sábado, 24 de agosto de 2019

El arte como plasmación de “realidades ambitales”




Según el filósofo Alfonso López Quintás, el arte no reproduce objetos o figuras, sino que plasma “realidades ambitales”. Gracias a la experiencia estética auténtica el ser humano entra en relación de presencia con la realidad que se encarna en la obra de arte, la cual no intenta reproducir figuras de ciertas realidades objetivas, sino algo mucho más fértil: plasmar ámbitos de realidad que constituyen el verdadero entorno del ser humano. Así, por ejemplo, al grabar las Manos orantes, Durero no se limitó a reproducir miméticamente la figura de dos manos, sino que dio cuerpo sensible a un “ámbito de súplica”. Otro ejemplo: las catedrales son ámbito real de encuentro entre el hombre y Dios, y no una mera realidad propia de los objetos materiales. Con esas realidades ambitales es con las que el hombre e encuentra en su vida. Para Quintás, el arte nos permite crear relaciones con los modos de realidad, modular el sentimiento de realidad. Cada obra de arte encarna un mundo, y es más valiosa en tanto que posee capacidad de remitirnos a las realidades más valiosas de nuestro entorno.
El fundamento de la tesis de Quintás se encuentra en la distinción entre figura e imagen. La figura es un conjunto de rasgos sensibles. La imagen es sensible y meta-sensible a la vez, ofrece rasgos concretos que hacen presente un realidad de orden superior. Una sonrisa, por ejemplo, no es sólo un conjunto de rasgos de una cara, sino la actitud de una persona ante un hecho concreto. Es a la vez figura e imagen. Pues bien, para Quintás todos los temas del arte presentan esta doble vertiente porque no plasman meros objetos sino “ámbitos de realidad”. La intención profunda de las “maternidades” que desde los iconos bizantinos hasta Picasso nos ha dejado la historia del arte es encarnar un ámbito de realidad, el de la afectividad entre madre e hijo. La verdadera obra de arte no sólo representa figuras, construye imágenes que reflejan una realidad respectiva que da lugar a un “ámbito de realidad”.


Pero Quintás olvida mencionar que las realidades ambitales pueden ser distintas según la sensibilidad de cada persona y su ámbito socio-cultural. Por ejemplo: la catedral sólo será  ámbito de encuentro para determinadas personas. Para un turista, en tanto que turista, la realidad ambital que materializa la catedral puede muy distinta a la del fiel, y muy otra puede ser la de un historiador del arte, en tanto que historiador del arte. Realidades ambitales distintas ofrecen posibilidades de sentido distintas. Para un anatomista, en tanto que anatomista, las manos orantes de Durero no materializan un “ámbito de súplica”.



La propuesta de Quintás puede ser muy fértil para los teóricos e historiadores del arte, que podrían, en primer lugar, valorar una obra de arte en función de su capacidad para expresar ámbitos de realidad, definiendo los distintos ámbitos de realidad que expresaría una  misma obra de arte, y en segundo lugar,  ensayar un análisis de la obra de arte tomando como referencia las posibles realidades ambitales expresadas, y comparando obras y formas de expresar el mismo ámbito de realidad.  

López Quintás, Alfonso. “El sentido estético y la fruición de realidad”, en Ética y estética en Xavier Zubiri. VV.AA. Trotta, Madrid, 1996, pp. 141-163.

José Javier Villalba Alameda

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