NUESTRO CEREBRO PIERDE MÚSCULO
Traducción e interpretación Ana Azanza
Es lo que están diciendo algunos psicólogos y estudiosos de
los efectos que podrían tener las nuevas tecnologías a largo plazo sobre
nuestro cerebro. Todo está en google o en la agenda electrónica, para
orientarnos ya no hemos de fijarnos en la corteza de los árboles o en las
estrellas, miramos el GPS. ¿Las tabletas, móviles y ordenadores están contribuyendo poco a poco
a vaciarnos el cerebro?
Bernard Werber es un novelista de moda que ha contraído una
enfermedad del tipo “adicción sin droga”, es ciberdependiente. “Compro todo lo
que sale, ordenadores, juegos de vídeo, aplicaciones.
Me encanta hacer varias cosas a la vez, ver mi serie favorita en el ordenador, al tiempo que navego y hablo por teléfono.” Acrobacias que le salen caras: “Desde que hay Internet ya no retengo ni los números de teléfono ni las direcciones, la función GPS me ha sustraído la memoria de los lugares, incluso me cuesta acordarme de nombres y caras….”
Me encanta hacer varias cosas a la vez, ver mi serie favorita en el ordenador, al tiempo que navego y hablo por teléfono.” Acrobacias que le salen caras: “Desde que hay Internet ya no retengo ni los números de teléfono ni las direcciones, la función GPS me ha sustraído la memoria de los lugares, incluso me cuesta acordarme de nombres y caras….”
Si en el siglo XIX la revolución industrial por medio de la
mecanización de los trabajos nos ayudó a perder músculo, en el XXI acecha la
“pérdida de músculo mental”. Si costó décadas que las viejas tecnologías
llegarán a la vida cotidiana, las nuevas arrasan nuestra existencia como la
crecida después de unas lluvias torrenciales. En cuanto aparecen entran en
desenfrenada competencia por captar la atención del público, Twitter, Facebook,
tabletas, cada vez sistemas más sofisticados y de más fácil uso.
Google instant, nos va dando resultados de búsqueda a medida
que vamos tecleando, hay que economizar tiempo. Si todos los internautas la
utilizaran ganaríamos 3,5
miles de millones de segundos, o sea 11 horas por
segundo. ¿Qué serán capaces de inventar las cabezas pensantes de Mountain Wiew?
Respuesta de Eric Schmidt, director general de Google, “antes de que empieces a
buscar, Google te dará los resultados”. Sergey Brin, cofundador de Google
insiste: “Google se convertirá en la tercera mitad de nuestro cerebro”.
Tantas ganas de “facilitar la vida” tiene algo de
conmovedor. Parece el “mejor de los mundos” de Aldous Huxley. Un ejemplo: un
laboratorio de California ha inventado un boli que al escribir registra los
sonidos. Alucinante, si el profesor habla demasiado rápido, en casa se puede
comparar apuntes y grabación. Pero el reverso de la medalla lo puso en claro
Nicholas Carr “Is Google Making us stupid?”: “cuánto más simples son los
logicieles, más riesgo corremos de perder la capacidad de aprender
correctamente.”
Jean Charles Nayebi, psicólogo clínico, especialista en
patologías de la modernidad no es muy optimista, recuerda el dicho inglés “use
it or lose ir”. El uso de la calculadora hizo que las neuronas correspondientes
no sean estimuladas. Lo mismo con la memoria, conservarla pasa por usarla a
diario. Cada cual puede reeducar a nivel individual su memoria pero lo que no
se transmite se pierde.
Gráfico ejemplo: la mayoría de los profesionales de la
carrocería sabían reparar todo, hoy por un rasguño de nada se tiende a
sustituir la portezuela. Muchos profesionales de la reparación se han
convertido en “sustituidores de piezas”. En lo relativo a la memoria pasa igual.
Si no se ejerce la transmisión se para. Y lo engorroso del caso es que la cultura supone la transmisión.
LA
INFOOBESIDAD
Para saber si las nuevas tecnologías nos vuelven lerdos
hemos de pensar en los modos de vida anteriores a la era digital. Wikipedia,
desconocida hace 10 años, lleva ya más de un millón de artículos, y cada día
hay 300 nuevos. Cabe pensar que hay formas más tontas de volvernos estúpidos.
Los riesgos: primero la profusión de datos no implica su
adecuada asimilación. Igual que el confort y el sedentarismo han provocado
exceso de peso, el exceso de información provocaría “sobrecarga mental” llamada
“infoobesidad”. Experimentos con ratas en San Francisco han demostrado que una
estimulación continua de las neuronas compromete el proceso de aprendizaje. Si
la carga es excesiva se produce un estrangulamiento que impide a la memoria
inmediata convertirse en memoria a largo plazo. A la inversa investigadores de
Los Angeles afirman que navegar por la red favorece la actividad del córtex
prefrontal dorsolateral, sede de la atención selectiva y del análisis intencional.
Según ellos Google nos hace inteligentes. La controversia está servida. El
espectro de un mundo “poblado de nómadas ultraconectados, especie de obesos de
dedos hipertrofiados es un producto de nuestra imaginación”, así habla Michael
Stora, cofundador del Observatorio de los mundos digitales en las ciencias
humanas.
Michel Stora |
El funcionamiento de la memoria está en el centro del
debate. Hay una masa de información confiada a asistentes (web, agenda
electrónica, repertorio…) “Libero mi cerebro para tareas más creativas” dice el
novelista y enfermo de ciberdependencia Bernard Werber. Hay ingenieros que reconocen
haber olvidado fórmulas matemáticas simples, porque están en la
Web. Lo mismo pasa con la orientación,
¿para qué saber cómo van las calles de una ciudad si se tiene GPS? Los taxistas
londinenses tenían que memorizar 320 itinerarios para obtener el permiso,
cuatro años estudiando que hoy parecen una pérdida de tiempo. Pero el escáner
del cerebro de esos taxistas revela un hipocampo (donde se graban las imágenes
mentales del espacio) mucho más desarrollado que en los demás conductores.
Además el conductor medio todavía perderá más aptitudes con el nuevo coche sin
conductor proyectado por…Google. Futuro radiante, en el que seremos
“googleizados” hasta las sinapsis y en el que seremos transportados como
maletas. Como la función que no se usa se pierde, los neurólogos temen que
todos estos progresos alteren profundamente nuestras capacidades cognitivas. No
parece que los ejercicios mentales “Brain Challenger” puedan reparar el daño.
Otra controversia es el “multitasking”. El psicólogo
Poldtrack afirma que realizar varias tareas a la vez engendra en el cerebro
errores de orientación, en vez de llegar al hipocampo, las informaciones
dispersas llegan al “cuerpo estriado”, dedicado al aprendizaje de nuevas aptitudes. En
el niño “multitarea” se verían desórdenes psíquicos, dificultades de
integración, incluso una forma de autismo. ¿Las “multitareas” explicaría el
descenso de la creatividad en los niños americanos? Otros informes pretenden
que es al contrario, nuestro cerebro se reconfigura sin parar y hay que
entrenarlo en la gestión de situaciones complejas. El uso de Internet sería muy
positivo en ese sentido, según un estudio clínico en personas mayores publicado
en “The American Journal of Geriatric Pschiatry”.
MAS RÁPIDOS Y MENOS PROFUNDOS
Lo indiscutible es que hemos entrado en la era de la
distracción perpetua. Un empleado medio francés recibe de media cuarenta
correos electrónicos y SMS al día. No puede trabajar más de 12 minutos seguidos
sin interrupción, los sociólogos del trabajo hablan del “síndrome del cadrus interruptus”,
que produce estrés y ansiedad. Para algunos especialistas las pérdidas de
memoria no son más que trastornos de la atención, de ahí la reciente idea de
organizar “neurovisitas”, paseos culturales en la ciudad destinados a mantener
el cerebro en forma. El crítico de Google, Nicholas Carr, asegura que los
vínculos de hipertexto que jalonan cualquier escrito, son como caminos
vecinales que hacen que el internauta olvide de dónde había salido para buscar
qué. En definitiva los links ¿son una ayuda para la lectura o más bien un
obstáculo para la concentración? División de opiniones una vez más.
Nathalie Pavec, profesora en Franche-Comté recuerda que toda
la vida han existido los soñadores impenitentes entre los universitarios. “Pero
hoy la proporción ha aumentado sobre todo en primer año de facultad, la mayoría
tienen serias dificultades para concentrarse durante una hora. Limitarse a un
pensamiento continuo representa para ellos una dificultad real.” Los profesores
en general constatan la degradación de la ortografía, del cálculo mental, del
lenguaje…
En “The Empatic Civilization” (Tarcher
2010) el Americano Jeremy Rifkin recuerda que cada revolución en la historia de
la comunicación se ha traducido en un enriquecimiento del vocabulario que
permitió desarrollar el pensamiento complejo, intercambiar sentimientos,
intenciones, anhelos íntimos. Según el, se acabó. Los medios digitales nos
llevan a ir más rápido y más brevemente, aunque sea al precio del
empobrecimiento. “Twitter es devastador para la Declaración de 1789” decía (en un twitt) el
profesor de Ciencias Políticas Dominique Reynié, “sólo los artículos 15 y 16
pueden decirse en 140 caracteres”.
La decadencia de la lectura es otro
caballo de batalla de los críticos. Mientras que nunca se habían publicado
tantos libros, regularmente nos anuncian su pronta desaparición, será dentro de
5 años, según el informático Nicholas Negroponte. La lectura en formato digital
no compensará la decadencia de la lectura clásica porque es otro tipo de
lectura. Por diversas razones (visibilidad, ortografía, vínculos de
hipertexto…) la lectura en Internet no favorece la atención profunda, asegura
el especialista en tecnologías de escritura, Alain Giffard. En particular no se
presta a la lectura de estudio, en la que lectio y meditatio iban íntimamente
ligadas. Asistimos a un cambio de orden cultural.
Alain Giffard, historiador de la lectura
Para convencerse de ello basta
considerar el lugar que han tomado los juegos de video en nuestra vida, no sólo
en la de nuestros hijos. Los franceses juegan el doble que los alemanes o los
italianos. ¿La caja de Pandora tiene encerrados, como algunos temen, la
adicción, la violencia y otras plagas de esta época? El psicólogo Stora
contesta: “creer que la máquina es más fuerte que el hombre es un puro
fantasma. Además de los efectos benéficos de los juegos vídeo sobre la
atención, la coordinación mano-ojo, la visualización espacial, algunos de ellos
pueden servir de terapia para el cerebro”. El único peligro podría estar en la
adicción…y según Stora, la adicción sería el síntoma de otras frustraciones.
Los juicios terminantes como “la
red es la mayor porquería que han inventado los hombres” impiden un debate
serio. Como siempre que se produce un avance tecnológico, nos falta la
perspectiva y la experiencia. Hacia 370 a.C el personaje de Sócrates en el Fedro,
temía que la escritura sustituiría el conocimiento que cada uno lleva en sí y
que el hombre dejaría de ejercer su memoria. El hombre se vería liberado de la
“aplastante obligación de recordar”, contesta el filósofo Michel Serres. En el
siglo XV la invención de la imprenta y la desaparición de los monjes copistas
también sembraron el temor de un debilitamiento del espíritu. Pero las nuevas
tecnologías nos enseñan otra cosa: más allá de las consecuencias cognitivas influyen
en nuestra personalidad y afectos.
Saint Denis decapitado. "Hemos perdido la cabeza, sólo queda la inventividad", (Michel Serres) |
Yves Lafargue, investigador y
asesor de empresas, recuerda las primeras huelgas de 1995 que pedían una
disminución del ritmo de trabajo. “Empezó con los teléfonos móviles. Como en
cualquier momento la persona estaba disponible se habló de “constricciones
grises”. Pero la llegada del Blackberry (2002-3) dio un vuelco a la vida de los
ejecutivos y empresarios: por primera vez recibían mensajes en el bolsillo y
sin filtro. ¡Prodigioso! El resultado es que hoy nadie soporta tener que
esperar.”
¿Qué significa la palabra “amigos”
cuando se tienen miles en las redes sociales? Internet desarrolla lo que Serge
Tisseron llama “relaciones sin cuerpo”. “Tu perfil de Facebook me gusta, me
caso contigo. Me molestas, te abandono ». Sin compasión, sin avisar,
¡desconexión ! En el teclado del ordenador existe una tecla mágica y
perniciosa “Suprimir”. Mágica porque permite anular una acción sin temor a las
consecuencias. Perniciosa porque da la impresión de que todo es reversible. En
la vida real, ¿tiramos a la papelera tan fácilmente un secreto, un insulto, una
declaración de amor?
Nadie sabe cómo serán adultos los
“digital natives”, los niños que nacieron con la play y el ordenador. No
sabemos cómo distinguirán un píxel de la realidad. Sólo hay un precedente cuyos
efectos ya podemos vislumbrar: la televisión. Un estudio reciente de la American Academy
of Pediatrics, muestra que una exposición precoz a la caja tonta termina con un
descenso de un 7% en el interés en clase, un 6% en aprobados en
matemáticas, un 13% menos de ejercicio
físico el fin de semana…destrozos que persisten hasta una edad mucho más avanzada
que lo que se pensaba.
¿Qué pasará con Internet? “La
televisión ha hecho del niño un espectador del mundo”, corrige Tisseron,
“mientras que las nuevas tecnologías hacen de él un actor y le llevan a
constituir redes muy temprano”. Ante la tele, el cuerpo forma un ángulo obtuso,
ante el ordenador un ángulo agudo. Esta sencilla observación “geométrica”
resume la opinión de Giles Dowek, investigador: la televisión es un medio
pasivo en primera instancia, mientras que los ordenadores conllevan la actividad
y la crítica.
PARAR LAS MAQUINAS
En el estado actual del
conocimiento todos están de acuerdo en un punto: el hombre sólo dominará las
nuevas tecnologías si aprende a servirse de ellas. Primero hay que aprender a
parar las máquinas, recomienda Serge Tisseron. Se trata de aligerar la presión
digital siguiendo unas sencillas reglas: dejar la mente descansar de vez en
cuando, leer los correos electrónicos una o dos veces al día.
Practicar ejercicio físico para
prevenir la pérdida múscular y la saturación de las neuronas. Todo lo que nos
hace movernos es beneficioso, si es posible mejor al aire libre. Negarse a las
maquinitas que supuestamente ocupan la mente mientras que el cuerpo trabaja,
estilo las consolas de videojuegos, los IPad y otras pantallas integradas en
los instrumentos de fitness. En mayo de 2010, 5 especialistas americanos del
cerebro hicieron un descubrimiento sensacional en las profundidad del Glen
Canyon, al sur de Utah. Habían ido de acampada a la orilla del río san Juan
para medir el impacto de las nuevas tecnologías sobre el cerebro y comprobar el
efecto curativo de una estancia en el campo. Ni teléfono ni ordenador, ningún
chisme que los uniera al mundo civilizado, entre rafting y escalada, y comiendo costillas a la barbacoa, no había
más que otra cosa que hacer: hablar entre sí.
Su mayor sorpresa fue la
liberación de sus neuronas en contacto con la naturaleza. Recuperaron la
percepción de los sonidos, los olores, los colores. El tiempo parecía pararse y
los cerebros parecían relajarse. Al cabo de una semana volvían con la impresión
de haber reflexionado bastante más que encerrados en el seminario y con la
firme voluntad de dilucidar la mecánica de esta transformación. ¿La imaginería
cerebral podrá explicar el poder de la meditación? Un laboratorio especializado
de Wisconsin trabaja actualmente en ello gracias a la subvención de una
personalidad apasionada por el tema: el Dalai lama.
CUANDO LA CULTURA SE QUEDA ATRÁS
A pesar de los progresos de la
ecopsicología, las ciencias del cerebro a duras penas alcanzan a seguir el
ritmo de las nuevas tecnologías y de los individuos para integrar esta
“sociedad de la aceleración” descrita por el sociólogo Hartmut Rosa. “Hasta
ahora”, habla Jean Charles Nayebi, “cada vez que el hombre inventaba un objeto
tenía tiempo para producir una cultura a su alrededor. Por ejemplo, el
automóvil, su desarrollo estuvo acompañado de leyes, reglas, códigos. Lo
característico de esta revolución que vivimos es la diferencia entre el ritmo
de los cambios y nuestra capacidad de
adaptación, con los riesgos que conlleva: ¿pondríamos un cuchillo en manos de
un niño de 3 años?”
Supuestamente la educación para el
buen uso debe ser inculcada por los educadores. Pero se plantea un dilema. La
herramienta de búsqueda Google Instant nació en la cabeza de un chaval de 15
años. Por primera vez en la historia, dice Nayebi, la generación de los hijos
domina mejor una herramienta que la generación de los padres. El nexo
generacional se ha roto y si hay transmisión, funciona al revés. El profesor y
filósofo L’Yvonnet muestra su inquietud: “¿Quién va a enseñar a los enseñantes?
Cuando se comprenda lo que permite la web será posible dominarla. Esperando el
momento, la ausencia de reflexión y las condiciones de formación del
profesorado son preocupantes.”
Es considerable, menos mal, lo que
nos queda por descubrir en los aspectos positivos. De hecho el pensamiento
colectivo avanza sobre el pensamiento personal que era el alfa y omega de una
buena educación. Manifestaciones de estudiantes, flash mob, aperitivos
Facebook… el colectivo piensa, el colectivo prima, testigo de una revolución
antropológica de primer orden. La facilidad de acceso al mundo redistribuye las
relaciones a escala local y global, abriendo simultáneamente la vía a las iniciativas
ciudadanas de proximidad y a las movilizaciones planetarias. Habrá que escoger
las solidaridades entre un tifón en las
antípodas, el hundimiento de una mina, un ataque a los derechos del hombre, hay
demasiadas catástrofes y nuestra capacidad de empatía es limitada. La irrupción
de las tecnologías digitales plantea cuestiones morales.
Dado que la técnica es neutra, el
hombre es el único responsable del uso que hace. ¿Wikipedia no es fiable? Sin
duda, pero su acceso es libre y cada cual puede controlar y cambiar el
contenido. Los mapas del saber y de la autoridad se reconstruyen, las
posiciones adquiridas tiemblan. ¿Estamos pasando de la civilización a una forma
de vida salvaje? Platón desconfió de la escritura, pero ¿dónde estaríamos en
cuanto al progreso de las ideas si hubiera prevalecido ese espíritu
conservador? “Piensen en la energía que había que desplegar para aprender de
memoria y asegurar la transmisión del saber de generación en generación, dice
Gilles Dowek. La palabra era forzosamente sagrada, intangible, imponía la
inercia y prohibía el espíritu crítico”.
En cada estado del desarrollo
(oralidad, manuscrito, imprenta…) el ser humano se ha liberado de una parte de
sus facultades cognitivas y ha cambiado de cultura. Michel Serres usa la imagen
de una cazuela agujereada de la que se escapa el contenido: “El hombre es un
animal cuyo cuerpo sale perdiendo.” Pero lo que le parece que va a perder para
siempre, lo externaliza. “Lo mismo que el martillo se puede considerar la
externalización de una función del brazo, el contenido de nuestro cerebro es
transferido a la máquina que tenemos delante. ¿Qué nos queda por encima del
cuello? ¿una caja vacía?”. “Es una noticia catastrófica para los gruñones”,
responde Michel Serres, “pero una
noticia entusiasmante para las próximas generaciones: nos queda la inventiva,
la innovación. El trabajo intelectual ya no puede ser repetitivo, a partir de
ahora el hombre está condenado a la inteligencia.”
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Michel Serres defensor de la revolución tecnológica y cognitiva
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