A
pocos días de los atentados de Francia me gustaría tratar el tema aquí, a pesar
de que Espíritu y Cuerpo no es un blog periodístico ni de
"actualidad", como se dice, sino un espacio de reflexión. Y como
sabemos la urgencia periodística y la inmediatez de lo actual suelen conspirar
en contra, justamente, de la reflexión. Sin embargo, el carácter emblemático
del caso amerita, creo, traerlo a la "mesa". Si bien los atentados terroristas casi
siempre son emblemáticos, éste tiene una carga semántica particular sobre la
cual me gustaría hablar.
Como
argentino recuerdo el ataque a la mutual judía de la Argentina, en el cual voló
un edificio entero en pleno centro de la ciudad de Buenos Aires y murieron 85
personas. Y si bien todos los argentinos de buena voluntad, y mucha gente del
exterior, se sintieron entonces profundamente conmovidos e indignados, no
dejaba de ser a los ojos de muchos un problema entre el extremismo islámico y
los judíos. Casi dos décadas después, y omito muchos atentados ocurridos en el ínterin
en diversos lugares del mundo, ocurrió el ataque a las torres gemelas. Pero,
otra vez, si bien el repudio al atentado y la indignación fueron generales, no
dejaba de ser a los ojos de buena parte del mundo un problema entre el Oriente
Medio y el imperio norteamericano. Visto así, en un caso los terroristas habían atacado a
los judíos y en el otro a los imperialistas. Y esa lectura permitió que mucha
gente, aún sin dejar de lamentar sinceramente lo sucedido, se mantuviera más o
menos al margen de la tragedia. Eran cosas penosas, por cierto, pero les
sucedían a otros.
Ahora,
después de lo de Francia, ¿qué vamos a decir? Yo propongo una lectura. Me pregunto ¿cuál
es el emblema agredido en este caso?
En
lo personal no me convence lo que leído por ahí acerca de que Francia fue
atacada por ser el símbolo de la democracia moderna. Pues esa manera de pensar,
a fuerza de elevar el caso a su máxima expresión simbólica termina por
desdibujar los hechos. Para mí hay algo que es igualmente emblemático pero más
cercano a lo realmente sucedido: la violencia terrorista atacó a gente común y
corriente que disfrutaba de las características distracciones en una sociedad
moderna, como la música, el fútbol, las comidas fuera de casa y la reunión en
el café.
El
emblema odiado, entonces, no es tanto la democracia, no al menos entendida como
puro concepto, sino la gente; gente como nosotros. El terrorismo islámico odia
a nuestra gente. Odia a quienes viven en los cientos de ciudades modernas y secularizadas
que desde Santiago de Chile hasta Tokyo albergan a gente igual a la que murió
en París el viernes pasado.
Si
nos preguntamos por las causas profundas del fenómeno y tratamos de
responderlas con rapidez caeremos sin duda en alguna clase de generalización
abusiva. Pues se trata de una cuestión compleja que requiere estudio, reflexión
y un diálogo abierto desde distintas perspectivas. Hecha esa reserva, quiero compartir con Uds. algunas nociones
provisionales y sujetas a mayor profundización...
En
principio me parece que hay que atreverse a poner en duda ciertos clisés que impiden
pensar adecuadamente el tema:
1.
No me parece cierto que los terroristas sean víctimas de alguna injusticia
social que los induzca al odio y la violencia. Pues, sin negar que las
injusticias existan, la respuesta del extremista trasciende los factores
psicológicos y ambientales y deviene una cuestión de principios. En el
terrorismo se pone en juego un sistema de valores, una ideología y un programa
de acción. Eso no es lo mismo que sucede con un joven marginado y sin esperanza
que consume droga o que delinque para ser parte de una pandilla y darle
"sentido" a su vida. Los pandilleros y los drogadictos no leen el santo Corán ni tienen ideas definidas acerca de cómo
debe ser el mundo y cómo lograr que lo sea.
2.
No me parece cierto que el mundo islámico no tenga nada que ver con el
terrorismo. Y pienso que mientras los musulmanes pacíficos sigan filmando
videos con el slogan "this is not my Islam", y limitándose a tomar
distancia del extremismo, la semilla del mal va a seguir viva.
Con
esto no estoy diciendo que el problema sea el Islam en sí mismo. El Islam es
vasto y profundo, y yo estoy muy lejos de subestimarlo o condenarlo. Pero lo
que sí afirmo es que existe una extendida interpretación del Islam que es responsable
indirecta del fenómeno que comentamos. Y
mientras no haya una seria e igualmente extendida autocrítica en el mundo
islámico, el caldo de cultivo del terrorismo va a seguir siendo fértil.
Pues
es cierto que hay intelectuales reformistas importantes como Mohamed Talbi en
Tunez, Soroush en Irán, y otros
semejantes. Y es cierto que el Islam también es Rumi e Ibn Arabí y todo lo que
deriva de ellos. Y es cierto que el santo Corán es susceptible de lecturas
múltiples y de sentido ascendente hasta llegar a la máxima altura metafísica.
Pero si bien todo eso es cierto, lamentablemente a nivel de las estructuras de
poder y educativas de varios países musulmanes se cultiva y se transmite una
interpretación de la religión que demoniza la secularización, la modernidad y
el Occidente. Y eso es real y comprobable independientemente de que algunos,
como los cínicos de la casa Saudi, mantengan relaciones cordiales con todo el
mundo a fin de proteger sus negocios.
3.
No me parece que la cuestión se reduzca a causas geopolíticas, aunque de hecho
las hay. En general quienes argumentan así tienden, ya sea consciente o
inadvertidamente, a culpar al Occidente por los conflictos con el mundo
islámico. Circula y se ha instalado en la mente de muchos, especialmente en los
países periféricos y entre los intelectuales "progre" de los países
centrales, un estereotipo argumentativo según el cual todo lo que sucede al
respecto es orquestado por algunos poderosos, EEUU a la cabeza, que quieren
asegurarse el abastecimiento de petróleo a precios convenientes. Por supuesto las
luchas por el control del petróleo y el territorio existen, pero ese tipo de
explicación no alcanza para dar cuenta de un fenómeno como el terrorismo
islámico.
Por supuesto habría mucho más que decir sobre este tema. Pero aquí sólo quise proponer una crítica de mínima que facilite el trabajo de pensarlo más seriamente. Pues si seguimos atados a clisés que tocan la sensibilidad sin pasar por la cabeza, tenemos pocas posibilidades de avanzar. Y si en este tema no avanzamos culturalmente, terminará por ser un problema exclusivamente militar...
Por supuesto habría mucho más que decir sobre este tema. Pero aquí sólo quise proponer una crítica de mínima que facilite el trabajo de pensarlo más seriamente. Pues si seguimos atados a clisés que tocan la sensibilidad sin pasar por la cabeza, tenemos pocas posibilidades de avanzar. Y si en este tema no avanzamos culturalmente, terminará por ser un problema exclusivamente militar...
Por último, y por
si alguien cree que al hablar me mueve alguna clase de islamofobia, quiero
citar las palabras de alguien a quien admiro y que, a mi juicio, representa lo más noble y elevado del Islam:
Yo soy la Verdad, soy la creatura; soy el Señor, soy el servidor
Soy el Trono y soy la estera bajo los pies; soy el infierno y la
eternidad bienaventurada
Soy el agua, el fuego, el aire y la tierra
Soy el cuándo y el cómo; soy la presencia y la ausencia
Soy la esencia y el atributo; soy la proximidad y la lejanía
Todo ser es mi ser; soy el Solo, soy el Único*
Es un poema del Emir Abd al Qadir al Yaza’ri,
conocido a veces como Abdelkader, quien combatió a los franceses pero por
razones legítimas. Pues no hizo sino resistir en sus propias tierras la invasión militar colonialista de aquellos.
Y luego, sin rencor, supo negociar y hasta hacer buenos amigos en Francia. El
poema transmite la característica visión, elevada a integradora, del llamado sufismo. Es decir del corazón del
Islam, del verdadero Islam.
*) Traduje de la versión francesa de
Michel Chodkiewicz (en Ecrits spiritueles, Abdelkader).
Muy interesantes tus reflexiones, los terroristas han conseguido el impacto que buscaban. Hasta aquí llega la preocupación, hoy me han hablado de un ex alumno que visitaba páginas islamistas y que está desaparecido desde el fin de semana.
ResponderEliminarSeguramente como bien dices no profundizamos en la raíces del problema, y es necesario para saberlo atajar, todo lo que sea diálogo, diplomacia, educación antes que bombas y más violencia será bienvenido
Pero lamentablemente somos muy racistas, en el instituto con los chicos es difícil porque hay un desprecido al inmigrante y si es "moro" más.
Precisamente Francia que tiene a tantas familias de sus antiguas colonias plenamente integradas y hasta en los ministerios como la ministra de Educación, Najat Vallaud-Belkacem, hija de un obrero marroquí inmigrante.
Propongo este vídeo en el que Onfray hablaba del tema Islam en septiembre
https://www.youtube.com/watch?v=yNbG1CjYirs
he apreciado la conferencia porque el autor del Tratado de Ateología ha dejado su beligerancia de otros tiempos con la violencia que hay en el Corán y se da cuenta de
la necesidad de tender puentes....
Entiendo lo que dices, Ana. Pero el prejuicio se corrige con educación y diálogo cultural. Insisto en esto último, pues si no entendemos el problema como un problema de integración cultural de escala global, y hablo de integración no de borrar diferencias, el conflicto se canalizará sólo militarmente. Con todas las consecuencias indeseables que se derivan de ello.
ResponderEliminarY dicho sea de paso (pienso en cosas que he leído en otros espacios), percibirlo como un problema de los franceses o como una campaña mediática es negarse a ver la realidad de los hechos. Para mencionar sólo algunos atentados de este 2015, tenemos Francia, Turquía, el avión ruso que cayó en Egipto, Tunisia, etc. Y en todos los casos las víctimas eran civiles. En cuanto a los medios, sí, los terroristas buscan el impacto y los medios comunican los sucesos de manera efectista, pero los atentados son reales. Si una pandilla recorre las calles advirtiendo a los gritos que va a matar a la gente, y luego lo hace... sería absurdo que los lugareños reaccionaran diciendo "lo hicieron sólo para llamar la atención". Lo cierto es que el daño existió.
Simpatizo con tu posición, Máximo, la de un irenista, la de un pacifista, la de un hombre de bien. Algunos de mis más brillantes alumnos en Filosofía han sido musulmanes. Trato con musulmanes por motivos profesionales, con subsaharianos pacíficos, que son despreciados normal y sistemáticamente por otros musulmanes del Magreb de piel algo más clara.
ResponderEliminarPor desgracia, tengo muy poca esperanza de que sea posible un diálogo constructivo, cultural como tú propones, con alguien que piensa que la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, está en un libro del siglo VII, con el que, por otra parte, es muy fácil justificar el asesinato de infieles (cafres), la opresión de la mujer, la guerra santa y la teocracia política. Al fanatismo, que por supuesto también se da en otras religiones, se añade el resentimiento histórico, la subordinación colonial. Después de la brillante cultura de Al-Andalus, después de Avicena, Averroes, Aljuaritmi..., y los grandes místicos sufíes, ¿qué ha aportado el Islam al desarrollo universal de la Humanidad? El petróleo que algunos encontraron por casualidad bajo sus pies y que -si no fuera por la tecnología occidental- no sería para esos jerifaltes medievales, que financian con sus beneficios el terrorismo, más que agua corrompida...
No me canso de repetir que no hay más que una civilización, aquella que inventó y acepta el teatro (distanciándose de sus propias costumbres para reírse o llorar por ellas), la ascética escéptica que condujo a la ciencia y la racionalización de lo público a la que llamamos democracia. Para cualquier islamista que quiera fundar su existencia en el Corán, ninguna de las tres cosas son admisibles. El conflicto está servido. No descarto naturalmente que el islam se modere a medida que va ganando fuerza en Europa, pero dudo que ello no signifique graves prejuicios para la libertad que Occidente y su Ilustración ganaron tan duramente, y tras unas guerras de religión que algunos historiadores llaman de los Cien Años. ¿Puede vivir tranquilo, pensar y publicar Voltaire en Irán, Pakistán, Arabia Saudí...? Lo dudo. El campeón de la tolerancia sería intolerado.
Debo reconocer que tu percepción del tema, y tu escepticismo, tienen fundamentos reales estimado José. Por mi parte creo que el problema no es el Corán sino su interpretación. El literalismo lo vuelve incompatible con lo que tu llamas "civilización", hay movimientos dentro del propio Islam que apuestan a la hermenéutica y no a la repetición mecánica, al espíritu y no la letra. Con ellos creo que es posible el diálogo. No sé si será suficiente, probablemente no, pero peor sería no intentar ese diálogo. Pues entonces, como dije en el post, el conflicto se resolverá exclusivamente por vía militar...
ResponderEliminarLos islamistas explotadores de bombas son la excepción muy excepcional en la inmensa masa de gente corriente y normal que son musulmanes y que se han integrado mal que bien, en Occidente.
ResponderEliminarLa violencia tiene que ver con lo que pone en el Corán, pero también el Yavé de la Biblia mandaba exterminar a los jebuseos y otros vecinos de los israelitas, y las religiones bíblicas con el tiempo hemos superado las guerras santas. Aunque sigue habiendo amantes de las Cruzadas.
A mí me da mucho que pensar lo que dice Onfray sobre las religiones, que se hacen pacíficas cuando no tienen más remedio por haber perdido poder. Desde luego en Occidente así es.
De todas formas los de las bombas parece ser que no eran gente especialmente religiosa ni piadosa.
En lo que está en nuestra mano hay que luchar en la enseñanza contra toda forma de discriminación al máximo posible, enseñando a tratar al que viene de otra cultura con respeto, acogida e incluso curiosidad sana por aprender lo que esa persona nos pueda enseñar de su tradición islámica, árabe. Una tradición, una religión, una cultura, una lengua, una forma de vida humana en definitiva como otra cualquiera.
Me gusta que pongas el dedo sobre el papel de la enseñanza, Ana.
ResponderEliminarEn definitiva la lucha que hay que dar en la culltura es contra los puntos de vista hegemónicos. Y ese modo de pensar no es propio de la religión, pues la "ilustración" agnóstica también ha sido hegemónica en su concepción del mundo, y el marxismo ateo ni que decirlo.
Hegemonía significa que una parte se arroga el derecho de representar al todo. Y en función de esa representación reprime, segrega y hasta elimina a quienes no le reconocen ese derecho.
Hace poco veía un reportaje a los yihadistas en Siria; y en un momento un muchacho de no más de veinte años decía que él estaba ahí para combatir a los enemigos de Dios. Es obvio que si alguien dice eso, y lo cree, es porque asume sin crítica alguna que hay un grupo capaz de representar de modo exclusivo a Dios y que él pertenece a dicho grupo. Pero no muy distinto era el modo de pensar de los militantes marxistas que se creían capaces de representar la fuerza inexorable de la Historia. Y lo mismo a su modo hicieron los partidarios de la Razón. Ni muy distinto -en su unilateralidad- es el decontruccionismo postmoderno que clausura a priori toda metafísica o trascendente porque la ha declaro ilusoria desde el vamos. Etc.
Un mínimo de humildad e inteligencia nos indica que ninguna perspectiva asumida en este mundo puede representar a la totalidad. Todo esto parece claro, pero sucede que a los hombres nos mueven las pasiones más que la humildad y la inteligencia. Y así estamos...