sábado, 6 de diciembre de 2014

NUESTRO CEREBRO PIERDE MÚSCULO





NUESTRO CEREBRO PIERDE MÚSCULO

 Traducción e interpretación Ana Azanza

Es lo que están diciendo algunos psicólogos y estudiosos de los efectos que podrían tener las nuevas tecnologías a largo plazo sobre nuestro cerebro. Todo está en google o en la agenda electrónica, para orientarnos ya no hemos de fijarnos en la corteza de los árboles o en las estrellas, miramos el GPS. ¿Las tabletas, móviles  y ordenadores están contribuyendo poco a poco a vaciarnos el cerebro?

Bernard Werber es un novelista de moda que ha contraído una enfermedad del tipo “adicción sin droga”, es ciberdependiente. “Compro todo lo que sale, ordenadores, juegos de vídeo, aplicaciones.
Me encanta hacer varias cosas a la vez, ver mi serie favorita en el ordenador, al tiempo que navego y hablo por teléfono.” Acrobacias que le salen caras: “Desde que hay Internet ya no retengo ni los números de teléfono ni las direcciones, la función GPS me ha sustraído la memoria de los lugares, incluso me cuesta acordarme de nombres y caras….”

 






Si en el siglo XIX la revolución industrial por medio de la mecanización de los trabajos nos ayudó a perder músculo, en el XXI acecha la “pérdida de músculo mental”. Si costó décadas que las viejas tecnologías llegarán a la vida cotidiana, las nuevas arrasan nuestra existencia como la crecida después de unas lluvias torrenciales. En cuanto aparecen entran en desenfrenada competencia por captar la atención del público, Twitter, Facebook, tabletas, cada vez sistemas más sofisticados y de más fácil uso.
Google instant, nos va dando resultados de búsqueda a medida que vamos tecleando, hay que economizar tiempo. Si todos los internautas la utilizaran ganaríamos 3,5 miles de millones de segundos, o sea 11 horas por segundo. ¿Qué serán capaces de inventar las cabezas pensantes de Mountain Wiew? Respuesta de Eric Schmidt, director general de Google, “antes de que empieces a buscar, Google te dará los resultados”. Sergey Brin, cofundador de Google insiste: “Google se convertirá en la tercera mitad de nuestro cerebro”.

Tantas ganas de “facilitar la vida” tiene algo de conmovedor. Parece el “mejor de los mundos” de Aldous Huxley. Un ejemplo: un laboratorio de California ha inventado un boli que al escribir registra los sonidos. Alucinante, si el profesor habla demasiado rápido, en casa se puede comparar apuntes y grabación. Pero el reverso de la medalla lo puso en claro Nicholas Carr “Is Google Making us stupid?”: “cuánto más simples son los logicieles, más riesgo corremos de perder la capacidad de aprender correctamente.”

Jean Charles Nayebi, psicólogo clínico, especialista en patologías de la modernidad no es muy optimista, recuerda el dicho inglés “use it or lose ir”. El uso de la calculadora hizo que las neuronas correspondientes no sean estimuladas. Lo mismo con la memoria, conservarla pasa por usarla a diario. Cada cual puede reeducar a nivel individual su memoria pero lo que no se transmite se pierde.

Gráfico ejemplo: la mayoría de los profesionales de la carrocería sabían reparar todo, hoy por un rasguño de nada se tiende a sustituir la portezuela. Muchos profesionales de la reparación se han convertido en “sustituidores de piezas”. En lo relativo a la memoria pasa igual. Si no se ejerce la transmisión se para. Y lo engorroso del caso es que la cultura supone la transmisión.

LA INFOOBESIDAD

Para saber si las nuevas tecnologías nos vuelven lerdos hemos de pensar en los modos de vida anteriores a la era digital. Wikipedia, desconocida hace 10 años, lleva ya más de un millón de artículos, y cada día hay 300 nuevos. Cabe pensar que hay formas más tontas de volvernos estúpidos.

Los riesgos: primero la profusión de datos no implica su adecuada asimilación. Igual que el confort y el sedentarismo han provocado exceso de peso, el exceso de información provocaría “sobrecarga mental” llamada “infoobesidad”. Experimentos con ratas en San Francisco han demostrado que una estimulación continua de las neuronas compromete el proceso de aprendizaje. Si la carga es excesiva se produce un estrangulamiento que impide a la memoria inmediata convertirse en memoria a largo plazo. A la inversa investigadores de Los Angeles afirman que navegar por la red favorece la actividad del córtex prefrontal dorsolateral, sede de la atención selectiva y del análisis intencional. Según ellos Google nos hace inteligentes. La controversia está servida. El espectro de un mundo “poblado de nómadas ultraconectados, especie de obesos de dedos hipertrofiados es un producto de nuestra imaginación”, así habla Michael Stora, cofundador del Observatorio de los mundos digitales en las ciencias humanas.


Michel Stora


 El funcionamiento de la memoria está en el centro del debate. Hay una masa de información confiada a asistentes (web, agenda electrónica, repertorio…) “Libero mi cerebro para tareas más creativas” dice el novelista y enfermo de ciberdependencia Bernard Werber. Hay ingenieros que reconocen haber olvidado fórmulas matemáticas simples, porque están en la Web. Lo mismo pasa con la orientación, ¿para qué saber cómo van las calles de una ciudad si se tiene GPS? Los taxistas londinenses tenían que memorizar 320 itinerarios para obtener el permiso, cuatro años estudiando que hoy parecen una pérdida de tiempo. Pero el escáner del cerebro de esos taxistas revela un hipocampo (donde se graban las imágenes mentales del espacio) mucho más desarrollado que en los demás conductores. Además el conductor medio todavía perderá más aptitudes con el nuevo coche sin conductor proyectado por…Google. Futuro radiante, en el que seremos “googleizados” hasta las sinapsis y en el que seremos transportados como maletas. Como la función que no se usa se pierde, los neurólogos temen que todos estos progresos alteren profundamente nuestras capacidades cognitivas. No parece que los ejercicios mentales “Brain Challenger” puedan reparar el daño.

Otra controversia es el “multitasking”. El psicólogo Poldtrack afirma que realizar varias tareas a la vez engendra en el cerebro errores de orientación, en vez de llegar al hipocampo, las informaciones dispersas llegan al “cuerpo estriado”, dedicado al aprendizaje de nuevas aptitudes. En el niño “multitarea” se verían desórdenes psíquicos, dificultades de integración, incluso una forma de autismo. ¿Las “multitareas” explicaría el descenso de la creatividad en los niños americanos? Otros informes pretenden que es al contrario, nuestro cerebro se reconfigura sin parar y hay que entrenarlo en la gestión de situaciones complejas. El uso de Internet sería muy positivo en ese sentido, según un estudio clínico en personas mayores publicado en “The American Journal of Geriatric Pschiatry”.

MAS RÁPIDOS Y MENOS PROFUNDOS

Lo indiscutible es que hemos entrado en la era de la distracción perpetua. Un empleado medio francés recibe de media cuarenta correos electrónicos y SMS al día. No puede trabajar más de 12 minutos seguidos sin interrupción, los sociólogos del trabajo hablan del “síndrome del cadrus interruptus”, que produce estrés y ansiedad. Para algunos especialistas las pérdidas de memoria no son más que trastornos de la atención, de ahí la reciente idea de organizar “neurovisitas”, paseos culturales en la ciudad destinados a mantener el cerebro en forma. El crítico de Google, Nicholas Carr, asegura que los vínculos de hipertexto que jalonan cualquier escrito, son como caminos vecinales que hacen que el internauta olvide de dónde había salido para buscar qué. En definitiva los links ¿son una ayuda para la lectura o más bien un obstáculo para la concentración? División de opiniones una vez más.

Nathalie Pavec, profesora en Franche-Comté recuerda que toda la vida han existido los soñadores impenitentes entre los universitarios. “Pero hoy la proporción ha aumentado sobre todo en primer año de facultad, la mayoría tienen serias dificultades para concentrarse durante una hora. Limitarse a un pensamiento continuo representa para ellos una dificultad real.” Los profesores en general constatan la degradación de la ortografía, del cálculo mental, del lenguaje…

En “The Empatic Civilization” (Tarcher 2010) el Americano Jeremy Rifkin recuerda que cada revolución en la historia de la comunicación se ha traducido en un enriquecimiento del vocabulario que permitió desarrollar el pensamiento complejo, intercambiar sentimientos, intenciones, anhelos íntimos. Según el, se acabó. Los medios digitales nos llevan a ir más rápido y más brevemente, aunque sea al precio del empobrecimiento. “Twitter es devastador para la Declaración de 1789” decía (en un twitt) el profesor de Ciencias Políticas Dominique Reynié, “sólo los artículos 15 y 16 pueden decirse en 140 caracteres”.

La decadencia de la lectura es otro caballo de batalla de los críticos. Mientras que nunca se habían publicado tantos libros, regularmente nos anuncian su pronta desaparición, será dentro de 5 años, según el informático Nicholas Negroponte. La lectura en formato digital no compensará la decadencia de la lectura clásica porque es otro tipo de lectura. Por diversas razones (visibilidad, ortografía, vínculos de hipertexto…) la lectura en Internet no favorece la atención profunda, asegura el especialista en tecnologías de escritura, Alain Giffard. En particular no se presta a la lectura de estudio, en la que lectio y meditatio iban íntimamente ligadas. Asistimos a un cambio de orden cultural.


Alain Giffard, historiador de la lectura

Para convencerse de ello basta considerar el lugar que han tomado los juegos de video en nuestra vida, no sólo en la de nuestros hijos. Los franceses juegan el doble que los alemanes o los italianos. ¿La caja de Pandora tiene encerrados, como algunos temen, la adicción, la violencia y otras plagas de esta época? El psicólogo Stora contesta: “creer que la máquina es más fuerte que el hombre es un puro fantasma. Además de los efectos benéficos de los juegos vídeo sobre la atención, la coordinación mano-ojo, la visualización espacial, algunos de ellos pueden servir de terapia para el cerebro”. El único peligro podría estar en la adicción…y según Stora, la adicción sería el síntoma de otras frustraciones.

Los juicios terminantes como “la red es la mayor porquería que han inventado los hombres” impiden un debate serio. Como siempre que se produce un avance tecnológico, nos falta la perspectiva y la experiencia. Hacia 370 a.C el personaje de Sócrates en el Fedro, temía que la escritura sustituiría el conocimiento que cada uno lleva en sí y que el hombre dejaría de ejercer su memoria. El hombre se vería liberado de la “aplastante obligación de recordar”, contesta el filósofo Michel Serres. En el siglo XV la invención de la imprenta y la desaparición de los monjes copistas también sembraron el temor de un debilitamiento del espíritu. Pero las nuevas tecnologías nos enseñan otra cosa: más allá de las consecuencias cognitivas influyen en nuestra personalidad y afectos.

Saint Denis decapitado. "Hemos perdido la cabeza, sólo queda la inventividad", (Michel Serres)




Yves Lafargue, investigador y asesor de empresas, recuerda las primeras huelgas de 1995 que pedían una disminución del ritmo de trabajo. “Empezó con los teléfonos móviles. Como en cualquier momento la persona estaba disponible se habló de “constricciones grises”. Pero la llegada del Blackberry (2002-3) dio un vuelco a la vida de los ejecutivos y empresarios: por primera vez recibían mensajes en el bolsillo y sin filtro. ¡Prodigioso! El resultado es que hoy nadie soporta tener que esperar.”

¿Qué significa la palabra “amigos” cuando se tienen miles en las redes sociales? Internet desarrolla lo que Serge Tisseron llama “relaciones sin cuerpo”. “Tu perfil de Facebook me gusta, me caso contigo. Me molestas, te abandono ». Sin compasión, sin avisar, ¡desconexión ! En el teclado del ordenador existe una tecla mágica y perniciosa “Suprimir”. Mágica porque permite anular una acción sin temor a las consecuencias. Perniciosa porque da la impresión de que todo es reversible. En la vida real, ¿tiramos a la papelera tan fácilmente un secreto, un insulto, una declaración de amor?


Nadie sabe cómo serán adultos los “digital natives”, los niños que nacieron con la play y el ordenador. No sabemos cómo distinguirán un píxel de la realidad. Sólo hay un precedente cuyos efectos ya podemos vislumbrar: la televisión. Un estudio reciente de la American Academy of Pediatrics, muestra que una exposición precoz a la caja tonta termina con un descenso de un 7% en el interés en clase, un 6% en aprobados en matemáticas,  un 13% menos de ejercicio físico el fin de semana…destrozos que persisten hasta una edad mucho más avanzada que lo que se pensaba.

¿Qué pasará con Internet? “La televisión ha hecho del niño un espectador del mundo”, corrige Tisseron, “mientras que las nuevas tecnologías hacen de él un actor y le llevan a constituir redes muy temprano”. Ante la tele, el cuerpo forma un ángulo obtuso, ante el ordenador un ángulo agudo. Esta sencilla observación “geométrica” resume la opinión de Giles Dowek, investigador: la televisión es un medio pasivo en primera instancia, mientras que los ordenadores conllevan la actividad y la crítica.

PARAR LAS MAQUINAS

En el estado actual del conocimiento todos están de acuerdo en un punto: el hombre sólo dominará las nuevas tecnologías si aprende a servirse de ellas. Primero hay que aprender a parar las máquinas, recomienda Serge Tisseron. Se trata de aligerar la presión digital siguiendo unas sencillas reglas: dejar la mente descansar de vez en cuando, leer los correos electrónicos una o dos veces al día.

Practicar ejercicio físico para prevenir la pérdida múscular y la saturación de las neuronas. Todo lo que nos hace movernos es beneficioso, si es posible mejor al aire libre. Negarse a las maquinitas que supuestamente ocupan la mente mientras que el cuerpo trabaja, estilo las consolas de videojuegos, los IPad y otras pantallas integradas en los instrumentos de fitness. En mayo de 2010, 5 especialistas americanos del cerebro hicieron un descubrimiento sensacional en las profundidad del Glen Canyon, al sur de Utah. Habían ido de acampada a la orilla del río san Juan para medir el impacto de las nuevas tecnologías sobre el cerebro y comprobar el efecto curativo de una estancia en el campo. Ni teléfono ni ordenador, ningún chisme que los uniera al mundo civilizado, entre rafting y escalada,  y comiendo costillas a la barbacoa, no había más que otra cosa que hacer: hablar entre sí.  Su mayor sorpresa fue la liberación de sus neuronas en contacto con la naturaleza. Recuperaron la percepción de los sonidos, los olores, los colores. El tiempo parecía pararse y los cerebros parecían relajarse. Al cabo de una semana volvían con la impresión de haber reflexionado bastante más que encerrados en el seminario y con la firme voluntad de dilucidar la mecánica de esta transformación. ¿La imaginería cerebral podrá explicar el poder de la meditación? Un laboratorio especializado de Wisconsin trabaja actualmente en ello gracias a la subvención de una personalidad apasionada por el tema: el Dalai lama.


CUANDO LA CULTURA SE QUEDA ATRÁS

A pesar de los progresos de la ecopsicología, las ciencias del cerebro a duras penas alcanzan a seguir el ritmo de las nuevas tecnologías y de los individuos para integrar esta “sociedad de la aceleración” descrita por el sociólogo Hartmut Rosa. “Hasta ahora”, habla Jean Charles Nayebi, “cada vez que el hombre inventaba un objeto tenía tiempo para producir una cultura a su alrededor. Por ejemplo, el automóvil, su desarrollo estuvo acompañado de leyes, reglas, códigos. Lo característico de esta revolución que vivimos es la diferencia entre el ritmo de los cambios  y nuestra capacidad de adaptación, con los riesgos que conlleva: ¿pondríamos un cuchillo en manos de un niño de 3 años?”

Supuestamente la educación para el buen uso debe ser inculcada por los educadores. Pero se plantea un dilema. La herramienta de búsqueda Google Instant nació en la cabeza de un chaval de 15 años. Por primera vez en la historia, dice Nayebi, la generación de los hijos domina mejor una herramienta que la generación de los padres. El nexo generacional se ha roto y si hay transmisión, funciona al revés. El profesor y filósofo L’Yvonnet muestra su inquietud: “¿Quién va a enseñar a los enseñantes? Cuando se comprenda lo que permite la web será posible dominarla. Esperando el momento, la ausencia de reflexión y las condiciones de formación del profesorado son preocupantes.”

Es considerable, menos mal, lo que nos queda por descubrir en los aspectos positivos. De hecho el pensamiento colectivo avanza sobre el pensamiento personal que era el alfa y omega de una buena educación. Manifestaciones de estudiantes, flash mob, aperitivos Facebook… el colectivo piensa, el colectivo prima, testigo de una revolución antropológica de primer orden. La facilidad de acceso al mundo redistribuye las relaciones a escala local y global, abriendo simultáneamente la vía a las iniciativas ciudadanas de proximidad y a las movilizaciones planetarias. Habrá que escoger las solidaridades entre un tifón en  las antípodas, el hundimiento de una mina, un ataque a los derechos del hombre, hay demasiadas catástrofes y nuestra capacidad de empatía es limitada. La irrupción de las tecnologías digitales plantea cuestiones morales.

Dado que la técnica es neutra, el hombre es el único responsable del uso que hace. ¿Wikipedia no es fiable? Sin duda, pero su acceso es libre y cada cual puede controlar y cambiar el contenido. Los mapas del saber y de la autoridad se reconstruyen, las posiciones adquiridas tiemblan. ¿Estamos pasando de la civilización a una forma de vida salvaje? Platón desconfió de la escritura, pero ¿dónde estaríamos en cuanto al progreso de las ideas si hubiera prevalecido ese espíritu conservador? “Piensen en la energía que había que desplegar para aprender de memoria y asegurar la transmisión del saber de generación en generación, dice Gilles Dowek. La palabra era forzosamente sagrada, intangible, imponía la inercia y prohibía el espíritu crítico”.

En cada estado del desarrollo (oralidad, manuscrito, imprenta…) el ser humano se ha liberado de una parte de sus facultades cognitivas y ha cambiado de cultura. Michel Serres usa la imagen de una cazuela agujereada de la que se escapa el contenido: “El hombre es un animal cuyo cuerpo sale perdiendo.” Pero lo que le parece que va a perder para siempre, lo externaliza. “Lo mismo que el martillo se puede considerar la externalización de una función del brazo, el contenido de nuestro cerebro es transferido a la máquina que tenemos delante. ¿Qué nos queda por encima del cuello? ¿una caja vacía?”. “Es una noticia catastrófica para los gruñones”, responde Michel Serres,  “pero una noticia entusiasmante para las próximas generaciones: nos queda la inventiva, la innovación. El trabajo intelectual ya no puede ser repetitivo, a partir de ahora el hombre está condenado a la inteligencia.”

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  Michel Serres defensor de la revolución tecnológica y cognitiva


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