martes, 1 de septiembre de 2015

CUENTOS Y EDUCACIÓN



PSICOLOGIA DE LOS CUENTOS DE HADAS (1975)
de Bruno Bettelheim
                                
Aunque este libro ya es antiguo y no contempla el desarrollo extraordinario y el “boom” de la literatura fantástica con Tolkien, J.K. Rowling… y sus versiones cinematográficas, tenía mucho interés en averiguar qué dice y cómo interpreta un psicoanalista este elemento esencial y básico en la educación que son los cuentos tradicionales.

 
Los cuentos son una ayuda muy específica, tienen un papel fundamental en el desarrollo personal, oír contar cuentos en la infancia más que leerlos o que nos los lean es una de las mejores experiencias humanas.

Comprender el sentido de la vida es cuestión de madurez psicológica y no es algo instantáneo. Para llegar al sentido hay que trascender los límites de la existencia centrada en uno mismo y creer que uno es “importante”, que hay una contribución personal que hacer al mundo. Es necesario sentirse protagonista de la propia vida.

Para ello imaginación, emociones e intelecto deben trabajar al unísono

En la educación el impacto del educador en el educando es total, pero también importa cómo se transmite la herencia cultural. La literatura es el mejor cauce para ello.

Bettelheim opina que en los cuentos modernos actuales, se dan reglas pero no el significado. Los niños aprenden a leer con historias que no añaden vida a la vida. La lectura capta la atención si divierte, si excita la curiosidad, si estimula la imaginación, si ayuda a desarrollar el intelecto, si clarifica nuestras emociones, si nos ayuda a reconocer los problemas, si sugiere soluciones, si estimula la confianza en el futuro.

Los cuentos, que en este libro se denominan cuentos de hadas aunque en muchos de ellos no hay hada alguna, son relatos antiquísimos. En ocasiones hay diversas versiones del mismo cuento sin que se sepa cuál es anterior, su origen se pierde en la noche de los tiempos, lo que por otra parte se indica cuando empezamos a contar un cuento a la manera tradicional: “Érase una vez…”
Los cuentos enseñan mucho sobre lo que pasa dentro del ser humano. Nos muestran que la vida tiene sus “mecanismos”, la vida es la que es y no lo podemos cambiar, en lo referente a lo esencial que para cada cual es un desarrollo satisfactorio e integrado del propio ser.

Todos y cada uno necesitamos poner orden por dentro, necesitamos una educación moral. La expresión “educación moral” tomada en serio es redundante, ¿en qué consiste una educación que no sea moral? Probablemente en lo que hacemos con frecuencia en la actualidad, transmitimos destrezas, capacidades, habilidades, erudición y falta lo esencial. Todo es preciso en la transmisión, pero a nuestro modo de educar le falta el alma. 

Bettelheim desgrana en esta explicación detenida el “alma” de los cuentos tradicionales. Lo hace desde un punto de vista psicoanalítico, a poco que se conozca la teoría freudiana ya se sabe cuáles son los conceptos utilizados: conflicto edípico, yo, ello, super yo, angustia de separación, desarrollo sexual…Unas categorías que pueden resultar redundantes, pero son un medio útil para explorar la “eficacia mágica” de los cuentos en el desarrollo psicológico.

El niño necesita la educación moral pero no mediante conceptos éticos abstractos, que llegan en una etapa posterior del desarrollo, sino mediante lo que parece tangiblemente correcto, lleno de significado. Los cuentos aportan al consciente, al inconsciente y al preconsciente.

Muchos padres se equivocan queriendo apartar a su hijo de lo malo, quieren que su hijo sólo vea el lado bueno de la vida, porque el conflicto está dentro. La vida real es la que es, no siempre es agradable y es lo que viene anunciado en los cuentos.

Al aceptar la propia naturaleza problemática los cuentos anuncian la lucha inevitable contra las dificultades. No hay que huir de ellas sino enfrentarse y si uno se enfrenta sale victorioso. Los cuentos modernos no mencionan los límites de la vida que son la muerte y el envejecimiento así como el deseo de vida eterna, se dejan las profundidades misteriosas de la existencia.

El cuento simplifica, los personajes son figuras típicas de las que no se dan muchos detalles. El mal está omnipresente así como la bondad, dos tendencias que realmente están dentro de cada persona mezcladas, pero que en el cuento quedan bien separadas. No hay ambivalencias: el bueno, el tonto, el listo, la bella, la bestia…De esa forma se ayuda a comprender la diferencia entre el bien y el mal, se puede establecer gracias al cuento una base segura en la personalidad, capaz de entender más adelante las complicaciones y claroscuros de la vida real.

Cuando el malo recibe el castigo, el cuento enseña que el mal es temporal y que ser malo no resuelve nada en la vida. El niño se identifica por sí solo con el héroe, pasa sus tribulaciones y vence en él. Pero ¿de qué sirve ser bueno si con eso no se llega a nada? El cuento enseña que el más humilde puede triunfar. No se trata de que la moralidad sea la solución sino que la moralidad es la seguridad de que uno puede salir adelante.

Los cuentos se toman en serio la angustia existencial, la soledad, el aislamiento, el miedo a no ser amado, el temor a ser despreciado y a la muerte. Enseñan que el vínculo estrecho con otra persona materializado en el amor nos salva de la muerte, no que no moriremos, sino que cuando se ama y se es amado, la muerte no preocupa.
Por eso suelen terminar con un “vivieron felices…” o “si no se han muerto todavía están vivos.”
Cuando se ha logrado ese vínculo estrecho con otro ser humano, ya se puede estar seguro emocionalmente en la existencia, si se ha encontrado el verdadero amor no hace falta buscar la vida eterna.

El que se agarra desesperadamente a la madre, sólo consigue ser arrancado de ella, muchos cuentos ayudan a renunciar a la dependencia y alcanzar la independencia satisfactoriamente.

El niño, el héroe del cuento, anda solo, pero el contacto con un árbol, un animal, sirve de ayuda al héroe, igual que el niño que se siente más cerca de las cosas que de los adultos. El crecimiento empieza con la resistencia a los padres y el temor a la madurez.

El cuento es una obra de arte, por eso consigue tener un significado distinto según el momento de la vida en que se lea y según la persona dependiendo de las necesidades del momento.
Los cuentos son exploraciones espirituales, la vida humana vista desde el interior. Son lo más parecido a la vida real. Dickens nos ha dejado su “devoción” por Caperucita:
“Caperucita fue mi primer amor. Tenía la sensación de que, si me hubiera casado con ella, habría conocido la felicidad completa.”

 




Prometen que el que busca encuentra, la vida le ayudará. El que es demasiado temeroso para arriesgarse a encontrarse a sí mismo, permanecerá en una monótona existencia si no le pasa algo peor.

No son solucionarios, son terapéuticos porque el que lo escucha o lee encuentra su propia solución mediante la contemplación de lo que la historia parece aludir sobre él mismo y sus conflictos internos en ese momento. Pero como reúne las exigencias conscientes e inconscientes de muchas personas por eso se transmiten de generación en generación.

Están muy cerca de los mitos, pero el mito está protagonizado por seres sobrehumanos, con un destino trágico y traslucen pesimismo. Sin embargo el cuento muestra a protagonistas mortales, la atmósfera es alegre, aunque haya problemas y trasladan optimismo.

Bettelheim muestra cómo se enfrentan el principio del placer y el principio de realidad en “El pescador y el genio”, en “Los 3 cerditos”, en “Caperucita Roja”. Compara la efectividad del cuento con la de la fábula, hace el paralelismo entre “Los 3 cerditos” y “La cigarra y la hormiga”. En el cuento hay una posibilidad de evolución, porque el niño entiende que los 3 cerditos son 3 etapas de una misma identidad. La fábula lo cuenta todo y no deja lugar a la imaginación, en esa fábula la hormiga que deja a la cigarra morirse de hambre es odiosa. Pero el cuento te deja la posibilidad de decidir de hacer o no hacer, desarrollando la inteligencia se puede vencer al más fuerte y poderoso.


 

El cielo era la madre protectora que se curvaba sobre el mundo en la mitología egipcia. Frente a esa mitología arcaica, la ciencia moderna nos muestra con objetividad qué es el cielo. Pero para la seguridad de la persona esa racionalidad no sirve de nada.

Leemos en la pág. 58:

 “Parece que el individuo desea repetir a lo largo de su vida, el proceso implicado históricamente en la génesis del pensamiento científico. En el curso de la historia vemos que el hombre se servía de proyecciones emocionales, los dioses, nacidas de esperanzas y ansiedades inmaduras, para explicar el hombre, su sociedad y el universo; estas explicaciones le prestaban un cierto sentido de seguridad. Entonces poco a poco gracias al progreso social, científico y tecnológico, el hombre comenzó a liberarse de su constante temor por la propia existencia. Sintiéndose ya más seguro en el mundo, y también de sí mismo, el hombre pudo empezar a cuestionarse la validez de las imágenes que había utilizado en el pasado como instrumentos explicativos. A partir de aquel momento, las proyecciones infantiles del hombre fueron desapareciendo hasta ser sustituidas por explicaciones racionales. Sin embargo, este proceso no se da, de ningún modo, sin fantasías. En períodos intermedios difíciles y de tensión, el hombre vuelve a buscar consuelo en la noción infantil de que él y su lugar de residencias son el centro del universo.

Traducido a conducta humana, cuanto más segura se siente una persona en el mundo, menos necesitará apoyarse en proyecciones infantiles, explicaciones míticas o soluciones de cuentos de hadas, y más podrá buscar explicaciones racionales. Cuanto más seguro de sí mismo se siente un hombre, tanto menos le cuesta aceptar una explicación que afirme que su mundo tiene muy poca importancia en el cosmos. No obstante, una vez se siente realmente importante en su entorno humano, poco le preocupa ya el papel que su planeta puede desempeñar dentro del universo. Por otra parte cuanto más inseguro se siente uno de sí mismo yde su lugar en el mundo inmediato, tanto más se retrae, a causa del temor, o se dirige hacia el exterior para conquistar el espacio. Es exactamente lo contrario de explorar sin una seguridad que libere nuestra curiosidad.”

Los lugares remotos del cuento sugieren un viaje al interior de nuestra mente, a partir de un principio normal y corriente nos embarca en un viaje hace un mundo maravilloso para al final, devolvernos a la realidad de manera reconfortante. Enseña al niño lo que necesita saber a su nivel de desarrollo, permitir que la fantasía se adueñe de él no es perjudicial, puesto que no se queda en ella. De la misma manera que nos despertamos de los sueños más dispuestos a emprender las tareas, el cuento termina cuando el héroe es devuelto al mundo real más preparado para enfrentarse a la vida.

Exterioriza la experiencia interior, ayuda a ordenas las tendencias contrapuestas del niño, los deseos se expresan en el hada buena, los impulsos destructivos en la bruja malvada, los temores en el lobo hambriento, las exigencias de la conciencia a través de un sabio….cuando este proceso comience el niños irá superando cada vez más el caos incontrolable en que antes se encontraba sumergido.

Los cuentos de transformaciones como “Los 7 cuervos” o “Hans mi pequeño erizo” indican que a pesar de las consecuencias que pueden tener los malos deseos, las cosas se arreglan de nuevo con buena voluntad y esfuerzo. Algunos cuentos relatan cómo al encontrar un objeto mágico cambia la vida del héroe. El encontrar una tinaja o una botella “El espíritu de la botella”, al proteger a un animal “El gato con botas”, al partir un trozo de pan con un forastero, son hechos cotidianos que dan origen a grandes cosas, El cuento anima al niño a que confíe en sus pequeñas hazañas reales son importantes aunque cueste creerlo. Apoyándose en lo sencillo se puede triunfar, para que las desilusiones no lo derroten. “La reina de las abejas” muestra que hay que dar lo que corresponde a cada elemento y éstos acudirán en tu ayuda.

 




“Los 2 hermanitos”, la integración de elementos dispersos de nuestra personalidad, la madurez es el abandono de la casa paterna y  la construcción de la propia familia. Lo que nos redime como seres humanos es la atención que prestamos a los seres queridos.

“Simbad el marino y Simbad el cargador” los dos aspectos, el trabajo, el cansancio y la vida dura por un lado  y por otro la fantasía de los viajes. Podemos captar mejor las ambivalencias que hay en nuestro interior. Simbad harto de trabajar, permite que el “ello” lo domine y arrastrado por lo que llama el “hombre malvado dentro de mí”, Simbad vive fantásticas aventuras y peligros superados. Al final es rescatado, Simbad vuelve a casa con grandes riquezas. Pero hay que enfrentarse a las exigencias de la vida cotidiana, después de verse dominado por el placer durante un tiempo, el yo recupera su lugar.

 




Simbad pertence al ciclo de las 1001 noches, los cuentos de la princesa que lucha por sobrevivir y para ello deja el cuento cada noche a medias y así el sultán no la mata. Sherezade ha tenido que estar 3 años contando cuentos para que el rey supere sus odios. Sólo una persona con un yo fuerte, que ha aprendido a canalizar sus energías positivas del “ello” puede utilizarlas para liberar del odio a otro. No podemos tener un testimonio mejor del poder de los cuentos para cambiar la personalidad.

Hay muchos cuentos de dos hermanos, Hansel y Gretel, que se pierden en el bosque. El bosque, el mundo impenetrable del inconsciente, la bruja, la madre de nuestros primeros años que nos retiene dándonoslo todo.
El cuento “Los hermanos” llama la atención sobre la tragedia que puede ocurrir si los 2 protagonistas, es decir, los 2 aspectos de nuestra personalidad, no llegan a integrarse.

“Las 3 plumas” sugiere que la inteligencia que no se base en los poderes del inconsciente tanto el ello como el super yo quedará limitada. El inconsciente es fuente del arte, el super yo le da forma y el yo crea el objeto de arte. Se puede ser inteligente y sino se profundiza apreciando lo bueno de la vida, no se podrá distinguir, ni evolucionar ni crear, ni aprender ni progresar.
Si sólo desarrollamos nuestra personalidad con todas sus posibilidades o sólo conseguimos que el yo disponga de los recursos del inconsciente, no llegaremos a lo que nos proponemos, también hemos de ser capaces de usar nuestras habilidades con destreza, con gracia y con fines determinados. La inteligencia puede ser un don de la naturaleza, es el intelecto independiente del carácter, en cambio la sabiduría es la consecuencia de la profundidad eterna, de las experiencias significativas que han enriquecido la propia vida.

2 comentarios:

  1. Ya sabes que pienso que la base de nuestra educación depende de la sabiduría de los cuentos, incluyendo parábolas, apólogos, mitos, fábulas...
    Creo que me gustaría más una interpretación junguiana que freudiana. Mas..., aún recuerdo unos cuentos lapones que nos leía mi madre...

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  2. Me ha gustado el libro, llevaba mucho tiempo detrás de él y no me ha decepcionado, a veces es un poco pesado con los conceptos freudianos y las diferentes versiones de cada cuento, pero tiene pasajes geniales, esclarecedores.
    Voy a colgar otra cosa referente a la literatura fantástica más reciente

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