lunes, 8 de agosto de 2016

H. ARENDT, CONTEMPLACION FRENTE A ACCIÓN




 Mi lectura de "Vita Activa"
 Ana Azanza


4.            CAMBIOS EN LA JERARQUÍA: CONTEMPLACIÓN FRENTE A ACCION

Hay que decir unas pocas frases sobre la jerarquía que se ha establecido entre estas actividades humanas desde la Antigüedad a nuestros días.


En Grecia labor y trabajo eran actividades que tenían lugar fuera de la escena pública, en el ámbito privado de la casa. Sólo el ciudadano que tenía esclavos se podía permitir el lujo de aparecer ante los demás en el ágora, el “mundo” de entonces. Sus esclavos laboraban y trabajaban para él.


En la Edad media se puede decir tranquilamente que el ámbito público desapareció, no hay opinión pública ni “mundo” en el sentido en el que aquí se entiende.

La edad moderna trae más cambios, en primer lugar gran parte de la población no dispone más que de su fuerza de trabajo para sobrevivir al carecer de propiedad. Labor y trabajo se confunden en muchos casos, porque en la cadena industrial el trabajo necesario para fabricar un producto se trocea en diversas tareas repetitivas que no exigen ningún pensamiento ni creatividad. Son rutinas que exigen adaptarse al ritmo de la máquina. Se perfila una sociedad nueva cuyo eje es el trabajo. Todos han de trabajar para sobrevivir y hoy han de trabajar para consumir y “que no pare la máquina”.

Un elemento importante del hacer es el primer paso, antes de hacer está la contemplación de una idea que se quiere llevar a la práctica. Aquí hemos de regresar a Platón que ponía como ejemplo el artesano o demiurgo que hizo el mundo fijándose en las ideas eternas. Para realizar algo es esencial tener la idea de lo que se quiere hacer.

Sin embargo con el nacimiento de la ciencia moderna, nos referimos en especial a Galileo, hubo cambios importante en la forma de enfocar la acción y la contemplación. En el mundo antiguo y medieval se presuponía lo eterno y su contemplación. En la física moderna el hombre no se interesa por lo eterno, al contrario Galileo y todos los científicos en su estela se disponen a plantear “incómodas preguntas” a la naturaleza para desentrañar sus secretos. No es que no importe la verdad, es que la verdad sólo se podrá lograr mediante la acción. El hombre solo conoce lo que él mismo hace, con respecto a lo demás, hay serias dudas, pues la naturaleza “ama ocultarse”. Y es el descubrimiento de Galileo de que las leyes físicas a menudo contradicen la experiencia corriente, el ejemplo paradigmático de que la ley física contradice la observación directa es la ley de caída de los cuerpos en la que no me voy a parar, pero intuitivamente tendemos a pensar que los cuerpos pesados caen a más velocidad que los ligeros y la ley no dice eso: todos caen a la misma velocidad.

Por tanto el científico está seguro de sus preguntas y de los instrumentos que fabrica para intentar contestarlas. Un instrumento modélico que desveló secretos bien guardados del universo fue el telescopio. Mirando, contemplando, no avanzamos. Hay que cerciorase y para ello hay que hacer.

La contemplación, el diálogo interior, el camino hacia la verdad que enseñaba el viejo Platón no tienen nada que hacer en esta nueva configuración. El ideal del conocimiento pasa a estar representado por las matemáticas que nos permite establecer relaciones entre factores escogidos de la realidad y sobre todo calcular, sacar consecuencias, deducir posibles resultados que luego podemos comprobar en el experimento. Las matemáticas se muestran como el instrumento único para hacer preguntas a la naturaleza y obtener contestación.

De aquí pasamos a que hacer y fabricar acaban por conformar el mundo actual. Esto es una realidad constatable tanto para los científicos en su laboratorio, responsables del imparable avance del mundo moderno, como para los trabajadores en sus lugares de trabajo, responsables del imparable crecimiento y productividad del capitalismo global.

Productividad y creatividad son nuestros ideales. Hemos pasado de una configuración antigua en la que nos preguntábamos por la esencia y las causas de las cosas, a una configuración moderna en la que nos interesa el cómo se hace algo. Esto conlleva un desplazamiento de los objetos del saber en general, el objeto del saber tanto en lo referente a lo humano como a lo no humano pasan a ser los procesos. Todas las cosas tienen un significado según su función en el proceso del que forman parte.

El producir y el hacer se vuelven modelos para la filosofía política, como en física se quiere producir, hacer, calcular. Pero es precisamente en estos ámbitos de la filosofía política donde la filosofía moderna se va a mostrar particularmente deficiente. Porque la idea de que sólo lo planeado y fabricado por el hombre es real se da de bruces con el curso de los acontecimientos humanos donde con frecuencia ocurre lo inesperado. .

Volvemos así a la acción, las acciones humanas que revelan a la persona, se caracterizan porque podemos muy bien identificar su comienzo, pero no somos dueños de todas las consecuencias de nuestras acciones, y algo que empiezo hoy por propia iniciativa no tengo idea donde acabará y hasta donde llegarán las repercusiones.

5. CONSECUENCIAS DE LA MODERNIDAD PARA LA ACCION HUMANA

Arendt hace un buen resumen de las consecuencias de la modernidad iniciada por Galileo y continuada por Descartes:

-se ensalza al “homo faber”
-se instrumentaliza el mundo, (“ser dueños y poseedores de la naturaleza”)
-confianza en los útiles y en la productividad
-confianza en el esquema “medios-fin” que se aplica también a la política
-cualquier problema tiene solución
-la utilidad es la única motivación humana
-desprecio por el pensamiento que no sirve para fabricar algo
-identificación de fabricación y acción

La ética empirista y sus derivados se lleva un buen palo en este libro pero no me detendré.

Me importa otro efecto de la modernidad que padecemos y vivimos, me refiero a  la “desaparición del mundo” y frente a ese vacío y en su lugar la “sacralidad de la vida”.

La sacralidad de cada vida humana es una herencia cristiana que la modernidad ha conservado. La vida humana tal como la veían los griegos era lo más mortal de todo. No les faltaba razón, puesta frente a la eternidad del mundo natural una vida es un soplo, si nos paramos a considerar la edad de las montañas que nos rodean o del planeta que pisamos el espacio de tiempo que nos es dado vivir es mínimo.

Pero el cristianismo prometió la vida eterna a todos, una buena noticia que llenaba de esperanza hasta el último rincón del imperio. Pero un desastre para la vida política o la “actuación en el mundo”: desde el momento en que la inmortalidad está asegurada, “hacerse un nombre”, “brillar en el mundo” como los héroes griegos en los versos de Homero se convierte en asunto de vanagloria. Si el alma es inmortal no hay necesidad del orgullo que nace de las propias acciones frente al público.

La vida terrena cobra importancia, frente a lo que pensaba Nietzsche y sus sucesores, porque para el cristiano es el lugar donde se hacen méritos. Aunque la vida sea pasajera es vida y en ella cuentan por igual labor, trabajo, acción. Todo está sujeto a la necesidad. No hay una particular valoración en los filósofos cristianos del trabajo como se ha podido predicar por parte de algunos ignorantes e interesados. Trabaja el que no puede hacer otra cosa, y santo Tomás considera que pedir limosna es un trabajo, tesis que hace que nos llevemos las manos a la cabeza en la actualidad. El trabajo es un medio para evitar la ociosidad, madre de vicios, tiene una finalidad ascética, pero no es valorado por sí mismo como el centro de la vida. De hecho no hay más que echar un ojo a la sociedad medieval para ver quién trabajaba en ella y a qué se dedicaban y de qué vivían nobleza, clero y reyes.

Por el contrario la edad media cristiana valoró hasta el infinito la vida contemplativa sobre las demás. Contemplar es mejor y más meritorio que actuar. Y la época moderna conservó la tradición considerando que es la vida y no el mundo lo supremo para el hombre.

La modernidad se ha conformado según esas dos pautas: hay que hacer para saber, no basta contemplar,
“la vita activa” está ligada a la vida ha perdido su referencia en la contemplación.

Unido a ello la duda cartesiana contribuyó a la “pérdida” de fe en la inmortalidad, la vida humana volvió a ser tan mortal como lo fue en la Antigüedad. El hombre moderno no ganó este el mundo cuando perdió el otro ni tampoco ganó vida. Se vió obligado a retroceder dentro de sí mismo. Y lo único que se demuestra inmortal a nuestros ojos actuales es la vida misma entendida como un largo proceso del que formamos parte por un corto período de tiempo.

Así lo vió Darwin y así lo vió Marx. El filósofo alemán añadió el toque social, los hombres actúan por interés, no ya por interés propio como habían asegurado los inventores de la moderna economía política, sino por interés de clase y la lucha de clases es el motor de la historia como la lucha por la supervivencia es el motor de la vida.


6.                  SITUACION ACTUAL

En estas consideraciones “globales” sobre la vida y la historia desaparece incluso el propio interés individual. Todos estamos formando parte del mismo proceso , el proceso de supervivencia de la especie. Y para conseguir ese objetivo estimamos, o al menos es lo que damos a entender a un marciano que nos viera en la pantalla de su nave, que no nos hace falta nada más que trabajar, todo lo demás es prescindible. Vivimos así, haciendo del trabajo convertido a menudo en labor, sin pizca de creatividad ni de ideal. Pero no quiere decir que este tipo de vida resulta satisfactorio ni “plenificante”

Hemos perdido la experiencia humana de contemplar por supuesto, suponemos que es algo de budistas o de “frikis” de las espiritualidades new age, pero también hemos dejado escapar el pensamiento, el diálogo que un hombre decente mantiene consigo mismo para valorar sus actos. Y limitamos nuestras acciones al hacer y al fabricar.

Curiosamente cuando la humanidad más valora el trabajo coincide con el aligeramiento del esfuerzo físico necesario para laborar como nunca lo hubieran sospechado nuestras abuelas. Las tareas se automatizan al máximo, abundan los ejemplos. Me gusta pensar en mis bisabuelas y comparar: no hace ni un siglo que en España se han dejado de utilizar los lavaderos públicos para cambiarlos por la lavadora. Todas las gestiones se realizan por Internet “pinchando” con el botón izquierdo del ratón. El proceso del que Hannah Arendt levantó acta hace 60 años no ha hecho sino agudizarse. Ella preveía que podíamos acabar mortalmente aburridos, y el marciano que nos visitara nos podía confundir con máquinas. La filósofa no conoció el verano del Pokemon Go,  jóvenes y no tan jóvenes enganchados al móvil provocando atascos por acudir a buscar al muñeco

Con estos ejemplos se muestra que con la vida que llevamos está tan lejos de la existencia humana como de lo infinitamente pequeño y de lo infinitamente grande.

Seguimos construyendo pero se nos escapa de construir un “mundo entre”. Sólo quedan los artistas para “forjar mundo que dura” en sus obras y lo hacen con dificultad, puesto que el mercado pone precios, los objetos de arte y sus autores cotizan más o menos. Son intercambiables como casi todo hoy en día.


La capacidad de iniciativa sigue estando presente pero ¿quién la toma en serio y es capaz de incidir en la realidad humana de otro modo que añadiendo un invento? Actuar dice Arendt que se ha convertido en prerrogativa de los científicos, no hay que descartar que escribiera estas palabras influida por la amenaza atómica de la guerra fría. Pero sigue siendo cierto que los logros técnicos y científicos tienen mayor repercusión que los de cualquier estadista.

Sólo que como ella dice la acción del científico incide en la naturaleza desde el punto de vista del universo, la  bomba H puede destruir el planeta, no influye en la trama de las relaciones humanas. La acción del científico carece del carácter revelador de la acción y no tiene la capacidad de generar relatos y hacer historia memorables que son lo factores de los que surge la plenitud de significado. El pensamiento se ha convertido en privilegio de “menos todavía” que unos pocos y lo mismo ha ocurrido con la acción.






1 comentario:

  1. El desmontaje de nuestro estado del bienestar viene precedido de la apelación a altos valores.
    Es que estoy leyendo "crónicas de la América profunda" de Joe Bageant. libro recomendado y descargable.
    Lo que ha visto y que denuncia, no ha mejorado desde que se escribió el libro, de hecho ya empezamos a verlo por aquí.

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