miércoles, 24 de enero de 2018

PSICOGÉNESIS DE LA MORAL




Es evidente que la Ética no puede construirse indiferente a lo que somos por naturaleza, las pulsiones más oscuras de nuestra alma, los deseos de nuestro cuerpo están en el origen de la vida moral. Por eso la Ética ha de estar atenta a lo que dicen de nosotros los psicólogos.

La tesis principal de Carlos Gómez en su trabajo sobre la relación entre Ética y Psicología(1) es que la Ética no puede reducirse a Psicología, aunque la Psicología pueda explicar el origen, la génesis y los conflictos de la vida moral.


Ya Aranguren se percató de que la estructura moral de la conducta humana enraíza en su constitución psico-biológica. Y mucho antes, Aristóteles relacionó virtudes y vicios (las formas de la excelencia, del exceso y del defecto del obrar humano) con emociones, deseos y sentimientos, y con una exhaustiva galería de temperamentos.

También los tipos psicológicos de los protagonistas de las grandes novelas rusas, francesas o españolas del XIX importan para estudiar la conexión entre aptitudes psíquicas y actitudes morales, la relación entre disposiciones innatas o temperamentales y hábitos virtuosos o viciosos, dignos o indignos, libres o alienados, normales o perversos...

Cuando la Psicología se independizó de la Metafísica se hizo saber de laboratorio renunciando a hablar del alma. A partir sobre todo del emotivismo naturalista de Hume, que quería describir el "teatro de la mente" como Newton había descrito las fuerzas de atracción de estrellas y planetas, la Psicología, en su dimensión experimental, quiso reducir la intención a motivos y la voluntad a impulsos, el llamado "contexto de justificación" a "contexto de descubrimiento", explicando desde el determinismo de los reflejos o los impulsos las libres decisiones que tomamos.

Kant ya reaccionó ante semejante simplificación que soslaya la capacidad de autocontrol del humano; lo hizo a favor del orden de la libertad, postulando el sentido moral del deber como un imperativo racional y categórico. Incluso Hume o Adam Smith aludieron a la conciencia del bien y del mal, o de lo correcto e incorrecto moralmente, mediante el concepto de "espectador desinteresado" ("preferidor racional" en su versión actualizada).

En su ensayo, Carlos Gómez repasa cuatro de los modelos psicológicos más influyentes del siglo XX y sus posibles aportes a la génesis de la moral: La Gestalt o Escuela de la Forma, el Conductismo, el Psicoanálisis y la Psicología Estructural y Cognitiva de Piaget y Kohlberg.


El conductismo, en su versión más radical -la de Skinner- pretendió reducir la formación del espíritu o la educación moral a adiestramiento por condicionamiento. Al hombre se le pueden enseñar los comportamientos adecuados como al caballo de circo se le adiestra mediante el látigo y la zanahoria, el castigo y el premio. Contra esta visión simplista hay que decir que el humano no es sólo un ser de respuestas, sino también un ser de propuestas, son muchos, casi infinitos los mediadores que se ofrecen en el comportamiento humano entre el estímulo y la respuesta, como el mismo conductismo ha tenido que reconocer. La conciencia moral no es un simple reflejo condicionado. La conciencia y la conducta moral no sólo se aprende, sino que también se crea: se decide y elige, pues gozamos -o sufrimos, según se mire- de un margen de libertad y de espontaneidad (auto)creadora.

El proyecto de una "Ética científica" está condenado al fracaso y encierra "un ciempiés de contradicciones" dada la complejidad, variabilidad e imprevisibilidad de la conducta humana. Como ya anunció Aristóteles, la Ética es un saber impreciso y problemático, pues no sólo se ocupa de lo que hacemos, sino también de lo que queremos y debemos hacer, no sólo de lo que somos, sino también de nuestras aspiraciones. En ella no sólo cuentan los hechos, sino también los ideales, también lo que soñamos ser.

Algunos piensan que el Psicoanálisis, sobre todo en su versión vulgarizada, ha servido de pretexto o excusa para el inmoralismo. "La mató porque su infancia fue dura o porque estaba traumatizado por un padre maltratador y alcohólico y una madre intransigente; así que no pudo hacer otra cosa", etc. Se confunden así las causas con las intenciones. Sin embargo, estudiado en su complejidad, el descubrimiento freudiano del inconsciente, o el junguiano de los complejos, aportan importantes elementos y nos ayudan a conocer qué papel juegan las pulsiones, los traumas y los conflictos anímicos mal resueltos(2) en la economía psíquica y por tanto en la genealogía del sujeto social, en el emerger de la vida moral a partir de la biología, o de la razón ética a partir de las contradicciones del deseo:

"Freud no se pregunta por las razones que justifican los preceptos morales sino por los elementos que explican su surgimiento y por el papel que aquellos juegan en la economía psíquica; no se pregunta por el problema del fundamento sino por el origen y la función. Pero, como en su día advirtió P. Ricoeur, 'ser primero [cronológicamente] no es ser fundamento [racional]'. En línea similar, se ha señalado asimismo que en la teoría moral de Freud no hay 'una teoría del deber-ser, sino una psicología de lo que llega a ser deber; más propiamente: una psicogenética de la moral. Genética del deber, no filosofía del deber-ser' (Castilla del Pino). O, dicho en otros términos, es preciso distinguir entre el 'contexto de descubrimiento' y el 'contexto de justificación'".

En el balance de la crítica psicoanalítica de la moral, Carlos Gómez señala también la ambigüedad de los ideales morales, tema recurrente en la retórica vitalista de Nietzsche, este de cómo algunos ideales "decentes" nacen del muy indecente resentimiento, o de cómo la exigencia de justicia puede proceder del deseo de venganza. También señala "el atolladero de la culpa" como uno de los temas más analizados por el psicoanálisis y su mitología, con los conceptos que se le asocian a la culpabilidad: responsabilidad, arrepentimiento, penitencia, pureza, pecado, carga, desgarro, condena...

Está claro que "lo patológico no es experimentar culpa por una acción indebida, sino su ausencia", por ejemplo en el psicópata. También está claro que el sentimiento de culpa no es un mito judeocristiano. Ahí está el Edipo trágico sacándose los ojos cuando descubre que ha transgredido el mandamiento universal de evitar el incesto con la madre y el homicidio del padre.

Es evidente que cualquier determinismo psicológico, como cualquier fatalismo religioso o astrológico, no hace otra cosa que suprimir insidiosamente la responsabilidad consecuente a nuestras libres decisiones, la carga angustiosa de la libertad.


Por último, el modelo estructural y cognitivo de Piaget y Kohlbert también resulta pertinente para la Ética con su énfasis en la asunción de roles a partir del fin de la infancia, como origen de la capacidad para el juicio ético. Sería importante que analizásemos el papel de la imaginación, del ponerse en lugar del otro, a efectos de reflexión ética, tanto respecto al juicio ético como respecto al acto moral.

Habermas ha considerado las investigaciones de la psicología cognitiva como uno de los enfoques teóricos a tener en cuenta para su propósito de reconstrucción de la competencia comunicativa, a la que atiende su pragmática universal.


Notas

(1) La Aventura de la Moralidad (paradigmas, fronteras y problemas de la Ética), Carlos Gómez y Javier Muguerza (eds), Alianza, 2007.
(2) Mucho antes que Freud, Platón ya comprendió el decisivo papel del conflicto entre apetitos, afectos y razones, en el devenir de la psique y la ordenación de la conducta hacia su fin ideal.

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