MI LECTURA DE "LA CONDICIÓN HUMANA"
Ana Azanza
En el mundo entero se acuerdan de Hannah Arendt, en especial en zona de conflicto (Palestina, Ucrania, Egipto.....), como lo demuestra este documental de 2015. Su figura se agiganta con el paso del tiempo, más bien encuentra el reconocimiento que se merece.
Hoy parece que nuestros contemporáneos la aprecian porque encuentran en ella inspiración para ejercer "el derecho a desobedecer", según reza el título del documental.
Casualmente se acaba de estrenar en Estados Unidos la
película “Vita Activa”
que retrata la vida y obra de Hannah Arendt. Una
filósofa que no quería ser llamada filósofa pero que lo es sin duda, y a mi
entender acreditada precisamente por este libro que en español lleva el título
“La condición humana”. Una obra que se puede presentar como lectura filosófica
a cualquiera, porque es un libro que trata de lo que más nos puede interesar
como seres humanos: en qué consiste y ha consistido ser humano y “cómo hemos
llegado hasta aquí”.
1.
LABOR, TRABAJO; ACCION
La palabra “Aquí” alude a la sociedad consumista y laboral
en la que vivimos y que difícilmente cambiaríamos por ninguna otra del pasado
ni tampoco por otra contemporánea donde no haya tantas comodidades. No obstante
echamos en falta algunas cosas en nuestra sociedad avanzada y las reflexiones
de Arendt ayudan a visualizar cuáles son nuestros puntos débiles.
En lugar de limitarse a definiciones de ser humano, hay
muchas, el libro nos invita a la reflexión. Nos ilustra sobre las actividades
propias de nuestra especie, ¿qué hacemos los seres humanos en la vida? Y salta
a la vista la diversidad de acciones, todas importantes y todas necesarias pero
cuya estima social ha cambiado a lo largo de la historia.
Primero se impone la distinción entre labor y trabajo. Labor
comprende las actividades necesarias para el mantenimiento de la vida, son
actividades rutinarias, repetitivas que no dejan nada tras de sí.
El trabajo consiste en fabricar cosas, objetos que
constituyen el mundo en que vivimos, instrumentos para la vida o para fabricar
otros instrumentos. No hay sociedad, no hay vida humana sin labor y sin
trabajo, sin consumo y sin uso de objetos. En la actualidad decir estas cosas
en una sociedad capitalista y consumista es demasiado evidente. Nuestra vida
está organizada en torno al trabajo gracias al cual recibimos un salario que
nos permite consumir, sobrevivir y comprar objetos que llenan nuestras casas y
nos proporcionan un estatus social.
Fabricar, vender, comprar, cambiar.
El mercado es una especie de fantasma que domina hoy a los
seres humanos, casi como el intelecto agente de nuestros tiempos. Hay que tener
mucho cuidado con el mercado y los mercados, se caracterizan por su frágil
equilibrio. Todo es “intercambiable”, todas las cosas tienen un precio y a no
ser que alguien decida irse a la luna, vivimos metidos y dependientes de ese
mercado.
Sin embargo labor y trabajo no son las únicas actividades
humanas. Aunque comprar, usar, tirar para seguir comprando se haya transformado
en el eje del mundo. La filósofa nos señala un tercer e interesante ámbito
postergado: la acción y la palabra que la acompaña. ¿Qué es
acción? Acción es la realización que revela a la persona, no fabrica nada, no
construye un objeto ni da de comer, sólo nos distingue frente a los demás.
Podemos entender a qué se refiere si consideramos qué
difícil por no decir imposible resulta definir a una persona. ¿Cómo definir
QUIEN es alguien? Cuando intentamos definir a una persona concreta nos
enredamos en enumeraciones de características que ese individuo comparte con
otros y comprendemos que la lista de cualidades y defectos no es el quién que
buscamos. El “quien” no puede decirse, sólo puede revelarse o apuntarse en la
acción.
Vemos por donde “van los tiros”: en el mercado un consumidor
es sustituible por otro. En la acción nadie tiene sustituto. Las
circunstancias, los retos existenciales son propios e intransferibles, y todos
los tenemos, de mayor o menor cuantía. Cada individuo de nuestra especie “homo
sapiens” se enfrenta a sus propias circunstancias en las que se le pide “que
esté a la altura”. Cada cual se revela en la acción.
Arendt apunta por aquí contra todos los determinismos que
miran donde no es, puesto que la libertad no significa ni soberanía ni
autosuficiencia. Para empezar nadie se ha hecho a sí mismo, al final de la vida
sí nos encontramos con lo que hemos hecho, pero al principio nadie se da la
vida, venimos al mundo sin que se nos haya consultado, no hemos elegido ninguna
de las condiciones de nuestra existencia. ¡Vaya descubrimiento el de los
determinismos!: genes, talentos, grupo social, época histórica, leyes
físicas….todo nos ata y son condiciones de la vida. En ese marco de condiciones
tomamos día a día nuestras decisiones.
Lo interesante de las acciones en las que mostramos quienes
somos es que no dejan rastro. La acción es un empezar, una iniciativa que no se
sabe donde acabará. El fabricante, el artesano, el artista hacen algo “que
queda y dura”. Pero las acciones humanas pasan. A no ser que alguien las
rememore, las estime dignas de consideración, y las ponga en verso, haga un
poema y las repita por calles y plazas como los aedos en la antigua Grecia.
De un consumidor más no hay mucho que contar, consumiendo
somos literalmente “nadie”. De ahí el vacío de una vida que nos acecha si nos
dejamos llevar por el mundo que se nos impone. Por tanto a la acción va unido
el discurso, las palabras que explican, narran, cuentan el hecho memorable el
porqué y el cómo.
2. PLURALIDAD HUMANA
“Vita activa” da respuesta a algunas de las cuestiones más
enigmáticas de nuestra condición. Por ejemplo cuando distingue las dos caras de
la pluralidad humana: la igualdad y
la distinción. Si los hombres no fueran iguales no podrían entendernos ni hacer
nada juntos, Si los hombres no fueran distintos no necesitaríamos palabras para
entendernos.
La alteridad está por todas partes en la naturaleza, no
sabemos definir sin distinguir una cosa de otra. Pero no es lo mismo distinguir
una cosa de otra que DISTINGUIR-SE, sólo la persona humana puede comunicar su
propio yo, un yo que no es un qué sino un quién, por eso Hume no lo encontró en
sus disquisiciones “para-metafísicas”. Sólo un yo puede comunicar algo más que
sed, calor, frío, miedo…. En el ser humano la alteridad, la distinción se
convierten en unicidad. La pluralidad humana consite en la paradójica
pluralidad de seres únicos.
Mediante el discurso y la acción los seres humanos, hombres,
mujeres nos diferenciamos, nos distinguimos en vez de ser sólo distintos, un
caso más. Es lo propio del ser yo, soy y no soy un caso más de la especie, soy
algo más, soy irrepetible. Y eso irrepetible se revela en la acción y la
palabra que la acompaña. La emoción está en que la palabra sea coherente con la
acción pero eso nos llevaría por otros derroteros que no interesan ahora.
Así nos presentamos ante los demás no como un “trozo de
carne” sino como seres humanos porque tenemos una iniciativa. Es uno de las
claves de “La condición humana”: una mujer no puede contener su iniciativa y
seguir siendo humana. Un hombre que se deja dominar siempre y en todo por lo
“social” renuncia a lo más propio. Es el escenario en el que nos vemos
confrontados cuando predomina “lo masivo”. Podemos vivir sin laborar, en la
antigüedad sólo los esclavos laboraban y además lo hacían fuera de las miradas ajenas,
no tenía interés. Podemos ser un parásito social sin añadir nada al mundo, sin
fabricar. Una vida sin laborar es humana, dice Arendt, aunque moleste, digo yo,
pero una vida sin acción ni discurso está literalmente muerta para el mundo.
El mundo es el espacio en el que “aparecemos” mediante
palabra y acción. La acción y la palabra que la acompaña no proceden de la
necesidad como la labor ni de la utilidad como el trabajo. La presencia de
otros nos estimula pero no nos condiciona. Enlaza con San Agustín, “para que
hubiera un comienzo fue creado el hombre”. Antes del hombre no había iniciativa
en el mundo. Cuando un niño llega al mundo es el comienzo de alguien no de
algo. Una vida humana, un lapso de tiempo breve, una línea recta con un
comienzo y un final. Esa línea rompe con la circularidad del cosmos. En la
naturaleza todo gira y vuelve a empezar.
Cada recién nacido es un comienzo de vida capaz de acciones
inesperadas, no deducibles de lo que haya ocurrido antes. Lo nuevo es siempre
un milagro, algo que se sale de la estadística, algo admirable. De una nueva
vida humana podemos esperar todo, algo singular ha llegado al mundo.
La acción humana corresponde al hecho de haber nacido.
El discurso corresponde al hecho de la distinción.
La realización de nuestra condición humana consiste en vivir
como ser distinto y único entre iguales.
2.
3. ¿QUIÉN SOY YO?
La pregunta más difícil de contestar y que no puedo contestar
por mí misma es ésta: “¿Quién eres tú?” La respuesta a esa pregunta se revela
en el curso de una vida, en las palabras y las acciones y la contestará otro
cuando yo me haya ido y no haya más que añadir a lo hecho. Eso queda y punto
final. “Habré dado de sí” todo lo posible, mi tiempo se habrá acabado y serán
los demás los que vean la totalidad y juzguen, sin que me pueda defender “ni
matizar”.
Así ocurre en la historia, los que mejor la cuentan son los
que están fuera y ven con distancia el conjunto del cuadro con referencia a lo
que pasó después y donde acabó todo.
La acción por tanto procede de que somos el comienzo de algo.
El discurso revela. La palabra expresa lo que se ha hecho, lo que se está
haciendo y lo que se hará. Ninguna otra actividad humana tiene tanta necesidad
de palabras como la acción, ni la labor ni el “hacer cosas”.
Lo interesante de la acción humana es que es una “especie de
capa” que puedo descubrir en todo lo que hago sola o con otros. Cuando actúo no
trato sólo de alcanzar un fin determinado. Lo más visible, la capa exterior es
mi trabajo: “doy clase” es el medio, “que
aprendan” el fin. Pero entendemos aunque no hablemos de ello que somos humanos,
y está claro que todos recordamos de nuestros profesores mucho mejor “quiénes” eran
que “lo que nos explicaban”. Por eso decimos que aunque estemos siempre
reunidos con otros en torno a intereses y objetivos, más profunda es la revelación que sin buscarlo hacemos cada
uno de nosotros de nuestra única y personal identidad. Esa revelación es lo no
dicho y mediante ella hacemos nuestra aparición en el mundo.
No dispongo de mi “quién”. Mi “quien” está implícito en mi
acción y probablemente el quien está más patente a los demás que a mí misma.
Como el daimon que según los griegos
cada persona llevamos sentado en nuestro hombro y los demás pueden ver cuando
nos miran. No vemos nuestro propio genio
sino el genio de los demás.
(Vivimos en contigüidad con otros y la acción necesita de la
esfera pública para brillar. Hay en este punto una interesante distinción entre
“acción que revela el quien” de la que venimos hablando y “buenas obras” en
sentido cristiano. Las buenas obras se ocultan por definición, “que tu mano
derecha no sepa lo que hace la izquierda”. Es la diferencia entre el plano religioso
y el plano político, las acciones necesitan del mundo.
Heráclito decía del oráculo que no revela ni oculta, da
signos. Y cada cual interpreta como puede. Tiene algo de irritante la acción
frente a lo fácil y cómodo que es hablar de labor, trabajo, cognición
(ciencia), actividades productivas en general: “se hace así y así”.
Al hecho físico de que nuestras biografías se desarrollan en
medio del mundo, de la calle, del vecindario, del trabajo…se le superpone otro
“en medio de” igual de real aunque no tangible: nuestros hechos conforman la
trama de las acciones humanas. El fallo de todos los materialismos es pasar por
alto que los seres humanos se revelan con individuos discernibles incluso
cuando se concentran en alcanzar un objetivo totalmente mundano.)
Hola, Luis. No sé si te acuerdas de mí. Me llamo Juan Puelles López, soy de Tenerife, vivo en La Laguna y nos conocimos hace algunos años en las Pirámides de Güímar durante una edición de su Festival de Cortos ; yo presenté un trabajo entonces, no recuerdo cuál. Recuerdo que hacía muy mal tiempo y que nos fuimos todos los presentes a comer a un restaurante de las cercanías. Luego nos volvimos a ver, en el 2007, en el Festival de Las Palmas.
ResponderEliminarSiempre he sido un gran admirador de Hannah Arendt, incluso durante la época en que todo el mundo la ponía 'a parir' (valga la expresión) a causa de su fabuloso libro 'Eichmann en Jerusalén'. recientemente he podido ver la película sobre ella de Margarethe von Trotta, muy ajustada como todo el cine de esa mujer, que conozco bastante a fondo, y voy a bajarme también el documental que tú propones.
Me he bajado muchas de tus publicaciones, e incluso recuerdo que una vez te critiqué una de ellas. No me preguntes más, como dice el famoso bolero.
Recientemente estoy revisando un libro mío titulado 'El método científico en la historia del pensamiento', escrito hace algunos años pero no publicado todavía, con la intención de darlo a la luz. En él hago cita de algunos de tus textos. Igual te interesa que te envíe una copia de esta obra mía cuando haya terminado de revisarla. Así puedes darme tu opinión al respecto. No es prescriptivo. Gracias por todo. Saludos desde Tenerife.