Autora: Ana Azanza
El título del post lo tomó prestado del autor de este libro magnífico sobre uno de los escritores que parecen haberse puesto de moda en algunos círculos. A lo mejor me he enterado tarde de la moda, pero me es igual. He disfrutado de esta lectura a tope, reído y llorado y me he emocionado con una persona que vivía la vida "en otra onda" diferente a la frecuencia ordinaria.
El título del post lo tomó prestado del autor de este libro magnífico sobre uno de los escritores que parecen haberse puesto de moda en algunos círculos. A lo mejor me he enterado tarde de la moda, pero me es igual. He disfrutado de esta lectura a tope, reído y llorado y me he emocionado con una persona que vivía la vida "en otra onda" diferente a la frecuencia ordinaria.
Bruno Tackels, dramaturgo y ensayista belga, es el autor del libro“Walter Benjamin. Una vida en los textos” editado en 2009 en francés y en 2012 en español en la
universidad de Valencia.
Benjamin es un autor enigmático y difícil, nada “conceptualizable” ni clasificable, al que había conocido antes
de este libro por las “Las Tesis sobre la historia” que de él edita y comenta Reyes
Mate.
Tackels ha dedicado otros dos libros a Benjamin. Ignoro cuántas
obras se han escrito sobre la vida y obra de este genio de la escritura, pero el sólo
hecho de que Tackels haya dedicado 20 años a leer a Benjamin, me parece una
buena carta de presentación para la solvencia del libro.
Hace un recorrido estrictamente cronológico en la vida del
escritor, que empezó en 1892 en el seno de una familia judía acomodada en Berlín
y terminó en septiembre de 1940, en la ratonera que supuso para él intentar
abandonar la Francia
ocupada por los nazis para entrar en la España de Franco con el propósito de viajar a América.
La fecha de la muerte, un baile entre el 24 y el 25 de septiembre, el hecho de
que sus huesos depositados “provisionalmente” en el cementerio de Port Bou
nunca pudieron ser rescatados y repatriados, añaden o muestran la sinuosidad,
lo inaprensible, lo fragmentario de un escritor que sin duda tenía una
inteligencia y una sensibilidad fuera de lo común. Por si fuera poco se ve que
las autoridades municipales de Port Bou
no estaban puestas en nombres germánicos y creyeron que el apellido era
el nombre. Con lo cual en la lápida y en los documentos figurara como sr. Walter,
Benjamin. Tras la lectura de esta obra intuyo que el equívoco no le hubiera
molestado.
El libro es denso y
extenso. Pocas cosas se habrá dejado su autor en el tintero. No sólo se
limita a la biografía entrelazada con la composición de sus escritos y
viceversa. Al final del libro vienen unas notas de lectura sobre los 10 ensayos
más destacados del berlinés. Tackels se resistía a escribir esta obra porque al
propio Benjamin le parecía que la biografía del escritor no debía figurar, y se
burló del que osó “biografiar” a Kafka. Pero en este caso vida y obra están tan
entrelazadas que ha hecho bien en desoír el principio benjaminiano. Además una
particularidad de Benjamin captada maravillosamente por el ensayista es que,
nos hable de lo que nos hable, y los temas de Benjamin son un auténtico bazar, siempre
sale a relucir el hombre que fue este desarraigado de la vida. El mismo
desarraigo lo colocó en una especie de posición elevada sobre la sociedad que
ya la quisieran para sí muchos de los autores contemporáneos que lo entendieron
a medias y lo amaron a medias. Me refiero en especial a sus compañeros de la Escuela de Frankfurt,
Horkheimer y Adorno.
Tackels se hace eco de que las mismas personas que en vida
no le comprendieron, las visiones de Benjamin no eran visibles ni audibles
cuando las formuló por eso le cuadra el nombre de profeta, se apresuraron a
homenajearlo unos cuantos años después de su muerte. Nadie como Benjamin ha
sufrido el saqueo, la cita sin autor. Hay mucha desvergüenza intelectual por el
mundo.
Benjamin que vió y descuartizó como nadie el “mito del
progreso” cuando todos corrían como locos tras él, incluidos algunos de los más
conspicuos intelectuales contemporáneos, se ha visto también barrido por ese
viento de la historia. Eso dice Tackels, por el uso fraudulento que se ha hecho
de él. Pero pienso que en eso se equivoca el belga, él mismo es un ejemplo de
que todavía se puede respirar como dice ese viento de libertad y apertura
mental, de desconcierto que producen los textos benjaminianos. A pesar de la
mercantilización que nos domina, siempre hay rendijas por las que se cuela ese
viento fresco del espíritu libre, como lo fue el de Benjamin.
Tras conocer todos los malos pasos y dificultades que tuvo
para sobrevivir de los que no dejo de hacer materiales para una obra asombrosa,
me he planteado que Benjamin, como ángel que era hubiera necesitado otro ángel
que se ocupara de él, siguiéndolo a distancia pero vigilando para que no cayera
en los diversos hoyos que se encontró. Bertolt Brecht le ofreció su casa en
Dinamarca, los de Frankfurt le contrataron para que pudiera escribir algún
tiempo, Hannah Arendt como prima política también se preocupó de que se
publicaran algunos inéditos y fue capaz de llamar por su nombre a los amigos
que no se comportaron como tales hasta el final. Scholem desde Jerusalén fue
amigo y corresponsal hasta el último momento, a pesar de algunos desencuentros
normales cuando la gente se aprecia. Pero no fue suficiente.
Su existencia fue desastrosa, como corresponde a su
descomunal inteligencia. Nacido en una familia de comerciantes, será incapaz de
preservar su herencia intelectual y material. Si su padre había hecho negocios
con las obras de arte, él se dedicó a coleccionarlas y admirarlas. Benjamin
además de escritor y filósofo, lector infatigable, viajero empedernido, fue
coleccionista, empezando por una de tarjetas postales. Para alguien que se pasó
gran parte de su vida sin domicilio fijo no era la afición más cómoda. Estudiante
brillante, su tesis no fue comprendida por sus maestros y de ahí que lo
excluyeran de los círculos académicos. Radical en su pensamiento no le encajaba
ninguna etiqueta, kantismo, positivismo, formalismo lógico...En el terreno
afectivo se metió en relaciones triangulares y amores desgarrados que como dice
el biógrafo fueron el método infalible para asegurarse la soledad y el
abandono. Igual de incapaz para comprometerse políticamente, siempre veía los límites
de cualquier proyecto y comprendió que las ideas se quiebran cuando las usan
los hombres.
Su devoción por la ciudad de París, por la que se sintió
deslumbrado desde su primera visita en 1913 y que le inspiraría una obra tan
preciosa como el Libro de los Pasajes
se convirtió en una trampa mortal. De haber tenido una pizca de sentido práctico
hubiera comprendido antes que no podía quedarse por más tiempo en la ciudad de
la luz, que los nazis avanzaban. Pero fue incapaz de tomar esa decisión que en
su momento a lo mejor le hubiera salvado la vida. Se vió atrapado se puede
decir por su amor a la Biblioteca Nacional ,
en la que le gustaba leer y escribir y a las calles y gentes que le sirvieron
para muchos de sus textos. Fue internado en un campo de trabajo en Nevers, y sólo
las “influencias” de algunos escritores pudieron sacarlo de ahí. Pero la huida
a pie por los Pirineos no salió bien.
La lógica de este libro sobre Benjamín es todo menos sistemática,
no hay un sentido global de su vida ni hay un sentido global de su obra. La
dispersión se impone. Tackels asegura que el género literario que más le cuadra
es el ensayo, y este libro se puede ver como una colección de ensayos sobre los
diferentes ensayos que escribió Walter Benjamin. Una lógica paradójica que ni
acaba de unificar ni acaba de dispersar. La seducción de Benjamin es que va más
allá una y otra vez. Si nuestra lógica
habitual, analítica, examinadora nos lleva a un callejón sin salida, Benjamin ilumina, salta por encima de todas
las tapias y de todos los obstáculos de lo cuadriculado. Es muy desconcertante.
La verdad no es ni coherencia lógica, ni hechos, ni una mezcla de ambos, con
Benjamin se tiene la impresión de sabor agustiniano de que la verdad es
iluminación. La diferencia es que no se trata de una iluminación genérica, sin que en cada ocasión donde hay un obstáculo Benjamin ilumina.
Ya se trate de dialéctica, de materialismo, de la fotografía,
del teatro, del intelectual, del progreso, del ritual, de la historia, del
cine, del arte, de la poesía, de la guerra o de la paz, de Goethe, de París, de
Berlín, de Baudelaire, de los ángeles o de los demonios, del aura, de la alegoría,
de los sueños….Benjamin en sus ensayos tiene una chispa de luz que ilumina el
camino, pero como rayo de luz potente deslumbra a la vez. No es fácil de
entender, y a veces dudo de que se pueda entender. Muchos de los textos
benjaminianos hay que saborearlos. En ese sentido recuerda un poco a la filosofía
poética de María Zambrano, que también tiende a escaparse de los moldes
habituales y que en el mismo sentido ha sido igual de incomprendida.
El ensayista Tackels nos anima a descifrar su vida para
comprender la nuestra. Benjamin no fue leído en su momento porque no era
legible. Elabora un pensamiento cincelado de destellos poéticos, frases
concisas y fulgurantes, chocantes que incluso enmascaran el sentido. Son como
fragmentos de un cristal que reflejara el todo.
Además de los escritos, Benjamin participó en programas de radio. Lamentablemente no se han conservado las grabaciones, aunque sí los guiones de los programas.
Poco comprensible, fragmentario, poco publicado en vida…. Benjamin lo tenía todo para que su obra se hubiera olvidado. Pero más vale tarde que nunca, Rolf Tiedemann publicó sus obras completas en los años 70 y acaba de hacer una revisión con una línea editorial algo más benjaminiana, que imagino significa más fragmentaria.
Poco comprensible, fragmentario, poco publicado en vida…. Benjamin lo tenía todo para que su obra se hubiera olvidado. Pero más vale tarde que nunca, Rolf Tiedemann publicó sus obras completas en los años 70 y acaba de hacer una revisión con una línea editorial algo más benjaminiana, que imagino significa más fragmentaria.
“Aventuras del alma, hay que salirse de los senderos
trazados”, dice en uno de sus escritos más tempranos Diario de Wengen, “para atreverse a buscar en episodios aislados de
la experiencia vivida, pragmática, común que nos acompaña la única clave y la única
expresión esencial del pensamiento humano.”
Tras la guerra sólo Arendt, Scholem se acordaban de sus
textos. Malraux y Bataille se ocuparon de darlo a conocer en Francia.
Al parecer Benjamin ya ha “polinizado” el mundo y este libro
es un intento de ampliar el número de lectores. Conmigo lo ha conseguido.
De todos los ensayos benjaminianos, los que dedicó al
lenguaje, al arte y el ensayo sobre la traducción son mis favoritos.
Un libro que no es ni para el tren, ni para leer “entre dos
puertas” como dicen los franceses. Mejor llevárselo al campo y estarse una
semana de retiro sumergidos en la vida y obra de un ser excepcional.
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