AMOR, UN SENTIMIENTO DESORDENADO (2011)
Recensión de Ana Azanza
Un tema manido, que parece de revista femenina, de
teleserie, de consultorio. Importante para la vida
como para la filosofía. Richard David Precht se atreve con él y el resultado es
impactante.
El amor entre hombre y mujer no suele ser un tema de filósofos,
salvo excepciones. Sólo algunos heterodoxos de la filosofía han osado escribir
sobre él: Kierkegaard, Schlegel, Schopenhauer, Foucault, Luhmann.
Probablemente hay muchos más libros filosóficos comentando
las categorías kantianas que el amor “de género”.
Y sin embargo es un asunto esencial, encrucijada
de las ciencias de la naturaleza y de las ciencias del espíritu, o del espíritu
y el cuerpo.
Empezando por el principio Precht ataca los manidos tópicos
de la literatura popular: las mujeres pensamos con la mitad derecha, los
hombres con la izquierda, los hombres buscan sexo, las mujeres nos contentamos
con el amor. Pero en realidad no se sabe mucho sobre la relación hombre-mujer.
En este campo de estudio los filósofos se encuentran hoy con
una gran competencia: psicólogos, antropólogos, etnólogos, sociólogos,
genetistas, biólogos y sobre todo psicólogos evolucionistas. Cada cual da su
explicación diversa, cada uno ha realizados sus experimentos, sus
observaciones. A veces se han sacado las conclusiones más peregrinas sobre el origen
del amor entre nuestros antepasados, aquellos que no dejaron nada escrito. El
problema es que son explicaciones que no se mezclan entre sí y el gran mérito
de Precht es haber hecho un recorrido por todas ellas para intentar establecer
los puentes, la interdisciplinariedad, la visión de conjunto o síntesis que
desde Platón es trabajo específico de la filosofía.
En principio la aventura no puede ser más arriesgada, un
abismo insuperable separa a los “químicos del amor” de los “sociólogos” del
mismo tema. El abismo es lo que interesa, esa distancia
que el filósofo va a colmar partiendo de sus intereses básicos. El primero una pasión que
comparto, la zoología, Precht dice que sus vivencias cuasi-religiosas tienen
base zoológica. La zoología genera la chispa mística en su conciencia, más
bien, la observación detenida y contemplativa del comportamiento de esos seres
sensibles a los que los filósofos no atendemos “pues no están dotados de razón”.
Y sin embargo, el estudio de la conducta animal se ha revelado muy fructífero
para la comprensión de lo que somos en el último siglo.
No sólo de los primates vive el conocimiento de nuestra
naturaleza, en este libro hay ecos de pájaros estranguladores, sapos sólidos, monógamos
campañoles de las praderas y sus primos los disolutos campañoles de la montaña.
Campañol de la pradera |
Al filósofo y presentador televisivo Precht le molestan
tanto las afirmaciones extravagantes de los biólogos sobre el sexo como las
especulaciones de algunos psicólogos norteamericanos sobre “nuestras costumbres
amorosas cuando vivíamos en la sabana”. Por su parte se interesa por el espíritu
desde la perspectiva científico-natural
y por la naturaleza desde la perspectiva científico-social.
La filosofía sin la ciencia natural está vacía y la ciencia
natural sin la filosofía está ciega. Y de entrada quede claro que hombres y
mujeres usamos los mismos cerebros, sino seríamos hemipléjicos o algo peor.
Entre los filósofos que le han inspirado, J. Butler, Riley,
William James, Foucault.
Entre los biólogos, W. Hamilton, Desmond Morris, R. Thrivers,
R. Dawkins.
Los sociólogos, Fromm, Beck, Luhmann.
La primera parte del libro investiga los fundamentos
biológicos y culturales de nuestros papeles de género. Seguidamente pasa al
amor mismo, cuya función biológica es bastante discutible, incluso cabe hacerse
la pregunta desde ese punto de vista ¿por qué existe el amor en sentido biológico?
Más interesante es aprender qué sucede en el cerebro cuando amamos y aquí
figura la interesante investigación sobre los campañoles. Las diferencias entre
hombre y mujer tienen menos que ver con la química que con las ideas recibidas
y las huellas que deja la niñez en cada uno de nosotros.
El amor no es desinteresado y no es el compañerismo, a pesar
de algunas benevolentes afirmaciones de algunos clérigos alemanes y
norteamericanos que se han manifestado sobre la cuestión. El amor es otra cosa,
es un sentimiento que tiene mucho que ver con las expectativas. Precht muestra
que en los últimos doscientos años las expectativas de hombres y mujeres en el
amor se han disparado, con el resultado de que las decepciones son también
mayores.
Por ello tras examinar la parte biológica y genética de
nuestras emociones y sexualidad, llegan los capítulos filosóficos,
Precht se embarca en el tratamiento de las cuestiones habituales en las
revistas para adolescentes pero desde la atalaya del pensador. Y estimo que lo
logra, porque pone a la vista lo insondable de nuestra psique. Algo de lo que
ya se había dado cuenta Heráclito hace 2.500 años. Precht se pregunta:
¿Cuáles son las posibilidades y los fundamentos del amor romántico
hoy?
¿Ha degenerado el amor en mercancía?
¿Cuál es la dificultad de unir el ideal y la realidad?
¿Cuáles son las dificultades del sentimiento más desordenado
de todos?
Como ejemplos del proceder de este libro, me he fijado en la
discusión de PRECHT de algunas de las tesis más controvertidas sobre el amor defendidas
por investigadores sobre todo del ámbito anglosajón.
ESTRANGULADORES ACAUDALADOS, SAPOS SÓLIDOS.
El estrangulador es un ave que vive en Europa, Norteamérica
y Asia Central. Al estrangulador gris le gusta devorar ratones y musarañas.
Cuando hace buen tiempo caza en el aire, cuando hay mala visibilidad, anda a
brincos por el suelo. El estrangulador gris es un pájaro normal, pero para la
psicología evolutiva es un ave superstar.
Alcaudón meridional o estrangulador con presa en espeto |
Los estranguladores grises son agresivos, matan presas de su
mismo tamaño, abundan en gestos amenazantes y son capaces de amedrentar a
pájaros mucho mayores como los milanos. El estrangulador gris espeta su presa
en los endrinos o la empotra en la horquilla de una rama. Si un macho descubre
una hembra seductora inicia su exhibición volante. Se eleva, planea, remite
claramente a su presa espetada y hace propaganda de su despensa. Si tiene éxito
la hembra se abandona a sus cuidados, se introduce en el nido y mendiga el
alimento de su cónyuge.
Es fácil adivinar porque gusta este pájaro a la psicología
evolutiva.
Pero zoólogos israelís averiguaron ya en 1980 que lo que a
la hembra le importaba era una cosa, la despensa repleta. Cuanto más lleno y
decorado el espetaje, con plumas o hilachos, más deseable parecía el macho para
las hembras.
Un investigador como D. BUSS dijo encantado: “las hembras
examinan a todos los machos y deciden por el que más provisiones tenga.”
¿NO hacen lo mismo las hembras humanas? Lo que es justo para
los estranguladores lo es para las hembras del ser humano, la codicia de la
mujer tiene una larga historia. Da igual la apariencia del hombre, siempre será
elegido el que tenga más recursos.
Pero los psicólogos evolucionistas tienen mala suerte con
esta buena idea. En 2004 TRYJANOWSKI y HROMADA publicaron un estudio de muchos
años. Las hembras de los estranguladores no hacen cola para pasar revista a los
espetos de diversos machos. Les basta con un par de muestras. Tampoco hay
prueba de que se impongan las despensas más llenas. Sólo es seguro que una
despensa arrasada hace poco atractivo a su propietario. Para colmo descubrieron
que de monogamia nada, y de vez en cuando tanto macho como hembra copulan con
vecinos.
¿Por qué el estrangulador habría de ser nuestro primo en el
espíritu? A pájaros diferentes, costumbres diferentes. En el caso de las aves
de rapiña son las hembras las que proveen más durante la incubación y en el
caso los antropoides, nuestros próximos parientes ni siquiera hay despensa.
Pero la psicología evolutiva inasequible al desaliento, sigue sacando
comparaciones con el reino animal, con la mantis, cuyas hembras se comen al
macho tras el apareamiento o con cocodrilos, cuyos machos se comen a sus
propios hijos.
Por no hablar de los bonobos, unos pequeños monos que se
pasan la vida en juegos sexuales en todas las posturas posibles.
Los psicólogos evolutivos se han empeñado en demostrar que a
la hembra tanto humana como animal le importa una inversión que merezca la
pena. TRIVERS fue el creador de esta teoría, en los años 80 precisó que hombre
y mujer se diferencian por un riesgo de inversión fundamentalmente distinto.
Una mujer produce en total unos 400 óvulos, un hombre hasta 300 millones de
espermatozoides, por eso dejar una mujer embarazada es para un hombre un acto
relativamente hablando. En teoría puede seguir su camino y encontrar un nuevo
objetivo para su afición a reproducirse. Pero para una mujer la cosa es mucho
más dramática, posee menos materia prima y si el óvulo ha sido fecundado, le
espera un embarazo de 9 meses. Durante ese tiempo está fuera de combate para la
reproducción y no es receptiva a ningún espermatozoide. En el lenguaje
económico esto significa que la mínima inversión necesaria es superior en el
caso de la mujer a la mínima necesaria en el caso del hombre.
Si Trivers tiene razón los hombres están siempre dispuestos
a mantener relaciones y las mujeres sólo ocasionalmente.
Ya Darwin en la época del estado imperial colonial de la reina Victoria, ávido de
riquezas, trasladó la imagen de la lucha por la
existencia a la biología de la reproducción. A finales del siglo XX en la época
de las transacciones financieras globales, Trivers habla de “transacciones
sexuales”. Quizás nada tiene que ver una cosa con la otra, pero tampoco
puede ser pura casualidad.
Todos nosotros, pensaba George Eliot, recibimos nuestras
ideas en un ropaje de imágenes y actuamos fatalmente bajo su dirección.
Trivers realizó una investigación sobre otro asunto que al
parecer no influye para nada en la reproducción como es el orgasmo femenino, y
para consultar sus resultados y conclusiones el capítulo 4 de “Amor un
sentimiento desordenado”. Tras ellas Precht se pregunta si tiene sentido decir
que los hombres genéticamente más interesantes, o sea los más guapos y sanos,
son en verdad los mejores amantes, y si van realmente unidas las cualidades
ópticas y las artes sexuales.
A pesar de ello siguen los investigadores anglosajones
profundizando en la “guerra de los espermatozoides”, intentan demostrar como
los mejores de entre ellos imponen su estrategia. La estrategia militar, la
teoría económica y la psicología evolucionista se alían para explicar que la
guerra de todos contra todos y la guerra entre los sexos son modos de
comportamiento biológicamente programados en un mundo muy belicoso.
Un tal Diamond, experto en aves inicialmente, asegura que
esa lucha no es broma, es un hecho cruel y causa de la miseria humana.
Pero ¿no reside precisamente la atracción entre los géneros
en lo que este zoólogo llama miseria humana? Y ¿no hay en esa tensión una serie
de motivos que nada tienen que ver con la reproducción y la crianza de los
hijos? Si no fuera así hombres y mujeres que sin intenciones reproductoras no
podrían sentir atractivo mutuo
DESEOS MASCULINOS
David BUSS es un psicólogo social que se ha empeñado en
demostrar que los comportamientos e intereses de hombres y mujeres son
diferentes biológicamente más que social o culturalmente. En 1989 publicó los
resultados de un estudio que había hecho con todo tipo de personas, más de
10.000, sobre la cuestión de qué criterios utilizaban para elegir su pareja y
con quien les gustaria iniciar una relación duradera. El resultado confirmó las
sospechas de Buss, en el polo norte o en el desierto, los hombres eligen a sus
compañeras según el criterio de la fitness: jóvenes, labios rellenos, piel
suave, ojos claros….Todo eso y mucho más indica fertilidad.
Esta idea está basada en el supuesto del gen egoísta. Vino a
redondearla otro investigador: GREENSTEIN, “el hombre es en primer lugar un
fecundador de mujeres. Su impulso a inseminar genes es tan grande que dura toda
su vida, desde la pubertad hasta la muerte…”
Si como dice Greenstein la producción y reparto de
espermatozoides es el único fundamento de la existencia del hombre, los hombres
que no tienen hijos serían candidatos al suicidio o locos homicidas.
Pero ni siquiera los chimpancés ni los bonobos piensan sólo
en reproducirse.
Con estos presupuestos es difícil explicar por qué hay
todavía pocos donantes de semen. Trivers respondío que en la Edad de Piedra, cuando se
fijaron nuestros circuitos cerebrales, no había bancos de semen. Tampoco había
cine porno ni sex shop ni ropa interior, cosas que gustan a los hombres
actuales.
Hay motivos comprensibles que nada tienen que ver con la
biología ni los genes para que los hombres no quieran tener innumerables hijos.
Allman sólo se le ocurre que si los hombres no van por ahí fecundando sin
control como los genes exigen es por miedo a la reacción de sus mujeres. No se le ocurre que los hombres pueden tener
motivos de otro nivel, los hombres siempre quieren… y todo lo demás no encaja.
Sobre los gustos e ideal de belleza femenina se han hecho
otros estudios, uno de Canadá mostró que en 62 culturas diferentes los gustos
varían. En la mitad de ellas, las mujeres gordas pasan por atractivas. Sólo el
20% se inclina por la delgadez. Se refuerzan pues las dudas sobre la psicología
evolucionista como cuando quiere demostrar que hay una fórmula para la
repartición de la grasa que incide en qué gusten las pelvis generosas pero no
las cinturas rollizas.
Pero ¿están más sanas las mujeres con cintura de avispa? Y
¿han preferido los hombres ese tipo de cintura en todas las épocas? En el
Barroco de Rubens, época de carestía, todas las diosas y ninfas eran rollizas.
Habría que explicar por qué los hombres buscan atributos de
la fertilidad que no lo son, por ejemplo un pecho femenino grande o bien
formado. Del total de los actos sexuales sólo una ínfima proporción busca
procrear.
Las encuestas de los psicólogos evolutivos plantean muchos
enigmas ¿por qué en todo el mundo los hombres tienden a un gusto muy semejante
respecto a las mujeres si el deseo sexual, la voluntad de relación y el
objetivo de la procreación son tres cosas completamente diferentes?
Los psicólogos contestan que se debe a que en la Edad de Piedra esas tres
cosas coincidían. Pero tampoco sabían cuál era su rol sexual, ni conocían la
función de sus espermatozoides, ni tenían idea de fórmulas para la repartición
de la grasa corporal en compañeras potenciales
DESEOS FEMENINOS
Davi BUSS preguntó a las mujeres: a las mujeres les gustan
los hombres algo mayores, acomodados y poderosos, saludables y fuertes. Eso es
lo fácil de comprender, lo difícil, las mujeres buscan un hombre fiel y amable,
dispuesto a la crianza de los niños, gobernado por la testosterona, deseable en
todos los aspectos y audaz.
Pero este hombre es biológicamente impensable. Las mujeres
son muy complicadas y es difícil satisfacerlas, las mujeres tienen que examinar
con lupa a sus parejas potenciales.
A ojos de los psicólogos evolucionistas la mujer está a la búsqueda
de la propagación óptima, lo mismo que el hombre.
Pero en nuestros parientes más próximos, los antropoides, no
existe esa búsqueda. Gorilas, chimpancés, orangutanes dominantes toman a sus
hembras sin elegir. Y las hembras bonobo no son exigentes por naturaleza. Hay
que ir a buscar más lejos para comprender.
Bonobo |
La rana gladiador es otro testigo principal en esta
historia. Vive en el fango centroamericano. Los machos excavan hoyos y
defienden los huevos. Si un macho pretende una hembra, deja que su potencial
compañera le golpee. A veces ella pega tan fuerte que el macho cae fuera del
hoyo, entonces el macho pierde su crédito, sólo los más sólidos tienen una
oportunidad. David BUSS concluye de aquí que también a las mujeres humanas les
gustan los hombres fuertes, capaces de proteger la descendencia. Pero esta
generalización ni siquiera sirve para las ranas, que se comportan así en casos
contados, como cuando hay escasez de recursos.
Rana gladiator, Hypsiboas Rosenbergi |
¿Por qué las mujeres a diferencia de la rana gladiador no
les gusta el macho más fuerte? Otro biólogo, Victor JOHNSON se empeña en
demostrar que gustan los rasgos de testosterona en la cara: cejas pobladas,
boca estrecha, mentón anguloso. Serían signos de salud. En 2007 unas psicólogas
escocesas descubrieron precisamente lo contrario: las mujeres prefieren caras
mixtas tanto masculinos como femeninos. Estas psicólogas pensaron que el motivo
era que los rasgos de “testosterona” indicaban infidelidad y escasa preocupación
por la descendencia. Curiosa deducción pues a las mujeres del estudio no se les
preguntaba si querían casarse con los hombres que les mostraban, sólo que
indicaran el atractivo sexual.
La simetría como criterio de atractivo sexual por parte de
la mujer es uno de los mitos más persistentes de la psicología evolucionista. La
simetría, una idea tomada del mundo de los insectos, es indicio de buena salud.
Y un rostro asimétrico sería señal de que el individuo ha sido presa de los parásitos.
Pero todas estas deducciones sobre simetrías son simplemente grotescas, no hay ninguna
prueba de que la simetría del cuerpo humano tenga que ver con los parásitos.
También David BUSS preguntó a las mujeres sobre las
cualidades más importante del carácter del hombre: simpatía e inteligencia. Parece
que las mujeres piensan que un compañero amable está más dispuesto a invertir
en la familia. Se pregunta Precht si eso significa que las mujeres que han
elegido no tener hijos o que han sobrepasado la edad fértil se entienden mejor
con paletos desabridos.
Que seguridad y poder atraigan a muchas mujeres no es nada
extraño. Pero por delante de esas cualidades las mujeres colocan otra: ¡el
humor! Los psicólogos evolucionistas no tienen explicaciones para ello. No
sabemos nada sobre el humor en la edad de Piedra, la explicación del psicólogo
evolucionista iría en la línea del que el humor es sano, fortalece nuestras
defensas psíquicas y estabiliza el sistema inmunológico.
Es un poco peligroso el juego de las conclusiones de BUSS,
como cuando deduce de sus encuestas que a los hombres les gustaría tener por término
medio 18 compañeras sexuales a lo largo de su vida y a las mujeres sólo 4. Tanto
hombres como mujeres tienen gustos parecidos: un compañero atractivo, simpático,
amable e inteligente. Si además tiene dinero, mejor. Cualquier otra
generalización especulativa es peligrosa. Hay mujeres como hay hombres a los
que parece que les gusta decidirse por el falso o la falsa. Hay seres humanos
que encuentran atractivos a otros seres humanos pero que nunca querrían
convivir con ellos. Hay avidez sexual y sensatez razonable. Hay seres humanos
que se enamoran de una sonrisa sin saber nada del otro. Hay hombres que aman a
mujeres mayores y mujeres que aman a hombres más jóvenes.
En pocas palabras de hace más de cien años: “El ser humano
analiza con escrupuloso cuidado el carácter y el árbol genealógico de sus
caballos, vacas y perros antes de aparearlos. Pero cuando se trata de su propio
matrimonio rara vez hace lo mismo.” El autor de esta frase no era un filósofo
sino el biólogo Charles Darwin.
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