Muy interesante libro del psicoanalista y neurólogo Boris
Cyrulnik sobre cómo funciona la memoria, fundamento de la identidad personal. Cyrulnik ha experimentado que la memoria construye,
no sólo archiva. Que trabaja, rehace, borra y reescribe en función de la propia
vida para lograr un relato coherente. El psicoanalista y neurólogo ha trabajado
sobre su propia experiencia como niño judío en la guerra mundial. Cyrulnik tenia recuerdos de su infancia y pensaba
que correspondían firmemente a la realidad de los hechos que había vivido. Pero
cuando fue a reconocer los lugares, como la sinagoga de Burdeos, y las
personas, la enfermera que lo salvó, se dio cuenta de que su memoria había
cambiado ciertas cosas. La memoria transformó involuntariamente, pero reforzando
las imágenes en el sentido de la vivencia que los hechos vividos supusieron
para él. No es que la memoria engañe, sino que “trabaja” a favor de la
coherencia del relato de nuestra vida.
No podemos ni debemos “adaptarnos” a una realidad sin
sentido, como pudo ser la persecución sufrida por los judíos en la guerra.
De ahí ese trabajo interesantísimo de la memoria a favor de la propia salud mental del que habla Cyrulnik. Es de resaltar así mismo la enseñanza de la guerra. Bastaron unas pocas horas para que los que eran temidos, venerados, obedecidos y servidos olvidaran su arrogancia y tuvieran que mendigar la comida y pedir por favor. La derrota “humanizó” a los prepotentes oficiales nazis que habían ocupado Francia.
De ahí ese trabajo interesantísimo de la memoria a favor de la propia salud mental del que habla Cyrulnik. Es de resaltar así mismo la enseñanza de la guerra. Bastaron unas pocas horas para que los que eran temidos, venerados, obedecidos y servidos olvidaran su arrogancia y tuvieran que mendigar la comida y pedir por favor. La derrota “humanizó” a los prepotentes oficiales nazis que habían ocupado Francia.
En ese relato que cada uno se hace a sí mismo sobre su
propia vida es tan importante la propia persona como los que reciben el relato.
No se cuentan las mismas cosas ni con la misma coherencia y sentido cuando se
encuentra una oreja que escucha que cuando lo que se encuentra es desinterés.
La simple mirada, gesto del cuerpo o de la cara del que recibe la narración delatan
la disposición a escuchar, a entender, a empatizar o a desaprobar. Y es
fundamental para el sentido y el conjunto de lo que se está contando. Incluso
se puede detectar sólo prestando atención de qué tipo es la escucha interesada,
con verdadero sentimiento de empatía y respeto o como mero afán de
investigación y fuente de “información”. Al final cada historia personal tiene
muchos autores, el que la cuenta porque la ha vivido y el que la escucha
“empatizando”. Sin oyentes no hay historia. Nuestras historias son un asunto de
“intersubjetividad”.
Las neurociencias confirman según dice que las historias que
nos contamos sobre el pasado o sobre el futuro activan los mismos circuitos
cerebrales. Las neuronas no distinguen pasado y futuro, y hacia delante o hacia
atrás, contar una historia es siempre un trabajo de la imaginación.
Cyrulnik trata el pensamiento mágico de los niños y su mundo
categorizado en opuestos: lo que no es grande es pequeño, lo que no es bueno es
malo. Sin duda una ayuda para poder introducirse en la filosofía, la
conceptualización clara que pide Oscar Brenifier y que tanto cuesta a los
adultos deseosos siempre de “matizar”. Los niños no matizan, dicen lo que ven.
Traen a colación en la entrevista el concepto de resiliencia que Cyrulnik puso
de moda y que consiste en la capacidad de sobreponerse a los traumas
existenciales. Resiliencia que muchos supervivientes de la guerra hubieron de
poner en práctica, fue duro recomponerse y ver que la vida seguía como se nada
hubiera pasado. Para Cyrulnik la posguerra fue más dolorosa que la guerra,
porque en ella se produjeron los desgarros afectivos y las categorías
bueno-malo aplicadas a las personas ya no estaban tan claras.
Tema apasionante el del libre arbitrio, una pequeña ventana
que casi ni se ve en nuestra vida, pero que no hay que despreciar. Todos los
condicionamientos de nuestra infancia nos acompañan hasta el final, y de ellos
dependen nuestras elecciones y nuestro modo de vivir las desgracias vitales. Es
fundamental el relato que nuestros padres nos van haciendo del mundo para la
manera en que cada cual va a vivir su vida. El amor y la seguridad que se
experimentan alejan la angustia de la vida, no se trata de un bienestar
material sino afectivo.
Importantísima la empatía para la construcción de la moral,
es fundamental representarse los sufrimientos ajenos o la capacidad de
sufrimiento al menos de forma que seamos capaces de respetar al otro y no
provocar dolor. En esto el teatro, el cine, las representaciones y puestas en
escena de todo tipo juegan un papel fundamental. El dolor que no se cuenta no
existe, no se ve, y puede seguir siendo provocado. Las ideologías políticas o
religiosas excluyentes son muy peligrosas en su capacidad de engendrar dolor,
siempre hay otro al que no consideran como un “sí mismo”, por usar la expresión
de Ricoeur al revés. Y disponen a la manipulación, al exterminio incluso. En
algunos casos de forma muy visible, nazismo, fundamentalismo islámico actual.
En otros más disimulado, cualquier forma de racismo o de elitismo social.
Nuestra verdad, nuestro Dios, nuestro Jefe, nuestra Ley. Reaparece el proceso
de socialización más arcaico, la ley del más fuerte. Menos mal que en toda
sociedad hay siempre un tanto por ciento bajo de “resistentes”.
La historia del padre de Cyrulnik es un ejemplo de lo
injusta que puede llegar a ser la vida. Está al final de la entrevista.
Hola Ana, Boris Cyrulnik me parece un ejemplo interesante de la fuerza del carácter. Esoy escribiendo un artículo sobre el tema. El carácter me parece que es la estructura básica a partir de la cual un sujeto tiene o no resiliencia. Boris e sun buen ejmplo y el porqué alguien tiene o no un carácter estructura, sólido y fuerte para conseguirlo me parece resultado d eun proceso complejo que no puede reducirse a un solo factor.
ResponderEliminarEl yo narrativo también es interesante. La identidad personal en una sociedad líquida como la nuestra, no nos viene dada por la sociedad: hemos de inventarnos a nosotros mismos, construir nuestra autobiografía.
Finalmente llegamos a la intersubjetividad necesaria : d elo contrario caemos en el narcisismo. La teoria que dices d ela empatía no deja de ser una nueva formulación de la teoría del emotivismo moral de Hume que me parece en buena parte cierto.
Un abrazo