Escrito por Ana Azanza
Me permito este post en la línea del que escribió MáximoLameiro. Estaba ansiosa por saber cuál había sido la reacción de Onfray tras el
13N. Esta conferencia fue pronunciada un mes antes de los atentados de
París, su contenido no puede ser más
ilustrativo a propósito de la cuestión del Islam y Occidente. De ahí el interés
de escucharla, puesto que me parecen los propósitos de un filósofo que se
informa, que estudia y que utiliza su saber para asuntos de interés general, además
de hablar con fundamento. He escuchado otras intervenciones suyas posteriores a
la fecha de autos que tampoco me han decepcionado.
Un detalle curioso es que esta conferencia fue pronunciada en la ciudad belga de Charleroi, el país que según hemos sabido después reunía condiciones excepcionales para fomento y cobijo de terroristas islámistas.
Los sucesos de París lo sorprendieron en Cayenne
donde
estaba impartiendo una conferencia, reaccionó sobre la marcha con un tweet que
le han proporcionado abundantes críticas. Pero no ha dejado de ser invitado a
todos los programas de televisión y radio como voz autorizada, que se distancia
del histerismo de las autoridades y de lo políticamente correcto. No se
distancia por distanciarse ni por hacer el original, sino porque no vamos a
ninguna parte con los nervios de Hollande, diciendo simplezas sobre lo malos
que son los terroristas e instalándonos en la compasión. Hay que ir más a
fondo.
Para hacer una historia
de la laicidad hay que empezar por la religión. A ello dedica Onfray esta
conferencia.
Como introducción se libra a una crítica del instantaneísmo
de los medios de comunicación que actualmente nos libran del esfuerzo de pensar
por nosotros mismos. El tiempo mediático no tiene memoria, nos aprisiona en el
segundo. Por el contrario es preciso instalarse en la longue durée que indicó
el historiador Braudel: 500, 1000, 10.000 años para entender los fenómenos
humanos. Paradójicamente cuanto más de lejos se mira una época mejor se
entiende lo que en ella pasa.
La ideología de izquierdas o la ideología de derechas, la
ideología en general nos impide pensar, analizar, describir lo que tenemos
delante. El ideal de la fenomenología, describir los fenómenos como aparecen a
la conciencia, no está lejos de la tarea de este filósofo, aunque él
seguramente no se considera un seguidor de esa corriente. Pero estimo que
comparte la idea de fondo, es preciso liberarse de los prejuicios para poder
acercarse a la verdad de las cosas.
Este modo de proceder en el asunto del terrorismo islamista
le ha valido críticas desde todos los bandos. Unos lo han llamado islamófobo
por afirmar que si leemos atentamente el Corán descubrimos que la mayoría de
versículos no hacen del Islam una religión de paz, de tolerancia y de amor. El
mismo Profeta animaba a sus seguidores a cortar cuellos de infieles. Por
recordar la realidad de esos textos coránicos, Onfray le estaría haciendo el
juego a Marine Le Pen. Otros lo han llamado islamófilo pues más de una vez ha
recordado que Occidente ha procedido a bombardear países musulmanes para
solucionar los problemas geoestratégicos en los que el propio Occidente tiene
gran parte de responsabilidad. Léase Afganistán, Libia, Siria, Irak, Mali…etc.
Algunos pasajes de las diatribas “antioccidentales” de Onfray han sido
extractados en vídeos de propaganda yihadista.
Son los peligros de ponerse a pensar en serio. La propaganda
de un lado y de otro siempre encuentra donde meter la tijera para sus propios
fines.
También se le ha reprochado por parte de la izquierda francesa
“bienpensante” que se refiera al libro de Samuel Huntington “El choque de
civilizaciones”. Un pensador por ser considerado de derechas no sería digno de
ser leído. Pero Onfray, que se confiesa pensador de izquierdas, es decir,
defensor de los humildes en la sociedad, de los tres valores de la República más el
feminismo y la laicidad, sostiene que Huntington tiene razón por muy
conservador que sea, y en efecto, hoy mismo es profundamente chocante ver a las
mujeres saudíes acudir a votar enfundadas en negro de pies a cabeza.
Evidentemente es otra civilización y no estaríamos dispuestos, yo al menos no
lo estaría a que semejante costumbre regresiva se introdujera en nuestra
sociedad. Así que islamófilo e islamofobia son etiquetas que nos impiden el análisis,
la reflexión y por consiguiente la acción política prudente en una situación
tan delicada como la que hemos vivido en estas pasadas semanas.
De ahí el interés de esta historia de la laicidad que es una
historia de la religión hecha de una manera sencilla y sin entrar en detalles,
a vuelo de pájaro, pero sin duda útil.
La tesis de Onfray es que el filósofo digno de tal nombre ha
de ser ateo y que el filósofo creyente de cualquier religión padecería de
esquizofrenia intelectual. No estoy de acuerdo con él y el libro de Onfray que
menos me ha gustado porque no comparto su ateísmo es “Tratado de ateología”,
pero me parece un tema menor, frente a la defensa decidida que hace de la
laicidad necesaria de un Estado de derecho democrático. Se puede defender esa
laicidad que favorezca la convivencia en paz de todas las creencias y no
creencias tanto desde el ateísmo como desde una fe teísta. No es lo interesante
del asunto. En España tenemos un problema añadido que es propio de nuestra
idiosincrasia: aunque oficialmente y según la Constitución de 1978
somos un Estado aconfesional, en la práctica y en la realidad la religión
católica, sus ritos, sus símbolos están presentes en muchas ceremonias civiles
y militares. Incluso algunos políticos rozan el ridículo otorgando medallas a
imágenes religiosas o invocando a la patrona de aquí o de allí. Tenemos todavía
un duro y arduo camino por delante, no hemos superado el uso de la religión
como instrumento de poder al servicio del gobernante. Por no mencionar la
presencia de la religión en la escuela pública y la historia de esa presencia
desde el año 1975, otro asunto que merece ser examinado con lupa.
Abandono esta cuestión que me desvía del tema.
Onfray sostiene demasiado alegremente que Jesús no existió,
ignoro en qué se basa. Es altamente probable que no existiera “Cristo Rey” que
en nuestro país ha dado lugar a un grupo del mismo nombre, semifascista y
bastante violento que se hizo oír en España en los tiempos de la transición a
la democracia, eran cristianos en una trasnochada y particular Cruzada.
Por mi parte en lo poco que he leído sobre el tema Jesús
existió, pero es evidente que no se reconocería en muchos de los atributos
políticos y en muchos de los hechos que han tenido lugar en su nombre a lo
largo de 2000 años. En ese aspecto todas las críticas a los horrores de la Inquisición o a la
persecución y quema de brujas son pocas. Da cierto incómodo sentimiento pensar
que sin toda la violencia que se ha desplegado en la historia en nombre de
Jesús probablemente hoy ni esta civilización en la que vivimos ni nosotros seríamos
cristianos, ni cristianos creyentes ni ateos cristianos como Onfray.
Su ateísmo no le impide primero, criticar la visión marxista
de la religión, como “suspiro de la criatura oprimida”. Estima que la religión
es algo más que un cuento para gobernar y dirigir la masa. Sin desechar este
inestimable papel del que nos sobran ejemplos pasados y presentes en España,
afirma que la religión o más bien la espiritualidad es la base de una
civilización. Y la espiritualidad llega a la masa a través de una religión
concreta. Cuando la espiritualidad cae, cae también la civilización de
referencia. Es la idea que imagino va a exponer en su esperado próximo libro
“Decadencia” que saldrá en 2016.
Es consciente de que el ateísmo es y será minoritario en la
sociedad, muy pocos se atreven a dar ese paso. Le doy la razón en la
superchería de los diversos cleros que se atribuyen la comunicación directa con
la divinidad, Dios no habla más que a las jerarquías. Es el problema que tiene
toda la religión que se institucionaliza. Onfray recuerda que las religiones
que pueden son violentas, el cristianismo ha perdido fuerza y hoy se ha hecho
tolerante, pero no ha sido consecuencia de una reflexión purificadora, los
jerarcas no se han retirado a meditar en el desierto sobre los abusos del poder
espiritual. Han sido la opulencia de la sociedad, el desarrollo económico los
que han jugado en contra del poder eclesiástico.
Mantiene que la filosofía dualista que ha dominado en Occidente
y que comenzó con Parménides y Platón y ha llegado hasta Heidegger es
compatible con la religión. Sin embargo hay otra tradición filosófica que
arranca en Epicuro o en Demócrito que no es dualista sino materialista, y que
él ha ilustrado a lo largo de una década en sus conferencias de la universidad
Popular sobre la
Contrahistoria de la filosofía.
Para ilustrar su historia de la religión comienza con una
primera parte en la que explica el nacimiento de un sentimiento cósmico y la
evolución a la religión cultural. En esta primera fase juegan un papel
fundamental los chamanes, sabios, sacerdotes, poetas, conocedores de la
naturaleza, el chamán es el que sabe más que el resto de la tribu y se comunica
con el más allá. En este momento de la historia no hay ni filósofos ni
laicidad. Más bien no se plantea el problema de la laicidad, el problema es
sobrevivir en una naturaleza hostil que aún domina al hombre en una gran
proporción.
Un paso adelante está en la divinización de las fuerzas de
la naturaleza a las que se invoca, la cultura y la agricultura son
prácticamente equivalentes. Totemismo, paganismo, animismo, los animales dicen
algo al hombre y por eso aparecen dibujados en las cuevas prehistóricas. Lo
religioso inunda toda la vida social, tampoco en esta fase hay lugar para la
laicidad. No hay que dejar de lado la experiencia de la muerte, otro elemento
que llevaría a los primitivos humanos a la creencia en el ultramundo, ante el
cadáver del ser querido surge la denegación, y la idea del soplo de vida que se
ha marchado a otro lugar.
Llega el politeísmo y hacia 1355 a. C. el faraón Akenaton inventa
un culto al sol que sería el primer monoteísmo luego copiado por el pueblo
hebreo. En este momento aparece el clero. Y con el monoteísmo judío tenemos un
elemento clave que cambiará definitivamente la vivencia de la religión, el
libro sagrado. En lugar de mirar al mundo el hombre religioso mira, conoce,
estudia, glosa y comenta las sagradas Escrituras. No hace falta profundizar
mucho en la Edad
media cristiana para comprobar que todo lo que en esa época se escribía estaba
hecho con la mirada puesta en la
Biblia.
Onfray hace una lectura original de Eva, la madre de todos
los mortales que no se plegó a las órdenes divinas, la primera laica, y de
Lucifer, el ángel caído, en realidad un filósofo de las Luces, lo lleva en su
propio nombre. Expone el origen y establecimiento del cristianismo como
religión de Estado con Constantino y el Edicto de Milán así como el contraste
entre lo que él llama “paulinismo” la religión de San Pablo que fue la que se
impondrá, frente a la religión de Jesús.
En el evangelio encontramos un atisbo de laicidad, “Dad al
César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”, es decir, llamada a la
separación de ámbitos.
Pero el primer aviso de laicismo moderno dentro de una
época ultrarreligiosa no llega hasta el año 1324 con Marsilio de Padua y su
“Defensor de la paz”: el poder viene de Dios pero el que lo ejerce tiene que
ser elegido, hay que separar lo temporal de lo espiritual. Un poco más
adelante el Renacimiento desarrollará estas ideas.
En el siglo XVI se puede ser laico, se redescubre la Antigüedad clásica que
se lee con nuevos ojos. También el sabio Epicuro aconsejaba vivir satisfaciendo
sólo los deseos necesarios y rechazando el lujo, Erasmo o Montaigne son
ejemplos de un cristianismo diferente al medieval. Concretamente Montaigne se
dice católico por ser francés, puesto que si hubiera nacido en otro país
tendría otra religión. Hemos pasado del teísmo al fideísmo. El escepticismo puede
mucho contra la religión, no se trata de demostrar la existencia de Dios por
medio de la razón como hacía Tomás de
Aquino. Dios existe y basta para ser cristiano.
Pronto llegará el Panteísmo de Charron, discípulo de
Montaigne, anterior al de Spinoza. El siglo XVIII será un siglo Deísta y en
1729 aparece el primer escrito de ateísmo confeso de la mano del abbé Meslier:
“Dios y el clero no existen más que para explotar al pueblo.”
Aunque el verdadero hecho de ateísmo confeso se producirá en
enero de 1793 cuando los revolucionarios cortaron la cabeza de Luis XVI y la
vida siguió adelante.
El siglo XIX conocer los movimientos anarquistas,
socialistas, comunistas capitaneados todos ellos por ateos. Y en 1905 Francia
promulga la Ley
de la Separación
de las Iglesias y del Estado, envidia de muchos regímenes políticos: la República asegura la
libertad de conciencia y de culto siempre que haya orden público.
El siglo XX con los horrores de Auschwitz y la crueldad
desplegada por variados regímenes políticos a lo largo y ancho del planeta es
un siglo productor de ateísmo e indiferencia religiosa. Onfray sostiene que el
ciclo que comenzó en el siglo IV con Constantino está tocando a su fin, en lo
que respecta a la civilización europea basada en el cristianismo.
Parecía que la religión no interesaba en Occidente pero el
11S lo cambió todo. De pronto los países aliado de Estados Unidos se vieron
entre la espada y la pared: Bush lanzó su llamada a una nueva Cruzada contra el
Islam de Bin Laden. O conmigo o contra mí y el filósofo ateo no quiere tomar
partido por ninguno de los dos. El islamismo nos ha hecho regresar a la época
anterior a 1789, creíamos que estaba admitido que la religión es un asunto
privado pero observamos que la teocracia llama a nuestras puertas con fuerza.
En efecto, la civilización musulmana que abarca muchos países diferentes se ve
pujante, con fuerza, con millones de creyentes, con una espiritualidad viva que
contrasta con la languidez del cristianismo occidental.
Onfray ha leído el Corán y expone una serie de puntos que
desconocemos sobre esta religión:
-
el determinismo del Islam, sólo sumisión a la voluntad
divina en abierto contraste con la doctrina cristiana del libre arbitrio y la
responsabilidad.
-
La diferencia entre la Comunidad musulmana, la Umma y los demás seres
humanos, hay unas Suras para los musulmanes y otras Suras para los infieles.
-
Casa de la
Tregua, en los países donde el Islam es minoritario
-
Casa de la guerra, en los países donde el Islam está en
posición de fuerza.
-
Casa del Islam, el Islam manda y los no musulmanes
están sometidos a un impuesto, como ocurría en el idealizado Al Andalus.
Como en la
Biblia, se encuentran en el Corán justificaciones de la
guerra y justificaciones de la Paz. Pero
evidentemente un Islam de paz, “ilustrado”, un Islam de las luces como dice
Onfray sólo puede ser construido por los propios musulmanes. Nunca desde fuera
y mucho menos arrojando bombas sobre los países que son “Casa del Islam”.
Hasta aquí el aspecto histórico, filosófico y de trabajo de
textos que hace Onfray en este programa. Luego procede a consideraciones
geopolíticas muy interesantes de escuchar, desconozco hasta qué punto tiene
razón en lo que dice.
Está convencido de que nuestra civilización judeocristiana
se muere, que no sirve de nada intentar salvar los muebles. Una civilización
tiene un ciclo vital como cualquier ser vivo y cuando le llega la hora es como
un muelle que se destensa porque ya no da más de sí. En cambio la civilización
islámica llama a las puertas. Nos queda esperar la muerte con una sonrisa en
los labios, es el determinismo espinosista de Onfray que tampoco comparto y que
le acerca como el mismo reconoce al determinismo del Corán. Dios lo quiere.
En la parte final de la conferencia le preguntan sobre
liberalismo, recuerda que expuso sus ideas al respecto en “Politique du
rebelle”, el liberalismo que produce riqueza para los ricos, la riqueza no se
reparte.
También hace una magnífica exposición de qué es Nihilismo,
el nihilismo que denunció Nietzsche en Europa y el nihilismo actual por la falta de sentido que vivimos ante
acontecimientos dispares y disparatados de nuestra sociedad.
Onfray se ha convertido en un filófoso global, imparte
conferencias en los cinco continentes. Pero expone las razones por las que no
se reúne con los filósofos de los países que visita: la filosofía que se dedica
a “heideggerear”, “derridear” o “foucaultear”, perdón por los palabros, carece
de interés. Heidegger hacía muy bien su papel de Heidegger pero querer imitarlo
es ridículo y sobre todo estéril. Mucho más fructífero para el filósofo digno
de tal nombre es encontrarse con la gente corriente que habla de lo que hace y
transmite su experiencia: el médico, el policía, el campesino, el
agricultor…Pensar el propio trabajo es ya una forma básica de ser filósofo.
Muy buen post.
ResponderEliminarEn todo momento: quien neutralizará, interponiendo su cuerpo, los peores de los fanatismos.
"El siglo XXI será espiritual o no será", Suena muy bien, muy rotundo.
¿Tenía razón el que dijo eso? ¿o es un caso de tertium non datur, el tercio excluso?.
Celebro que te hayas "permitido" un post sobre el tema, Ana. Pues los hechos de Francia ha terminado de demostrar que el asunto nos concierne a todos los que vivimos en sociedades laicas y libres, nos guste o no.
ResponderEliminarEn lo personal creo que Onfray yerra groseramente en su lectura -literal y fragmentaria- del Corán; y tampoco le reconozco competencia filosófica a un ateo declarado para hablar de religión; salvo en lo que respecta a los aspectos externos y sociológicos de la misma. Pero lo que sí rescato, y me parece que tú también pones el acento ahí, es la cuestión de la laicidad. Ese es sin duda el meollo, o por lo menos un punto central, del conflicto del Islam con Occidente; o si se quiere, de modo más general, de su conflicto con la modernidad.
Lo interesante es que varios pensadores musulmanes han abordado, y debaten hoy mismo, ese tema. Por ejemplo Soroush en Irán y Mohamed Talbi en Túnez, entre otros. Por supuesto no la tienen fácil, pues cuando no se han tenido que exiliar han perdido sus cátedras, o cosas así. Deben andar con pies de plomo pues sus posturas atacan la sólida asociación que existe entre religión y poder político en los países musulmanes.
El problema de la laicidad en el Islam tiene ribetes particulares. Pues a diferencia de lo que sucede hoy con el Cristianismo o el Budismo, aquél no es sólo una religión devocional más o menos "interior" o personal sino también un corpus moral y jurídico que se pronuncia sobre muchos aspectos concretos y sociales de la vida. Interviene por ejemplo en cuestiones como las reglas de herencia y de matrimonio. Ese corpus es lo que en árabe se llama la "sharia". Palabra que en su origen significa "camino" (el camino a seguir) pero que ha devenido sinónimo de ley jurídico-religiosa. Y al existir una sharia originada hace mil y cientos de años, la integración de esa religión con los sistemas jurídicos laicos modernos supone un proceso complejo.
Sin embargo, hay autores inteligentes y serios pro laicidad dentro del propio Islam. Y ellos insisten en que no sólo esa integración es posible sino incluso necesaria para mantenerse dentro de los principios espirituales del propio Islam. El tunecino Talbi lo dice de modo muy claro. Palabra más, palabra menos, su argumento es este: el Corán debe ser leído como un todo; y si en el mismo una norma de conducta (que de hecho fue instaurada para una sociedad completamente distinta a las de nuestro tiempo) contradice hoy el espíritu general de la revelación, debe ser ignorada. En definitiva se trata de la vieja distinción entre "la letra y el espíritu". Cuando la letra contradice al espíritu, se debe optar por éste último.
Otra cuestión, sobre la que no me quiero extender porque nos llevaría muy lejos, es la de los múltiples sentidos del discurso coránico. No es lo mismo el Corán leído por Ibn Arabí que leído por un salafista funcional al régimen de Arabia Saudita. No es lo mismo el Corán leído por un maestro sufi como Rumi, que leído por un fanático asesino de Estado Islámico.
Lamentablemente, y en esto sí le doy la razón a Onfray, el poder político se ha servido de la letra exterior (y cuidadosamente seleccionada) para ejercer un control hegemónico sobre la comunidad. En ese sentido, el Islam libra una batalla parecida, aunque distinta, a la que la modernidad tuvo que librar contra los enemigos de la "sociedad abierta". Y recordemos que entre esos enemigos no sólo estuvo en su momento la religión sino, algún tiempo después, también el ateísmo marxista y el nazismo.
En fin, el tema da para mucho. Pero insisto en el llamado que hice en mi post después del atentado: si no llevamos una y otra vez este conflicto al ámbito de la cultura, se resolverá por vía exclusivamente militar. Y por la fuerza se ganan batallas, pero sobre la guerra misma sólo se triunfa espiritualmente. Eso enseña un viejo libro sapiencial chino atribuido a "Sun Tzu"...
Se nos olvida en toda esta cuestión, las primeras víctimas del terrorismo y extremismo islamista y la guerra santa son los propios musulmanes, hasta 4 millones de muertos en Irak desde 2003.
ResponderEliminarEl tema de la cultura va lento pero es prioritario, educación, formación a las nuevas y futuras generaciones, integración de los que llegan, el idioma, no dejar de lado, no marginar
Desgraciadamente los que tienen intereses materiales en venta de armas van más rápido y tienen más claros sus objetivos
Muy cierto. Pues los extremistas aplican la calificación de "infiel" (kafir) también a otros musulmanes cuya interpretación de la tradición no coincide con la propia.
ResponderEliminarY es muy cierto también, por desgracia, que la industria armamentista (en la cual sobresalen Rusia, EEUU y varios países europeos) está ahí metida y acicateando los conflictos de fondo.