François Jullien nació el 2 de junio de 1951 en Embrun,Hautes Alpes. Empezó como profesor agregado en l'École Normale centrándose en el trabajo sobre los textos griegos, a los que considera la base de nuestra cultura.. Pero quiere cuestiona la filosofía, nuestra filosofía de manera radical, para evidenciar y poder pensar lo más familiar, aquello de lo que no podemos distanciarnos porque está demasiado cerca. El proyecto sólo es posible, considera, desde el afuera de nuestra tradición cultural. Esto, por las razones que más tarde explicaremos, le lleva a China. Consigue una beca en este país y empieza a estudiar la lengua y el pensamiento chino. Estudia en las universidades de Pekín y Shanghai. Inicialmente tiene muchas dificultades coyunturales : China está todavía atrapada por la Revolución cultural, auqnue sea en su fase final. Pasa despues a ser el responsable de la Antena francesa de sinología en Hong Kong. Viaja también a Tokio, con una beca de la Casa franco-japonesa. Preside la Asociación Francesa de Estudios Chinos ( de 1988 a 1990). Dirige el Departamento de Asia oriental de la Universidad de París VII (1990-2000) y preside el Colegio Internacional de Filosofía (1995-1998). Actualmente es profesor de la Universidad París Diderot y director del Instituto de Pensamiento Contemporáneo y del Centro de Marcel Granet. Miembro del Institut Universitaire de France. La obra escrita de Jullien es muy amplia : es un escritor muy prolífico que empieza a escribir en 1979. Se han organizado múltiples coloquios internacionales sobre su obra.
2. El sabio chino no filosofa
El planteamiento de Jullien no es el de un sinólogo
sino el de un filósofo ( Jullien, 2005b). Se trata de salir de la
filosofia, es decir de la tradición que arranca en Grecia y continua
en Europa, para retornar a ella. Pero para hacerlo radicalmente hay
que iniciar una especie de exilio intelectual que nos conduce hacia
otra tradición para poder volver desde ella al punto de origen. Es
una cuestión estratégica oblicua, un movimiento de ida y de vuelta
para elaborar este trabajo filosófico que es imposible hacer sin
movernos del interior del propio marco cultural. Es un viaje
circular. Cuestionar las raíces nos lleva indudablemente a la
lengua, que es la estructura básica de su pensar específico. La
elección de China es para Jullien es lógica : la India comparte con
Grecia su matriz lingüística europea y el hebreo y el árabe
comparten la historia, por lo que en ambos casos hay mezcla. Por esta
razón no acabamos de salir realmente de la propia tradición. China,
en cambio, es el afuera de nuestra cultura. Nos permite un poyecto de
descontrucción de la filosofía desde el exterior.
Para Jullien los intentos de desconstrucción efectuados hasta el momento por nuestros filósofos han sido siempre fallido. Se han hecho en el fondo, considera, desde el interior de nuestra propia tradición. Esta operación sólo ha sido posible en un movimiento que nos lleva a cuestionar lo griego pero que nos devuelve al otro interno de lo griego en nuestra cultura, que es lo hebreo, lo bíblico: lo comprobamos, siguiendo su razonamiento, en Heidegger, en Derrida y en Levinas). Jullien insiste en que el término tradición aplicado a la filosofía es correcto, por mucho que se presente paradójicamente como su crítico permanente. Por mucho que queramos pensar de otra forma lo hacemos siempre desde los instrumentos críticos que el propio pensamiento genera. Pero esta búsqueda de la alteridad es un mecanismo interno exclusivo de nuestra propia tradición, que no encontramos por ejemplo en China, con una vinculación esencial hacia la filiación. Es nuestra singularidad.
Para Jullien los intentos de desconstrucción efectuados hasta el momento por nuestros filósofos han sido siempre fallido. Se han hecho en el fondo, considera, desde el interior de nuestra propia tradición. Esta operación sólo ha sido posible en un movimiento que nos lleva a cuestionar lo griego pero que nos devuelve al otro interno de lo griego en nuestra cultura, que es lo hebreo, lo bíblico: lo comprobamos, siguiendo su razonamiento, en Heidegger, en Derrida y en Levinas). Jullien insiste en que el término tradición aplicado a la filosofía es correcto, por mucho que se presente paradójicamente como su crítico permanente. Por mucho que queramos pensar de otra forma lo hacemos siempre desde los instrumentos críticos que el propio pensamiento genera. Pero esta búsqueda de la alteridad es un mecanismo interno exclusivo de nuestra propia tradición, que no encontramos por ejemplo en China, con una vinculación esencial hacia la filiación. Es nuestra singularidad.
François Jullien afirma incansablemente que no quiere
caer en el exotismo ni tampoco mantenerse en el eurocentrismo.
Tampoco quiere caer en un relativismo fácil, aunque ve la necesidad
de salir del universalismo europeo. Su mirada es europea y más
específicamente, filosófica : ni quiere ni puede dejar de serlo. Su
viaje a China ( tanto en una dimensión exterior como en interior) es
un viaje de ida y vuelta. La pregunta es si hay en la tradición
cultura china una filosofía propia, anterior a la influencia que
ejerce sobre ella a partir del Siglo XX la filosofía europea.
Jullien afirmará dos cosas : La primera es que en cierto sentido podríamos decir que hay filosofía
porque hay debate y argumentación sobre problemas que podemos
considerar filosóficos: el sentido, el conocimiento, la acción.
Pero en otro sentido dice que no hay filosofía, ya que este se
centra básicamente por la idea de Verdad y por la pregunta sobre el
Ser, relacionada con la lengua griega . En China no hay ni búsqueda
d ela verdad ni preguntas ontológicas. La respuesta es, entonces,
que aunque en China hay un camino del pensar éste no es filosófico.
Podemos contraponer entonces el filósofo europeo con el sabio
chino.
El sabio chino, al contrario que el filósofo griego,
no tiene ideas particulares. Confucio, paradigma del sabio,
carece de prejuicios y para ello no debe tener ideas personales. Lo
personal es simepre parcial, es un punto de vista, una posición
determinada que tiene un carácter que nos oculta la totalidad. No
puede estar atrapado por las ideas, lo cual no quiere decir que no
las tenga. Esto no quiere decir que no piense: mira sin elegir, ya
que cualquier elección selecciona porque excluye.Al tomar el camino
de lo particular contra el de lo universal, que es el de la
globalidad, cae en la parcialidad. La actitud del sabio ha de ser
abierta y evitar identificarse con una idea, cualquiera, porque ello
significaría limitar su perspectiva. El sabio todo lo abarca y no da
preferencia a nada. No hay tampoco deseo de saber ( filo-sofia)
porque el sabio no desea nada. El sabio no se implica, no se explica,
solo saborea su sabiduría.
Otra cuestión interesante es la del papel del texto y
la manera de entenderlo en la tradición china ( Jullien, 2004). El
caso paradigmático es Confucio, que adquiere el papel de fundador
del linaje de la tradición : ni es la palabra que da sentido (
Biblia) ni tampoco el discurso que construye una lógica.
3. ¿ Quién vive ? Estrategia y virtud
François Jullien considera que cuando en China se
aborda la cuestión de la buena vida no se plantea en términos de
felicidad, que es un concepto que en esta cultura ni siquiera se
contempla. No se parte tampoco de una concepción dualista ni por la
pregunta por el sentido. De lo que se trata es de lo que ellos llaman
nutrir la vida. Esta expresión máxima la encontramos en el
sabio taoísta Zhuangzi . Se trata de ir a lo más básico,
lo más primitivo, lo más esencial, a las raíces vitales donde no
hay diferencia entre lo corporal y lo espiritual. Tampoco plantea ( como en Grecia : Aristóteles)
niveles de vida jerárquicamente establecidos , ya que todo forma
parte de la misma unidad. A esta la que podríamos llamar la
vitalidad orgánica. Se trata de alimentar y de hacer circular el
principio vital ( qi) y evitar las obstrucciones, origen de
las enfermedades ( aquí hace un paralelismo con la fijación que
describen los psicoanalistas como fuente de las neurosis). Hay que
liberarse de la preocupación por la vida, a la que no hay que forzar
ni controlar, ya que es una proceso global y dinámico del que hay
que facilitar su espontaneidad. No tenemos un cuerpo : somos nuestro
cuerpo, que no es otra cosa que un proceso estructurado de energía .
Hay múltiples términos chinos, nos dice Jullien, para hablar de
este cuerpo : xing ( que sería la forma actual), ti (
el ser constituido), qi ( el aliento y la energía), el shen
( la mente espíritu). Todos son matices de la misma realidad
corporal en una concepción unitaria que es orgánica y funcional. Hay que buscar la larga vida, que para ellos
está ligada a la buena vida : fluida, flexible, abierta.
Vivir es como un proceso de maduración en el que hay que orientar
bien la energía, sin dispersarla ni malgastarla : una circulación
sin bloqueo. La noción griega europea de felicidad , ausente
de la sabiduría china, implica fijación y finalidad, mientras que
lo que hace el sabio chino es desarrollar de manera natural, sin
objetivo, las propias capacidades. Es el resultado no buscado el que
cuenta, la consecución natural de una actitud sabia frente a la
vida. Jullien señala la influencia de estas concepciones en
el mundo globalizado : la importancia de la higiene, de la salud ( la
dieta, los productos naturales) la gestión de la propia vida, la
facilitación de los procesos sin controlarlos ni forzarlos. Pero es
una influencia banalizada que la transforma en una versión
degradada.
Pero volvamos al sentido originario. Se trata de ir
hacia un equilibrio dinámico autorregulado: esto es la armonía. Nos
lo dice Zhuangzi : hay que vivir relajadamente y sin perder el
centro. La alquimia china no es otra cosa que la idea de que hay
forjar lo sutil a partir de lo grosero. Se necesita un trabajo
interno profundo, que no es intelectual sino práctico, para eliminar
las obstrucciones las y tensiones de todo tipo. Aquí vuelve a hacer una analogía con el psicoanálisis
: este vaciarse viene a ser como la purga de los afectos, la catársis
que libera los bloqueos emocionales. No hay contraposición entre
naturaleza y cultura como formulan los griegos y sobre todo los
europeos.
El pensamiento chino es fundamentalmente estratégico : pero hay que
entenderlo de una manera diferente de como lo entendemos en Europa. En China, una estrategia es eficaz en dos casos : o
como conjunción con la moral o como puro ejercicio del poder. La primera opción es la que defiende la tradición de los
realistas ( con muchos puntos en común con la tradición
confucionista, a la que pertenece Mencio, cuyos textos son la base de
la reflexión de Jullien sobre moral china) y la segunda opción es
la de los mal llamados legistas ( porque no defienden el
respeto a la ley sino la sumisión a la autoridad del poder). Pero
siempre hay en la concepción china de la eficacia ( de la
estrategia) una serie de elementos comunes que surgen básicamente de
la idea de transformación a partir de una acción indirecta ( wu
wei) que produce efectos indirectos. Hay un proceso continuo
regulado por una lógica cuya coherencia hay que descubrir, que
implica una maduración que hay que respetar. No debemos forzar no
controlar, hay que seguir la propensión de las cosas, aprovechar su
potencial, facilitando la orientación más favorable.
Este planteamiento no se base en ninguna de las dualidades: teoría/
práctica, fines/ medios, modelo/ aplicación, objetivos/ planes. No
hay ni decisión, ni elaboración ni elección solo adaptación al
curso de las cosas de las que nosotros formamos parte. Las ideas
básicas de la estrategia china son el la del potencial y la
de la configuración. Hay que buscar la energía potencial de
cada situación y obtener mucho efecto con poco esfuerzo, adaptarse a
las circunstancias recogiendo lo mejor para nosotros, facilitando lo
que es favorable al provecho propio ( estrategia al servicio del
poder) o al de los otros ( opción moral). No hay un plan establecido
porque lo que hay que hacer es estar alerta a lo que va pasando,
evaluando las fuerzas que entran en juego. Hay que dejarse llevar por
los procesos en los que no encontramos, pero hay que hacerlo de una
manera activa, configurándolas a medida que nos adaptamos a ellas.
Es necesario explotar así el potencial implícito de una situación
determinada. El arte de gobernar consiste en hacer de forma invisible
que los demás confluyan naturalmente en la posición que buscamos de
los otros. Si hay que actuar hay que hacerlo lo más pronto posible,
antes que el proceso se estructure, modificar lo blando antes que se
vuelva rígido.
Podemos contraponer entonces la lógica china y la lógica europea.
La primera se establece sobre la base de la relación entre condición
y consecuencia mientras que la segunda es entre medios y
fines. En el primer caso buscamos siempre las condiciones más
favorables y recogemos lo más provechoso. El segundo se plantea en
término de cálculo y de éxito o fracaso, de victoria o derrota. En
el lado griego, origen del europeo, el estratega es como un piloto de
barco que navega en alta mar para llegar a su destino venciendo las
amenazas imprevistas : es la epopeya y lo heroico en una narración
dramatizada. En la lógica china todo es condicional y complejo y
nosotros formamos parte de un proceso que nunca se cierra, que
siempre está abierto a nuevas combinaciones. La lógica
greco-europea de la eficacia se basa totalmente en la acción,
mientras que para los chinos muchas veces es mejor no actuar y ellos
mismos diluyen a menudo la diferencia entre actuar y no actuar. En
muchas ocasiones es mejor no intervenir. El sabio es un motor
inmóvil, no tiene que actuar para obtener unos resultados, debe
dejar muchas veces que los procesos sigan su curso. Es estratega debe
generar las condiciones para que las cosas pasen de la mejor manera
posible, concebir una propensión en la que ya no sea necesario
obrar. El buen estratega es el que capta el cambio antes de que se
manifiesta, el que es capaz de captar en lo visible lo que será
visible y actúa en consecuencia. En todo caso no hay que pasarse en
la acción : no sólo por el desgaste que implica sino por sus
consecuencias desde el punto de vista de la eficacia : el efecto no
se produce o se produce mal.
Al mismo tiempo es importante también la idea del vacío necesario :
no hay que llenar nada del todo ni llenarlo todo : hay que dejar
siempre, un margen, un espacio vacío. La referencia china es la
agricultura, el crecimiento de las plantas. No hay que tirar de las
plantas para que crezcan más rápido. Hay que facilitar su
crecimiento separando todo lo que traba su desarrollo por lo que hay
que acompañar el proceso, no abandonarla. El efecto es lo que se
cosecha. Importa la eficacia de la inmanencia, que es la de adaptarse a los
procesos, no el de trascenderlos para imponer un objetivo. El
estratega no manifiesta nunca su fisura y espera pacientemente a que
el otro manifieste la suya: esta es la ocasión del ataque. Hay que
intentar vencer sin enfrentarse, prevenir el conflicto antes de que
aparezca.
François
Jullien plantea también un interesante paralelismo entre la
legitimación de la moral de un clásico chino, Mencio ( S. IV A.C),
y la de dos filósofos ilustrados, Rousseau y Kant ( S.XVIII) . A pesar del alejamiento de las épocas y de las culturas
filósofo francés considera que podemos observar una experiencia
común, que es la del sentimiento de
humanidad o de piedad. La línea de
Mencio va, desde la reacción humana de vivir algo como insoportable
el dolor ajeno hasta la virtud de la humanidad (
ren). Desde lo condicionado hasta lo
incondicionado, desde lo relativo hasta lo absoluto que lo que
propone es actualizar nuestro potencial moral. Este perfeccionamiento
es lo que nos diferencia de los animales, lo que nos hace humanos. No
se trata de seguir ni normas ni unos principios determinados, sino
sólo de madurar el carácter moral, que nos conduce directamente a
transformar las cosas naturalmente, ejerciendo una influencia
invisible. El bien es también una forma de provecho ( que es lo que
busca la eficacia) aunque orientado a los otros. La moral de Mencio
no es entonces prescriptiva porque la conducta virtuosa debe ser la
que aparece naturalmente cuando el hombre es virtuoso. Si el hombre
no es humano es
porque su naturaleza está dañada y este sentimiento está
paralizado. Al no fijarse ninguna regla, decía su maestro Confucio,
el sabio está siempre perfectamente disponible para lo que cada
situación exige. El bien no es una norma impuesta desde afuera, es
la manifestación de un perfeccionamiento interno.
El planteamiento chino no es individualista, según Jullien, pero tampoco ataca la individualidad : es transindividual. La piedad es la manifestación de este carácter transindividual i transemocional de la existencia humana. En todo hombre hay esta predisposición a la moralidad, ya que Mencio hay parte de una bondad natural del hombre. Este es un debate importante en el interior de la tradición confucioniana, que en general considera al hombre como ambivalente porque coexisten en él las buenos y los malos impulso. Éste es uno de los grandes debates ( ¿ filosóficos ? ) que se dan en China antigua. Otro pensador chino, Xunzi, defendía que el hombre es naturalmente malo, que busca siempre su provecho personal y que tiende por tanto a odiar y a envidia. Pero la noción de voluntad, tan cara en Rousseau y en Kant no existe en la tradición china. Actuar bien es una cuestión de capacidad, no de voluntad, por la que ni tan sólo se plantea el problema del mal. También en oposición a Kant, Mencio ni se plantea el tema de la libertad. Jullien considera que todo el desarrollo teórico de la cuestión de la libertad en nuestra civilización procede originariamente de la epopeya y la tragedia griega y posteriormente de la concepción ilustrada del hombre como sujeto moral. Todo gira en torno de la importancia del acto humano, de la decisión frente al dilema. En China, en cambio, se plantea la conducta, no el acto, ligada a la espontaneidad. Lo que representa el sabio para China es el estratega que combina la virtud y la eficacia, el que consigue la victoria gracias a la propagación y la atracción. La grandeza del sabio es discreta, simple, y parece que forma parte de la regulación de las cosas. El sabio, en lugar de exhibir la virtud, la hace evidente.
El planteamiento chino no es individualista, según Jullien, pero tampoco ataca la individualidad : es transindividual. La piedad es la manifestación de este carácter transindividual i transemocional de la existencia humana. En todo hombre hay esta predisposición a la moralidad, ya que Mencio hay parte de una bondad natural del hombre. Este es un debate importante en el interior de la tradición confucioniana, que en general considera al hombre como ambivalente porque coexisten en él las buenos y los malos impulso. Éste es uno de los grandes debates ( ¿ filosóficos ? ) que se dan en China antigua. Otro pensador chino, Xunzi, defendía que el hombre es naturalmente malo, que busca siempre su provecho personal y que tiende por tanto a odiar y a envidia. Pero la noción de voluntad, tan cara en Rousseau y en Kant no existe en la tradición china. Actuar bien es una cuestión de capacidad, no de voluntad, por la que ni tan sólo se plantea el problema del mal. También en oposición a Kant, Mencio ni se plantea el tema de la libertad. Jullien considera que todo el desarrollo teórico de la cuestión de la libertad en nuestra civilización procede originariamente de la epopeya y la tragedia griega y posteriormente de la concepción ilustrada del hombre como sujeto moral. Todo gira en torno de la importancia del acto humano, de la decisión frente al dilema. En China, en cambio, se plantea la conducta, no el acto, ligada a la espontaneidad. Lo que representa el sabio para China es el estratega que combina la virtud y la eficacia, el que consigue la victoria gracias a la propagación y la atracción. La grandeza del sabio es discreta, simple, y parece que forma parte de la regulación de las cosas. El sabio, en lugar de exhibir la virtud, la hace evidente.
4. Estética : la belleza de lo insípido
El tema de la belleza es bastante recurrente en Jullien y todos sus
análisis giran en torno a la que para él sería la noción central
de lo insípido. El elogio de lo insípido se despliega para Jullien
en todos los sentidos en China, está presente en todas las
tradiciones. Su mérito es que no está limitado por ninguna
determinación particular, se resiste a cualquier caracterización,
permanece discreto. Es el ideal común de las idferentes artes (
música, pintura y poesía) y tradiciones ( taoísta, confucionista,
budista). Lo hace en contra del juicio europeo que valora lo sabroso,
que es lo sabroso. La insipidez es sutil, muy difícil de
apreciar pero es como si en la cultura china hubiera un
reconocimiento espontáneo de esta cualidad. China no es multicolor,
es llana y pálida. Pero la insipidez no nos lleva al misticismo, es
muy concreta y está totalmente vinculada a la experiencia sensible.
Parece tender a una mayor simplicidad y sobriedad, como si quisiera
transmitir un desapego interno respecto a los motivos particulares :
el término chino dang significa a la vez insipidez y
desapego.. Es expresión de una sabiduría en la que la vida insípida
es un ideal. Todo parece venir de la indiferencia y volver a ella.
La insipidez sirve de caracterización completa, positiva, de la
naturalidad y se expresa en el símbolo chino por excelencia, que es
el agua.
En pintura expresa un paisaje monocorde, con una monotonía diluida
que parece contener todos los paisajes, que se disuelven y funden en
esta tonalidad pálida que le caracteriza. La insipidez pictórica
impregna el paisaje con una cierta ausencia, que es la de las formas
definidas. En el campo de la música las sonoridades menos precisas son las más
prometedoras porque es como si conservasen un resto, un fondo de una
sonoridad que puede prolongarse indefinidadamente, que no ha sido
totalmente actualizada por la cuerda o la voz. Es como un apego a una
música que jamás se expresa y permanece contenida. El sonido
insípido es un sonido atenuado que se reitira, que es como si
muriera prolongadamente al desvanecerse. La insipidez crea la
distancia, la capacidad de afecto, depura las impresiones.
En la poesía es insípida en la medida en que pretende captar lo
invisible dentro de lo visible, a evocar el vacío a través de las
imágenes. Para Jullien es la evolución de la propia poesía china
la que llevó a ir tomando conciencia de la virtud de la insipidez,
hasta que fue plenamente reconocida en el inicio de los Song ( S.XI).
Hay que entender la poesía de la insipidez como un mundo en el que
hay que entrar. Puede simbolizarse en el otoño ya avanzado, cuando
caen las flores de los crisantemos alcanzados por la escarcha y los
últimos colores del año se difuminan. Hay un rechazo de la
ornamentación retórica, una búsqueda de simplicidad en la
expresión. Saborear la insipidez de la poesía se convierte en una
ccesis : gracias al esfuerzo exigido para “masticarla” , de la
necesidad de “salivarla” detenidamente, se abandona todo gusto
apetitoso y toda belleza ficticia a favor de los valores más
esenciales.
5. El tiempo y las transformaciones
silenciosas.
François Jullien reivindica,
con la sabiduría china, la captación de la vida como un proceso que
madura dando unas consecuencias. Esta simple afirmación, tomada en
su radicalidad nos lleva a cuestionar planteamientos muy arraigados
en nuestra mentalidad occidental. La primera es el nuestra concepción
del tiempo, muy ligada a la conjugación en tiempos
pasado-presente-futura de las lenguas occidentales. Jullien trata
específicamente en un libro el tema del tiempo como elemento de una
filosofía de vida. China no piensa el tiempo de forma
cuantitaiva en relación con el movimiento sino de forma cualitativa
en relación con las estaciones. Es un proceso que se desarrolla en
dos fases, lo que dejamos y lo que viene, todo como una unidad. En la
lengua china no hay tiempos verbales, el ser es siempre un ser en
fase. La noción básica es la de duración. El tema del tiempo vuelve a ser retomado en su libro sobre las
transformaciones silenciosas .El cambio no es lo que se
manifiesta cuando hay una ruptura aparente sino que es la
consecuencia de una transformación silenciosa a partir de un giro
sutil, casi imperceptible de la que es resultado. Lo que hay es una
emergencia visible de un largo proceso invisible. La misma relación
causa/efecto se diluye en este planteamiento, ya que es a todo al
proceso al que hay que referirse para entender lo que pasa. Proceso
que es por otra parte global y nunca local, que forma parte de la
duración y no del acontecimiento. El envejecimiento no es ni
decadencia ni degradación sino un elemento más del proceso del
vivir. La muerte no es una ruptura sino una consecuencia más de la
vida, no hay ni drama cristiano ni tragedia griega, ni tan solo la
melancólica heroicidad del romanticismo. Todo pasa naturalmente,
como el fruto que madura y finalmente cae. Lo que importa no es lo extraordinario del acontecimiento nuevo,
sino la persistencia de lo ordinario. Es como las estaciones, que se
transforman las unas en las otras sin un límite estricto que señale
su separación. Pasa mucho y parece que no pase nada, Estamos en la
sociedad del acontecimiento en el que siempre esperamos lo novedoso,
lo que rompe la rutina. Es el acontecimiento-espectáculo de los mass
media, de la moda, del turismo en el que siempre esperamos lo
diferente. China desconfía de la Palabra y de la Acción, confía
más en el paciente proceso de las cosas que no necesitan ser
forzadas ni transformadas en discursos retóricos. No hay dicotomía
entre teoría y práctica, sólo los procesos que desarrollan las
condiciones favorables o desfavorables que son el peligro y la
oportunidad que debemos saber canalizar, de inducir el efecto que
queremos.
El libro más antiguo, más básico y primordial del
pensmaiento chino es el Yi jing o libro de las mutaciones.Está
construido sobre la oposición de dos tipos de trazo, uno lleno y
otrov quebrado, que representan el yang y el ying, la polaridad de
todos los procesos. Explica la realidad desde todas las
transformaciones continuas y posibles ( a partir de una
situaciones-tipo) a partir del cambio de un solo trazo que se
representan en una serie de diagramas ( tres líneas) que se combinan
entre sí formando hexgrama ( un diagrama sobre otro). Cada una de
las 64 figuras que surgen es el potencial de acción de cada
situación , donde hay una determinada relación de fuerzas sobre las
que el sabio debe orientarse para ser eficaz.
6. Una propuesta universalista
En un determinado momento Jullien
sale de su trabajo comparativo para complicarse con cuestiones más
abstractas. Me parece que hay aquí un deslizamiento
negativo, en el que el filósofo francés pierde lo que tiene de más
genuino para perderse en especulaciones de un interés bastante
desigual. Plantea
una
interrelación entre lo común, lo uniforme y lo universal que
resulta sugerente pero que enmaraña mucho la pregunta central que es
si es posible y deseable un universalismo cultural. La elaboración
es potente y abre muchas puertas en la búsqueda de una salida entre
el relativismo y el universalismo eurocéntrico. La universalidad no
está dada, es un proceso que hay que construir y hay que hacerlo con
aportaciones de todo el mundo. Se trata fr ligar lo universal con lo
común y combatir la uniformidad como el principal obstáculo para
una buena universalidad. Igualmente ofrece materiales muy válidos
sobre el tema central en las propuestas ético-políticas de
universalidad, que es "La Declaración Universal de los Derechos
Humanos".
Pero me parece que para desarrollar una línea crítica
consistente Jullien falla en una cuestión fundamental, que es la de
diferenciar los niveles universal, particular y singular. Lo que hace
Jullien, como la mayoría, es contraponer lo universal a lo
particular. El problema es que en este particular se confunden lo que
pertenece al grupo y lo que pertenece al individuo. La primera
referencia de la universalidad es para Jullien el concepto, lo cual
es correcto de entrada, ya que el concepto nos abre a la
universalidad humana. Cuando Sócrates plantea que saber que es un
hombre es saber definir lo universal, lo que es común a todos los
individuos que se incluyen en el concepto, nos da efectivamente la
clave para encontrar lo que nos hace humanos. Si sabemos lo que nos
hace humanos podemos definir y defender este universal cultural que
buscamos. Pero cuando Jullien se centra en la cultura, como hace ¿
De que habla ? No, efectivamente, de este universal cultural sino de
culturas particulares. Aunque él mismo reconoce que estas
identidades culturales no son homogéneas sino heterogéneas lo hace
hasta cierto punto ( la crítica de Jean-François Billeter va en
este sentido). Hasta cierto punto porque no lo lleva a las últimas
consecuencias, que es el de afirmar que la única identidad real es
la singular. Es decir, no se trata de decir que en un grupo con una
identidad cultural haya diferencias internas sino en afirmar que lo
único real son los individuos que conforman este grupo y que la
identidad cultural es una convención, aunque pueda basarse en
propiedades reales. Cuando hablamos de los europeos o de los chinos
estamos hablando de conjuntos que tienen algunos elementos culturales
comunes ( y raciales, no hay que temer a la palabra) pero que no son
grupos reales homogéneos y separados. Dicho de otra manera : un
chino concreto puede tener más en común con un europeo concreto que
con otro chino.
El dar tanta consistencia real a las identidades
culturales de grupo ( que son particulares) y confrontarlas con lo
universal hace que olvide las singularidades de los individuos vivos
que somos la única base para construir cualquier universalidad.
Construir un universal cultural a partir de las culturas particulares
es imposible, como el mismo Jullien reconoce. No contempla que hay
que partir necesariamente de lo singular para ir hacia lo universal,
integrando lo particular como un aspecto de lo universal. Es decir,
el camino que me lleva a la humanidad es mi experiencia singular,
dentro de la cual se integran elementos culturales. Pero estos
elementos culturales son heterogéneos y me ligan a diferentes
colectivos : la lengua, las creencias, las prácticas. Puedo hablar
catalán, ser islámico y ser un apasionado del tai chi, lo cual me
liga culturalmente a tres colectivos diferentes. Ni siquiera la
lengua es determinante culturalmente, como a veces parece sugerir
Jullien, ya que los estudios críticos más actuales d ela
linguística plantean que hay que relativizar mucho esta afirmación.
Todo esto no quiere decir que no podamos hablar de tradiciones
culturales, pero siempre en términos muy críticos y sabiendo que
estamos utilizando un nombre que no se refiere a una realidad
homogénea. El mismo Jullien habla de tradición en función de
civilizaciones ( término igualmente ambiguo) china o europea o de
otras establecidas por religiones ( cristianismo, islamismo,
budismo). En algunos casos el vínculo es más claro entre ambos (
judaismo, hinduismo) pero nunca hay una identidad total y sería un
error considerarlo así.
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