viernes, 10 de junio de 2016

Los Cuadernos negros de Heidegger y su leyenda negra


"Filosofía: el apasionamiento del preguntar extremo en la sobriedad del decir 
que se pliega a lo dicho"
Martín Heidegger (Cuadernos negros)

Desde hace poco tiempo se han comenzado a publicar los textos, hasta ahora inéditos, de Heidegger titulados Cuadernos negros. Se trata de una extensa serie de anotaciones que el filósofo hizo entre los años  1931 y 1976.  Lo publicado hasta ahora comprende textos datados en los años que van desde 1931 hasta 1938.  

Los cuadernos se llaman “negros” a causa de que los textos que los componen estaban agrupados originalmente en cuadernos de tapas negras. Pero más allá de esa contingencia,  lo de “negros” parece ser un ominoso signo anticipatorio de la leyenda negra que se está construyendo alrededor del filósofo a partir de la publicación de los mismos.


Pues su editor, Peter Trawny, ha instalado la cuestión de la relación de Heidegger con el nazismo y su anti judaísmo, como un eje temático alrededor del cual gira toda la publicidad previa y posterior a su publicación.  Además de las observaciones que realizó en la edición de los Cuadernos (ver el epílogo de los mismos), Trawny ha dado varias conferencias sobre esa cuestión, ha escrito artículos sobre la misma, y hasta publicó un libro: “Heidegger y el mito de la conspiración judía mundial”  (Klostermann, 2014). 

Como era de esperar, a la voz del editor se han sumado las de numerosos intelectuales más o menos especializados en Heidegger, junto a una  turba de comentadores ocasionales que no parecen haber leído los Cuadernos o que si lo han hecho no aciertan a hablar de otra cosa que no sea el tópico instalado por Trawny.

Lo cierto es que nosotros, al menos en base a los Cuadernos publicados hasta ahora, y sin negar la ambigua simpatía de Heidegger hacia el nazismo, ni su anti judaísmo, entendemos que en esos textos se trata esencialmente de otra cosa.    

Y francamente nos resulta difícil no preguntarnos por las verdaderas motivaciones de Trawny, y no albergar alguna suspicacia al respecto. Como sea, no queremos sumarnos a la sucia arena de la calumnia y el chisme, tan lucrativa para muchos, haciendo conjeturas sobre esos motivos. Lo que sí queremos señalar es esto: por muy rechazables que se consideren las opiniones de Heidegger sobre el judaísmo, y por muy criticable que sea su relativa y más bien momentánea fascinación con el nazismo, en los Cuadernos hay muchas otras cosas que no sólo ameritan por sí mismas su lectura detenida y su reflexión sino que además definen el horizonte de comprensión dentro del cual es posible situar y entender mejor los tópicos que Trawny instaló como centrales.

Con esto no queremos sugerir que las posturas del filósofo no sean condenables, lo que queremos decir es que si lo único que nos interesa es la condena, entonces no podremos penetrar en la problemática de fondo que atraviesa desde la primera hasta la última nota de los cuadernos.
    
Pero para reconocer esas otras cosas, para poder pensarlas, es necesario sustraerse del poderoso influjo de la leyenda negra promovida por Trawny y sus secuaces.  Ese influjo se impone ante todo como un imperativo hermenéutico, es decir como una clave de lectura única y de valor preceptivo. Para constatarlo basta con remitirse a uno de los artículos que el editor de los Cuadernos le dedicó al tema:

En su "Heidegger 'World Judaism' and Modernity" dice Trawny que los Cuadernos negros, al haber  expuesto las ideas de Heidegger sobre el nazismo  y su antisemitismo, serán cruciales para la futura lectura del filósofo.  Tras lo cual establece la que deberá ser su clave:

"Cómo leeremos a Heidegger? La pregunta se cristaliza especialmente en la cuestión de ¿cómo hemos de entender las declaraciones problemáticas sobre el judaísmo?"  

Es decir, según Trawny, desde ahora habrá que leer a Heidegger desde la perspectiva de sus ideas acerca del judaísmo.  A nuestro juicio eso es una trampa intelectual. Pues así el lector de Heidegger se ve constreñido desde el vamos a situarse él mismo en el dilema que instala Trawny: Si rechazamos el anti judaísmo como postura, entonces iremos a buscar en los Cuadernos negros, y en toda la obra de Heidegger, sólo el pretexto para una condena a priori que nos exime de pensar su pensamiento.  Si, en cambio, nos permitimos abordar a Heidegger sin sujetarnos a esa clave de lectura, entonces seremos automáticamente cómplices del  “estereotipo antisemita” que denuncia Trawny.  Hay ahí, como mínimo, una evidente unilateralidad.

De nuestra parte, no queremos justificar a Heidegger ni negar que su anti judaísmo personal tuviera relación con su concepción de la historia y su percepción del nazismo, todas cuestiones que habría que desembrozar bien, lo que queremos decir es que cuando se pregunta ¿cómo leeremos a Heidegger? y a renglón seguido se instala como clave de lectura sus declaraciones sobre el judaísmo, se obturan otras dimensiones de sentido de su obra.

Y esa obturación, esa restricción del sentido, no es un asunto menor. Pues Heidegger no fue solamente un filósofo sino el filósofo moderno que más ha insistido, después de Hegel, en la importancia del pensar.  Permítasenos, entonces, leer y pensar a Heidegger  -intentarlo al menos- desde otra perspectiva.

Para nosotros lo más importante de los Cuadernos negros es que muestran la agonía del pensamiento Occidental resultante de su carencia de un vínculo consciente y genuino con la Trascendencia. Los Cuadernos muestran a un Heidegger hundido en el nihilismo contemporáneo y tanteando a ciegas las vías de una posible salida del mismo.

Y no deja de ser irónico que la leyenda negra opere precisamente en la dirección de limitar y condicionar el pensamiento sobre el filósofo, pues a lo largo de las muchas y densas notas de los Cuadernos se ve con claridad que a Heidegger lo desvelaba, y hasta lo atormentaba, reconocer que el Occidente  ya no piensa. No piensa, no porque no reflexione, ya que es evidente que sí lo hace, sino porque su pensamiento se ha disociado de la verdad.  Es decir que, aunque todavía en el seno del nihilismo se pueda reflexionar "sobre" la verdad, y hasta alguien pueda sostener algo como "verdadero" frente a lo que supone que no lo es, lo "grave" para Heidegger es que la propia verdad ya no se abre paso en el pensar. Esa es, a nuestro juicio, la cuestión de fondo.
 
Ahora bien, es cierto que, dentro de ese contexto,  varias notas de los Cuadernos dejan claro que Heidegger le asignaba al pueblo alemán un rol central en el despertar que supuestamente sacaría al mundo de la oscuridad nihilista. Dice por ejemplo:

"Debemos madurar para la filosofía. Y, primero, el suelo y la tormenta y el sol tienen que estar dispuestos a esa maduración. Los aconteceres del pueblo podrían apremiar a eso. ¿Lo harán?"  

Es decir, esa “maduración de la filosofía” era para él la clave del proceso, y no el desempeño del pueblo empírico en el campo político; aunque el pueblo tenía su lugar irremplazable dentro del mismo.  Pero esa filosofía madura, a la cual quiso preparar a partir de la pregunta por la “diferencia del Ser y el ente”, no sería ya una mera filosofía, en el sentido teórico abstracto que la palabra tiene en Occidente moderno, sino una realización integral a la que da el nombre de “metapolítica”.  Dice:

"Conforme a su ensambladura más íntima, la metafísica de la existencia tiene que ahondarse y ampliarse en una metapolítica del pueblo histórico".

Es claro que para Heidegger ahí "el pueblo histórico" es Alemania. Y es claro también que le asignaba a su patria un destino mesiánico. Uno que no consistiría en absorber y superar el pasado, como pensaba Hegel, sino en una suerte de despertar que vincularía a los hombres nuevamente con su origen.  Por eso dice:

"Estamos entrando en una época que tiene que volver a enlazarnos por vía de una tradición, con los poderes originales".

La religiosidad de sus ideas es evidente. Y a nuestro entender,  el "caso" Heidegger no es más que el reflejo del extravío general del pensamiento europeo en la modernidad tardía. Pues, privado de una auténtica vinculación con una fuente de conocimiento trascendente, el pensamiento filosófico, librado a sí mismo, no puede sino extraviarse.  Al carecer de una gnosis que guíe el pensamiento, como sí existe en el mundo islámico y el  budista, la filosofía occidental no puede sino agitarse con un movimiento estéril y parlotear sólo para sí misma de manera narcisista.

Dicho sea de paso,  hay en los Cuadernos ciertas alusiones alquímicas,  junto a la declaración explícita de pertenecer al “frente invisible de la Alemania espiritual secreta", que hacen pensar en la vinculación del filósofo con alguna fuente de saber esotérica. No nos referimos a esa logia de idiotas conocida como la Sociedad Thule sino a una cosa más profunda. Pero debido a la propia naturaleza del asunto no hay datos exteriores en los que apoyarse para investigar. Así que sólo dejamos apuntada la idea como una mera posibilidad.

Volviendo al tema del extravío del pensar. Con todo, es claro que en el pensamiento de Heidegger hay un reclamo de verdad y un esfuerzo sostenido y serio por plantear las preguntas que propicien el reencuentro con la misma.

En ese sentido, el decurso del preguntar era para el filósofo alemán mucho más importante que cualquier ilusión que se haya hecho en algún momento con respecto al nacionalsocialismo.  Decía:

"Ya no tenemos un mundo espiritual, solo escombros cuya procedencia es oscura, y una mentalidad de provecho para unos objetivos zafios dentro de los cuales se puede apilar en un montón cualquier cosa y de la manera más arbitraria. Así que lo próximo es crear un mundo espiritual, y en general un mundo de la existencia. Precisamente eso no es algo que se pueda llevar a cabo por encargo, sino solo por necesidad. Y para experimentar esta necesidad es necesario averiguar preguntando, que es la única manera como la verdad en cuanto tal se constituye de nuevo en espacio y en ensambladura"

Ese preguntar era para él su propia misión, como lo indica la nota que citamos en nuestro epígrafe:

"Filosofía: el apasionamiento del preguntar extremo en la sobriedad del decir que se pliega a lo dicho"

Y también:

"Suscitar la meditación, empujar para introducir en ella, preparar para ella: esto es lo único que importa para que el hundimiento sea una transición. Arrojar atrás todo lo demás en aras de esto único: meditación"

De modo que los Cuadernos negros pueden leerse como el diagnóstico de una época oscura -que en cierto sentido sigue siendo nuestra época- y el testimonio de un pensador solitario que araba en la tierra del lenguaje y el pensar con la esperanza de poder remontarse hacia algo más originario y verdadero.

Por lo demás, como dijimos, no pretendemos negar ni su anti judaísmo ni su simpatía con el nazismo. De hecho, hay ciertas notas que dejan claro que en algún  momento Heidegger vio en Hitler a un líder capaz de propiciar desde la política de masas ese despertar que él buscaba desde la filosofía.  Dice:

"La gran experiencia y el gran motivo de dicha es que el Führer ha despertado una nueva realidad que da a nuestro pensamiento el cauce y la fuerza de choque correctos. De lo contrario, a pesar de toda su hondura y minuciosidad, nuestro pensamiento se habría quedado por sí mismo extraviado y solo a duras penas hubiera hallado el camino para repercutir. Eso de la existencia literaria se ha terminado."

Es decir Heidegger era consciente de que la filosofía ya no resultaba eficaz en la conducción del destino de los hombres, y por lo tanto debía contar con ciertas "fuerzas" que le aseguraran la posibilidad de ser escuchada y cristalizada en el mundo. Así, Hitler representó en cierto momento para él una suerte de punta de lanza del movimiento subterráneo que iba más allá del propio nazismo y cuya fuente, para Heidegger, no podía ser otra que el Ser mismo, más allá de lo humano,  pujando por un nuevo despuntar.

Sin embargo, esa ilusión no le duró mucho tiempo.  Pues hay en los Cuadernos indicaciones claras de que se decepcionó totalmente respecto de las reales posibilidades del nazismo. Todas las críticas dirigidas a las organizaciones del nacionalsocialismo en la cultura y en la política, indican que reconocía en ellas el mismo espíritu tecnicista, mediocre y espiritualmente anquilosado que según él caracteriza a la época. El nazismo concreto le terminó por parecer un mero "materialismo ético", apenas “un poco mejor” que el “materialismo económico” del bolcheviquismo, mezclado con un "biologismo turbio" en el que pretendía basarse ideológicamente.

No señalamos esa decepción para justificar a Heidegger. Pues para nosotros el fallo del filósofo es mucho más radical y más amplio que su error de apreciación con respecto al nazismo y al judaísmo. Pero, nos parece que si lo único que se encuentra en los Cuadernos negros es la cuestión instalada por Trawny, entonces se obtura la comprensión de la problemática más esencial que se juega en los mismos.  Esa problemática, lo repetimos, es el nihilismo.

Para Heidegger el nihilismo no es sólo eclipse de la verdad sino también pérdida del mundo. Pues el olvido de la vinculación originaria con el Ser, deja al pensamiento privado de verdad y al hombre concreto privado de mundo. Dice muy significativamente en una nota:

"Habiendo perdido a los dioses, hemos perdido también el mundo"

La pérdida del mundo no es la sola pérdida del mundo entendido como terruño, sino ante todo la pérdida de su sacralidad. Y esa pérdida no es mero descreimiento, como quien dice vulgarmente "nos hemos vuelto materialistas y descreídos",  sino un estado más fundamental de vaciamiento.

El nihilismo es un estado de la conciencia humana. No es optativo. No se trata de una postura ideológica. Y las reacciones contra el mismo, por ejemplo la reacción tradicionalista a la cual Heidegger critica más de una vez, no logran captar su verdadera significación y alcance. Pues la comprensión del nihilismo, la profunda comprensión de su naturaleza, implicaría ya la salida del mismo. Por eso en sus Cuadernos, Heidegger, con una modestia que contrasta con la arrogancia de tono oracular que lo caracteriza, repite una y otra vez que el suyo es un pensamiento tentativo, apenas preparatorio, una suerte de rodeo, cuya misión sería propiciar la emergencia del verdadero pensar.

De nuestra parte, y para terminar,  no creemos que el Occidente pueda alcanzar por sí mismo esa salida y ese "nuevo inicio".  Además, tampoco nos sentimos totalmente identificados con el pensamiento de Heidegger. Sin embargo, si hemos comentado este tema, es porque percibimos en los Cuadernos negros del filósofo una indudable grandeza intelectual.  Y nos parece muy sugestivo que la leyenda negra armada en torno a los mismos impida acercarse a ellos en actitud propiamente pensante.

De todos modos, no nos hacemos ninguna ilusión con respecto al rumbo de las cosas. Pues, como decía el filósofo en una de las notas:

“No hay manera de evitar el demencial enredamiento en las intrigas y maquinaciones, en lo irrefrenado y precipitado de lo presente y de su ajetreada cohesión”

Máximo Lameiro
Junio de 2016, Osaka, Japón

Nota: una versión corregida y ampliada de este texto la publicamos en pdf con el título Cuadernos negros de Heidegger: de la oscuridad mediática al Oriente de la Luz.  (Pinche para ir)   



REFERENCIAS

Cuadernos negros (1931-1938), Martín Heidegger.  Edición de Peter Trawny. Traducción al español de Alberto Ciria.  Editorial Trotta, España.

Gatherings.  The Heidegger circle annual (vol. V).  Ahí se encuentra el artículo de Trawny que citamos al comienzo, junto a varios trabajos de diversos autores que giran sobre el mismo eje temático (disponible en Internet: http://www.heideggercircle.org/gatherings.html).

6 comentarios:

  1. Había leído al respecto de dichos "cuadernos negros", incluso hubo una dimisión en la sociedad filosófica alemana "Martin Heidegger" de un "decepcionado" presidente de la misma, Günter Figal por lo que salía a relucir en ellos, http://www.badische-zeitung.de/literatur-und-vortraege/das-ende-des-heideggerianertums--99384125.html
    El nazismo y Heidegger, Heidegger y el nazismo es como una ola que viene de forma periódica a animar el panorama, ha habido diversas sacudidas en el tiempo, recuerdo la del chileno Víctor Farias, hace unos 30 años. Lo último que he leído al respecto del nazismo heideggeriano es del esloveno Zizek, unas páginas que me parece le hacían justicia.
    EL nazismo y el antijudaísmo del pensador no se diferenciaron mucho del nazismo y el antijudaísmo que cundieron en Alemania, fue uno más que por un momento se dejó llevar del espejismo. Se esperaría más clarividencia de un filósofo de su talla, pero no la tuvo y eso decepciona. No por ese resbalón dejo de admirar ni Alemania ni a Heidegger, intento comprender, aunque no sea mi lectura favorita.

    Pienso que su discípula H. Arendt puso por obra esa tarea del pensar que echaba en falta Heidegger y en referencia a la verdad por cierto, lo que le trajo más de un disgusto. Arendt de nihilista nada de nada, ella no se equivocó y bien que se dió cuenta en propia piel de lo que significaba el ascenso del nazismo en 1933.
    Aunque no se refiere a su maestro directamente, pero podemos observar una gran ironía en sus palabras en la entrevista donde habla de las "grandes y complicadas ideas que se hicieron algunos intelectuales sobre Alemania y su destino".

    https://www.youtube.com/watch?v=WDovm3A1wI4

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  2. En el minuto 32:00 de la entrevista
    https://www.youtube.com/watch?v=WDovm3A1wI4
    se refiere a que los intelectuales alemanes
    cayeron en la trampa nazi de la "uniformización" sin excepción,
    lo que no ocurrió con la gente corriente. Y dice que se debe
    a un "defecto" profesional del intelectual, que tiende a
    hacerse complicadas e interesantes ideas de las cosas....Esto le llevó a renegar de las "historias intelectuales"
    Es imposible escuchar estas palabras sin pensar en M.H

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    1. Gracias por las referencias Ana.

      Creo que tienes razón cuando dices que el anti judaísmo de Heidegger y su simpatía por los nazis no es diferente al de gran parte de los alemanes de su tiempo, y comprendo que la gente se decepcione porque espera que un "gran filósofo" sea capaz de discernir esas cosas.

      De todos modos, mi interés en este post era menos defender a Heidegger que contribuir a "habilitar" una lectura distinta. Y la idea surgió cuando leí los Cuadernos y me dí cuenta de que tienen muy poco que ver con el eje temático instalado por su editor y la movida mediática.

      En definitiva, sentí algo parecido a lo que podría sentir alguien que aprecia la música de Wagner y le dicen que no puede escucharla sin hacerse cómplice -aunque sea tácitamente- de su anti semitismo. ¿Me explico?

      Saludos

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  3. Muy bien explicado, sin duda la nubecilla del nazismo y de su falta de clarividencia más luego su retiro del mundanal ruido en vez de explicar o reconocer, "metí la pata" seguirán siempre pegados al nombre de M. H.
    Ahora a Sloterdijk le ha salido un discípulo racista, que ha integrado las filas de Alternative für Deutschland como jefe....tiene también su "qué"....

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  4. Afirmaciones valientes las que haces en tu entrada, Max. Ecuánime tu posición, como siempre. Heidegger no es santo de nuestra devoción, pero tampoco estamos dispuesto a fusilarlo póstumamente.
    Tú hablas de su arrogancia oracular, Eugenio Ímaz describe al alemán con escéptica gracia: “Chiquitico, moreno, con dos ojillos de insecto taladrador en su anchurosa frente. Vestía de calzón corto, como los tamborileros de mi pueblo en días de gala. No se sonreía nunca. Como diría Baroja, un antipático”.
    Y a su dudoso humanismo ("fenomenología destructiva"), que no le inspira la menor confianza, como tampoco el humanismo de Sartre: "Entre la nada y la muerte el hombre de Heidegger se esfuerza, energuménicamente, por escuchar el Ser"... "en los dominios banales del Das Man heideggeriano -Don Nadie y todo el mundo, lo que 'se' dice o lo que dice 'se', Das Man-, buscarle cinco pies al gato, siendo el quinto el de su etimología" (Luz en la caverna, FCE 2009, pgs. 160, 255, 258).
    No sé si es posible encontrar en su obra algo más que un espejo del nihilismo inhumano que acompañó y amparó los enormes desastres de la Europa del XX.

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  5. Gracias por el comentario José. Y por la referencia a Ímaz, a quien no conocía.

    Concuerdo en gran medida con tu escepticismo acerca del valor de la obra de Heidegger, pero de mi parte intento rescatar el esfuerzo intelectual del alemán por pensar el ser más allá del ente. Creo que eso solo amerita su estudio, o por lo menos, impide reducirlo todo a sus fallos personales, que no niego que los tuvo.

    La famosa diferencia entre Ser y ente se encuentra de hecho delineada en las sabidurías del Oriente medio y extremo, aunque la diferencia cultural y de vocabulario impida reconocerlo con claridad.

    Y es desde ahí, desde esa afinidad subyacente entre lo que el alemán buscaba y los orientales sabían, que yo me intereso por la obra de aquél. Por supuesto, tampoco es santo de mi devoción... ya hemos hablado de esto otras veces y creo que en este blog nadie lo aprecia demasiado ni lo tiene por autoridad.

    Aprovecho para enviarte un abrazo, ya que me he salido de las redes sociales y hace rato que no sabía nada de ti.

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