martes, 14 de mayo de 2013

Fantasía filosófica sobre el origen

Autora: Ana Azanza 
Me ha llamado la atención el ensayo que Sloterdijk le dedica al tema de la evolución humana que llama con heideggeriano título “La domesticación del ser. Por una clarificación del claro”.  

Son interesantes los hallazgos de restos humanos, la clasificación y datación de diferentes especies, de sus utensilios, de lo que se puede inferir a partir de lo poco que se ha encontrado sobre el modo de vida de nuestros antepasados. Pero el demasiado empirismo en estas cuestiones me deja con ganas de saber más, porque es difícil pensar que el hombre venga de la tierra, que las formas de vida netamente más desarrolladas y abiertas, procedan sin más como quien deja que el moho salga en el pan y se propague.

Una idea poderosa de las muchas que formula es que como especie biológica surgida tardíamente “nadie nos estaba esperando”. Así es como interpreto el tono y el modo de esta “fantasía filosófica”.


La antropotecnia a la que se entrega Sloterdijk parte de la base de que el hombre es en el fondo un producto, que sólo puede ser entendido examinando sus métodos y relaciones de producción. Sería la parte marxista de la explicación. El hombre es una magnitud que jamás podrá darse de manera puramente natural y que sólo ha podido producirse por efecto de mutaciones técnicas espontáneas y en convivencia con cosas y animales en prolongados procesos de producción en los que se ve una tendencia paranatural. La condición humana es producto y resultado, producto de realizaciones que no se han descrito como tales y resultado de procesos de los que se sabe poco.

La propuesta está a medio camino entre la ontología heideggeriana y la antropología. La situación del hombre es una producción, un sacar afuera un ente que antes estaba oculto. El puesto del hombre en el mundo es una situación tecnógena además de ex_tático. El hombre ha salido desde la naturaleza al lugar de peligro que es el claro.

Sloterdijk llama a su escrito “fantasía filosófica”, es una reconstrucción fantástica que no olvida el punto de partida en el claro y el estado actual de la civilización. Se cimenta en que el hombre se da cuenta de que está en el mundo, con el ser.

El positivismo empequeñece al hombre en sus determinaciones. Pero el hombre no es sólo un simple mono bajado del árbol sino la transformación del protomundo en mundo, y eso no se puede entender si estamos atados al Ser Uno y la Verdad Una. No se puede proceder como normalmente procedemos, presuponiendo al hombre para luego encontrarlo en niveles prehumanos. No es que el hombre llega a un mundo que le está esperando, sino que hay que empezar en una prehumanidad con su premundanidad.

Lo complicado es que la explicación sobre el origen del hombre debe girar en círculo, un círculo antropotécnico, la técnica hace al hombre y el hombre hace la técnica. Y esto desde siempre, no sólo en los últimos tiempos con los avances de la ingeniería genética y lo cyborgs. Me gusta ese experimento mental tan difícil que exige no suponer al hombre para luego fingir que se lo deriva de la evolución. El concepto “hombre” encierra una complejidad inmensa.

El planteamiento de Sloterdijk es posible por la situación postmetafísica que vivimos, a nuestras espaldas queda la izquierda hegeliana con su subrayado de la praxis humana, primera lección, Darwin, con su  mostrarnos nuestro parentesco con lo viviente, segunda, Nietzsche, el psicoanálisis, la fenomenología, los extremismos filosóficos y las antropologías empíricas de un Louis Bolk, un Schindelholf, Garstang, P. Alsberg), la paleontología, la lingüística histórica, la narratología, la antropología estructural y la investigación de la conducta. Si hay alguien que se atreve a juntar todos esos ingredientes en el mismo plato sin que se le indigesten es Sloterdijk.

La idea es que para saber la historia del hombre, o sea nuestra historia, hay que acercarse a las cosas, a la materia. Se trata de ver al hombre como producto de condiciones exclusivamente terrenas, porque ya no hay bloqueo teológico que lo impida. Pero todavía hay quien piensa al hombre como producto de fuerzas que por su rango ontológico están por debajo del resultado. Atrapados en hechos culturales e históricos no ven al hombre en su ser formador del mundo.  El claro mismo es un resultado de la historia, algo prehumano tomó el camino que conduce al hombre, el claro y la hominización serían lo mismo. Sólo el hombre se pregunta por la verdad, y en el preguntarse se hace hombre. Es más circular de lo que parece.

El hombre sería una esencia arrancada del parentesco con la animalidad, nuestros antepasados se incorporan al parentesco con los seres de éx.tasis, con la consecuencia de que ahora estamos más cerca de los dioses que de los animales. Los animales son pobres en mundo, porque están reducidos a su Umwelt, su mundo circundante y sin lenguaje. Mientras que el hombre sale de la jaula ontológica y tiene mundo. La onto-antropología pregunta por ambos, por el éxtasis humano y por el estatus del que fuera animal. Los animales salen del huevo o son paridos pero no vienen al mundo. El animal se orienta a acertar en dos campos procreación y comportamiento frente a sus depredadores. El hombre se orienta a la verdad como respuesta adecuada a las condiciones de existencia de individuos y culturas.

El hombre metafísicamente desilusionado, nosotros hoy, estamos en condiciones de reflexionar sobre nuestra propia enormidad como los griegos cuando explicaron el mundo como un compromiso de lucha entre titanes y los dioses del Olimpo.

Lo monstruoso ha ocupado el lugar de lo divino. Sloterdijk llama monstruosa a la capacidad para la verdad del hombre, esta capacidad es inquietante y  monstruosa. Y se ha mostrado en dos fechas claves, en agosto de 1945 momento de la bomba atómica, y en febrero de 1997 con el primer animal clonado. Esos acontecimientos muestran la capacidad de la técnica humana para ser usada en contra del propio hombre. Las “monstruosidades” humanas no son sólo culpa de la “modernidad” y del mito del progreso ilimitado. El claro de la verdad es el mundo en el que se vio el relámpago de Hiroshima y en el que se oye el balido de Dolly. El Apocalipsis del hombre es algo cotidiano, ¿tenemos o no tenemos culpa de los Apocalipsis? Solterdijk dice que no, pero me parece que si hay Apocalipsis provocados por el hombre somos responsables. De estar jugando en el filo de la navaja, puede que no, amamos el riesgo, pero de caer del lado de la navaja que nunca se debería haber caído somos responsables, y hay culpables.

La producción del mundo es el mensaje
El hombre es producto pero no sabemos de qué, no es un producto que pueda ser llevado a cabo intencionalmente por hombres. La pregunta es de qué manera un animal entre el pospiteco y el presapiens inició el camino que le llevo a la “casa del Ser”. La respuesta está en ver el drama de la hominización como un asunto doméstico en sentido propio.

La casa o espacio más antiguo que toda dimensionalidad usual, un espacio que como la jorá platónica puede constituir una matriz.

Sloterdijk ha propuesto la esfera como matriz del hombre. La forma de coexistencia transforma a los coexistentes, de ahí el interés de examinar los “lugares” de habitación. Los lugares esféricos son comparables a invernaderos en condiciones climáticas creadas por los propios habitantes. Al mismo tiempo tenemos la facialización del homo sapiens, que en resonancias esféricas, se deshizo del hocico. La esfera llena la laguna entre circunmundo y mundo. El hombre ni está confinado en su circunmundo ni está ante el puro temor de lo indeterminado. Las esferas son intermundos, membranas entre lo exterior y lo interior. Lo esférico es el término medio entre el denso habitar del animal y el diáfano Apocalipsis del ser. Las esferas pueden funcionar como intercambiadores entre formas de existencia animal y humano simbólicas. Ellas comprenden contactos físicos, metabólicos, procreadores y las intenciones que apuntan a cosas lejanas e inteligibles como el horizonte y los astros.

El habitar es más antiguo que la casa y el recinto más antiguo que el hombre. Son situaciones antes del hombre en su devenir que eran medios de producción y de relaciones de producción.

Las casas son instalaciones de aislamiento que ofrecen a sus moradores la ventaja de asegurarse y reproducirse en un espacio interior. Hace más de un millón y medio de años en Olduvai el homo habilis habitaba espacios rodeados por empalizadas contra el viento. Antes del homo sapiens ya había muros.



Garganta de Olduvai en Africa oriental, lugar de la más cultura más antigua

Para llegar al hombre cuatro mecanismos se han engranado dando lugar a causalidades circulares:
Mecanismo de insulación
Mecanismo de exclusión corporal
Neotenia
Mecanismo de transferencia, el hombre está en camino hacia el lenguaje.

En su “fantasía filosófica” sobre el “camino al claro”  Sloterdijk prescinde de la cerebralización para no complicar.

  1. La insulación

Individuos marginados en la periferia producen el efecto de un muro viviente en cuya cara interior se crea una ventaja doméstica para los individuos que están en el centro. La madre y sus crías se benefician. El resultado de la insulación  es que la cría se transforma en infante, así se desarrolla el espacio madre-hijo, y la relación se prolonga en el tiempo. Es imposible niños que perduren sin un aumento de la seguridad. Las formas de vida sociales de orden superior tienden a desarrollar e papel del circunmundo, no se desarrollan en un nicho ecológico sino que producen el nicho. Empiezan las formas lujosas, como lo es ser niño. Ser infante tanto tiempo es un lujo que los animales no se lo permiten. Y últimamente en nuestra sociedad española desarrollada la infancia se va prolongando de manera no sé si peligrosa para la especie.

En estos espacios en los que se crean las condiciones de seguridad para la crianza, hay un aumento de sensibilidad y comunicatividad entre los beneficiarios del mismo. La presencia de niños modela la sociedad humana como ninguna otra. Los niños fueron los verdaderos renovadores del comportamiento humano.

  1. La exclusión corporal

Fue Alsberg en 1922 quien habló de ella. Al principio hay un uso casual de instrumentos. El homínido se emancipa de la necesidad de adaptación orgánica, se evade de la prisión del circunmundo. Con el homínido que coge una piedra y la lanza o golpea algo se abre en la naturaleza el nicho ecológico del hombre. Ese homínido carroñero, bípedo por tendencia, de robustos pies de corredor coge una piedra, y con la piedra está cogiendo la oportunidad de salir “al claro”. El hombre no viene ni del mono ni del signo, viene de la piedra, el uso de la piedra abrió el horizonte de la prototécnica. En el uso de la piedra para lanzar y golpear se averigua que no hay que estar en contacto corporal con presencias del circunmundo. No hace falta huir, se puede dominar la cosa que amenaza. Los límites de mis lanzamientos son los límites de mi mundo. La mirada que observa una piedra que se tira es la primera forma de teoría. El homínido tiene un proyecto: dar una pedrada a algo o a alguien. El sentimiento de acierto es el primer peldaño hacia la verdad ¡le dí!

Al arrojar, golpear, cortar aparece lo que resulta. Algo muy diferente al nacer de animales y plantas. El homínido lanzador, golpeador es un cooperador del claro. La acción supone el éxito, el éxito remite a la acción que lo produjo. El tiro certero es la primera síntesis de sujeto (piedra) cópula (acción) y objeto (animal o enemigo). El corte completo prefigura el juicio analítico. Las frases son mímesis de lanzamientos, golpes y cortes en el espacio de los signos, las afirmaciones imitan lanzamientos, golpes, cortes exitosos. Las negaciones nacen de las acciones erradas. Las piedras hablan del poder que se puede tener sobre lo que hay enfrente.

El hombre viene de la piedra


Nace el lazo entre éxito y verdad. En este espacio se ejercita el carácter de blanco de las verdades. Nace para el ojo que acompaña al lanzamiento, el horizonte. Desde entonces hay verdad, desocultamiento, conformidad, acierto, corte justo. Sólo en contraste con la propia acción y producción se vuelve la mirada al horizonte. El horizonte es el anillo inalcanzable en torno a todo. El horizonte confiere a todo lo que existe y sucede una síntesis última. Es lo que ningún lanzamiento alcanza. A partir de aquí se puede desarrollar el ser que engloba la sustancia patente y latente parcialmente alcanzable común a todas las cosas.

Todos los hombres aspiran por naturaleza a saber, que es éxito. Se produce el acontecimiento decisivo, la retroalimentación entre las producciones culturales de los homínidos y la canalización del gene flow hacia el hombre. El uso de la piedra en el paleolítico creó una situación evolutiva particular. Los cuerpos de los homínidos comienzan a ostentar notas lujosas, la cabeza o más bien cabezón por lo desproporcionado al nacer, se humanizan, que es avanzar en dureza hacia fuera y en refinamiento. La selección es cada vez más relativa al “invernadero” en vez de adaptarse al “Umwelt”. Se recompensan cualidades que permiten al sapiens un mayor distanciamiento del “Umwelt”. El hombre, animal orquídea que se cría en un invernadero.

  1. Neotenia

Este factor es el de efectos más dramáticos y misteriosos. En el invernadero humano sobrevive no el más apto, sino el que mejor aprovecha las oportunidades del invernadero. El hombre se encamina hacia variaciones estéticas, muchas variaciones genéticas del hombre son selectivamente neutrales, no importan para “sobrevivir” ¿qué más da el color de ojos? ¿forma de la nariz? O cualesquiera variaciones físicas a las que nos tiene acostumbrados la observación de cuerpos de nuestros congéneres. El hombre se encamina hacia la belleza, un premio bioestético a la distinción que se puede observar en las formas femeninas o en el despejamiento de los rostros no peludos.

El hombre presenta características intrauterinas en situación extrauterina. Como efecto de la técnica primitiva tenemos un criadero o invernadero de hombres. Lous BOLK dio el teorema de la fetalización. Nacemos prematuros por el aumento del tamaño del cerebro, hay causalidad circular.

Antes de aparecer el lenguaje fueron los gestos (golpear, lanzar) los que produjeron la incubadora humana. El lenguaje es sólo la segunda casa del ser, la primera es el recinto. El lenguaje con sus símbolos, leyes, religión, costumbres, conserva la incubadora humana. Nace el tiempo existencial dentro del espacio humano. Primero el espacio, recordemos la insolación, el habitar, el recinto. Dentro del espacio por tanto surge la prehistoria u hominización, la cultura, y la historia, que es el tiempo de la competencia entre culturas, de las guerras.

Los hombres son previsores que viven más en el pasado y en el futuro que en el presente del animal. El hombre es ontológicamente lujoso porque lo es fisiológicamente, y lo es fisiológicamente porque vive en un invernadero. Estos invernaderos de grupos humanos se llamarán culturas, el tiempo del aseguramiento del lujo y los fracasos en tal empeño conforman la historia.

Muchas características de  la fisiología humana muestran esa “claridad” del hombre, como la cara, una frontalidad que mira, o los órganos sexuales femeninos no detrás sino en posición subcentral que hace de la sexualidad humana también un encuentro cara a cara, la cara es el claro del rostro, la delgadez de la piel , el claro de la epidermis.

El cerebro es el órgano general del claro. La capacidad de aprender es una prueba de la realidad del mundo exterior. El desarrollo enderezado al lujo halló en la mano el medio más perfecto. La mayor parte del desarrollo cerebral se produce fuera del útero, el hombre está abierto a la expectativa, a la información no innata, el cerebro adquiere supremacía sobre lo instintivo. Es el taller donde se relaciona lo a priori con lo a posteriori, es la condición orgánica de la posibilidad de la experiencia.

Es preciso liberar la capacidad de habitar de toda fijación en casas construidas para concebir la primacía del convivir creador del espacio antes de la arquitectura. Heine llamó a la Biblia la patria portátil, no es el territorio lo que hace posible la comunidad sino la convivencia hablante y cooperativa. Ese es el lugar o la incubadora simbólica en la que las convivencias crean su manera específica de estar dentro de ella. El lugar entre nosotros es más antiguo que la tierra en que vivimos. La conversación que somos es más fundamental que el suelo sobre el que estamos.

Las técnicas que modelan al hombre conforman la antropotécnica: lenguas, historias de la fundación, reglas del matrimonio, lógica del parentesco, técnicas educativas, normalización de roles por sexo y edad, división del trabajo.

A esa antropotecnia hubo de preceder la domesticación del hombre, y esas técnicas de domesticación sólo indirectamente y de forma inconsciente produjeron el hombre al abrir el espacio en el que el hombre pudo seguir la deriva genética hacia sus formas anatomicamente y cerebralmente lujosas con sus extensiones simbólicas.

El filósofo se atreve a vaticinar a la larga una situación “posracista” en el mundo, por la evidencia de que la variación entre los individuos humanos es mayor que entre las etnias. Pero de evidencias racionales que nadie ve estamos sobrados. Ojalá se diera en verdad el posracismo como una etapa de la historia de la humanidad.

  1. Transferencia

La hominización es una hiperinsulación que tiene sus riesgos. Cuando llegan las catástrofes naturales el hombre paga el precio más alto por su refinamiento biológico y su éxtasis ontológico. Ese espacio interior y su organismo hipersensible acaba implosionando. Con las catástrofes el hombre se ve desnudo, inerme. De ahí la importancia de poder recurrir al mito, a recuerdos y rutinas que permitan una repetición de estados anteriores de orden e integridad. Aquí se dibuja la inmunología simbólica y la psicosemántica de la regeneración sin las cuales sería impensable el sapiens en medio de tantas penalidades.

De ahí las religiones reparadoras, el mito del renacimiento, la demanda de regeneración se inicia cuando los hombres son amenazados por el “Umwelt” de otros hombres, es el período, imperial, político y culturalmente desarrollado de la historia. Los hombres interpretan el acostumbrarse a lo nuevo como una transferencia de hábitos. Las mismas palabras, costumbres, hábitos, “Sitten” vienen del habitar, “setzen”.
Hacerse adulto implica amoldarse a lo no propio. Las relaciones adultas entre los sexos se basan en que uno de los dos acepta renunciar a su casa y a su inmadurez. El deseo endogámico toma caminos exogámicos (Freud). Se busca a la madre o a la hermana y se encuentra mujer en otro lugar.

El lenguaje, casa del ser, es el órgano universal de la transferencia. No es tanto poner nombres a las cosas como  que con el lenguaje aproximamos lo extraño y lo inquietante. Lo incluimos en una esfera habitable, inteligible. El lenguaje hace vivible la exposición al mundo abierto. Asimila lo desemejante a lo semejante. El lenguaje “encasa” la totalidad de las cosas.

Hoy en el mundo tecnificado otras técnicas de acercamiento han tomado la delantera. La “casa del ser” desaparece entre andamios, la situación actual del mundo es tal que la cultura técnica lleva al lenguaje y a la escritura a un nuevo estado.

Pero esa parte de la fantasía filosófica de Sloterdijk se escapa del estudio del camino que nos ha traído hasta aquí.


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