y esa colectivización no asume necesariamente la forma de una hegemonía totalitaria, como sucedió en los proyectos -felizmente fracasados- del comunismo y el nazismo, sino que caracteriza también a la mentalidad general de las democracias liberales.
Pues bien, todo indica que desde que Ortega escribió su trabajo hasta ahora, los medios de comunicación masiva han potenciado esa tendencia. Y hoy son especialmente las redes sociales las que continúan el trabajo de colectivización de las percepciones, ideas, valores y emociones de la gente. Esto es fácil de constatar: si uno toma alguno de los estereotipos característicos de la cultura de masas y luego se dirige a las redes sociales, podrá comprobar sin dificultad como ese estereotipo se propaga indefinidamente por las mismas. Las redes "viralizan" el prejuicio y los estereotipos.
Tomemos como ejemplo el igualitarismo: La idea de igualdad entre los hombres, una idea moderna al menos en su aspecto social, es parte hoy de la conciencia general en todo el mundo occidental. Pero el efecto masificador la ha convertido en un puro estereotipo cargado de una gran fuerza emocional y totalmente refractario al pensamiento. Igualdad ya no quiere decir justicia o respeto de la esencial dignidad humana sino simplemente nivelación a toda escala.
Y de ahí resulta una tendencia puramente emotiva a la solidaridad para con todo aquél que se percibe como carenciado en algún aspecto. Si se me permite la ironía, diría que hoy por hoy en las redes sociales si eres un hombre heterosexual, de piel clara y bien educado, y además tienes trabajo, esposa e hijos, resultas indiferente. Pero si eres mujer u homosexual, tienes la piel oscura, provienes de la clase baja, y estás desempleado, entonces eres una creatura amorosa a los ojos de todos. El carácter sensiblero y estereotipado de esa solidaridad es evidente, y no tiene nada que ver con un auténtico reclamo de justicia.
Aclaro que al decir esto soy deliberadamente irónico pero no desprecio de ningún modo a las personas reales que caen bajo el paraguas del estereotipo igualitarista. No estoy menospreciando a nadie, ni negando los derechos de ninguna minoría o mayoría, sólo apunto a señalar la función activa de viralización de estereotipos masivos que cumplen las redes sociales. Tampoco estoy afirmando que esa sea la única función que cumplen las redes.
Pero, bien, evocando una expresión de Ortega "dejemos estar este tema" y volvamos a su obra. Como decía más arriba otro aspecto de la misma que me parece muy relevante hoy es su epistemología. El llamado perspectivismo.
Respecto al perspectivismo, lo que me parece interesante de su planteo es que no se trata de un mero relativismo. El perspectivismo de Ortega no dice sólo que todo conocimiento de la realidad es relativo sino que la perspectiva es inherente a la realidad. Así, en su epistemología la realidad no es un "en sí" separado de los sujetos pero tampoco es una construcción puramente subjetiva. La realidad es aquello que se manifiesta en y por la perspectiva. En palabras de nuestro autor:
"La realidad cósmica es tal, que sólo puede ser vista bajo una determinada perspectiva. La perspectiva es uno de los componentes de la realidad. Lejos de ser su deformación es su organización"
A su vez, la diferencia de perspectivas no anula la verdad de las mismas sino que las libera de la unilateralidad. Las cura de la pretensión de ser cada una de ellas la única y absoluta verdad. Para el hombre, en tanto ser siempre situado en una perspectiva, dice Ortega, no hay punto de vista absoluto porque éste sólo pertenece a Dios.
De modo que dentro de este horizonte de comprensión cada perspectiva humana -si es una perspectiva vital y cognitiva, no un mero capricho- es verdadera respecto a lo que ella desvela (el aspecto de la realidad que por ella se manifiesta), y falsa en lo que tiene de unilateral y dogmático. Pues esa unilateralidad dogmática cierra el camino a otras perspectivas posibles, y así obtura lo que éstas podrían eventualmente manifestar. Asociado a esto cabe citar el siguiente pasaje:
"El error inveterado consistía en suponer que la realidad tenía por sí misma e independientemente del punto de vista que sobre ella se tomara una fisonomía propia. Pensando así, claro está, toda visión de ella desde un punto determinado no coincidiría con ese su aspecto absoluto y, por tanto, sería falsa. Pero es el caso que la realidad, como un paisaje, tiene infinitas perspectivas, todas ellas igualmente verídicas y auténticas."
En lo personal, el perspectivismo de Ortega me parece un buen antídoto contra el nihilismo que domina la cultura post moderna. Digo "domina la cultura", con ese grado de generalidad, porque el nihilismo no es sólo una posición filosófica explícita sino también, y ante todo, un estado de conciencia o un modo de comprender el mundo. Un modo de comprender que tiende hoy a infestarlo todo. Y lo que el nihilismo pretende finalmente, sea a sabiendas o inadvertidamente, es destruir todo sentido de orientación. El perspectivismo, en cambio, abre un espacio de posibilidad en el cual diversas orientaciones pueden convivir.
Para terminar quisiera evocar la diferencia que Ortega traza entre hablar y decir. El hablar -no importa cuáles sean sus tópicos- es colectivo y exterior. Mientras que el decir -también más allá de sus tópicos aparentes- surge de la mismidad; y por eso siempre es, de uno u otro modo, relevante. De hecho se puede decir mucho sin hablar, como en la música y las artes plásticas, y se puede hablar mucho sin decir nada, como en gran parte de lo que se expresa día a día en la cultura de masas.
Pues bien, en este mundo global y extremadamente parloteador en el que vivimos hoy pienso que este viejo y lúcido pensador de nuestra lengua tiene todavía muchas cosas interesantes que decirnos...
¡Feliz Navidad!
Referencias: Meditaciones del Quijote, La rebelión de las masas, El tema de nuestro tiempo. El interesado no tendrá dificultades para encontrarlas, e incluso puede descargarlas en versión digital gratuita de Internet.
Aclaro que al decir esto soy deliberadamente irónico pero no desprecio de ningún modo a las personas reales que caen bajo el paraguas del estereotipo igualitarista. No estoy menospreciando a nadie, ni negando los derechos de ninguna minoría o mayoría, sólo apunto a señalar la función activa de viralización de estereotipos masivos que cumplen las redes sociales. Tampoco estoy afirmando que esa sea la única función que cumplen las redes.
Pero, bien, evocando una expresión de Ortega "dejemos estar este tema" y volvamos a su obra. Como decía más arriba otro aspecto de la misma que me parece muy relevante hoy es su epistemología. El llamado perspectivismo.
Respecto al perspectivismo, lo que me parece interesante de su planteo es que no se trata de un mero relativismo. El perspectivismo de Ortega no dice sólo que todo conocimiento de la realidad es relativo sino que la perspectiva es inherente a la realidad. Así, en su epistemología la realidad no es un "en sí" separado de los sujetos pero tampoco es una construcción puramente subjetiva. La realidad es aquello que se manifiesta en y por la perspectiva. En palabras de nuestro autor:
"La realidad cósmica es tal, que sólo puede ser vista bajo una determinada perspectiva. La perspectiva es uno de los componentes de la realidad. Lejos de ser su deformación es su organización"
A su vez, la diferencia de perspectivas no anula la verdad de las mismas sino que las libera de la unilateralidad. Las cura de la pretensión de ser cada una de ellas la única y absoluta verdad. Para el hombre, en tanto ser siempre situado en una perspectiva, dice Ortega, no hay punto de vista absoluto porque éste sólo pertenece a Dios.
De modo que dentro de este horizonte de comprensión cada perspectiva humana -si es una perspectiva vital y cognitiva, no un mero capricho- es verdadera respecto a lo que ella desvela (el aspecto de la realidad que por ella se manifiesta), y falsa en lo que tiene de unilateral y dogmático. Pues esa unilateralidad dogmática cierra el camino a otras perspectivas posibles, y así obtura lo que éstas podrían eventualmente manifestar. Asociado a esto cabe citar el siguiente pasaje:
"El error inveterado consistía en suponer que la realidad tenía por sí misma e independientemente del punto de vista que sobre ella se tomara una fisonomía propia. Pensando así, claro está, toda visión de ella desde un punto determinado no coincidiría con ese su aspecto absoluto y, por tanto, sería falsa. Pero es el caso que la realidad, como un paisaje, tiene infinitas perspectivas, todas ellas igualmente verídicas y auténticas."
En lo personal, el perspectivismo de Ortega me parece un buen antídoto contra el nihilismo que domina la cultura post moderna. Digo "domina la cultura", con ese grado de generalidad, porque el nihilismo no es sólo una posición filosófica explícita sino también, y ante todo, un estado de conciencia o un modo de comprender el mundo. Un modo de comprender que tiende hoy a infestarlo todo. Y lo que el nihilismo pretende finalmente, sea a sabiendas o inadvertidamente, es destruir todo sentido de orientación. El perspectivismo, en cambio, abre un espacio de posibilidad en el cual diversas orientaciones pueden convivir.
Para terminar quisiera evocar la diferencia que Ortega traza entre hablar y decir. El hablar -no importa cuáles sean sus tópicos- es colectivo y exterior. Mientras que el decir -también más allá de sus tópicos aparentes- surge de la mismidad; y por eso siempre es, de uno u otro modo, relevante. De hecho se puede decir mucho sin hablar, como en la música y las artes plásticas, y se puede hablar mucho sin decir nada, como en gran parte de lo que se expresa día a día en la cultura de masas.
Pues bien, en este mundo global y extremadamente parloteador en el que vivimos hoy pienso que este viejo y lúcido pensador de nuestra lengua tiene todavía muchas cosas interesantes que decirnos...
¡Feliz Navidad!
Referencias: Meditaciones del Quijote, La rebelión de las masas, El tema de nuestro tiempo. El interesado no tendrá dificultades para encontrarlas, e incluso puede descargarlas en versión digital gratuita de Internet.
Felices pascuas también
ResponderEliminarOrtega me decepciona, no me puedo quitar de la cabeza a la hora de juzgar sus libros, como fue su final, a sueldo de la dictadura, apartado, tolerado en la España de Franco, donde no hacía ningún digno papel más que cobrar su sueldo de catedrático aunque no se le permitiera dar clase en la universidad. En medio de una mediocridad intelectual, la de la posguerra, difícil de repetir, con la inquisición funcionando a toda máquina y donde lo esencial para ser reconocido era fidelidad al Caudillo.
Otros filósofos y escritores españoles murieron en el exlio, con más dignidad y la lectura de sus libros no dejan ese sabor agridulce.
Por ejemplo uno recientemente fallecido en medio de grandes honores de la España democrática y que los mereció fue Ayala, o María Zambrano.
Los 3 títulos que citas son anteriores a 1939.
Le tocaron como a todos muy duros tiempos que vivir y fue difícil estar a la altura.
Mi referencia al respecto es G. MORAN, ·El maestro en el erial"
del que saqué grandes enseñanzas
http://sinmiedoalopusdei.blogspot.com.es/2011/09/filosofia-en-la-epoca-de-las-cavernas.html
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
EliminarBueno, tu comentario me ha tomado desprevenido. Debido a mi ignorancia sobre el pasado político de Ortega, al leerlo tuve la gran ventaja o desventaja de escuchar sus palabras sin preconceptos sobre su persona.
ResponderEliminarPor lo visto aquí nos ha salido al paso una doble cuestión: ¿cuál es la relación del individuo empírico con su pensamiento? ¿se reduce este último al primero?. Y por otro lado: ¿cuál es la relación entre filosofía e ideología política?
Confieso que no tengo claros esos temas. Tampoco pretendo justificar a Ortega -cuya posición política en la España franquista desconocía-. Sólo puedo decir que yo hablaba de sus textos (y sólo de algunos de ellos). Es una cuestión de perspectiva, justamente...
Tiene méritos Ortega y Gasset, puso la filosofía española en hora con la europea, otros habían abierto camino antes de él (krausistas), pero él estableció lo que tenía visos de ser un cauce formador de filósofos, como lo ha tenido Francia o Alemania desde el siglo XVII. Zambrano, Zubiri, Gaos, son algunos de sus discípulos que hubieran podido seguir un trabajo iniciado. Desgraciadamente la política es la base de la paz necesaria para el pensador, y aquí todo estalló.
ResponderEliminarSiempre vuelta a empezar de cero en el pensamiento en España, no hay manera de que nada cuaje de forma seria y honda.
Tiene bellas páginas Ortega, pero falta esta pata. Y la recuperación de Ortega y el pensamiento anterior a 1936 no sé hasta qué punto se ha hecho, los filósofos españoles de los 60 y 70 se lanzaron como locos a lo foráneo...
Hay una mala conciencia con la historia en España y cuentas no saldades, unos quieren hacer como que nada pasó, y solo una parte de la sociedad española se interesa por la recuperación.
Perdona que te desvíe la conversación que habías iniciado con la mejor voluntad.
Para mi todo esto es doloroso porque es como darse contra la pared, casi nadie entiende en España, por no decir nadie, que no se puede avanzar serenamente en un pais poblado de fantasmas.
Disculpa el rollo y que te haya desviado la temática inicial.
Y gracias por tu post orteguiano.
Por favor Ana, no tienes que discuparte. Además puedo entender tu reacción tal vez más de lo que tú crees.
ResponderEliminarLa política (no en el sentido ideal que le dan los manuales sino como suele ser en la realidad: voluntad de poder) mueve pasiones, genera antagonismos insalvables (o que parecen serlo), y suele dejar profundas heridas. En mi tierra -salvando las diferencias que se quiera- ha habido sufrimientos análogos a los de España. Y los odios y heridas se han reflejado, y reflejan, en el campo de la cultura.
Supongo que la clave es el diálogo y el debate auténtico (en el debate auténtico las partes se escuchan entre sí). Pero si eso ya es difícil entre pocos, mucho más difícil y más lento es a escala social. Mientras tanto, como bien dices, los "fantasmas" siguen ahí...
Como sea, te agradezco. Pues, tu actitud en este breve intercambio es noble y deja una enseñanza.
Genial, tu artículo, Max.
ResponderEliminarNo sé, Ana, de dónde has sacado esa visión del último Ortega, condenado como estuvo al ostracismo. Domingo Henares prueba, en un documentadísimo trabajo, que no hubo nada de indigno ni en el sueldo ni en la actitud de Ortega al margen de la dictadura, que jamás pactó con el autoritarismo, al contrario que otros que ya sabemos, y cuya obra es respetada por los déspotas éticos de nuestra maniquea izquierda. Si difícil es ser profeta en la tierra de uno, Ortega lo tiene peor por ser español, pero fue toda su vida un hombre de bien y no un hemipléjico cerebral. Tuvo que ser Gadamer, un forastero, quien reconociera sus concisión iluminativa, sus radiantes metáforas, sus deslumbrantes analogías y, en fin, todo aquello que lo convierte en un clásico. Personalmente, siempre aprendo algo leyéndole o releyéndolo.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarGracias por tus palabras José. Para Ana, y todo aquél al que este tema le interese, quiero compartir algo que encontré en Internet. Resulta que intentaba entender un poco el tema que me salió al paso inesperadamente, y dí con este artículo de Vargas Llosa:
ResponderEliminarEl excelente escritor peruano traza ahí un perfil general de Ortega y no omite tratar el espinoso asunto de su última etapa y el franquismo. Tal vez les interese:
http://www.letraslibres.com/revista/convivio/rescate-liberal-de-ortega-y-gasset
Aquí tenéis la referencia del artículo, "Las cuentas claras" de Domingo Henares contra difamadores y maledicentes, que en España son legión: http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3809561
ResponderEliminarEn cualquier caso los grandes pensadores son hijos del tiempo y yerran. Platón es un formidable maestro aunque justificase el infanticidio por motivos eugénicos; y Aristóteles, por más que considerara a la mujer un varón inmaduro; o Eugenio d'Ors, uno de los filósofos españoles más originales de todos los tiempos, y profundo,que, eso sí, reordenó el museo del Prado bajo las órdenes del Caudillo, catalanista en su juventus, y despreciado injustamente por tirios y troyanos. Ignorancia cainita.
ResponderEliminarSí, creo que eso que señala José es el meollo del asunto. Exceptuando casos de obvia falsedad y bajeza, las fallas y debilidades de los individuos empíricos, siempre "circunstanciados" como diría Ortega, no deberían impedirnos recoger lo que han dado de bueno a la vida del pensamiento y de la cultura.
ResponderEliminarEn Argentina se ha dado un debate similar alrededor de Borges. Pero se diga lo que se diga de su pasividad política (y su aparente complacencia con las dictaduras) fue el mejor escritor que tuvimos ahí, y uno de los mejores de nuestra lengua.