domingo, 16 de noviembre de 2014

MEMORIA SANA VS MEMORIA TRAUMÁTICA



Escrito por Ana Azanza

Boris Cyrulnik (Burdeos 1937) es un psicólogo, psicoanalista y neuropsiquiatra, profesor en la facultad de medicina de Toulon. Pero quizás lo más destacable de su curriculum sea la razón biográfica por la cual eligió esta dedicación profesional en la que ha cosechado éxito y popularidad. En uno de sus últimos libros “Je m’en souviens” narra su infancia de la que ya había dado algunas pinceladas en “Biografía de un espantapájaros”. Cyrulnik fue un niño judío de la Francia ocupada que a los 8 años se vio solo en el mundo, pues la Gestapo detuvo a sus padres. Ambos morirían en el campo de concentración.


Espantapájaros es el término que utiliza para denominar a todos los seres humanos heridos por las
catástrofes de la vida, ya sean conflictos bélicos o simplemente problemas familiares. A raíz del sufrimiento de niño recogido por la Asistencia pública y criado en un orfanato, Cyrulnik quiso comprender la naturaleza humana. Ese fue el motivo que le llevó primero a la medicina y casi al mismo tiempo a la psicología. Es el creador del concepto de resiliencia que consiste en la capacidad de cada ser humano de reparar las heridas y hacer de la fragilidad de nuestra condición una fuerza de la vida.

En esta conferencia explica qué es una memoria sana y la necesidad vital que tenemos de ella. Lo hace apoyado en numerosos experimentos que él y su equipo han llevado a cabo en la universidad y hospital de Toulon. Así mismo muchas de sus reflexiones y afirmaciones sobre la memoria provienen del contacto con especialistas de otros países y de sus viajes a países en guerra o recién salidos de la dictadura. Ha trabajado en los orfelinatos de la Rumanía post-Ceaucescu, Colombia y Palestina.

Una de las lecciones de Cyrulnik es que el esquema cartesiano causa-efecto que fue un impulso en las ciencias duras (física, química), no es aplicable a lo psicológico. Más bien en este campo se dan multiplicidad de factores de muy diferentes órdenes que a veces dan lugar al mismo efecto y a veces no.

La memoria trabaja en nosotros continuamente, haciendo una representación del pasado y anticipándose al futuro. Leemos nuestra propia historia y la reescribimos a medida de los acontecimientos del presente, vamos cambiando el guión y aunque este sea diferente a los 20 que a los 40 no por ello dejamos de ser sinceros en cada relectura. En realidad la memoria sana avanza, la memoria traumática es la que se queda estancada y no evoluciona, vuelve una y otra vez sobre lo mismo y de la misma manera.

En esa constante reconstrucción de la memoria juegan un papel fundamental las emociones y el lenguaje. Cyrulnik lo muestra con experimentos llevados a cabo con soldados de la guerra de Irak y otros desplazados a Afganistán. El sufrimiento mayor no siempre se debe a las heridas físicas y al bombardeo, es la posibilidad de hacerse una representación de lo vivido lo que hace más llevadero el dolor humano.

En ese aprendizaje y asimilación es fundamental el lenguaje: poder narrar lo que pasó. Los niños que sufren antes de haberse iniciado en el uso de la palabra son por ello más proclives a desarrollar conductas violentas porque no tienen la posibilidad de verbalizar lo que les ocurrió. Al mismo tiempo descubrimos que antes de aprender a hablar, un gran reto intelectual y existencial que todos superamos entre el mes 20 y el 30 de nuestra vida, cuando nuestro cuerpo está ávido de lenguaje, hemos aprendido a respetar el turno de palabra. Es importante hablar a los bebés,  porque las palabras antes que un efecto informativo tienen un efecto afectivo.

Las palabras sirven para ir esculpiendo el cerebro. Y al mismo tiempo las cosas no quedan ahí, porque si bien el niño es “producto” de un entorno al mismo tiempo influye en ese entorno y lo modifica, como lo muestra el caso de los niños con síndrome de Down que con sus especiales características modifican el carácter de sus madres. Hay plasticidad cerebral y plasticidad relacional en el mundo humano.

Fundamental la representación del tiempo para ser capaces de hacer una narración con sentido. La memoria sana “se anticipa” al pasado y “se anticipa al futuro”. Sin poder establecer el vínculo entre los tres, el individuo no sabe quien es y está dramáticamente expuesto a que esa ignorancia le lleve a distorsionar sus relaciones con los demás. Vivir sólo en el presente de manera patológica, como ocurre en algunos trastornos del lóbulo prefrontal, es estar sometido a los estímulos del contexto, sin mundo íntimo, sin representación del tiempo, dejándose llevar por lo que pasa en ese momento preciso. Sin historia que contar. Es preciso constituir a cada paso nuestra película, drama, tragedia, historia interior. Cada adulto normal sano lo hace, nos contamos nuestra propia vida que es lo que nos da identidad.

Y para ser capaz de esa proeza narrativa hemos de tener en los tiempos de nuestra formación y luego una figura afectiva a la que nos sintamos especialmente vinculados. Es lo que Cyrulnik ha llamado “la figure d’attachement” que le lleva a una biología de “l’attachement”. Normalmente suele ser la madre, pero a lo largo de la vida, cada cual va encontrando su “hada madrina”, su referencia, otro u otros seres humanos en los que apoyarse para construir una vida auténticamente humana.

La imposibilidad de hacerse una representación propia puede acarrear, y así es en el perverso, la incapacidad  para representarse el mundo de los demás, y lo que puede ser trágico, el sufrimiento ajeno. El perverso es incapaz de hacerse una idea del sufrimiento ajeno. Un rasgo de la actual cultura narcisista, según diagnosticó Lacan, en la que sólo cuenta el placer individual actual y para nada el dolor o sufrimiento que podemos infligir a otros con nuestra conducta. Vamos pasando de una civilización edípica, "si eres niña serás madre, si eres niño serás padre", a una civilización narcisista en la que el placer individual inmediato es el valor supremo.

En resumidas cuentas, podríamos erradicar el estrés de nuestras vidas gracias a la lobotomía, operación en el lóbulo prefrontal. También el Propalonol fue un medicamento administrado a los soldados que no querían sufrir estrés postraumático en la guerra de Irak. Pero sin estrés, sin dolor, sin frustraciones que superar, nuestra vida deja de ser humana. De ahí la importancia de la confidencia, del entorno. De ahí la necesidad básica de una cultura, una familia que nos dé la palabra a cada uno para poder contar nuestra propia historia y hacer ese trabajo de memoria. De ahí también la función humanamente necesaria del arte que sólo se desvela al final de la conferencia.

2 comentarios:

  1. Ya decía Nietzsche que en el dolor puede haber tanta sabiduría como en el placer. Cyrulnik redunda en ese descubrimiento hermenéutico de que, en realidad, somos cuentos. Hume, frente al sustancialismo identitario de Descartes, ya lo intuyó, pero no sacó todas las consecuencias... El valor trascendental de la imaginación en la auto-creación de la propia identidad, hija de Memoria, como las Musas. Y sin duda, en ese cuento que es nuestra bio-grafía, los demás son imprescindibles, sobre todo la atención de los demás, cuando nos forjamos contándoles nuestra vida. "¡Mamá, mira lo que hago!"

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    1. Hacer memoria es una necesidad vital, estamos contándonos nuestra película continuamente.
      También como sociedad, en eso consiste la construcción de la identidad, y los agujeros negros en la propia vida o propia historia son fatales, uno se convierte en fantasma de sí mismo.

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